Gonzalo Gamio Gehri
Uno de los episodios célebres en Alicia en el país de las maravillas es sin duda aquel del encuentro de Alicia con el Sombrerero loco y la Liebre de marzo, personajes que están permanentemente disfrutando de la hora del té. Les acompaña un Lirón, una criatura sensiblemente proclive a quedarse dormido. A pesar de que la mesa es muy grande, ellos se han sentado muy juntos en uno de sus extremos, quejándose por la falta de espacio. El Sombrerero y la Liebre son individuos que han perdido la razón, que se expresan y actúan de manera confusa e irracional. Carecen – como muchos personajes en el cuento – de lo que Alicia interpretaría como “sentido de la realidad”. Sin embargo, juegan con las palabras de tal manera que ponen en grandes aprietos a Alicia.
El Sombrerero y la Liebre son una suerte de maestros de confusión: plantean a Alicia adivinanzas en principio absurdas (“¿En qué se parece un cuervo a un escritorio?”) e intentan reducir a la niña a una situación de irresoluble perplejidad a partir de extrañas comparaciones. Cuando Alicia sugiere cuestionablemente que “decir lo que uno piensa” es semejante a “pensar lo que uno dice”, el Sombrerero replica que ello entonces equivaldría a sostener que “veo lo que como” es lo mismo que afirmar que “como lo que veo”. La Liebre añade otro ejemplo: a saber, que expresar que “me gusta lo que tengo” es semejante a aseverar que “tengo lo que me gusta” (pp. 62-64). El lógico y filósofo que era Lewis Carroll emerge desde las entrañas mismas del narrador.
El Sombrerero y la Liebre aprovechan las alusiones al tiempo para hablar del Tiempo como si se tratase de una persona. El Tiempo es descrito por el Sombrerero como el amo de todos los relojes, y, en tanto tal, un personaje puede disponer de ellos para favorecer a sus amigos, o que puede ensañarse con quienes caen en desgracia ante su opinión y su parecer. El Sombrerero insiste en sostener que, habiéndose enemistado con el Tiempo – en un evento público en honor de la reina -, él y la Liebre están condenados a vivir permanentemente a la hora del té. En lo que respecta a la vida de ambos, el Tiempo se ha negado a discurrir ¡Ni siquiera tienen tiempo para lavar la vajilla!
La propia Alicia se convierte en víctima del agrio humor del Sombrerero. El Lirón cuenta un extraño cuento acerca de tres hermanas que dibujaban sólo personas y objetos cuyos nombres empiecen con ‘M’ (p.72) – los participantes manifiestan su preocupación por cómo sería retratar un “mucho” -, el Sombrerero reprime con notoria hostilidad las reiteradas interrupciones y preguntas de la niña. Alicia abandona, entonces, visiblemente irritada, la estrafalaria merienda, y se adentra tímidamente en el bosque.
Sus pasos la llevarán a conocer a la terrible Reina de Corazones. Episodio del que nos ocuparemos otro día.