Gonzalo Gamio Gehri
Resulta desconcertante que los congresistas no quieran informar acerca de sus gastos operativos – y que se ‘blinden’ para no ser fiscalizados -, pero también sorprenden las resistencias que la iniciativa ciudadana Adopte un Congresista (no me gusta la expresión, porque suena tutelar o paternalista) ha generado no sólo en la ‘clase política’ (piénsese en la destemplada reacción de Lourdes Alcorta, quien no rendirá cuentas “porque no le da la gana”), sino también entre algunos jóvenes blogueros. Se piensa que esta medida puede convertirse en una expresión de soberbia y lucimiento personal, y que incluso puede revelar un sentimiento “liberal” de animadversión respecto del Estado.
Discrepo respecto de la pertinencia de ambas críticas. Aunque uno no puede penetrar efectivamente en el terreno de las motivaciones personales – es posible que más de un bloguero pueda usar la iniciativa como una herramienta de marketing personal - se trata de una crítica simplista, efectista, fácil: ¿Puede uno impedir convertirse en blanco de estas sospechas, que penetran de lleno en el ámbito de lo subjetivo? ¿Puede el propio autor de esta "objeción" evitar ser alcanzado por ella? Creo que no. La medida fiscalizadora es perfectamente legítima: los ciudadanos tenemos derecho a fiscalizar a nuestras autoridades en cuanto a la calidad del ejercicio de la función pública y en cuanto al uso de los recursos que le brinda el Estado. Esta iniciativa podría incluso extenderse a otros poderes del Estado, y nuestros representantes y magistrados tendrían probablemente que informar a los ciudadanos acerca de su gestión y gastos. Se sugiere que el hecho de que el que demande esta información sea un bloguero introduce diferencias entre el “ciudadano de a blog” y el “ciudadano de a pie”, que son incompatibles con la democracia. Pienso que todos los ciudadanos tenemos el derecho de solicitar esta información – desde cualquier canal posible -, pero en este caso, los blogs han sido un medio interesante para hacerlo. Esta objeción no puede ser tomada suficientemente en serio. No veo “elitismo” ni "discriminación" en todo esto ¿Qué hubiera sido más “igualitario”, no plantear esta iniciativa? (en otro post he cuestionado estas críticas inútiles y fáciles, ‘pseudo-vanguardistas’, a la igualdad como “ficción”).
La segunda objeción me parece que revela un profundo desconocimiento respecto de la cultura liberal. No se trata de poner a raya al Estado, sino de vigilar a las autoridades. Uno de los frentes de la crítica democrática consiste en fortalecer las instituciones y reglas que controlen a quienes provisionalmente ejercen el poder en los espacios estatales. Organismos de control dentro del Estado y partidos políticos, por ejemplo. No obstante, ese no constituye en único frente en la tarea de la fiscalización en el uso del poder. Las instancias de control democrático no corresponden únicamente a los espacios del sistema político. Las instituciones de la sociedad civil (las Universidades, los colegios profesionales, las organizaciones no gubernamentales, los sindicatos, etc.,) también constituyen escenarios de deliberación cívica y vigilancia. Claro, uno puede retrucar sin rigor alguno – y de modo festivo – que apelar a la ‘sociedad civil’ supone “caviarizar” el asunto, pero ello ya implicaría introducir etiquetas y falacias lógicas en el debate, frivolizarlo, caricaturizarlo, y echarlo a perder, irremediablemente. Estos escenarios ciudadanos son complementarios, no sustituyen a los organismos estatales de control (nadie pretende hacerlo); sin embargo, son ética y políticamente valiosos: a través de ellos el ciudadano puede intervenir directamente en la fiscalización de sus autoridades.
Los blogs constituyen – o pueden convertirse en - espacios deliberativos para la vigilancia. Evidentemente, no son los únicos (¿Alguien podría pensar sensatamente que lo son?). Los blogs no son meros “espacios privados” en tanto se busca a través de ellos - en muchos casos - “socializar” la información, promover la conversación cívica y construir formas de opinión pública allí donde los medios no lo hacen (o no les interesa hacerlo). Tampoco la relación entre el bloguero y el representante “vigilado” es meramente personal. Detecto una lectura innecesariamente sesgada y carente de matices entre lo público y lo privado. Lo público no es solamente lo propio del sistema político. Los espacios cívicos también tienen una dimensión de publicidad (en el sentido del “republicanismo clásico” o del “humanismo cívico”, así como en las perspectivas actuales de Arendt, Taylor, Barber o Habermas).
En fin, la iniciativa me parece interesante. No veo en ella elitismo ni mero afán de figuración. Una sociedad democrática no se divide únicamente en representantes y representados. Las instituciones intermedias que buscamos no son solamente los partidos políticos. Necesitamos (además de ellos) espacios ciudadanos plurales de participación y vigilancia
Resulta desconcertante que los congresistas no quieran informar acerca de sus gastos operativos – y que se ‘blinden’ para no ser fiscalizados -, pero también sorprenden las resistencias que la iniciativa ciudadana Adopte un Congresista (no me gusta la expresión, porque suena tutelar o paternalista) ha generado no sólo en la ‘clase política’ (piénsese en la destemplada reacción de Lourdes Alcorta, quien no rendirá cuentas “porque no le da la gana”), sino también entre algunos jóvenes blogueros. Se piensa que esta medida puede convertirse en una expresión de soberbia y lucimiento personal, y que incluso puede revelar un sentimiento “liberal” de animadversión respecto del Estado.
Discrepo respecto de la pertinencia de ambas críticas. Aunque uno no puede penetrar efectivamente en el terreno de las motivaciones personales – es posible que más de un bloguero pueda usar la iniciativa como una herramienta de marketing personal - se trata de una crítica simplista, efectista, fácil: ¿Puede uno impedir convertirse en blanco de estas sospechas, que penetran de lleno en el ámbito de lo subjetivo? ¿Puede el propio autor de esta "objeción" evitar ser alcanzado por ella? Creo que no. La medida fiscalizadora es perfectamente legítima: los ciudadanos tenemos derecho a fiscalizar a nuestras autoridades en cuanto a la calidad del ejercicio de la función pública y en cuanto al uso de los recursos que le brinda el Estado. Esta iniciativa podría incluso extenderse a otros poderes del Estado, y nuestros representantes y magistrados tendrían probablemente que informar a los ciudadanos acerca de su gestión y gastos. Se sugiere que el hecho de que el que demande esta información sea un bloguero introduce diferencias entre el “ciudadano de a blog” y el “ciudadano de a pie”, que son incompatibles con la democracia. Pienso que todos los ciudadanos tenemos el derecho de solicitar esta información – desde cualquier canal posible -, pero en este caso, los blogs han sido un medio interesante para hacerlo. Esta objeción no puede ser tomada suficientemente en serio. No veo “elitismo” ni "discriminación" en todo esto ¿Qué hubiera sido más “igualitario”, no plantear esta iniciativa? (en otro post he cuestionado estas críticas inútiles y fáciles, ‘pseudo-vanguardistas’, a la igualdad como “ficción”).
La segunda objeción me parece que revela un profundo desconocimiento respecto de la cultura liberal. No se trata de poner a raya al Estado, sino de vigilar a las autoridades. Uno de los frentes de la crítica democrática consiste en fortalecer las instituciones y reglas que controlen a quienes provisionalmente ejercen el poder en los espacios estatales. Organismos de control dentro del Estado y partidos políticos, por ejemplo. No obstante, ese no constituye en único frente en la tarea de la fiscalización en el uso del poder. Las instancias de control democrático no corresponden únicamente a los espacios del sistema político. Las instituciones de la sociedad civil (las Universidades, los colegios profesionales, las organizaciones no gubernamentales, los sindicatos, etc.,) también constituyen escenarios de deliberación cívica y vigilancia. Claro, uno puede retrucar sin rigor alguno – y de modo festivo – que apelar a la ‘sociedad civil’ supone “caviarizar” el asunto, pero ello ya implicaría introducir etiquetas y falacias lógicas en el debate, frivolizarlo, caricaturizarlo, y echarlo a perder, irremediablemente. Estos escenarios ciudadanos son complementarios, no sustituyen a los organismos estatales de control (nadie pretende hacerlo); sin embargo, son ética y políticamente valiosos: a través de ellos el ciudadano puede intervenir directamente en la fiscalización de sus autoridades.
Los blogs constituyen – o pueden convertirse en - espacios deliberativos para la vigilancia. Evidentemente, no son los únicos (¿Alguien podría pensar sensatamente que lo son?). Los blogs no son meros “espacios privados” en tanto se busca a través de ellos - en muchos casos - “socializar” la información, promover la conversación cívica y construir formas de opinión pública allí donde los medios no lo hacen (o no les interesa hacerlo). Tampoco la relación entre el bloguero y el representante “vigilado” es meramente personal. Detecto una lectura innecesariamente sesgada y carente de matices entre lo público y lo privado. Lo público no es solamente lo propio del sistema político. Los espacios cívicos también tienen una dimensión de publicidad (en el sentido del “republicanismo clásico” o del “humanismo cívico”, así como en las perspectivas actuales de Arendt, Taylor, Barber o Habermas).
En fin, la iniciativa me parece interesante. No veo en ella elitismo ni mero afán de figuración. Una sociedad democrática no se divide únicamente en representantes y representados. Las instituciones intermedias que buscamos no son solamente los partidos políticos. Necesitamos (además de ellos) espacios ciudadanos plurales de participación y vigilancia
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Actualización: en La República 5/10/08, Pepi Patrón comenta este debate en un interesante artículo.