viernes, 31 de enero de 2014

EL ORIGEN DE PERSÉFONE






Gonzalo Gamio Gehri

Zeus y Démeter tuvieron como hija a Kore, una bella niña que fue criada lejos del Olimpo – en compañía de su madre –, dedicada al cuidado de la naturaleza y sus frutos. Fue raptada por Hades y conducida contra su voluntad al Inframundo.  Desesperada, Démeter – por consejo de Hécate – consultó a Helios, el sol, acerca de su paradero. La agonía de la madre generó la sequedad de las tierras y los árboles permanecieron sin frutos – en otra versión, la tierra sufrió un invierno intenso y prolongado – en tanto su bella hija permanecía perdida.

La ausencia de la persona amada no sólo agobiaba el corazón de Démeter, sino que privaba de vida y calidez a la naturaleza entera. El mismísimo Zeus, preocupado por lo que esta situación generaba en la tierra, exigió a Hades la liberación de la joven. Advirtió, eso sí, que ella no debía comen nada durante el regreso. Hades, mediante engaños, logró que Kore comiera unas cuantas semillas de granada. A consecuencia de ello, Kore debía pasar una parte del año en el Inframundo – algunas versiones señalan que seiis meses, otras tres – y el resto del tiempo su hogar es el de su madre.

Desde entonces, cuando Kore y Démeter están juntas, ellas esforzadamente cuidan de la vida del mundo natural, y la tierra está cubierta de vegetación y rinde frutos que nutren a todos los seres vivos. Cuando Kore debe volver a la tierra de los muertos, la aflicción de Démeter provoca que los campos se tornen estériles y que el frío golpee la vida de las plantas, los animales y los seres humanos. Hay incluso quienes dicen que pueden escuchar en las noches de invierno el llanto y los suspiros de Démeter, que extraña profundamente a Kore y evoca en sus canciones los brillantes cabellos negros de la niña. Entre los muertos, Kore es conocida como Perséfone, la que trae la muerte. Cada vez que vuelve a la tierra, empieza la primavera, y la madre ansiosa prodiga de bienes al mundo y a sus criaturas.

Esta historia fue recogida en tiempos remotos por poetas y adivinos para explicar los intrincados misterios del ciclo de la tierra y sus nexos con la vida y la muerte. 

miércoles, 22 de enero de 2014

UNA NOTA SOBRE LA INTOLERANCIA







Gonzalo Gamio Gehri


Paul Valéry señaló cierta vez – lo ha recordado el sociólogo alemán Wolf Lepenies – que “la intolerancia sería una virtud terrible de los tiempos puros”[1]. Los “tiempos  puros” son los tiempos en los que se concibe a la comunidad como estructurada en torno a una visión dominante del bien o del orden de las cosas. Quienes se apartan de esta visión compartida o presentan observaciones críticas contra ella corren el riesgo de verse excluidos de la comunidad o ser corregidos – o sancionados – por ser intelectual o espiritualmente “subversivos”. El respeto a la discrepancia podía ser percibido como una inaceptable concesión al error, como falta de convicción y fortaleza doctrinal, o como un inequívoco síntoma de laxitud moral. De lo que se trata es de conducir a la comunidad a la verdad o dirigirla a la plenitud espiritual (o política). Para ello, es preciso purificar el grupo social de la confusión o del raquitismo. Cuando “tenemos” la verdad, no podemos ser blandos ni tibios cuando se trata de administrarla o de proclamarla. Lo que está en juego es la auténtica felicidad de la gente, y el destino de los pueblos. Con la verdad no se juega.

Lepenies sostiene que el caso de la Alemania nazi constituye un elocuente ejemplo de esta virulenta actitud. Se trataba de una respuesta clara a los ideales dela democracia y el liberalismo. Su enorme interés por imponer una única lectura de la historia y del sentido de lo humano lo llevó a predicar una funesta cruzada de “limpieza étnica e ideológica” que ensangrentó el siglo XX.

“Los nazis definieron su política sin ambages – y de la manera más agresiva – como una política de purificación. Repitieron incansablemente que la tolerancia era un signo de debilidad y un rasgo del liberalismo occidental, que era preciso eliminar de su país. Alemania debía purificarse, con lo cual la intolerancia se transforma en una virtud. La tolerancia era una actitud moderna, por lo que volver a la intolerancia sin una disposición anímica propicia exigía una gran fuerza de parte del individuo y una negación absoluta de la modernidad a nivel de la ideología. El intenso deseo de pureza y el rechazo de la modernidad son esenciales para el pensamiento y comportamiento intolerantes”[2].

 El caso del nazismo es la expresión radical de una actitud que podemos encontrar en nuestro propio entorno local.  El integrismo religioso - en sus múltiples versiones -  considera que la verdad y el sentido de la vida se derivan de una concepción del orden inmutable de las cosas, que entraña una visión ahistórica de la “naturaleza humana”. Los integrismos políticos – propios de la extrema izquierda como de la extrema derecha – asumen como evidente que son capaces de conocer las leyes de la historia, en un caso, o que cuentan con una teoría de la racionalidad que les permite reconstruir el comportamiento humano a partir de la ponderación de costos y beneficios privados, por el otro. Para unos el locus de la libertad es la utopía social, para otros lo es el mercado existente aquí y ahora. No faltan  incluso los ultraconservadores que pretenden combinar ambos integrismos, y que se ufanan de defender un modelo de comunidad orgánica que reproduce en la tierra los parámetros del orden natural, un modelo que pretende corregir los esquemas de la cultura política moderna. La constante en todas esas versiones del autoritarismo doctrinal es que el disenso no es valorado para la construcción de una forma de vida razonable y justa, sino que es sindicado como un penoso desvarío de la mente o de las costumbres.









[1] Lepenies, Wolf “La intolerancia, esa terrible virtud” en: Varios autores La intolerancia Buenos Aires, Gránica 2007 p. 92.
[2] Ibid., p. 93.

sábado, 18 de enero de 2014

ALGUNAS IDEAS ACERCA DE LA RELIGIÓN Y EL DIÁLOGO





Gonzalo Gamio Gehri

Siempre he preferido concebir la religión como un modo de formular preguntas cruciales acerca del sentido de la vida – y su trascendencia – que como una suerte de catálogo de respuestas que hay que suscribir sin dudas ni murmuraciones, vale decir, animados por una convicción que no admite  plantear nuevas preguntas. Montaigne,  Lessing y Buber se propusieron aproximarse al fenómeno religioso en esta clave de lectura, que permite restablecer el vínculo entre la fe y la libertad que brinda una “vida examinada” (en el registro hilvanado por la Apología).

Es obvio que ésta no es la única manera de comprender la religión, pero posee la virtud de pensar la religión en una clave de apertura a la discusión filosófica y a un concepto amplio de verdad. Desde este horizonte de reflexión – centrada en las preguntas – considero fundamental reconocer que estas interrogantes sobre el lugar del ser humano en el universo, sobre las direcciones potenciales de la vida, sobre la finitud y apertura propios de la condición humana, están marcados por el sentido de lo sagrado, una particular conmoción espiritual frente a lo extraordinario y portentoso (déinon) de la vida (Otto). John Caputo ha asociado  este sentimiento religioso a la percepción de la irrupción de “lo imposible” y del “futuro absoluto” en la existencia ordinaria. A juicio de este filósofo, estas categorías no deben ser entendidas en términos de lo estrictamente “milagroso”, sino como conceptos que poseen una dimensión narrativa, pues aluden a aquellas vivencias que introducen giros radicales e imprevistos en el relato de la vida. Tales acontecimientos re-velan la tensión constitutiva entre finito e infinito. En esta línea de pensamiento, la religión no está a nuestra disposición para brindarnos seguridades, sino para hacer añicos nuestras supuestas certezas y poner de manifiesto el misterio en el corazón de las cosas.

 Este sentido de lo sagrado lo encontramos en diversas producciones del espíritu humano – como indicaba agudamente Simone Weil -, en los poemas homéricos, en las tragedias y, por supuesto, en la Biblia. Está presente de una manera particularmente poderosa en la estructura del magisterio de Jesús, quien decidió transmitir su mensaje sobre el Reino, la Gratuidad y el Amor de Dios a través de la composición de parábolas. En lugar de proponer una suerte de saber arquitectónico, eligió contar sabias historias que echan luces sobre el Reino y su justicia, o que revelan formas ejemplares de contacto interhumano y de amistad con Dios. Estas narraciones están abiertas a la interpretación y corresponde al diálogo con los discípulos – en la comunidad – el esclarecimiento de su sentido. Se trata de una actividad hermenéutica. El que tenga oídos, que oiga. 

Esta manera de constituir el discurso religioso  - y la práctica - deja un lugar al misterio como una dimensión ‘esencial’ de la vida. Esta disposición está presente en el proceder de los fundadores de las grandes religiones, y también podemos encontrarla en los antiguos poetas y en los místicos. Se trata de una actitud dialógica que nos previene contra el integrismo y la violencia cultural (recordemos la inquietante descripción del Gran Inquisidor de Dostoievski). Asumir seriamente ese trasfondo narrativo , permite acercarse con lucidez y espíritu crítico al trabajo de importantes tradiciones religiosas que han problematizado la vida humana y su sentido de trascendencia.









lunes, 13 de enero de 2014

“THE MAJESTIC”. LA LIBERTAD INDIVIDUAL Y LA DIVERSIDAD








Gonzalo Gamio Gehri


The Majestic (2001), dirigida por Frank Darabont y protagonizada por Jim Carrey, Lauren Holden, Martin Landau y Catherine Dent, es una de esas películas norteamericanas que exploran un problema político crucial y que sin embargo pasan desapercibidas para el crítico. En plena era del macartismo – tiempos en los que un tristemente célebre Comité para la investigación de actividades “antiamericanas” perseguía implacablemente a muchos artistas e intelectuales sindicándolos como “comunistas” y “rojos”, presuntos miembros de una conspiración contra el estilo de vida “democrático” y “estadounidense” -,  Peter Appleton, un joven guionista de películas de serie B, es convocado por el temible Comité para evaluar su trabajo. Se sospecha que sus textos encubren “mensajes a favor de la Unión Soviética”, mensajes en clave, por supuesto. Como consecuencia de ello, su contrato queda en suspenso. Aterrorizado, decide huir de inmediato. Desafortunadamente, sufre un accidente de auto, pierde el conocimiento y las aguas de un río lo llevan al pueblito de Lawson, California.

Es asistido por unos habitantes de Lawson, que encuentran en el accidentado un extraordinario parecido con Luke Trimble, un joven del lugar, desaparecido en combate durante la segunda guerra mundial. Lawson es un pueblo que ha perdido muchísimos muchachos en la guerra.  Peter sufre amnesia como resultado de su accidente, así que desconoce su propia identidad. Está confundido, y ya los pobladores le dicen que es Luke. Harry Trimble – padre de Luke – es el dueño del cine The Majestic, lugar que otrora alegraba los días de Lawson, pero que permanece cerrado tras los días de la guerra. Harry está convencido de que Peter es su hijo, y está decidido a reabrir el viejo cine y devolverle su antiguo esplendor. Peter, completamente confundido, se deja llevar por la situación. En el camino, se enamora de Adele Stanton – la novia de Luke -, quien quiere creer que el joven soldado ha regresado, pero tiene significativas dudas que la atormentan.

Trabajar en el cine lleva a que – con el tiempo – Peter vaya recuperando la memoria. Él reconoce sus propias frases en el guión de una cinta de acción. Dolorosamente, la curación de la amnesia coincide con la muerte de Harry, y con el hecho de que los agentes del Estado que lo buscaban para llevarlo ante el Comité macartista – que lo considera un subversivo y un convicto – finalmente lo encuentren. Así, tiene que comparecer ante un Comité por presuntas “faltas a la corrección ideológica”, sin nada más que el ejemplar de la Constitución que Adele le ha entregado a través de su padre. Tiene que enfrentar un escrutinio ideológico en un país en el que (supuestamente) se garantiza  la libertad de creencias. Luego de esclarecer su identidad a la luz de lo acontecido en Lawson, Peter se enfrenta al Comité acogiéndose a la primera enmienda de la Constitución de 1776.

"Peter Appleton: Lo siento ... pero se me ocurre que hay un problema mayor hoy de lo que sea o no soy un comunista.
Elvin Clyde: ¿problema mayor. Appleton?, no hay un myor problema que ese.
Peter Appleton: En realidad, no quisiera contrariarlo, pero creo  que sí lo hay. No sé muy bien bien qué decir.
[Peter toma un trago de agua]
Peter Appleton: El hecho es que . .. nunca he sido un hombre de gran convicción. Nunca vi el beneficio en ello ... y francamente, supongo  que yo, eh ... carecía de coraje. Yo no soy como Lucas Trimble. Nunca conocí al tipo, pero me siento como que he llegado a comprenderlo. Lo que pasa es que no puedo dejar de preguntarme lo que diría él ... si estuviera aquí ahora mismo. Saben, creo que lo que creo que él probablemente le dirá: la América representada en esta sala ... no es la América que murió defendiendo.

Yo creo que les diría que su América es amarga ...

[Congresista Doyle comienza a golpear su martillo]

Peter Appleton: ......y cruel ... y pequeña.
Congresista Doyle: La cámara exige orden!
Peter Appleton: Yo sé a ciencia cierta que su América era grande ... más grande que lo que ustedes se puedan imaginar ... con un corazón bien abierto.
[Congresista Doyle golpea el martillo de nuevo]
Peter Appleton: ... donde cada persona ...
Congresista Doyle: Sr. Appleton! Usted está fuera de lugar!
Peter Appleton:  ... tiene una voz! Incluso si no les gusta lo que tiene que decir”.

Esta película fue exhibida en tños oscuros iempos del gobierno de George Bush hijo, tiempos en los que se discutía la llamada “Acta Patriótica” y se implementaban restricciones a derechos fundamentales por razones de seguridad. Se trata de una película que debemos recuperar y examinar en épocas de profunda intolerancia intelectual y política. Nuestra situación actual no es ajena al imperio de la sospecha y la intransigencia ideológica que el filme se esfuerza por denunciar.





sábado, 4 de enero de 2014

W. WORDSWORTH: ENTORNO, NOSTALGIA Y EXPRESIÓN








Gonzalo Gamio Gehri


He señalado en varias ocasiones que la Nostalgia constituye el temple de ánimo distintivo del Romanticismo como proyecto cultural y existencial. Al sentido de “pérdida de plenitud” - asociado a la desvinculación espiritual, la salida del Paraíso, el exilio del individuo de la physis o de la ciudad, o la ausencia de la amada – se le suma el “anhelo de unidad” expresado a través de la creación poética, el amor o el movimiento inmanente del espíritu. Una unidad que considera internamente la particularidad y la alteridad. Allí tienen a los filósofos  (Hegel y Schelling) y a los poetas. Me he ocupado  del Fausto de Goethe y de los Himnos a la Noche  de Novalis varias veces - respecto del 'instante'  y su desapareción -, y ahora es el turno de Wordsworth, un contemporáneo de los autores mencionados. Me orienta la idea filosófica / teórico-literaria que el proyecdeto romántico no es solamente una forma de articulación cultural propia de inicios del siglo XIX, sino que se trata de un modo de percibir la vida y el mundo  presente como una fuerza viva en nuestro mundo circundante – intuitivo.

Como Novalis, William Wordsworth evoca la consideración de pérdida de sentido a partir de la muerte de alguien - en ambos creadores, una mujer amada -, aunque los estudiosos no saben a ciencia cierta si Lucy existió o si es una suerte de idealización del amor. Como Sophie en los escritos de un Novalis y Beatrice en el caso de Dante - personajes no sólo literarios -, se trata de una musa ausente que inspira el pensamiento y la creación. La unidad perdida, una unidad basada en el vínculo intersubjetivo y simbólico. Mientras Novalis evoca la unidad a través de la idea poética y metafísica de la Noche, Wordsworth recurre a la visión de lugares naturales, evocando la mirada de aquellos paisajes con los ojos jóvenes, o evocando la mirada de la propia amada. La conexión entre lo humano y el cosmos es manifiesta a la luz de las sentidas palabras del poeta.

“Las nubes flotantes le prestarán su condición;
para ella será el llanto del sauce;
así no dejará de ver,
incluso en los movimientos de la tormenta”.

A través de la Naturaleza el alma ausente presentará sutiles signos de existencia. La cercanía  a la poesía novaliana es sorprendente. Emcontramos en ambos autores un impulso poderoso por superar la muerte a través de una experiencia de infinitud, una vivencia a la vez contemplativa y creadora, Los marca el anhelo desesperado – pero lúcido – de arrancarle una victoria a la muerte y el imperativo de darle una encarnación simbólica a esa disposición.

“Mucho amará a las estrellas de medianoche,
y acercará su oído
muchas veces a un lugar secreto
donde los arroyuelos danzan sus caprichosas rondas
y el hermoso nacimiento del murmullo sonoro
pasará por su rostro”.

El conflicto entre caducidad y anhelo de infinito, sin el engañoso recurso a la abstracción. (en el sentido estructamente romántico de esa expresión).