Aleksandar Petrovich*
En 1991 se demostró que decenas de congresistas estadounidenses, incluidos el presidente de la Cámara, el líder del Partido Demócrata en la Cámara de Representantes y el jefe de la oposición republicana, habían estado retirando del banco de la Cámara más dinero del que tenía. Las sumas en cuestión eran a veces muy altas, y no conllevaban ningún tipo de interés o penalización. El coste de este dinero sin intereses corría a cargo de los contribuyentes. Una encuesta demostró que el 83% de los ciudadanos adultos creía que estos legisladores no lo habían hecho por error sino porque sabían que podían salirse con la suya (New York Times, 10 de octubre de 1991).
Esas revelaciones sobre el Congreso de los Estados Unidos, causaron conmoción, pero fueron poca cosa, comparadas con las actitudes y practicas de los legisladores locales reveladas por una investigación en Arizona. Las grabaciones ocultas filmadas en video por la policía, muestran a unos legisladores extraordinariamente sinceros en lo referente a sus actitudes sobre la vida y la ética. La senadora Carolyn Walter explicó: “Me gusta la buena vida, y estoy intentando situarme para poder llevar buena vida y tener más dinero”. Mientras extendía la mano para aceptar un soborno de 25.000 dólares añadió: “Todos tenemos nuestro precio”. El representante estatal Bobby Raymond fue todavía más contundente: “No hay asunto en este mundo que me importe un pimiento”. Mi frase favorita es “Y a mí que me importa” (New York Times, 11 de Febrero de 1991).
Obviamente, el modelo de político estadounidense no es en términos weberianos, un modelo tipo a seguir. Ya lo dice Max Weber en su libro ‘El Político y el Científico’, “el político norteamericano es un empresario político que busca el poder como medio para conseguir dinero (…) no le importa ser socialmente despreciado como profesional como político de profesión”. Confirma esta afirmación, el estudio realizado por J. NYE en su artículo Corruption and Political Development, publicado en la American Political Science Review. Según NYE, hay muchos políticos norteamericanos que carecen de moralidad o que camuflan sus verdaderas intenciones al ingresar a la política.
Pero no sólo los estadounidenses sufren de la corrupción de sus políticos. En las Americas, en Venezuela, Carlos Andrés Pérez, fue declarado culpable de corrupción política por la Corte Suprema; en Colombia, Ernesto Samper fue descubierto de haber recibido dinero del narcotráfico para su campaña política; en Brasil, Collor de Melo había tejido una red de corrupción política y, en Nicaragua, Arnoldo Alemán, ha sido acusado por transferencias ilícitas de fondos públicos, en perjuicio del Estado nicaragüense.
En Europa, en Alemania, Helmut Kohl fue encontrado culpable de haber realizado actos ilícitos en el financiamiento de su partido y recientemente, en España, varios políticos españoles, que ejercían cargos de alcaldes, están siendo procesados por enriquecimiento ilícito, sobornos y lavado de dinero. Es evidente que la moralidad de ciertos políticos no existe.
Desde luego, que este factor de corrupción política, el ingreso a la política de “camaleones políticos”, es el que durante muchos años viene desestabilizando la Democracia. En países en desarrollo constante, los “camaleones políticos” cada vez aumentan y no existen filtros para evitarlos. La doble moral, el pago de sobornos, el tráfico de influencias políticas a nivel internacional, las concesiones de monopolios camuflados, los lobbies para empresas corruptas, no sólo enriquecen a esos “camaleones políticos”, sino que son causa de una gran atraso; perjudicial para el desarrollo económico, social y político de una comunidad que pretende evolucionar bajo un sistema democrático.
Si queremos una democracia fuerte, con continuidad en el tiempo, generadora de beneficios comunes, es preciso no sólo hacer una sabia elección de un “político profesional virtuoso”, sino exigir que los que quieren ser políticos se preparen, tengan una formación en Ciencia Política y en Ética Publica. Y es que no podemos seguir tolerando la presencia de políticos con la “moral del camaleón”.
En España, por ejemplo, existe una generación de políticos del PP y del PSOE, que practican abiertamente “la moral del camaleón” desde hace varios años. Y lo hacen por dos razones. Una para continuar en el espacio público, desnaturalizando la finalidad del ser un funcionario público, al servicio de los intereses del pueblo o de la sociedad. Y dos, para lograr sus intereses personales sin importarles el bien común ni mucho menos los objetivos nacionales. Así hemos comprobado la venta de votos, el cambio del partido, la venganza, el acose, los acuerdos clandestinos, y todo el amañe que lleva consigo la actitud camaleónica de un político sin moral.
Ese tipo de políticos tiene con razón desprecio del pueblo. De momento, el pueblo español no tiene medios para neutralizar a esos políticos. Para muchos de los jóvenes españoles, los políticos son “cazadores de cargos públicos” que no se merecen ningún respeto.
Parece ser que la solución al político con moral de camaleón, está en identificar los vicios ocultos en las estructuras de los partidos políticos. Son vicios ocultos que demuestran ineficacia, autoritarismo, enchufismo, desorganización.
A mi juicio, lo que más ha contribuido al alejamiento, a la pachorra y al rechazo a los partidos políticos, es la existencia de una adicción al poder político de un solo grupo de personas o clanes familiares.
Excluyamos a los camaleones, a los adictos al poder.
* Abogado. Doctor en Derecho e investigador. © 2011.