Gonzalo Gamio
Gehri
El nivel de la
discusión política en el Perú es realmente deplorable. Salvo algunos académicos
y columnistas rigurosos – y una minoría de políticos -, no existe un genuino
interés por construir una real esfera de
opinión pública.
Se trata de un conjunto
de espacios deliberativos – tanto
presenciales como virtuales, se diría hoy – para la formación del juicio
ciudadano en torno a asuntos comunes; el planteamiento de cuestiones a ser
discutidas en el sistema político, la pertinencia de determinadas leyes,
decisiones, políticas públicas e instituciones,
Son temas a examinar y discutir por parte de los ciudadanos. Los foros
de la sociedad civil y los escenarios
comunicativos se plantean como parte de estos espacios. El tipo de
discernimiento cívico que se cultiva en tales foros contribuye a desarrollar
mecanismos de vigilancia del poder que son cruciales para la democracia. Una
sociedad libre necesita una esfera de opinión pública informada y dispuesta a
producir y a evaluar críticamente argumentos que configuran consensos y
expresan disensos en torno a asuntos de interés público.
La calidad del debate político depende en
parte del modo como los medios enfocan el fenómeno político. Aun cuando las redes
sociales se van fortaleciendo como foros de deliberación cívica, para muchos
peruanos, los medios de comunicación de masas constituyen el canal a través del
cual se lleva la escena política al escrutinio ciudadano. La columna de opinión
– salvo excepciones importantes, repito – es un género verdaderamente penoso en
el país, particularmente (pero no exclusivamente) en la prensa del grupo
mediático más poderoso. La pobreza en el
nivel de la investigación y la redacción, la nula inquietud por la elaboración
de argumentos, el cultivo del agravio y la descalificación fácil, así como el
inconsciente recurso al uso de falacias caracterizan el trabajo de muchos columnistas
locales. La preocupación por la verdad brilla por su ausencia. La pluma se
convierte en un vulgar instrumento de agitación y propaganda. La
estigmatización ideológica de la que hablaba en el texto anterior es una de sus más burdas armas.
La única forma de
contrarrestar esta penosa y funesta situación consiste en potenciar espacios de
información y deliberación alternativos,
como las redes sociales, entre otros. Cuestionar esas voces torpes e
irresponsables expresando argumentos sólidos. Sin una esfera de opinión pública seria y lúcida, estamos
expuestos a la manipulación y al lobbismo mediático. Si los medios renuncian a
formar el juicio ciudadano en democracia, pueden convertirse muy fácilmente en meros
instrumentos para el uso del poder en su sentido más desencarnado y negativo.