Gonzalo Gamio Gehri
He señalado en más de una ocasión que constituye un hecho preocupante la ausencia de una derecha moderada y responsable en el Perú (he sostenido que necesitamos, también, una "izquierda liberal", que yo identifico como una alternativa sensata). He argumentado que los referentes de la derecha peruana son solamente antiliberales: Donoso, de Maistre, Schmitt. Que el fujimorismo es la versión “barra brava” de esa derecha que ve en los Derechos Humanos y en la democracia obstáculos, un “artificio de los débiles para limitar el ‘derecho natural’ de los fuertes”, para utilizar una expresión clásica. Un conservadfurismo craso que usurpa la apelación a la religión para comprometerse con la impunidad en materia de Derechos Humanos en unos casos, y con la represión del pluralismo y el pensamiento libre, en otros. Pienso en el ataque fujimorista a la ceremonia por los cinco años del Informe Final de la CVR, pero también en la inocultable simpatía de algunos ‘intelectuales’ peruanos por Hitler, o las sugerencias extrañas de que Mussolini era “un filósofo” (¿?). La indolencia absoluta de cierta prensa y de cierta facción de la “clase política” frente a las víctimas del conflicto interno –campesinos, quechuahablantes, pobres -, y su insistencia en aprobar una oscura amnistía que deje sin castigo a un sector de los perpetradores.
He señalado en más de una ocasión que constituye un hecho preocupante la ausencia de una derecha moderada y responsable en el Perú (he sostenido que necesitamos, también, una "izquierda liberal", que yo identifico como una alternativa sensata). He argumentado que los referentes de la derecha peruana son solamente antiliberales: Donoso, de Maistre, Schmitt. Que el fujimorismo es la versión “barra brava” de esa derecha que ve en los Derechos Humanos y en la democracia obstáculos, un “artificio de los débiles para limitar el ‘derecho natural’ de los fuertes”, para utilizar una expresión clásica. Un conservadfurismo craso que usurpa la apelación a la religión para comprometerse con la impunidad en materia de Derechos Humanos en unos casos, y con la represión del pluralismo y el pensamiento libre, en otros. Pienso en el ataque fujimorista a la ceremonia por los cinco años del Informe Final de la CVR, pero también en la inocultable simpatía de algunos ‘intelectuales’ peruanos por Hitler, o las sugerencias extrañas de que Mussolini era “un filósofo” (¿?). La indolencia absoluta de cierta prensa y de cierta facción de la “clase política” frente a las víctimas del conflicto interno –campesinos, quechuahablantes, pobres -, y su insistencia en aprobar una oscura amnistía que deje sin castigo a un sector de los perpetradores.
A propósito, los gestores de este delirante proyecto se han quitado la careta. Edgar Núñez - sí, el congresista aprista, actor en Vidas paralelas y autor de la idea - ha hecho declaraciones a La Primera en las que se manifiesta en fovor de las ejecuciones extrajudiciales. Estas son sus palabras, citadas en el blog de J.A. Godoy:
"-¿Está de acuerdo con separar a quienes resulten responsables de ejecuciones extrajudiciales?-
Eso queda a mérito de la justicia. Pero yo le digo a usted, que estoy de acuerdo con esas ejecuciones extrajudiciales. No vamos a reclamar los derechos humanos de esos asesinos. A esos malnacidos había que aplicarles el imperio de la ley."
De Ripley. He ahí a un "padre de la patria" en acción, destrozando la lógica formal y degradando los principios básicos de la ética democrática. Es la vocación por la impunidad que se teje tras bambalinas.
Hoy volví a ver American History X, una de las películas más conmovedoras que he podido ver, y ella me dio qué pensar sobre el velado “fascismo” que algunos intentan hacer pasar como mero “antiliberalismo” o “contramodernismo” (¡e incluso - en el colmo de la hipocresía - como "postmodernismo"!). Es la historia de Derek Vinyard, un muchacho blanco de clase baja que funda una pandilla racista llamada Los Discípulos de Cristo, un grupo neonazi que defiende la “supremacía blanca” en California. El joven mata a sangre fría – y con extrema crueldad – a dos muchachos afroamericanos que intentaban robar la radio de su auto. Por dicho crimen, pasa tres años en la cárcel, y sufre una serie de vejaciones de parte de sus compañeros neonazis. Su antiguo profesor de literatura, el Dr. Bob Sweeney, intenta ayudarlo a abandonar las ideas violentas que lo han llevado a delinquir. Su propio hermano menor – Danny Vinyard – está asumiendo el mismo camino ideológico, y es preciso ayudarlo.
En uno de los pasajes más interesantes del filme, Sweeney intenta ayudar a Derek a examinar su conducta anterior, sus ideas intolerantes, su nula apertura hacia el otro. Socráticamente, lo invita a depurar sus propias preguntas:
“Sweeney: Hubo una época en la que yo solía culpar a todo y a todos, por todo el dolor y las cosas viles que me sucedieron a mí, lo que vi que le sucedía a mi gente. Lo usé para culpar a todo el mundo. Culpaba a los blancos, culpaba a la sociedad, culpaba a Dios. No recibí ninguna respuesta porque hacía las preguntas incorrectas. Tienes que formular las preguntas correctas.
Derek: ¿Cómo cuáles?
Sweeney: ¿Algo que hayas hecho ha contribuido a que tu vida sea mejor?”[1]
Alguien podría decir que aquí no hemos llegado a tanto, que nuestros "fachas" (los 'reaccionarios' que se describen literalmente como fascistas, o neonazis, o falangistas) son sólo personajes pintorescos y alienados, en contraste con los fujimoristas - quizás los "fachas criollos" en actividad -, cuyo lamentable curriculum autocrático ya concemos (ojo, también hay los autodenomonados "franquistas y a la vez fujimoristas", que colaboraron con la autocracia desde el Congreso, la cancillería y, por supuesto, desde la prensa alcantarillesca que le rendía culto al régimen). Algunos entonaban cánticos al autócrata, otros pensaban que se les estaba banalizando el discurso entre tecnocumbias y componendas por lo bajo, pero ni modo.
Hoy volví a ver American History X, una de las películas más conmovedoras que he podido ver, y ella me dio qué pensar sobre el velado “fascismo” que algunos intentan hacer pasar como mero “antiliberalismo” o “contramodernismo” (¡e incluso - en el colmo de la hipocresía - como "postmodernismo"!). Es la historia de Derek Vinyard, un muchacho blanco de clase baja que funda una pandilla racista llamada Los Discípulos de Cristo, un grupo neonazi que defiende la “supremacía blanca” en California. El joven mata a sangre fría – y con extrema crueldad – a dos muchachos afroamericanos que intentaban robar la radio de su auto. Por dicho crimen, pasa tres años en la cárcel, y sufre una serie de vejaciones de parte de sus compañeros neonazis. Su antiguo profesor de literatura, el Dr. Bob Sweeney, intenta ayudarlo a abandonar las ideas violentas que lo han llevado a delinquir. Su propio hermano menor – Danny Vinyard – está asumiendo el mismo camino ideológico, y es preciso ayudarlo.
En uno de los pasajes más interesantes del filme, Sweeney intenta ayudar a Derek a examinar su conducta anterior, sus ideas intolerantes, su nula apertura hacia el otro. Socráticamente, lo invita a depurar sus propias preguntas:
“Sweeney: Hubo una época en la que yo solía culpar a todo y a todos, por todo el dolor y las cosas viles que me sucedieron a mí, lo que vi que le sucedía a mi gente. Lo usé para culpar a todo el mundo. Culpaba a los blancos, culpaba a la sociedad, culpaba a Dios. No recibí ninguna respuesta porque hacía las preguntas incorrectas. Tienes que formular las preguntas correctas.
Derek: ¿Cómo cuáles?
Sweeney: ¿Algo que hayas hecho ha contribuido a que tu vida sea mejor?”[1]
Alguien podría decir que aquí no hemos llegado a tanto, que nuestros "fachas" (los 'reaccionarios' que se describen literalmente como fascistas, o neonazis, o falangistas) son sólo personajes pintorescos y alienados, en contraste con los fujimoristas - quizás los "fachas criollos" en actividad -, cuyo lamentable curriculum autocrático ya concemos (ojo, también hay los autodenomonados "franquistas y a la vez fujimoristas", que colaboraron con la autocracia desde el Congreso, la cancillería y, por supuesto, desde la prensa alcantarillesca que le rendía culto al régimen). Algunos entonaban cánticos al autócrata, otros pensaban que se les estaba banalizando el discurso entre tecnocumbias y componendas por lo bajo, pero ni modo.
No obstante, basta leer las declaraciones de Núñez para preocuparse. Basta leer a los columnistas de La Razón para detectar esa radical incapacidad de ponerse en el lugar del otro y aproximarse a su dolor es notoria, típicamente autoritaria y colonial. Esa complacencia con el nazismo, el fascismo y el “nacional catolicismo” de Franco es un modo entre patético y demencial, de revestir esa antigua vocación por las dictaduras, la intolerancia y la monocultura (desde luego, nada de ello tiene que ver con el Evangelio y la “cultura clásica”, como vanamente quieren hacer creer). El “pensamiento único” del tradicionalismo más rancio. Se trata de poner un toque de extravagancia sobre la misma violencia de siempre.
La película nos habla de la esterilidad del odio racial y cultural, de la miseria de la indolencia. Constituye una invitación a sentir y pensar con el otro concreto – no el “otro” como una mera construcción teórica falsamente "postmoderna", o como una argucia retórica – desde su situación, también concreta. Pensarnos como agentes desde el cultivo de la diversidad, he ahí el reto ético-político de nuestro tiempo. También para nuestra todavía precaria – pero esperanzadora - comunidad política.
La película nos habla de la esterilidad del odio racial y cultural, de la miseria de la indolencia. Constituye una invitación a sentir y pensar con el otro concreto – no el “otro” como una mera construcción teórica falsamente "postmoderna", o como una argucia retórica – desde su situación, también concreta. Pensarnos como agentes desde el cultivo de la diversidad, he ahí el reto ético-político de nuestro tiempo. También para nuestra todavía precaria – pero esperanzadora - comunidad política.
[1] Se puede encontrar algunos parlamentos importantes de la película en: http://www.imdb.com/character/ch0002734/ (la traducción es mía).