Gonzalo Gamio Gehri
El reciente estallido de la violencia en Bagua ha puesto de manifiesto - una vez más - cómo el conflicto violento se conecta con la ausencia de reconocimiento del otro, sde us expectativas, sus intereses, sus modos de concebir el mundo. Nos cuesta todavía entender que el Perú es un país multicultural, plurilingüístico y multiconfesional, y no nos percatamos de la necesidad de la comunicación de las diferencias como una condición para contar con una sociedad justa y pacífica. Sin el cumplimiento de esta condición , la idea de desarrollo es vana e ilusoria. Esta tesis no es nueva, ya ha sido planteada por el Informe Final de la CVR como una de las dimensiones de la Reconciliación. La reconstrucción del Pacto Social pasa por la escucha recíproca del otro.
Como hemos podido constatar en los últimos años,
en los círculos intelectuales y políticos se plantean diferentes conceptos de reconciliación, que revelan el carácter equívoco de esta categoría. El propio Informe de la CVR sostiene que el proyecto mismo de la reconciliación debe pasar por “la discusión crítica de las ideas de reconciliación que tienen los distintos sectores políticos y sociales” . Resultaba claro que esta categoría podría ser considerada problemática por diferentes actores políticos, y que otros podrían recurrir a ella para darle un sentido diferente y asociarla con las “políticas de silencio” que promueven algunas personalidades contrarias al trabajo de la Comisión. En ese sentido, se esperaba un intenso debate acerca del lugar de la reconciliación al interior de los procesos de justicia transicional y en torno al contenido mismo del concepto de reconciliación.
Es posible que el más reciente debate en torno al Museo de la Memoria (y los conflictos sociales que revelan las fracturas e incomunicación que padecemos como sociedad) reactive la controversia en torno a la idea de reconciliación, y sus vínculos con la justicia. De hecho, la negativa inicial del gobierno aprista a aceptar el donativo alemán venía acompañada del escueto “argumento” según el cual el Museo "no contribuiría a la reconciliación". Se mantiene operativa – quizás por razones de interés y cálculo político – el uso coloquial del término, vinculado al trato fraternal de quienes en el pasado se combatieron mutuamente, de modo que han depuesto las armas y han decidido olvidar para siempre las razones de su rivalidad.
Una vez más, se trataba de enmascarar la reconciliación – el proceso de reconstrucción del tejido social a través del esclarecimiento de la tragedia vivida y la acción de la justicia –
con la careta del olvido y el silencio. Dejemos las cosas como están – parecen señalar los partidarios de la concepción conservadora -, las fosas comunes cerradas, los procesos judiciales condenados a dormir el sueño de los justos, dejemos los 17,000 testimonios de las víctimas en los anaqueles de las bibliotecas, observemos los textos escolares que intentan narrar la violencia vivida. De este modo, una “historia oficial” vertical e indolora sustituye a la acción de la memoria, y proclama impunidad para el país. Si los sectores más duros de este gobierno (el núcleo afín al fujimorismo que representan los dos Vicepresidentes, Núñez y otros, así como algunas autoridades sociales simpatizantes de esta línea autoritaria) no han podido imponer una “amnistía política”, procuran poner en marcha una suerte de “amnistía moral”, que se propone ahogar todo intento por reconstruir la memoria histórica y promover políticas de Derechos Humanos en el país. Esa idea espuria de reconciliación es usada como estandarte de combate.
El súbito cambio de actitud del gobierno peruano en torno a la construcción del Museo de la Memoria plantea una serie de preguntas que sólo podrán ser respondidas con el tiempo, en tanto se materialice o no el apoyo estatal a la agenda que plantee la Comisión de alto nivel que dirige el gobierno ¿A qué se debe este cambie? ¿Qué clase de memoria promoverá el Museo? ¿Qué relación guarda este proyecto respecto de las políticas oficiales en materia de Derechos Humanos? El conflicto de interpretaciones en torno al concepto de reconciliación será – qué duda cabe – una de las columnas de nuestro debate sobre las tareas de la justicia transicional en el Perú.
Mi impresión es que – en la medida en que esta discusión no se extienda al interior de la sociedad civil y los fueros del sistema político – esta concepción casi “marital” de reconciliación seguirá siendo usada en los escenarios mediáticos y parlamentarios. Se la seguirá invocando al lado de las cuestionables iniciativas de amnistía e indulto para quienes han cometido violaciones de Derechos Humanos. Hemos podido constatar que autores conservadores como Federico Prieto Celi, y (en menor medida) intelectuales socialdemócratas como Hugo Neira asumen esta versión “intuitiva” del concepto, que es usada sin mayores cuestionamientos ni reparos, pese a sus inquietantes consecuencias políticas. Si lo que buscamos es superar ese “sentido común” y construir – en abierta conversación con el Informe Final de la CVR – una visión de la reconciliación que incorpore el trabajo de la justicia y la memoria como condiciones fundamentales – entonces se hace necesario plantear esta importante cuestión como tema de reflexión y crítica al interior de los espacios académicos y ciudadanos que encontramos disponibles al interior de las comunidades que constituyen nuestro país.
REFLEXIÓN DEL EQUIPO DE ASESORES DEL EQUIPO DE LECTURA PASTORAL DE LA BIBLIA DE LIMA.SOBRE EL CONFLICTO EN BAGUA
Queridas hermanas, queridos hermanos:
Con fraternal afecto les enviamos un abrazo. Convencidos-as de que es en comunidad como podemos redescubrir la esperanza cuando el dolor es tan profundo como el que nos toca vivir en este momento.
El sábado 6 nos reunimos como Equipo de Lima para preparar el Encuentro Andino a realizarse del 9 al 13 de noviembre en Colombia. La reunión estuvo marcada por la dolorosa noticia de lo ocurrido en Bagua y Utcubamba con el derramamiento de la sangre de nuestros hermanos.
La conversación estuvo matizada por las preguntas: ¿Por qué se dejó pasar tanto tiempo sin tener en cuenta la demanda? ¿Por qué el desconocimiento de los derechos de peruanos y peruanas al agua, al aire, a los bosques? ¿Por qué la violencia reemplaza al diálogo?
Nos reconocimos abrumados, faltos de respuesta y nos preguntamos: ¿Qué podemos hacer?
Fue ahí que reconocimos la necesidad de reflexionar juntos-as como comunidad grande de Lectura Pastoral de la Biblia y manifestar nuestra solidaridad y apoyo a los pueblos nativos en su reclamo, no en el uso de la violencia; acompañarlos en el dolor por la pérdida de sus seres queridos y en la misma medida, a las familias de los policías que lloran a quienes tanto amaron.
Los Medios de Comunicación detallan lo ocurrido y seguramente los hemos seguido atentamente; nos toca saber que la relación que se presenta está mediatizada por el lugar desde donde se mira el acontecimiento y por el control que se ejerce sobre los mismos desde los intereses de una de las partes del conflicto; por eso también valoramos los medios alternativos que nos ofrecen elementos para tener una visión más completa y real.
Nos corresponde proclamar y hacer un compromiso con el derecho a la vida, a su protección y cuidado desde el lugar donde nos encontramos y señalar que el Estado debe garantizarla por todos los medios.
Toda actitud-acto de violencia, la que produce muerte y la que refleja autoritarismo, nos pone en deuda con ese derecho: recordemos el texto Génesis 4,9-10 ¿Dónde está tu hermano Abel? Caín contestó: No lo sé. ¿Acaso es mi obligación cuidar de él? El Señor le dijo: ¿Por qué has hecho esto? La sangre de tu hermano, que has derramado en la tierra, me pide a gritos que haga justicia.
La Iglesia encarnada en los pueblos nativos ha hablado a través de sus pastores, quienes reconocen el derecho de las comunidades nativas a exigir respeto por su vida y su cultura; por el aire, el agua y los bosques y piden a las autoridades tomen en cuenta esta justa exigencia, abriendo una mesa de diálogo para revisar los D.L. que vulneran sus derechos. También la Conferencia Episcopal y la CONFER se han pronunciado haciéndose eco de lo que el documento de Aparecida dice respecto al cuidado de la creación y el respeto a los más pobres y entre ellos a los pueblos nativos.
Nuestra región tiene necesidad de progresar en su desarrollo agroindustrial para valorizar las riquezas de sus tierras y sus capacidades humanas al servicio del bien común, pero no podemos dejar de mencionar los problemas que causa una industrialización salvaje y descontrolada de nuestras ciudades y del campo, que va contaminando el ambiente con toda clase de desechos orgánicos y químicos. Lo mismo hay que alertar respecto a las industrias extractivas de recursos que, cuando no proceden a controlar y contrarrestar sus efectos dañinos sobre el ambiente circundante, producen la eliminación de bosques, la contaminación del agua y convierten las zonas explotadas en inmensos desiertos.
Nos unimos y apoyamos plenamente estas voces que defienden la justicia y la vida de los más pobres y de la madre tierra.
Los representantes de los poderes del Estado parecerían no haber escuchado estas voces sino únicamente las voces de los grandes capitales, y de sus propios intereses ligados a ellos y con su negligencia, a través de más de cincuenta días, han permitido un desenlace al que jamás debió llegarse, desenlace fratricida que sume en las lágrimas a tantas familias y a todo el país en esta sensación de fracaso y desesperanza.
No es éste el espacio para repetir los términos con los que se ha juzgado la medida de fuerza tomada por los pueblos nativos y sus dirigentes, las conocemos por los medios de comunicación, términos que desconocen la igual dignidad entre peruanos-as.
Queremos subrayar algunos puntos:
Ø Nos duele la expresión “ellos” y “nosotros”, dicha por la ministra Mercedes Cabanillas, que habla por sí misma de una profunda brecha que nosotros-as podemos interpretar y preguntarnos de qué lado estamos.
Ø A la luz del texto de la Confrontación entre el campesino Nabot y el rey Ajab en torno a la posesión y el uso de la tierra (1 Re 21) vemos claramente la diversidad cultural en el modo de relacionarse y valorar la tierra: mientras que para unos es algo sagrado y relación con sus ancestros y su vida, para otros es simple mercancía que se compra y se vende guiados solo por el lucro. Es necesario respetar esa cultura de vida que nos ofrecen los pueblos ligados a la tierra y no querer imponerles a ellos y a todo el país la visión neoliberal productora de muerte.
Ø A la luz del mismo texto volvemos a sentir la exigencia profética de denunciar como Elías la injusticia y de poder llamar “ladrón” y “asesino” a quien desde el abuso del poder se siente con el “derecho” de despojar y matar para satisfacer sus intereses de riqueza y los del pequeño grupo que lo rodea.
Ø A la luz del texto de los “sueños” de José y el faraón (Gen 41) volvemos a sentir y denunciar el peligro que entrañan los sueños de acumulación de unos cuantos, ejecutados a través del despojo al pueblo que terminan siempre en realidades de dominación y muerte para el pueblo (Gen 47,13-26).
Ø Nos indigna el gasto millonario que está realizando el gobierno en publicidad para: 1) convencer al pueblo de las maravillas del sueño de acumulación de unos cuantos y 2) para criminalizar la protesta de los pueblos nativos y de todos aquellos “perros del hortelano” que no aceptan su propuesta. Llegando al delirio del complot internacional contra el Perú y su democracia. Nos recuerda, incluso, la misma muerte de Jesús acusado de blasfemo y subversivo (Mc 14; Lc 23) por oponerse a los intereses del sistema y defender a los pobres.
Ø Vemos importante insistir en que durante mucho tiempo la protesta de los pueblos nativos fue pacífica, lo que demuestra cuáles eran sus verdaderas intenciones y actitudes. La violencia que realizaron, sin justificarla, se entiende como respuesta, como reacción a una violencia primera ejercida contra ellos. Si las ejecuciones que realizaron fueron violentas, primero lo fue el ataque policial; si la toma de carreteras es violenta, más lo es la toma de sus tierras y el atropello de sus derechos; si sus gritos son violentos, más lo es la ignorancia y el silencio al que los quieren someter. Violentas son las leyes que los ignoran; violentas son la indiferencia y la burla del congreso y el consejo de ministros; violentas son las destrucciones ocasionadas por la minería y la producción de agrocombustibles. Violenta fue la liberación de los esclavos de Egipto como respuesta a la violencia ejercida por el palacio y su proyecto de esclavitud (Ex 2-3).
Hermanos y hermanas, esta carta no justifica en modo alguno la violencia en los actores nativos, lamentamos, sí, las muertes y el atropello a sus derechos, pero también lamentamos la muerte de los efectivos policiales. Este es un intento de reflexión para motivar a nuestras comunidades en la opción por la vida descubierta a través del encuentro con la Palabra de Dios para leer este acontecimiento con su luz y descubrir un rayo de esperanza en el caminar que nos toca seguir.
Este es el momento para recordar a nuestro querido amigo, hermano y “Patriarca” Pedro Trujillo, quien cruzó el umbral hacia la vida definitiva justamente el sábado 6 en la madrugada, cuando entró en paro ese corazón que latió permanentemente en la defensa de los derechos de los trabajadores en el sindicato, animado por el amor al Señor, comprometido en Iglesia. Con él y con tantos otros y otras que han dado la vida paso a paso redescubramos la esperanza de que aún estamos a tiempo y que en nosotros-as como pueblo se ha de cumplir lo que dice Isaías: “No se volverá a hablar de violencia en tu tierra ni de saqueo o ruina en tu territorio; tu muralla se llamará ‘Salvación’ y tus puertas ‘Alianza’” (60,18).