Gonzalo Gamio Gehri
Me gustaría continuar brevemente con la historia de Sigfrido. Había contado cómo el héroe había obtenido la invulnerabilidad – salvo en un punto pequeño entre ambos omóplatos – luego de bañarse en la sangre de Fafner. Luego se hizo del tesoro que custodiaba el dragón, y emprendió el camino de regreso a su patria, Neerlandia, donde le esperaba su padre Sigmundo. Recuperó así su condición de príncipe.
Pronto Sigfrido marchó a Worms, capital del reino de Burgundia, luego de tener noticias acerca de la belleza de Crimilda, hermana del rey Gunther. De modo que Sigfrido de presenta en Worms y es recibido con honores - con los honores debidos a un amigo del reino -, pues los burgundios temían enemistarse con un príncipe tan poderoso como el dueño del tesoro de los Nibelungos. Como muestra de buena voluntad, y como signo de respuesta a sus atenciones, Sigfrido presenta batalla contra los daneses y los sajones, que habían reunido un ejército con el que pretendían invadir Burgundia. El héroe brilló de tal manera en el combate que – tras la victoria – los burgundios celebraron un festín rindiéndole homenaje. Y por fin Sigfrido pudo conocer a Crimilda.
Efectivamente, el héroe quedó impactado con la belleza y la inteligencia de la princesa, con su radiante cabello azabache y con el intenso brillo de sus ojos. La agudeza de las palabras de Crimilda fascinó al vencedor del dragón y dejó una huella indeleble en su ánimo. El Cantar describe las emociones que imperiosamente sacudieron el corazón de Sigfrido: "Ni placeres ni victoria ni los más bellos paisajes trajeron nunca dicha y gozo comparables a los que entonces sintió junto a la hermosa Cimilda, dueña ya de su persona, de su corazón y de su vida". El texto medieval no rehuye en absoluto la tarea de explicitar la aguda conmoción que padece el espíritu del guerrero ante los asedios del amor. El poema examina las profundidades del alma, allí donde no brindan protección alguna las armaduras de hierro.
Pero Gunther deja claro que sólo accederá a que Crimilda y Sigfrido estén juntos si éste lo ayuda a conquistar a la walkiria Brunilda, quien vive en Islandia y ha prometido desposar únicamente a quien la venza con el uso de las armas. En la antigua mitología germánica, las walkirias eran unas doncellas guerreras al servicio del dios Wotan, que recogían del campo de batalla las almas de los combatientes más valientes para ser acogidos con honores por el dios en el Valhalla, su fortaleza y palacio. Brunilda representaba un extraordinario rival - en vigor y bravura - para cualquier hombre de armas que le planteara batalla. Sin embargo, la percepción del peligro no aplaca la recia voluntad del monarca. De tal manera que una comitiva burgundia zarpa hacia la helada Islandia en busca de la implacable reina guerrera.
Gunther tiene que librar dos pruebas terribles para salir airoso frente a Brunilda. Por fortuna, cuenta con la ayuda de Sigfrido, quien le asiste invisible gracias al manto de invisibilidad que obtuvo junto con el tesoro de los Nibelungos. Primero el rey burgundio tiene que enfrentarse a Brunilda arrojándole una lanza y resistiendo la lanza de su rival armado con un escudo. La lanza de la walkiria propina tal golpe al escudo de Gunther que lo atraviesa; si no hubiera contado con la fuerza de Sigfrido - que sostenía el escudo por él - el rey hubiera muerto inmediatamente. El Cantar señala que el golpe fue tan contundente que el propio Sigfrido "sintió el sabor acre de su propia sangre". Llegado su turno, el guerrero invisible arrojó la lanza con tal fuerza (tuvo el gesto de lanzarla invertida, con la punta hacia atrás, para que el impacto no fuese mortal) que derribó a Brunilda. La reina es derrotada.
La segunda prueba consistía en lanzar una pesada roca y luego saltar sobre ella. Se trataba de una roca tan grande que doce hombres debían ser necesarios para cargarla con holgura. Brunilda arrojó la roca doce pies lejos de sí, y luego saltó sin problemas sobre ella. Gunther - que sólo hacía los gestos, puesto que Sigfrido sostenía la piedra - la lanzó más allá y saltó a sobre ella, gracias al impulso que le dio el propio Sigfrido.
Así, la reina de Islandia terminó sometida a Gunther, y se embarcó hacia Worms. Sigfrido guardó el secreto en su corazón, y se encaminó inmediatamente a buscar a Crimilda.