lunes, 27 de junio de 2011
EL EXTIRPADOR DE IDOLATRÍAS
viernes, 24 de junio de 2011
¿TRIUNFO DE LA MEMORIA?
Gonzalo Gamio Gehri
Cuando se invoca al “triunfo de la memoria” se quiere decir algo distinto, evidentemente. Alude al hecho que el recuerdo de los crímenes contra la vida que se perpetraron desde el régimen autocrático de Fujimori llevó a la mayoría de la población a rechazar – por un estrecho margen, es cierto – la candidatura de la hija. Es eso lo que está en discusión, si la memoria de las fechorías de Fujimori y Montesinos constituyó el motivo central de la derrota de Fuerza 2011. Resulta difícil saber si esto es así – al menos ahora -, por más que el tema de las esterilizaciones forzadas haya tenido un lugar especial en la última semana de la campaña. Sin embargo, la lucha entre la memoria de tales crímenes y la invitación a una suerte de “amnesia provocada” respecto de los mismos crímenes sí tuvo un lugar en la recta final de esta apretada y conflictiva justa electoral.
Los fujimoristas alegan que ellos tienen “su propia memoria”. Eso sí que es curioso. Pretenden que se trata simplemente de una “lucha de memorias contrapuestas”; de un lado, la de la defensa de derechos humanos, del otro, la de la “eficacia pragmática” que desde el autogolpe de 1992 rompió con la “pesadilla colectivista”. Lo cierto es que quienes postulan la necesidad de la recuperación pública de la memoria cuentan con un documento riguroso y detallado – el Informe Final de
La memoria de lo vivido en los años noventa ha jugado un rol en el debate político. El recuerdo de los crímenes del gobierno de Fujimori ha contribuido en parte a frenar el ascenso de la candidatura de su sucesora y a derrotarla en las urnas. Los comunicados firmados por los politólogos, historiadores, abogados labroralistas, médicos, escritores, etc., invocan sin excepción a la memoria para alertar a la población acerca de lo que significó el fujimorismo para el país en materia de corrupción y violación de derechos humanos. El recuerdo de las esterilizaciones forzadas de cerca de 300,000 mujeres pobres del Perú, planteadas y ejecutadas como políticas de Estado, fue decisivo para la debacle de la opción fujimorista. Ni los intentos del Arzobispado limeño por hacer a un lado el tema de las esterilizaciones en el debate público tuvieron efecto. Los intentos de Keiko Fujimori por tomar distancia de los delitos del régimen de su padre fueron tan pobres, tímidos e insinceros que no rindieron fruto alguno.
Si bien no puede decirse que el resultado de las últimas elecciones haya sido la expresión de un “triunfo de la memoria”. Sin duda, hubo otros puntos decisivos en la agenda política. No obstante, no tiene mayor sentido soslayar el lugar de la memoria en este debate (me remito nuevamente al comunicado de los politólogos y al de los historiadores). A veces se alega de que la causa de la recuperación de la memoria es “elitista” o “minoritaria” (cosa de “intelectuales”, "cívicos" o de “izquierdistas”). Habría que discutir si es así (sorprende que un 70 % de los peruanos esté en contra de un indulto a Fujimori en la última encuesta de Ipssos Apoyo), pero si ese fuere el caso, esta percepción no debería llevarnos a concluir falazmente que se trata de una causa falsa o que ella no merece la pena. Debería llevarnos a pensar la manera de difundirla y convertirla en un sólido foco de consenso racional. Esclarecer el pasado violento, establecer garantías de no repetición y reparar a las víctimas de la violencia constituye una causa justa, imprescindible – junto a otras causas justas – para afirmar una sociedad democrática. Vivimos en un país en el que existen cerca de cuatro mil lugares de entierro sin abrir, como resultado del conflicto armado interno. Quien considera que es preciso dejar el asunto de lado para “dejar las cosas como están” y “evitar reabrir viejas heridas”, suele hablar a título personal. No conoce la magnitud de aquellas heridas, y desconoce las razones reales por las cuales las víctimas prefieren recordar u olvidar.
martes, 21 de junio de 2011
LA VIOLENCIA DE LOS POLÍTICOS (CARLOS DEOCÓN)
En Lima muy poca gente sabe lo que está pasando en España con el movimiento de Indignados 15-M y sus conflictos con el gobierno y los partidos más influyentes de la península. Este movimiento declara estar interesado en promover una presencia mayor del ciudadano en la democracia española. Se trata de un fenómeno muy interesante que llama profundamente a la reflexión. Publico este artículo de Carlos Deocón aparecido en ese país, que me ha remitido mi amigo el jurista Alekssandar Petrovich. Deocón es un especialista en Derechos Fundamentales formado en la Universidad Carlos III. Encuentro su artículo sumamente agudo y valiente, aunque no necesariamente estoy de acuerdo con todos sus argumentos o con el uso de ciertos conceptos específicos. Se trata de motivar el diálogo sobre este tema. Todas las posiciones razonadas sobre un problema tan importante y complejo son bienvenidas en estye blog (G.G.).
Carlos Deocón Bononat
17-6-2011 La clase política acusa al 15-M de practicar la violencia. Pero muchas de las leyes que aprueba suponen una violencia ejercida contra la mayoría de la población, en beneficio de los más poderosos.
El jueves 16 de Junio España desayunó con la valoración políticos hacían de los acontecimientos del día anterior en Barcelona. Se hablaba de la violencia del movimiento de los indignados y se llegó a calificar de golpe de estado encubierto (expresión utilizada por el diputado de CiU Jordi Turull). El Movimiento 15-M ha logrado algo inesperado en
miércoles, 15 de junio de 2011
EL FALSO RECONOCIMIENTO
Gonzalo Gamio Gehri
Las pasadas elecciones han mostrado a cabalidad las heridas abiertas que tiene el país, o al menos, parte de él. Una investigación del diario español El mundo, así como un artículo de Nelson Manrique y otro de Marco Sifuentes, han dado a conocer las diversas manifestaciones de discriminación y encono por razones de raza y “clase” contra aquellos peruanos que votaron a favor de Humala (o en contra de Keiko Fujimori). El mundo cita una página denominada Vergüenza democrática, desde la cual se denuncia a los usuarios de espacios electrónicos en los que se dirigen frases agraviantes contra el sector de la población que presuntamente le cerró las puertas del gobierno a su candidata.
"Espero que Chile bombardee al Perú. Que se jodan y se queden sin nada. Misios (pobres) de mierda", escribe en las redes sociales de Internet una joven que no es ninguna chilena fanática, sino una peruana indignada porque Ollanta Humala ganó las elecciones y será el próximo presidente de su país.
Ojalá se destruya Machu Picchu, para que no tengan con qué comer", añade otro usuario, en una "antología" de frases racistas hecha por la página Vergüenza Democrática, que cuestiona ese tipo de comportamientos”.
No se trata de gestos de intolerancia aislados o escondidos. En otra cuenta de Facebook se invita a quemar los libros de Mario Vargas Llosa, el premio Nobel de literatura que “osó” apoyar a Humala: a la usanza de Torquemada y otros fundamentalistas, estos muchachos extremistas prefieren incinerar libros antes que leerlos. Recordemos que algunos medios de prensa conservadores se expresaron de manera ofensiva contra el novelista en repetidas ocasiones. En diversos espacios virtuales se atribuye la derrota de los Fujimori a la alianza entre el “rencor” de ciertos grupos de izquierda, la animadversión de Vargas Llosa, y lo que consideran la “ignorancia” (¿?) de sectores populares provenientes del interior del Perú. En algunos blogs se sugiere que Keiko Fujimori debió ganar, porque – entre otras cosas - contaba con la mayoría del voto limeño, que presuntamente concentraría el voto de las “clases” ‘cultivadas’ y ‘prósperas’ del país. A mucha gente le pesa un triunfo que proviene de la voluntad de una mayoría provinciana; le pesa el principio democrático “un ciudadano, un voto”. Se percibe un clima de agudo resentimiento fundado en un rancio y absurdo imaginario jerárquico pseudo-colonial. El resultado, como podemos constatar en la nota de El mundo, como en los textos de Manrique y Sifuentes, es una expresión de irracionalidad, de violencia verbal, en la que prácticamente se le niega al otro la condición humana en razón de su apariencia, su color de piel, su condición social o su grado de instrucción.
“Muchos de nosotros mismos, si bien reconocemos la diversidad cultural, étnica y racial porque nos la cruzamos en las calles, o en nuestra propia casa, o en nuestro propio cuerpo, tenemos dificultades para aceptarla como positiva.”[1]
viernes, 10 de junio de 2011
ALIVIO
Gonzalo Gamio Gehri
El proceso electoral ha concluido ya, gracias a Dios. Tengo que decir que siento alivio por el resultado. Alivio más que algarabía. No voté por Humala en primera vuelta, pero lo he apoyado desde aquí en la segunda vuelta. Me parece que ha llevado bien su campaña, que ha afinado su discurso y que ha convocado a gente inteligente y valiosa, que inspira confianza. Lo que más me satisface es que se ha vencido – aunque por poco – al fujimorismo, a pesar de que la candidatura de Gana Perú tuvo a prácticamente toda la prensa escrita en contra (y a toda
Como he señalado, un eventual retorno del fujimorismo al poder habría significado un funesto mensaje de impunidad y tolerancia ante la corrupción y las violaciones de derechos humanos, luego de que un ex presidente ha sido condenado por un tribunal independiente a causa de su participación en la comisión de tales delitos. Tanto Keiko Fujimori como sus principales compañeros de partido y socios calificaron como “errores” estos crímenes, y sólo reconocieron el carácter delictivo de tales actos – e improvisaron una tímida “petición de disculpas” – en la etapa final de la campaña, cuando quedaba claro que un deslinde con el régimen de su padre constituía una condición imprescindible para tentar lograr
Considero que la derrota del fujimorismo ha supuesto hoy la derrota de un cuestionado proyecto de (re) confesionalización del Estado y de diferentes espacios de la sociedad; Raúl Tola ha descrito este proyecto en un artículo titulado El peligro de una teocracia, la disposición del fujimorismo a jugar en pared con el ultraconservadurismo religioso – nuevamente revísese el comunicado cardenalicio a favor de sacar el tema de las esterilizaciones de la conversación cívica – y darle un gran espacio (completamente extraño en un Estado democrático y laico) en materia de salud y de educación, y quizá en líneas generales de conducción del Estado (véase la nota de El País sobre la discutible intervención de las Iglesias en la campaña política peruana). El intento de formar, dice Tola, “ un gobierno donde la necesaria separación entre Estado e Iglesia pasará al olvido, y muchas de las políticas nacionales serán dictadas a partir de un dogma único e incontestable. Una teocracia”. La publicidad de Keiko Fujimori en Puno – donde aparecía acompañada por una imagen de
El resultado de las elecciones produce tranquilidad luego de una campaña virulenta. Pero, cuidado, el alivio no supone la suspensión de la crítica. La victoria de Ollanta Humala, aunque esperanzadora, no extingue las dudas que existían en torno a un eventual gobierno suyo. Tampoco se han disipado las dudas que giran en torno a su trayectoria. El ganador debe saber que el apoyo que le han dispensado muchos ciudadanos se debe a los compromisos que ha contraído con el país en lo referente al respeto del Estado de derecho, la negativa a la reelección y la propuesta de un gobierno de concertación. El presidente electo debe saber que los ciudadanos estaremos pendientes de que cumpla con la palabra empeñada.
domingo, 5 de junio de 2011
UN VOTO DE CONCIENCIA (G. GUTIÉRREZ)
No debemos olvidar, sin embargo, que la palabra conciencia tiene dentro de ella el término ‘ciencia’, conocimiento, saber. Por ello, es tradicional, en el campo de la ética, decir que la conciencia debe disponer de un básico análisis de la realidad, y de los criterios necesarios para hacer un correcto discernimiento en una situación determinada, sobre todo, en decisiones que implican metas de mediano y largo plazo, valores, sentido y reconocimiento del otro. Supone también ir más allá de los intereses propios, particularmente cuando afectan los derechos de los otros. Lo acaba de recordar el comunicado de la conferencia episcopal peruana: “es el momento de pensar no solo en los beneficios individuales o grupales, sino en el desarrollo integral de toda nuestra sociedad” (“Confianza y esperanza en el Perú”, n.5). Un crecimiento económico que no beneficie al conjunto de la población no contribuye a un auténtico desarrollo humano.
Un voto de conciencia, así entendido, choca con viejos hábitos nacionales que es necesario confrontar y superar. Estilos que vienen precisamente de la in-conciencia de muchos ante la situación de los pobres y socialmente insignificantes de nuestra sociedad. Son aquellos que desde hace décadas, frente a la pobreza y exclusión de tantos, acostumbran a decir que es una situación que ‘no se arregla en una semana’, cosa que se comprendería si no fuera porque esas décadas estuvieron conformadas, como es natural, por numerosas semanas… ¿Cuánto tiempo más hay que esperar para erradicar la pobreza? Precisemos que cuando hablamos de esa situación inhumana e injusta que es la pobreza, no aludimos solo a lo económico –sin negar su importancia-. tenemos en mente que se trata de una condición compleja con dimensiones sociales, culturales, raciales y otras. Esos diferentes factores dan lugar a desigualdades intolerables. Los que las padecen pueden ser susceptibles, dadas sus necesidades, de convertirse en víctimas del clientelismo, con el riesgo de poner entre paréntesis sus derechos a una vida digna. Se configura, de este modo, una situación inaceptable para una conciencia humana y cristiana (“la Iglesia es abogada de la justicia y de los pobres”, dicen Benedicto XVI y la conferencia episcopal de Aparecida).
Un voto de conciencia significa, entonces, votar por la construcción de una sociedad en la que la dignidad humana y la libertad de todos sean respetadas; y que incluya, prioritariamente, a aquellos a los que no se reconoce “el derecho a tener derechos”, según la conocida y aguda expresión de H. Arendt. Sin justicia no hay paz permanente, una paz que no hay que confundir con la que resulta de una pacificación impuesta. Ningún camino político o económico se justifica si elimina la ética de su horizonte. La política está al servicio del ser humano y, ante todo, de los pobres y necesitados, así como de la vida y la justicia, de otro modo vamos hacia una sociedad inhumana. Los evangelios refieren que durante el juicio a Jesús, Pilatos le formula la pregunta: “¿qué es la verdad?”, pero, enseguida, se marcha sin esperar la respuesta; el escritor Van der Meersch sugiere lo que habría dicho Jesús: “la verdad, Pilatos es estar del lado de los pobres”. Hay, sin duda, un soplo profundamente humano y evangélico en esta afirmación.
Líneas arriba decíamos que se debe tener criterios para discernir en la presente situación electoral, un criterio ético importante es votar a favor de los últimos de la sociedad, reconocerlos como personas llamadas a asumir las riendas de su destino. Y desde esa toma de posición forjar una convivencia social justa para todos.
Eso sería un voto de y con conciencia.
viernes, 3 de junio de 2011
“ENTRE LA ÉTICA Y LA ECONOMÍA”
Gonzalo Gamio Gehri
Entramos ya en la recta final de esta campaña electoral. Aparentemente, los peruanos tenemos una vocación por los dilemas, y el que configura esta (para muchos indeseable) segunda vuelta, se plantea – a juicio de algunos especialistas – entre las exigencias de la ética y la exhortación a la continuidad del actual modelo económico. Puede ser percibido como un conflicto excesivamente esquemático, pero puede ser útil explorar sus determinaciones.
La trayectoria histórica del fujimorismo es lamentable y oscura. La probada participación de Alberto Fujimori y de su entorno político más próximo (Montesinos, Hermoza Ríos, etc.) en actos de corrupción y violaciones de derechos humanos, los vínculos de su gobierno con el narcotráfico y con la venta de armas a las FARC, el compromiso del régimen con las esterilizaciones forzadas convierten esta alternativa política en una opción moralmente recusable ante los ojos de muchos ciudadanos. Las disculpas de último minuto de Keiko se revelan como malas estrategias electorales, dada su manifiesta inautenticidad, así como las actitudes de sus aliados (el trabajo de demolición que llevan a cabo los canales de TV y la mayoría de los medios de prensa escrita contra el candidato rival, el reciente comunicado del Cardenal Cipriani sobre las esterilizaciones – otra inadmisible intromisión suya en el proceso electoral, al tiempo que Keiko Fujimori sale en una foto con
El reciente lapsus de Keiko Fujimori en pleno debate - ella dijo que Milagros Maraví y Alejandro Aguinaga “son personas intachables, como la mayoría de personas que trabajan a mi lado” – evidenciando que su inconsciente hace visible públicamente lo que ella misma sabe acerca de los fantasmas que la rondan. Quienes rechazan el fujimorismo en estos términos apelan a la idea de lo inaceptable. No se trata de cuestionar a la candidata invocando a un supuesto 'argumento genético', sino de recurrir a un argumento ético y político: su entorno está conformado por quienes participaron del régimen del padre y por quienes en muchos casos lucharon por encubrir sus fechorías. Un gobierno de la dinastía Fujimori entrañaría un pésimo mensaje de impunidad para el país.
Quienes apelan a la “necesidad” de continuar con la observancia de la ortodoxia del modelo económico temen que un eventual gobierno de Ollanta Humala detenga las inversiones extranjeras o intnte cambiar
No me conmueve la ponderación de alternativas en términos de una ‘elección racional’, no veo ningún beneficio en devolverle el poder a quienes envilecieron el país y podrían promover la impunidad desde el poder. A veces, se acusa a quienes construyen la crítica desde una perspectiva ética de ser “irrealistas”, de no saber de qué se trata la política”; se les sindica como meros "especuladores" que no dudan en “sustituir la realidad con los propios deseos”. Encontramos esta clase de crítica simplificadora incluso en los medios, a través de las declaraciones de periodistas y de no pocos especialistas. No es tan fácil la cosa. Creo que muchos analistas políticos que se precian de ser “realistas” en realidad no lo son. Creer que se puede hacer análisis empírico sin contar con una teoría constituye una ingenuidad pavorosa, lo mismo que considerar que se puede pensar la política sin asumir una concepción ética implícita (sin una imagen de lo correcto, lo útil, lo deseable, lo conveniente, etc.). Curiosamente, los analistas “realistas” no suelen acertar cuando se trata de hacer predicciones electorales. A veces incluso se equivocan estrepitosamente. Un poco de epistemología de la ciencia social pondría de manifiesto cuánto de reflexión moral entraña cualquier aseveración sobre lo político, aún cuando es enunciada desde el positivismo más crudo. Incluso podría decirse que los recientes comunicados de los psicólogos y los politólogos contra el fujimorismo (cuyos términos suscribo y respaldo plenamente) hacen patente - para los mismos hombres de ciencia - que la presunta brecha entre el deber y el deber ser no es abismal, que debe ser discutida conceptual, y que la "realidad" es mucho más amplia que lo que suponen los devotos de la medición.
Los móviles que llevan a elegir una opción política son diversos y no tiene sentido reducir la deliberación a un mero cálculo de utilidades (que es un móvil - y un tipo de razonamiento - entre otros posibles). No creo que haya que renunciar a ejercer la crítica desde el ángulo ético en lides ciudadanas como las que tenemos que enfrentar en estos días. Tampoco creo que esta clase de crítica sea “elitista”, como se suele señalar al paso y sin ningún fundamento; la crítica ética está presente en personas de diferentes sectores sociales y de diferentes posiciones ideológicas, es esgrimida por gente que conoció y vivió aquel periodo de corrupción y que puede decir algo sobre ello desde su propia experiencia. No creo que haya que renunciar tan rápido a considerar que aquí se pone en juego un asunto de dignidad nacional.
(Gracias, Carlín, por la caricatura).
jueves, 2 de junio de 2011
EL LAPSUS (ANTONIO ZAPATA)
Antonio Zapata V.
Durante el debate del domingo último, refiriéndose a Milagros Maraví y Alejandro Aguinaga, Keiko Fujimori sostuvo que “son personas intachables, como la mayoría de personas que trabajan a mi lado”. Esa declaración es muy reveladora. De acuerdo a lo explícitamente sostenido por la candidata, la mayoría de quienes la rodean son intachables, ello significa que la minoría no lo es. Es decir, indirectamente ha explicitado que algunos integrantes de su grupo son tachables.
El doctor Sigmund Freud entendió al lapsus como expresión involuntaria del inconsciente, que súbitamente revela una verdad que el yo consciente busca ocultar. En este caso, se trata de la candidata Fujimori que pretende defender a dos de sus colaboradores, acusados por Ollanta Humala de representar lo nefasto de los noventa. Debido a un exceso de vehemencia, queriendo protegerlos, Keiko acaba delatándose. Se le escapan las palabras autoacusatorias, justo cuando quería blindar a su gente. Esta pisada en falso constituye un clásico de las patinadas, mostrando a qué grado los nervios traicionan a quienes, estando frente al público, tienen algo grave que esconder.
¿Por qué Keiko siente que necesita esconder el pasado de sus íntimos colaboradores? En realidad, porque tienen un lado oscuro. En este caso se trata de una abogada que había trabajado codo a codo con Vladimiro Montesinos en una maniobra legal contra las organizaciones de DDHH; además, cobrando un dineral al Estado por su labor. Keiko sentía que debía esconder la colaboración con Montesinos, porque todo el Perú lo relaciona con corrupción.
Más adelante volvió a lo mismo, cuando contestando un dardo de Ollanta sobre su relación con la familia Martínez, acusada de narcotráfico, Keiko sostuvo que ella se había enfrentado a VMT, quien habría extorsionado a los Martínez. Quizá esto último sea cierto, pero la candidata en todo momento ha buscado negar a Montesinos, porque su recuerdo la avergüenza, trayéndole a la memoria episodios como las entregas de cash para pagar sus estudios y los de sus hermanos en carísimas universidades de EEUU.
Por ello, la corrupción es un punto fundamental del fujimorismo. Este domingo, cuando la ciudadanía vaya a votar, debe pensar en este tipo de cuestiones, que constituyen el fondo de la diferencia entre las dos candidaturas.
Por ejemplo, la supuesta ventaja que trajo la liberación de la economía peruana en los noventa se desvaneció a finales de esa misma década. En ese momento, el Perú se sumergió en una recesión que se prolongó por tres años. ¿Cuál fue su causa? En primer lugar, una crisis internacional que empezó por los llamados tigres del sudeste asiático y se extendió por medio mundo.
Pero esa crisis internacional fue moderada y el país ha afrontado problemas mayores sin recesiones tan hondas. En realidad, la corrupción fue el motor de la crisis al final de Fujimori. Su profundidad se explica por las montañas de billetes en la salita del SIN, por la venta de favores judiciales, la corrupción de las instituciones tutelares y las compras fraudulentas de armas y bienes para el Estado. Así, la corrupción afecta el movimiento económico capitalista, porque eleva desmesuradamente los costos de transacción.
El historiador Alfonso Quiroz ha calculado el monto de la corrupción en el Perú. Sostiene que es cuantioso y que equivale al plus que necesitaríamos para pasar de país bastante pobre a medianamente desarrollado. Es decir, seguimos atrasados porque las prácticas fraudulentas desvían a manos privadas recursos que podrían hacer la diferencia. Si la corrupción fue muy alta durante la era Fujimori-Montesinos, el lapsus de Keiko nos ha informado que en un eventual gobierno suyo seguiría igual. Tómalo en cuenta en la cámara secreta.
(Extraído de La República).