sábado, 13 de noviembre de 2010

RENOVANDO IDEAS







RENOVANDO IDEAS

JÓVENES CONSERVADORES Y JÓVENES IZQUIERDISTAS



Gonzalo Gamio Gehri



Me propongo ahora examinar un tema que compromete radicalmente nuestras esperanzas y aspiraciones en torno al futuro de nuestra vida en común. Renovar la política constituye una aspiración digna de elogio, qué duda cabe. La renovación de la política evoca no solamente la crítica y la reforma de las prácticas asociadas con la política corriente, o la configuración de un nuevo estilo de vida para los agentes políticos, sino también la transformación de las ideas que acompañan y a veces orientan (o esclarecen) el curso de la acción política. No es posible renovar la política sin remover el campo de las ideas.

A pesar del natural escepticismo que los interesados en el tema asumen cuando dirigen la mirada sobre nuestra decrépita y convulsionada escena política – movimientos políticos con un exclusivo interés electoral, caudillismo, nula discusión ideológica, etc. -, es posible percibir entre la juventud, tanto en el campus como en la blogósfera, un creciente entusiasmo por pensar la política desde sus raíces e intervenir de una manera intelectualmente vivaz en el mundo de la política. La reflexión sobre la política no es vista más como una herramienta retórica que acompaña la mera “administración de las cosas” o como vana “superestructura ideológica”, sino como el lugar en el que se pone de manifiesto la inteligibilidad de nuestras acciones y el sentido mismo de lo político. Se trata de examinar y dejar atrás los viejos dogmas y slogans vacíos y de enfrentar una realidad que se resiste a adaptarse a los moldes de antaño.

Creo que se está haciendo un trabajo interesante – aunque estos esfuerzos permanezcan en una situación de aislamiento, y no guarden conexión con las fuerzas políticas existentes (quizás no tendría mayor sentido establecer dichas conexiones, dado el estado de precariedad de nuestras agrupaciones políticas, y su evidente desinterés por los fundamentos) -, tanto entre los llamados “neo-conservadores” como entre los “jóvenes izquierdistas”. Los primeros están abandonando los esquemas tradicionales de una “cosmología moral y política” de tipo confesional, los segundos procuran sacudirse del yugo del marxismo ortodoxo. Ambas formas de liberación conceptual constituyen batallas decisivas para renovar realmente la política desde y con el pensamiento.

Los nuevos conservadores están tomando una clara distancia racional de la postura “reaccionaria”, que encontraba en el proyecto de cristiandad su fuente de inspiración primaria. La vigencia del Estado confesional católico, y aún el recurso a la Fuerza Armada como “actor político” puntual, sujeto de un singular “destino”, artífice (y también verdugo) de gobiernos y caudillos. En una visión completamente distinta, dirigen hoy su atención al análisis del funcionamiento y la calidad de las instituciones, siguiendo en parte la tesis hegeliana de que la eticidad (Sittlichkeit), el sistema de instituciones como mundo ético, constituye el ser-ahí de la voluntad libre.

Los jóvenes izquierdistas han roto con el estrecho catecismo secular del materialismo histórico y el materialismo dialéctico; han afrontado una forma de conversión moral hacia las causas democráticas. Han encontrado en el corazón de la ética liberal (derechos humanos, justicia distributiva, participación cívica, libertades políticas) la matriz espiritual para el cuestionamiento de los viejos dogmas. Ha abandonado el ideal revolucionario – por su potencial violento y excluyente – en nombre del camino de las reformas democráticas. Ha superado la referencia retórica al “pueblo” por la invocación pluralista a la ciudadanía y a su capacidad de deliberación. Un gran cambio, motivado por la meditación sostenida en torno a los sucesos de 1989. Este peculiar giro teórico y político puede ser interpretado desde canteras hegelianas, en términos de la atención a la dinámica del reconocimiento (particularmente en materia de interculturalidad, género e inclusión social y política). En uno y otro caso, esta lectura de Hegel precisa de una encarnación en nuestro mundo circundante intuitivo.

Es desde todo punto de vista saludable esta vocación de cambio, aunque éste opere todavía en contados espacios, especialmente en la Academia y no haya asumido todavía algún rostro político claramente definido; nuestro sistema político todavía cuenta con grupos que representan a una derecha y a una izquierda francamente cavernarias. No obstante, esta interesante renovación intelectual podría asumir una encarnación puntual en el futuro.

10 comentarios:

Geviert-Kreis dijo...

Saludos Gonzalo:

gracias por tratar el tema. Tiene poco sentido, en efecto, establecer relaciones con las fuerzas políticas existentes. No porque no sean importantes, sino porque están completamente anquilosadas en culturas políticas pre-fujimori. No se renuevan. Lo mismo se puede decir de la vieja izquierda y la vieja derecha (política y cultural). El cambio generacional y la buena coyuntura de desarrollo son elementos positivos que van, más bien, hacia una explícita y nueva cultura estratégica en LA. Esta es la línea maestra, creo yo. A partir de esta línea maestra me imagino una nueva derecha, neo-conservadora e institucionalista.

El diálogo crítico con las nuevas juventudes de izquierda post-marxistas puede ser también enriquecedor, sin duda. Basta que se supere el viejo antagonismo romántico de la barricada y el radicalismo chic, lo que yo llamo irónicamente las viejas nostalgias Heraud 2.0. Lo mismo se podría recomendar a los jóvenes sahumadores del nihilismo chic de derecha. La lógica de confrontación constructiva (lo que hemos llamado antagonismo cooperativo) es siempre buena. La lógica conspiratoria, la mentalidad anti-sistema y el anti-americanismo iban bien con la cultura política sesentona. Nuevos mitos son necesarios ahora, a izquierda como a derecha. Ya es hora de sustituir el "mito Arguedas" y demás, por nuevos mitos políticos. Esta es la nueva izquierda que me imagino en diálogo con una nueva derecha.

PS. ese anónimo me parece un típico link-spam.

Gonzalo Gamio dijo...

Estimado GK:

Será importante dejar atrás viejos dogmas y mitos para construir nuevas formas de pensamiento enraizado en nuestros contextos.

Ojo, J. Heraud era familiar mío, pero entiendo la reflexión sobre renovar el imaginario de izquierda.

La tesis del institucionalismo hegeliano es inspiradora para ambas tewndencias. Una tarea para el presente y para el futuro.

Saludos,
Gonzalo.

Ricardo Falla Carrillo dijo...

Estimado Gonzalo, ya veo que la polémica sobre el estatuto de la "nueva izquierda" y la "vieja izquierda" vuelve a plantearse. Es evidente que las categorías políticas de los años sesenta han sido pulverizadas; las viejas polaridades, que en algún momento asomaron durante la campaña municipal, tienden a diluirse. Lo que percibo en esa disolución es cierta incapacidad, quizás mía, de poder establecer con nitidez cierta tipología de los espectros políticos e ideológicos. Veo, más que oposiciones contrarias, oposiciones adversativas. Es decir, nada llega a ser algo de modo claro y distinto. Las teorías se sobreponen. Todos los modelos resultan, de algún modo, fracasados, pero no al grado de la extinción. Hay como una coexistencia integral de las oposiciones o quizás, una especie de "pandemónium" donde todo es posible.

No soy experto en temas políticos ni filo políticos, pero pienso que mucho ayudaría si se revisan las perspectivas metodologías para hacer análisis. Se requiere una epistemología o un debate epistemológico para empezar a esclarecer muchas cosas que andan sueltas en el caos de los individuales. Incluso recuperar cierta metafísica, quizás dura. Pues la filosofía práctica, la teoría política y demás, requieren, con urgencia, otros referentes, más allá de lo funcional-administrativo y más allá de los tópicos fenomenológicos (en sus inmensas e intrincadas variables.

Saludos

Ricardo

Geviert-Kreis dijo...

saludos,

esas nuevas formas de pensamiento enraizados en nuestros contextos (el locus que subrayo siempre) necesitan, sin duda, un nuevo imaginario y, por qué no decirlo, también nuevos mitos, basados, en efecto, en una "metafísica dura". Como sabemos, ningún entusiasmo individual es malo de por sí, si es expresado en términos comunitarios. "Las oposiciones adversativas" de un antagonismo competitivo bien llevado son siempre saludables: que se hayan vestido en la historia de mitolofemas de "izquierda y derecha", organizados en partidos de masas y "grandes narraciones", fue una desgracia más. Para la politología es un tema cerrado, como lo fue ya lúcidamente, en su tiempo, para Ortega y G. por ejemplo. El neófito de nuestro tiempo lo descubrirá en su momento. Al hombre le queda, pues, aprender ahora de la historia de sus propias viejas miserias ideológicas y no olvidar nunca que si existe todavía es porque se abraza inmediatamente a nuevos mitos, nuevos mitolofemas, nuevas grandes narraciones, nuevos símbolos vivos (Cassirer). Esto vale en particular para los liberales como para los anti-liberales ingenuos, los amigos del "pensamiento único" y demás ínfulas. Si las "oposiciones adversativas" se concluyen, entonces, en una necesaria visión cooperativa de lo que se quiere mejorar, perfecto. Yo le doy una forma político-realista e institucionalista a esa perfección como sabes, es mi opinión.

Por otro lado, ninguna ética completamente racional es saludable, como ya sabemos. Si los más jóvenes todavía se preguntan y divagan, con su autor favorito bajo el brazo, su blog y su café, qué es lo mejor "la revolución o la reforma", entonces quiere decir que el entusiasmo todavía guía correctamente la mente. Muy bien. Esto es bueno, a pesar que la respuesta a esa pregunta no esté (ni nunca estuvo) en ninguna de sus dos falacias.

Tampoco funciona la vía media: "un patriotismo de derechos" (lo que yo llamo el élan civilista) que no corresponda a un "patriotismo de deberes", no funciona. Ese laxo tabú de no promover un "discurso sobre los deberes" debe ser demolido. Si afirmas (parafraseo) que las "fuerzas armadas" ya no son actores necesarios para el "destino" del imaginario civil, entonces el actor político que se asuma tal tarea debe tener un preciso nombre y apellido para que se muestre, se juzgue y el cuerpo civil lo respete. Ya sabes lo que pienso de "los poderes fácticos" indirectos que nos hablan de los demás "poderes fácticos" y así se refugian detrás de la sociedad civil. En otras palabras: La pregunta sobre un "consenso sobre el bien" no puede quedar sin respuesta, mi estimado. En esto la nueva derecha no esperará a la nueva izquierda para que se de cuenta de la importancia de esta pregunta. No seremos nosotros a enseñarle a la nueva izquierda que poder y autoridad van entendidos correctamente.

En esta línea de reflexión, me refiero a Heraud también. Como bien notas, no me refiero al poeta obviamente (sería como negar mi propia poiesis), sino al mito político que se creó sobre él a partir de "categorías políticas pulverizadas" que sobreviven todavía en el romanticismo político de alcoba (por eso pongo 2.0.). Romanticismo completamente desfasado para el imaginario de las nuevas generaciones. Y si alguien me viene a reclamar desde la anquilosada "literatura histórica comprometida" de la vieja izquierda, entonces le diré que yo preferí hacer mil veces - en la época de la cobardía de los sacos comunistas en fuga, la bombas y los muertos - hacer un héroe silencioso de Martín Adán. Esa "otra" revolución llega silenciosa, porque, como bien sabemos, "salvo la Rosa, todo es ilusión".

Gonzalo Gamio dijo...

Estimados Ricardo y Giovanni:

Estoy de acuerdo en que cualquier comprensión rigurosa de la ciudadanía requiere de un discurso sobre los deberes al lado de uno sobre los derechos, y de cara a una concepción fuerte de las instituciones (tanto sociedad civil como Estado). Esto al margen de cuál sea la cantera ideológica de origen. Sobre la FFAA, sigo pensando que AL requiere de una suerte de "Rubicón espiritual".

Estamos de acuerdo en que el sistema político no debe - ni puede - ser solamente procedimental: se requiere también de consideraciones sustantivas. Allí tenemos que pensar como articular los consensos sobre el mal y sobre el Bien, sin lesionar un pluralismo razonable.

Sobre el mito político, completamente de acuerdo. Y también en cuanto a Adán, en tanto que “La que nace, es la rosa inesperada”.

Un abrazo,
Gonzalo.

Ricardo Falla Carrillo dijo...

Estimados Giovanni y Gonzalo

Al leer la reflexión de Giovanni, intensa e imaginativa sin duda, vuelvo al punto. La reflexión política debe, en algún momento, recuperar una instancia epistemológica (no sólo retórica) de sus fundamentos. Incluso, desde cierta metafísica (no sólo microfísica) ¿Por qué no apostar por Strawson?

Saludos

Ricardo

Geviert-Kreis dijo...

Estimado Ricardo:

el diálogo que se está sieguiendo con Gonzalo en estos post afines, viene precisamente de un debate epistemológico. El hilo entre los posts es silencioso y el lector atento lo sabe. Si revisa este blog encontrará el post sobre el problema epistemológico en las ciencias sociales, donde el problema de la reflexión política tiene una posible respuesta. Lo mismo encontrará si revisa mi post "epistemología, compromiso político y antagonismo cooperativo". Sería interesante si pudiese desarrollar intensamente esa perspectiva sobre Strawson.
saludos

SOL INVICTUS dijo...

Saludos
Muy interesante el debate. Sin embargo, modestamente, creo que se está cayendo en una nueva apologética académico-universitaria.
Desde mi punto de vista, cualquier renovación de la política pasa por el "reconocimiento" no de una nueva identidad generada a posteriori del derrumbamiento de las viejas ideologías, sino de la inclusión, si podemos hablar así, de la experiencia de la existencia en la política.
Desde nuestro punto de vista, la política exige un "modo de vida" y la construcción de un carácter. Para nosotros, este carácter está fundamentado en la práctica de la virtud, es decir, en el control de las pasiones.

Gonzalo Gamio dijo...

Estimado Sol Invictus:

derrumbamiento de las viejas ideologías es el trasfondo histórico, sin duda, pero tal derrumbe se debe en parte a la reflexión en torno a la "cosa misma" (lo político, lo justo, etc.).

Sin duda el tema del modo de vida es crucial. Es otra de las capas fenomenológicas que este debate viene planteando. Allí llegaremos.

Saludos,
Gonzalo.

aldo dijo...

yo me autoproclamo un joven de derecha, un mancebo conservador. creo en el aborto, la eutanasia, el matrimonio gay, la legalizacion de las drogas pero tengo mis reservas frente a la pena de muerte. creo que aquellos que son reincidentes por segunda vez deben morir. son seres que ya no aportan nada a la sociedad sino mas bien la contaminan. estoy en contra de las ffaa. creo que deberian desaparecer y aumentar el gasto publico en educacion y salud. dejar a un lado las carreras (disculpeme usted) tan poco valoradas y realmente innecesarias para el mercado. como bien dijo carranza, el peru necesita ingenieros, no cocineros, ni filosofos, ni historiadores. gente que puede pensar mucho,pero no hace nada trascendente. por que usted que tanto habla de politica no se lanza a algo? porque no son filosofos que ponen en marcha sus ideales al estilo mockus? para que necesitamos politologos sino se inmiscuyen en partidos o en la administracion publica? acaso los politologos de harvard (los que estudian en la jfk school of goverment) no se convierten luego en presidentes (mexico, costa rica, en fin). estoy en contra de las colectividades que sojuzgan al individuo. tal y como lo hace la catolica. quien no es caviar no es bienvenido, quien es fujimorista (trazegnies) es insultado en su homenaje por jovenes izquierdistas alocados y febriles. quien no esta con los rectores esta contra ellos porque apoyan a cipriani. por favor.