El poderoso vínculo entre los derechos humanos
y la memoria del sufrimiento del inocente es de naturaleza histórica y
conceptual. En efecto, la terrible experiencia de la Shoah generó en la
opinión pública internacional una conciencia crítica fundamental, conducente al
diseño de la Declaración universal de los derechos humanos, y a la posterior consolidación
de la denominada “cultura de derechos”, un sistema de prácticas, instituciones
y argumentos constituido alrededor de la idea de la dignidad humana, el valor
de su libertad e integridad.
Millones
de personas, la mayoría judíos, gitanos, comunistas y homosexuales, fueron
víctimas del sistema de aniquilación nazi. En la medida en que la motivación
originaria de la persecución, los tratos
crueles y la eliminación de los judíos era fundamentalmente de carácter étnico
y racial, los crímenes perpetrados por el régimen nazi corresponden a lo que
los especialistas del derecho describen como genocidio. Estos delitos
tienen su origen en el discurso antisemita de Adolf Hitler y en el proyecto de
una “solución final”, el propósito de erradicar a los judíos de la faz de la
tierra. Los funcionarios nazis procuraron ocultar toda información que pudiera
dar cuenta de este proyecto, acallar todo testimonio que pudiera echar luces
sobre este tenebroso programa de eliminación de personas.
Los campos de concentración constituyeron un
elemento crucial de este programa destructivo. Se trataba de un auténtico
laboratorio de deshumanización. El propósito del Lager no era sólo provocar
la muerte de los reclusos que ya no podían realizar los duros y humillantes
trabajos que se les imponía; se trataba de aniquilar el más básico sentido de
humanidad de sus víctimas, acabar con el alma, y no sólo eliminar el cuerpo de
los internos. Dividir a los reclusos, enfrentándolos por las escasas raciones
de pan y sopa que distribuían entre ellos. Los nazis elegían entre los propios
presos judíos a un Kapo, una autoridad que debía velar por el orden
entre los internos actuando con suma crueldad ante la atenta mirada de los SS,
a cambio del logro de ciertos privilegios dentro del campo. Los nazis
despojaban a los reclusos de todas sus posesiones y de sus ropas, e incluso de
su propia identidad, convirtiéndolos en el número que grababan en su antebrazo.
Pretendían que, con cada amanecer, la perspectiva de vivir o de morir se
tornara irrelevante para ellos.
Auschwitz – el más emblemático de estos
funestos campos de exterminio – se ha convertido en el símbolo de los horrores
producidos por el totalitarismo practicado por los nazis; la liberación del Lager
(acaecida hace setenta y un años), constituye un hecho crucial en el proceso de
establecimiento de mecanismos legales y políticos para evitar que este tipo de
crímenes se cometan en el futuro. Este tipo de procesos requiere como una
condición moral la reconstrucción de la memoria de las injusticias padecidas
por las víctimas.
Primo Levi, químico italiano de origen judío,
fue recluido en Auschwitz en 1944. Sus libros – entre los que destacan Si
esto es un hombre, La tregua y Los hundidos y los salvados – constituyen
un testimonio conmovedor y profundo de su paso por el campo de concentración.
Su obra constituye una expresión poderosa y esclarecedora acerca de la
importancia de la recuperación de la memoria del sufrimiento inocente para la
defensa de los derechos humanos. El autor se compromete a escribir en torno a
lo vivido por dos razones. La primera, porque reconstruir lo sufrido en el Lager
permite dar a conocer a la humanidad lo que personas concretas sufrieron a
manos de un régimen totalitario. Saber lo que sucedió hará posible tomar las
medidas para que esta clase de sucesos no se repitan jamás. La segunda, porque
el trabajo de la escritura - la selección perspicaz de las palabras y las
imágenes que sean útiles para describir lúcidamente las propias vivencias y
construir una reflexión rigurosa sobre lo ocurrido -, genera un movimiento de
resistencia de lo estríctamente humano frente a los mecanismos de
aniquilación espiritual que se pusieron en marcha en Auschwitz.
La reconstrucción de la memoria
posee una dimensión pública que aporta decisivamente al ejercicio
de la justicia así como al diseño y ejecución de políticas de reparación que
promuevan la restitución de los derechos que las víctimas vieron lesionados. El
cultivo de la memoria puede, asimismo, contribuir a reformar las instituciones
y las mentalidades para dar forma a una cultura cívica observante de los
principios básicos de respeto a la dignidad de las personas y el reconocimiento
del valor de la diversidad humana. Se trata de logros incuestionables de esa
conciencia crítica que ha procurado aprender de la terrible experiencia de la Shoah.
El trabajo de la memoria tiene una dimensión moral particularmente
compleja, que formula preguntas difíciles de responder para quien ha enfrentado
una experiencia de esa naturaleza. Levi se pregunta por los compañeros de
cautiverio, muertos o desaparecidos durante su periodo de reclusión. La
cuestión que interpela su mente y su corazón es “¿Por Qué tuve que sobrevivir
yo y no otros?”. La vivencia del campo de concentración revela de manera
radical la vulnerabilidad constitutiva de los seres humanos.
“¿Es que te avergüenzas de estar vivo en el lugar de otro? Y sobre todo ¿de un hombre más generoso, más sensible, más sabio, más útil, más digno de vivir que tu? No puedes soslayarlo: te examinas, pasas revista a tus recuerdos, esperando encontrarlos todos, y que ninguno se haya enmascarado ni disfrazado; no, no encuentras transgresiones abiertas, no has suplantado a nadie, nunca has golpeado a nadie (pero ¿habrías tenido fuerzas para hacerlo?), no has aceptado ningún cargo (pero no te los han ofrecido), no has quitado el pan a nadie; y sin embargo, no puedes soslayarlo. Se trata de una suposición, de la sombra de una sospecha; de que todos somos el Caín de nuestros hermanos, de que todos nosotros (y esta vez digo “nosotros” en un sentido muy amplio, incluso universal) hayamos suplantado a nuestro prójimo y estemos viviendo su vida”[2].
Se trata de preguntas que de alguna manera
acechan al sobreviviente, que lo acompañan en cada momento de su existencia. A
juicio de Levi, los “verdaderos testigos” de la violencia – los auténticos
artífices de esta ética de la memoria – son los “hundidos”, aquellas personas
que han muerto o desaparecido y no pueden narrar lo que han sufrido. Los sobrevivientes,
aquellos individuos que han tenido la fortuna de ejercer la memoria en su
nombre – como él mismo – deben indicarlo con absoluta claridad.
“Los sobrevivientes somos una anómala además de exigua somos aquellos que por sus prevaricaciones, o su habilidad, o su suerte, no han tocado fondo. Quien lo ha hecho, quien ha visto a la Gorgona no ha vuelto para contarlo, o ha vuelto mudo; son ellos, los “musulmanes”, los hundidos, los verdaderos testigos, aquellos cuya declaración hubiera podido tener un significado general. Ellos son la regla, nosotros somos la excepción”[3].
Esta conexión significativa entre la dimensión pública y la dimensión
moral de la memoria debe destacarse en cualquier esfuerzo serio por reconstruir
la vivencia de la Shoah, o cualquier
experiencia de violencia en nuestras sociedades. El esclarecimiento del pasado
supone dar voz a las víctimas que están con nosotros, y a quienes no están más,
aquellas personas que requieren inevitablemente de nuestras palabras para examinar
y para honrar su lugar en esta historia. Evocar ese lugar no es sólo una forma
de ajustarse a la verdad de los hechos; es una cuestión de justicia.
(Una primera versión apareció en el portal de Derecho & Sociedad).
[1]Doctor en Filosofía por la Universidad Pontificia de Comillas
(Madrid, España). Actualmente es profesor en la Pontificia Universidad Católica
del Perú y en la Universidad Antonio Ruiz de Montoya. Es autor de los libros Tiempo
de Memoria. Reflexiones sobre Derechos Humanos y Justicia transicional
(2009) y Racionalidad y conflicto ético. Ensayos sobre filosofía práctica
(2007). Es autor de diversos ensayos sobre filosofía práctica y temas de
justicia y ciudadanía publicados en volúmenes colectivos y revistas
especializadas del Perú y de España.