Gonzalo Gamio Gehri
Conozco muy poco de la obra lírica de Alejandra Pizarnik,
pero me impresiona la intensidad y la sabiduría de sus versos. Su modo agónico
de lidiar con la soledad, con la incomprensión de las personas. En el poema que
sigue – que comento por partes – ella toma el viejo motivo romántico de la
noche. El acercamiento a la infinitud de la noche es intimista, parece que
entablara un diálogo conmovedor con ella:
“Poco sé de la noche pero la noche parece saber de mí, y más aún, me asiste como si me quisiera, me cubre la conciencia con sus estrellas”.
En
La Noche , el tupido manto nocturno cubre la existencia entera de la
escritora, constituyendo el horizonte de su propio andar. Es la silenciosa acompañante de sus propios
pensamientos. Le hace compañía “como si la quisiera”, y sabe de ella sin
abandonar el misterio en el que ella reposa.
Luego
encontramos una lúcida interpretación novaliana (y quizás neoplatónica) que identifica la noche
con la nada y con el todo de la vida. Si la noche es misterio insondabl,e lo que digamos
sobre ella y sobre quienes viven bajo sus sombras no vale ni merece la pena
registrar como saber. Pero luego la autora se plantea que quizá “las palabras
sean lo único que existe”, ellas son el testimonio
del discurrir inexorable del tiempo que deja una lacerante huella bajo la forma
del recuerdo.
”Tal vez la noche sea la vida y el sol la muerte, tal vez la noche es nada y las conjeturas sobre ella nada y los seres que la viven nada. Tal vez las palabras sean lo único que existe en el enorme vacío de los siglos que nos arañan el alma con sus recuerdos”.
Luego
de esa reflexión más bien general, la autora vuelve a un discurso más intimista
y existencial. La antigua e inmortal noche ha sido testigo de las innumerables
acciones y cavilaciones de los seres humanos. Ha presenciado sus batallas, sus
afanes, sus fallidos intentos por edificar sus sueños y trazar un rumbo para
sus vidas. Ha visto cómo con frecuencia tales proyectos se han hecho añicos. Ha
percibido la corrosiva frustración que devora el corazón de los hombres. Mientras la noche permanece inalterable la vida se nos escapa gota a gota. La noche contempla desde lejos la pobreza de nuestras historias y enfrentamientos.
”Pero la noche ha de conocer la miseria que bebe de nuestra sangre y de nuestras ideas. Ella ha de arrojar odio a nuestras miradas sabiéndolas llenas de intereses, de desencuentros”.
Luego asume
otra vez un discurso en primera persona. Si bien ella no conoce realmente la
noche, puede percibir cómo ésta siente las cosas. Se duele con el pasar de la vida y de las personas. La nostalgia devora sus entrañas ("su lágrima inmensa delira y grita que algo se fue para siempre”). La furia y el dolor frente a la retirada
impune del presente convirtiéndose ineludiblemente en recuerdo. El mismo tema
que hemos planteado con Fausto y
también con los Himnos a la Noche. El enigma del instante y de su retirada ante nuestros ojos.
”Pero sucede que oigo a la noche llorar en mis huesos. Su lágrima inmensa delira y grita que algo se fue para siempre”.
El último verso permanece
misterioso, indescifrado:
”Alguna vez volveremos a ser”.