viernes, 22 de enero de 2016

REFLEXIONES SOBRE UNA CONVERSACIÓN







Gonzalo Gamio Gehri

Hace meses que quería escribir sobre este tema. Hará medio año que José Carlos Agüero y Renato Cisneros fueron entrevistados por Jaime de Althaus. Ambos han escrito libros (uno es un ensayo testimonial, el otro una novela) en los que re-visitan sus vidas para intentar esclarecer etapas cruciales de la historia a través de las acciones y del carácter de personas concretas. Tanto Los rendidos como La distancia que nos separa dan fe de la dura y compleja relación con los padres – y con la comunidad entera - durante los años del conflicto armado interno.

La conversación es fluida, a pesar del descuido de las preguntas del entrevistador, y el intercambio entre los autores es esclarecedor e importante. El trasfondo de este diálogo es el de las posibilidades de abrir una nueva etapa de encuentro post-violencia en el Perú, quizás en sintonía con el Informe presentado hace ya doce años, que examina las posibilidades de una reconciliación integral. Formular en el contexto de una actividad cotidiana como conversar lo que implica “forjar la reconciliación”. Ese tipo de procesos pueden empezar – como han sugerido los interlocutores – con una conversación, sin imponer una meta definida e incuestionable, sin sentir la presión de lograr esa meta.

Una idea crucial para comprender ese proceso (y quizá, emprenderlo) es la de abandonar una mentalidad basada en absolutos, que supone “saber” – de una manera apodíctica – qué es la “justicia social” (integrismo de extrema izquierda) o qué es el “desarrollo” (integrismo neoliberal, de extrema derecha) y obligar a los demás a aceptar ese ideario y ejecutarlo, usando la fuerza. Hacer pasar como una “ciencia” lo que es una ideología que invoca la violencia para encarnarse en la sociedad. Impongo la “revolución” o el “progreso”- para aludir a los dos extremos políticos -, aún en contra de la voluntad de los afectados. Rechazar ese supuesto nefasto y lamentable, para instalar en su lugar prácticas de comunicación en un marco ético / público que valore la diversidad.

Los libros destacan la necesidad de “humanizar al otro (al otro estigmatizado)” para propiciar ese potencial nuevo tiempo. Ambos autores se han declarado partidarios de la justicia y son contrarios a cualquier estrategia de impunidad, por supuesto. Plantearse “humanizar al otro” implica desechar las caricaturas que las ideologías radicales imponen por doquier, y que sirven para estigmatizar y eliminar al enemigo. Decir que quienes han difundido ideologías fanáticas y que incluso han perpetrado delitos son seres humanos no implica “disculparlos”, todo lo contrario: se trata de mostrar que cometer crímenes atroces son escalofriantes y repudiables posibilidades humanas. Precisamente porque sabemos que los seres humanos pueden cometer terribles violaciones de derechos humanos es que podemos estar preparados para asignar responsabilidades, castigar a los culpables y tomar medidas para prevenir esta clase de acciones[1]. Observar la humanidad en el otro – incluso en el enemigo o en el preso – permite construir una imagen más precisa para entender, juzgar con rigor y prevenir.

La caricatura mina la memoria. Mientras nos aferremos a las etiquetas y a las caricaturas, el proceso de maduración de nuestro país como sociedad democrática permanecerá como un postulado impracticable. La conversación llevada a cabo en este espacio televisivo es la expresión un inicial ejercicio de memoria interpersonal sumamente provechoso e inspirador. Me parece que es un camino que hay que transitar aquí y ahora. Los escritos que evocamos constituyen un paso importante en el trabajo de rememoración concreta que necesitamos en el Perú.




[1] Todorov, Zvetan “La memoria como remedio contra el mal” en: La experiencia totalitaria Barcelona, Galaxia Gutenberg 2010 p. 282.

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