He recibido este mensaje en forma anónima, una reflexión aguda en materia teológica, que puede ser de interés de los lectores. A pesar de que no conozco a su autor, el texto me resulta digno de ser publicado por su lucidez y corrección (G.G.).
Estimado profesor Gamio:
Soy una madre de familia que se considera y se siente católica. He hecho todo lo posible por transmitir a mis dos hijos adolescentes los valores cristianos que recibí de mi familia, y que he tratado de fortalecer y desarrollar a lo largo de mi vida… porque los tiempos cambian, y así como lo que funcionaba bien para mi mamá o para mi abuela no funciona exactamente igual para mí, pienso que sería absurdo creer que mis hijos van a poder vivir toda su vida, y transmitir los valores esenciales a sus hijos, sin irnos adaptando al paso del tiempo. Los tiempos cambian, y nunca he sido (ni mi mamá tampoco) de los que creyeran que esto fuera malo, sino todo lo contrario, más bien prueba de la capacidad del cristianismo y del mensaje cristiano de seguir propagándose y seguir siempre actual.
De un tiempo a esta parte, sin embargo, veo con preocupación cómo va tomando cuerpo lo que considero un momento peligroso para la fe en nuestro país, uno de esos problemas familiares donde hay que proceder con cuidado. En los últimos meses se ha ido configurando un problema de esos que me hacen difícil sostener ante mis hijos la necesidad de seguir unidos a
Para empezar, debo decir que he escuchado al Dr. Amprimo explicar la situación en sentido jurídico, y me parece creíble lo que dice. Si tuviera razón, y quedara demostrado en los tribunales que de acuerdo a la ley corresponde que
Pero lo que me dificulta cada vez más las cosas es la mezcla de religión con ley, del más allá con el más acá. Por supuesto, considero que la vida espiritual y la relación con Dios son lo más importante, y junto al amor al prójimo son la base que da sentido a todo lo que hacemos, pero también he crecido toda mi vida (y mi mamá también) en un país donde ciertas cosas las maneja la ley, y no la religión. Y creo que esto es saludable y es así por buenas razones. Entonces me siento asombrada cuando el Cardenal cree necesario decir algo como lo que leí el lunes en el periódico: que los profesores y los chicos de
Ya había oído a periodistas afines al Cardenal llamar “súcubos” a los profesores, y me parecía una figura poética (aunque peligrosa), pero ahora se acusa a profesores y alumnos, y lo del juicio final puede ser tomado como amenaza y no hace más que confundir y alejar a los chicos aún más de
La confusión es muy simple y se relaciona con el desarrollo de fuerzas que yo había creído superadas en la historia. Pero que parece no lo están tanto así. Tomar en sus propias manos el juicio de Dios fue un problema (quizá una necesidad, no soy quién para juzgarlo) que vivió
Afortunadamente parece que el error es del Cardenal (que carga, como digo y como todos sabemos, con errores graves en su pasado político). Claro que uno escucha el error en una cantidad de personas y el error parece tomar cuerpo en nuestra sociedad, y parecen retornar fuerzas que yo creía superadas en la historia, pero me refiero a lo siguiente: Quisiera creer que no se trata de un error de
Me parece que los errores del Cardenal (y del movimiento conservador que parece resurgir, del que él parece ser parte) tienen que ver con una excesiva cercanía con el poder político y económico. Es posible que el error venga de la convicción de que el poder permitiría a
Yo diría que el Cardenal está confundiendo peligrosamente las cosas, cuando habla de “desacato”, que según el diccionario es delito, “en algunos ordenamientos”. Me parece claro que no está demostrado que las autoridades de
Yo diría que el Cardenal no es infalible, que no es el Papa, y mucho menos es Cristo, y que un poco de humildad no le vendría mal, porque tampoco me parece cierto que por ser el Cardenal sea “el” representante de Cristo en la tierra, como se rumorea que dijo últimamente. Creo que es una autoridad y respeto su investidura, pero mi formación católica y mi formación cívica siempre han funcionado juntas, cada una en su nivel, y estoy acostumbrada a tener derecho a ser crítica con las autoridades. Lo contrario sería justamente, cito al Cardenal, no ser autónomos, y en efecto estar “sometidos a no conocer más que un pedacito de la verdad” (como dijo en El Comercio el sábado pasado). Creo que a él mismo no le vendría nada mal, por el bien de todos, un poquito de humildad, un esfuerzo por no dar la triste impresión de sentirse dueño de la verdad, de pretender una posición legal privilegiada, de tratar de operar institucionalmente por encima de la ley, o peor aún, de impartir la justicia a nombre de Dios.
Tengo la sincera esperanza de que no sea ésta la voluntad de
Mientras tanto, y con cuidado, sigo expresando mi opinión. Al Cardenal lo puedo cuestionar; a