Gonzalo Gamio Gehri
Las recientes declaraciones de
Mario Vargas Llosa sobre su disposición a oponerse a la candidatura de Keiko
Fujimori han generado críticas en la prensa conservadora. Se ha dicho 1) que
Vargas Llosa se arroga un rol de profeta político, garante democrático y juez
moral que no posee realmente; 2) que asume la creencia antiliberal de que las
culpas y los pecados se heredan de padres a hijos; 3) que excluye – de manera
inconsistente con sus convicciones democráticas – una opción política con
arraigo social. Lo que ha dicho Vargas Llosa es lo siguiente:
“Yo voy a
participar para evitar que sea presidenta. Es una obligación que los ciudadanos tenemos. La
democracia es participación, si uno no participa, no tiene derecho a protestar
cuando un país se va al diablo”.
“…es la hija de un asesino y un
ladrón, que está preso, juzgado por tribunales civiles con observadores
internacionales, condenado a 25 años de cárcel. Yo no quiero que la hija –que lo primero que va a
hacer si sube al poder es sacar a Fujimori (de la cárcel)- gane las
elecciones”.
Pueden encontrar el video en este
link.
Creo que las declaraciones de
Vargas Llosa, en la medida en que son leídas con atención, revelan que tales críticas yerran el blanco. Uno puede estar de acuerdo o no con sus ideas, pero no resulta adecuado atribuirle al escritor peruano suposiciones que no ha asumido, al menos en el contexto de sus declaraciones. El autor está señalando que participará en el debate público durante la campaña, en
calidad de ciudadano, y también como intelectual comprometido con el curso de
la política local. Es su derecho, y encuentro positivo este interés (me parece
encomiable que un liberal recuerde que “la democracia es participación”, pues
esta es una idea cívico – humanista que muchos liberales han perdido de vista).
Creo que las palabras del literato son muy claras, y que de ellas no se sigue
necesariamente la idea de que la persona en cuestión pretenda ser un juez del tribunal supremo de la moralidad
pública. Al afirmar eso, el crítico supone mucho más que lo que está en el texto.
Si leemos o escuchamos las
opiniones de Vargas Llosa en la entrevista citada, no dice que la causa de su
oposición a Keiko Fujimori sea su condición de hija, sino su propuesta de
excarcelar a Alberto Fujimori. Y es verdad que el indulto o la libertad de Fujimori –
que ha sido sentenciado por delitos muy graves – constituye el corazón, por no
decir la agenda única, del “fujimorismo”. No es un secreto que Fuerza Popular
todavía guarda una entraña autoritaria, que sus cuadros siguen siendo los
antiguos funcionarios del gobierno de Alberto Fujimori, muchos de ellos
cuestionados por temas de corrupción y otras prácticas funestas, y que las pautas para
seleccionar los nuevos cuadros también vienen siendo criticadas. Es evidente que el criterio para elegir al candidato presidencial de Fuerza Popular sigue
siendo dinástico, sanguíneo, y no democrático. Las dudas de Vargas Llosa sobre
las credenciales del fujimorismo son legítimas, y están bastante justificadas.
Tampoco es cierto que Vargas
Llosa pretenda excluir de una lid electoral a la organización de Keiko
Fujimori. Nada de eso se dice o se sugiere en la entrevista o en otros textos suyos sobre el tema. Lo que se señala
es que el autor de Conversación en la
catedral se plantea combatir políticamente la candidatura de Fuerza Popular. Es parte de la
actividad política de los ciudadanos el respaldar algunas opciones y criticar
otras en medio del intercambio de ideas y la confrontación política. Los numerosos
periodistas de opinión que se han ocupado del asunto simplemente han preferido
destacar el lado dramático de unas declaraciones, dejando de lado los
argumentos desarrollados por el entrevistado. Han preferido fomentar el sensacionalismo antes
que detenerse en el análisis de los comentarios vertidos en los espacios de opinión pública..