martes, 31 de mayo de 2011
sábado, 28 de mayo de 2011
¿QUÉ ESTÁ PASANDO?
Gonzalo Gamio Gehri
Se trata sin duda de una pregunta retórica, puesto que todos tenemos una cierta idea de lo que viene sucediendo con esta segunda vuelta electoral, en particular respecto del rol que están desempeñando los medios de comunicación y diferentes sectores de la llamada “clase dirigente”. La mayoría de los medios de prensa – salvo
Desde los espacios de la sociedad civil, los escritores, artistas, historiadores y politólogos han firmado comunicados contra el record nefasto del fujimorismo. lo hacen en calidad de individuos e intelectuales a los que la defensa de los derechos humanos y la lucha contra la corrupción constituyen una prioridad para una sociedad democrática sana. En medio de la preocupante polarización que experimenta nuestra sociedad en las últimas semanas de la campaña, llama la atención la manera como diversas autoridades políticas y sociales abandonan el principio de neutralidad que deberían observar rigurosamente en razón de las funciones de representación que cumplen en el país. El Presidente de
No recuerdo una campaña electoral pasada – sin contar la década fujimontesinista – en la que la parcialidad de la prensa, de la mayoría de las instituciones sociales y del propio gobierno fuera tan manifiesta, al punto de llegar a la impudicia.
Actualización: Ollanta Humala ganó claramente el debate de ayer, a pesar de los denodados intentos de Lúcar, Delta y Mariátegui por transmitir el mensaje contrario (¿Alguien se sorprende de ello? Por lo menos dos de ellos formaron parte de la prensa sometida al fujimontesinismo).
jueves, 26 de mayo de 2011
CORTAR EL NUDO
Gonzalo Gamio Gehri
Hace casi una semana,
El hecho me preocupa profundamente como ciudadano y como creyente. Esta situación refuerza lamentablemente la imagen autoritaria de las personas en cuestión y, acaso, daña la imagen de la propia comunidad católica local, por las razones expuestas por Bambarén: si se insistía tanto en difundir tal comunicado, que se organice una conferencia de prensa. La Misa encuentra su sentido en la lectura y la prédica del Evangelio, en la actualización de los misterios de la última cena, no en la toma de posición frente a un intercambio de impresiones sobre temas que están fuera del terreno de lo estrictamente litúrgico y espiritual. Pero, más allá de lo dicho por el obispo emérito de Chimbote, creo que hay un asunto de fondo que es preciso señalar. No tiene sentido contestar un artículo de opinión con un comunicado de adhesión. Efectivamente, el texto de Vargas Llosa se expresaba duramente sobre el rol de Monseñor Cipriani en Ayacucho y acerca de sus simpatías fujimoristas, pero al mismo tiempo se esforzaba por sostener sus juicios con argumentos y citando fuentes. Creo que cualquier respuesta tendría que cumplir con exigencias similares. Responder con otro artículo en el mismo medio de prensa, no recurrir a documentos de otra naturaleza, o apelar a la autoridad y a "cerrar filas" en nombre del una suerte de 'espíritu de cuerpo' que parece desacreditar toda forma de crítica. O pudo usar su programa radial sabatino, en el que se refiere a aquellos con quienes discrepa llamándolos "caviares", invocando la terminología de los diarios fujimoristas. Lo de la Misa y la lectura del comunicado se sitúa fuera de los márgenes del debate público. La confrontación argumentativa en un medio de comunicación constituye una manifestación al interior de lo que se llama esfera de opinión pública, un espacio para la formación y emisión del juicio ciudadano. No tiene sentido desconocer los argumentos del interlocutor calificándolos simplemente de meros agravios.
Alguien podría objetar que, en tanto las opiniones del escritor peruano ponían en tela de juicio la actuación de una autoridad eclesiástica, este intercambio ha excedido el terreno de la esfera pública. No creo que tal observación pueda sostenerse con solidez (no puedo evitar llamar la atención acerca de que ekklesía significa “asamblea”, y que la propia Iglesia – particularmente en sus inicios – contaba con no pocos elementos del espacio público). No sólo esta discusión nació en la esfera pública, sino que el tema mismo del debate pertenece a la esfera pública. Las consideraciones sobre la conducta de la jerarquía eclesiástica de Ayacucho durante los años del conflicto armado interno son un asunto de interés ciudadano, no un asunto de carácter religioso (por eso no tiene sentido alegar que como el novelista no es creyente, entonces “no tendría vela en este entierro”). Tiene que ver con el ejercicio del legítimo derecho a la verdad que podemos invocar los ciudadanos (y particularmente las víctimas) frente a esa trágica etapa de nuestra historia. He comentado que, en el plano de los datos y el de los hechos (la actitud frente a
Cuando confrontamos argumentos sobre cuestiones importantes en la esfera pública, generamos nudos argumentativos, que sólo son posibles de desatar recurriendo a las leyes de la lógica y a la remisión a los propios objetos de experiencia compartida que interpretamos y examinamos. La esfera pública es un espacio propicio para el trabajo de la razón (en el sentido de lógos), no para las apelaciones a la autoridad. Hacemos mal intentando acallar las voces que resuenan en el espacio cívico con escuetas expresiones de adhesión o de rechazo en lugares en los que la réplica y el diálogo no son prácticas comunes (desde hace un tiempo largo, no desde siempre). Los nudos argumentativos se desatan, no se cortan. No tiene sentido pretender emular fallidamente a Alejandro el Magno, recurriendo al filo de su espada para resolver el famoso nudo gordiano. «Es lo mismo cortarlo que desatarlo», dijo el rey en aquella ocasión. Intentaba con ello justificarse, dado que hasta sus propios soldados percibían su acción como un gesto de prepotencia.
Actualización: Un polémico post sobre el tema en Sagrada Anarquía.
miércoles, 25 de mayo de 2011
NUESTRO PAÍS, NUESTRA DEMOCRACIA (JORGE SECADA KOECHLIN)
Jorge Secada Koechlin*
Los países son, en varios sentidos, como las familias. La familia forma personas y les confiere una identidad. Es ahí donde primero adquirimos nuestra lengua, nuestra peculiar manera de ver las cosas, nuestros sentidos y valores. Similarmente, nuestro país nos da una identidad. Y esa identidad es formativa; ser peruano es una manera de ser humano.
Ahora bien, hay actos que pervierten esencial y definitivamente las relaciones entre las personas. Supongamos que un padre de familia viole a una de sus hijas. Esa familia habrá cambiado para siempre y para mal. Toda violación es criminal, pero en este caso tenemos que agregar la perversión de los deberes del padre y la traición inmunda de la inocencia de la hija. Excusar semejante acto como un exceso o un error no haría sino manifestar una falta de consciencia moral.
Lamentablemente algo análogo nos ha pasado a nosotros los peruanos. Porque abusar del poder que viene con la elección a la presidencia para corromper masivamente nuestras instituciones de gobierno, romper la ley sistemáticamente, asesinar y encubrir asesinatos, robar y prolongarse indefinidamente en el poder, es para un país lo que la violación de una hija por su padre es para una familia. Hay límites que determinan lo que se puede excusar como exceso o error y esos actos están mucho más allá de estos límites. Subrayemos que esas perversiones de la democracia y la vida nacional tuvieron móviles venales: aferrarse al poder, enriquecerse, satisfacer deseos bastos y alimentar sicologías enfermas; eso y no otra cosa es lo que explica la criminalidad fujimorista. Y debería indignar que encima los felones usen la lucha contra Sendero como coartada, que mancillen de esa manera tanto sufrimiento, tanta entrega generosa.
En política las responsabilidades no son solo individuales. Ningún miembro del partido nacionalsocialista alemán podría evadir la responsabilidad por el holocausto sosteniendo que fue un error, y aduciendo que no es Hitler. El nazismo, como entidad colectiva, es responsable por el holocausto. Igualmente en nuestro caso, el fujimorismo, como agente político, es responsable de la larga lista de vejámenes que sufrió nuestro país durante los años en que nos gobernaron. Y como si faltase más prueba, los fujimoristas reclaman continuidad con ese gobierno y apenas si conceden, tardíamente y con dificultad, excesos y errores. Votar por ellos es votar por la falta de respeto a nuestras instituciones, nuestras leyes, nuestros espacios públicos y políticos.
La pregunta que quiero plantear aquí es porqué, como peruanos, nos es tan difícil ver con claridad estos hechos y su significado moral y político. Algunos admiten que los fujimoristas pervirtieron la vida pública, pero luego dicen no tener opción, como si el candidato alternativo fuese comparable en su criminalidad antidemocrática. Otros hablan de programas y modelos económicos, como si el buen gobierno se redujese a atraer inversiones. Y hay también quienes matizan las transgresiones con los éxitos y los logros. Si recordamos la analogía con la que iniciamos este artículo, es como si muchos de nosotros fuésemos la aberración más que la norma, la esposa que prefiere ocultar la violación de la hija con tal de preservar su nivel de vida o, tal vez más apropiadamente, la persona tan incapaz de amarse a sí misma que termina tolerando la mayor monstruosidad. La respuesta a mi pregunta tiene que ver con nuestra cultura política, con nuestras relaciones públicas y anónimas, con nuestro amor propio en cuanto peruanos.
Circulan vaticinios de que si Humala gana la segunda vuelta se eternizará en el poder indefinidamente, que intentará hacer lo que hizo Fujimori. También se predice que transformará al Perú en un infierno comunista; no solamente eliminará la libertad de prensa, cerrando diarios y canales, sino que incluso confiscará propiedades y les quitará a los padres la potestad sobre sus hijos. Con Humala, dicen, vamos directamente al desastre. Y para reforzar la idea se menciona el caso venezolano.
Pero la noción de que Humala es un Chávez no tiene fundamento. Para empezar, el Perú no es Venezuela ni Humala mago como para lograr semejante transformación. Las circunstancias políticas y económicas y las historias de ambos países son muy distintas. Y es igualmente evidente que Humala no se parece a Chávez, ni en las virtudes del caribeño ni en sus muchas taras. Así que la pregunta interesante es por qué tantos se la creen. Que esto se esgrima como argumento serio en diarios y conversaciones supuestamente informadas debería causar algo de sorpresa y exigir al menos una explicación.
La respuesta a nuestra pregunta, nuevamente, tiene que ver con lo que lleva a pensar que el mero crecimiento económico nos hará ingresar en el primer mundo, como si con unas décadas más de 7 u 8% de crecimiento anual del PBI ya no excusaremos a quienes compran congresistas y medios de comunicación, o esterilizan a la fuerza para reducir el crecimiento demográfico, o dan golpes de estado aferrándose al poder. La respuesta a nuestra pregunta tiene que ver con lo que lleva a excusar como "excesos" lo que en cualquier país desarrollado serían actos que deslegitiman a perpetuidad de la actividad política.
Aquí se ponen de manifiesto las deformaciones de nuestros espacios públicos, la desigualdad que impregna nuestras relaciones anónimas, la incapacidad de respetarnos como peruanos. Confiamos tan poco en nosotros mismos y creemos tan poco en nuestras instituciones, queremos tan poco a nuestro país, que imaginamos que alguien puede entrar a palacio y hacer lo que le dé la gana. ¿Qué país habitamos, quiénes somos, cuando nos creemos estos cuentos y dejamos que alimenten nuestros miedos y deformen nuestras deliberaciones colectivas?
El primer paso camino al desarrollo, ahora que sabemos cómo acumular capital y hacer crecer el PBI (cosa que nadie discute, ni siquiera izquierdistas como Humala o Alan García), es respetar nuestras instituciones y nuestra democracia. No contribuimos al desarrollo si por "realistas" terminamos pervirtiendo las instituciones mismas que definen nuestra civilidad. Y eso es lo que hacemos cuando, por un lado, consideramos que el próximo gobierno lo debe formar el mismo movimiento que nos maltrató tanto; y, por otro, suponemos que si Humala sale elegido, cambiará la constitución y se quedará en palacio eternamente.
Quien confunda desarrollo con acumulación de capital podrá pensar que no importa la historia negra del fujimorismo. Son nuestros miedos y nuestra falta de autoestima los que nos permiten creer que las instituciones y las leyes no cuentan para nada. No es que Humala sea un candidato ideal, ni mucho menos. Es razonable temer un gobierno suyo. Pero no es comparable a cualquier candidato fujimorista. Las acusaciones por violaciones de derechos humanos son solamente eso, acusaciones. También hay los pronunciamientos aberrantes de una persona que ha cambiado mucho en el curso de los últimos 10 años, y que ha ido cambiando fuera de las presiones y conveniencias electorales. Nada ni remotamente parecido al historial judicialmente comprobado del "fujimorismo" puede imputársele a Humala.
El temor razonable que genera es por su falta de preparación para el cargo. Pero la elección tiene un solo candidato política y democráticamente aceptable. Es, además, alentador que Humala esté buscando subsanar sus carencias con la colaboración de personas de capacidad reconocida. Vemos a la persona y lo que vemos es la indignación que naturalmente produce nuestra sociedad injusta y nuestra historia de corrupción en alguien que ha ido reconociendo las complejidades del buen ejercicio del poder.
Uno de los aspectos más reveladores de la campaña contra Humala es que cuente en su contra ser militar, cuando esto debería más bien ser un punto a su favor. Fueron soldados como él quienes salieron a dar la cara contra la subversión terrorista. Nuestro ejercito y nuestra policía pagó con vidas la defensa de nuestros derechos. Indudablemente merecen nuestro agradecimiento. Sin embargo, escuchamos decir Fujimori derrotó a Sendero, mientras al mismo tiempo se ataca a quien cumplió con su deber en las primeras líneas de esa lucha, arriesgando su vida para que podamos todos pensar libremente. Nuevamente, ¿no somos capaces de querernos lo suficiente, como peruanos, como para reconocer con orgullo y sin matices ni siquiera lo inobjetablemente positivo de nuestras instituciones?
Hay una alternativa para quien no quiere votar por Humala. Votar en blanco o viciar el voto es en efecto una opción democrática. Así expresan su insatisfacción aquellos que consideran inaceptables ambos candidatos. Deslegitimar esta opción es ver las elecciones como un mero mecanismo para seleccionar un presidente y no percibir que para cada votante el acto electoral es la expresión de su opción política, algo así como su participación en un gran diálogo nacional. Democracia no es solamente elecciones y libertad. Es también la apertura universal y equitativa de la vida política.
En nuestro país tan poco democrático, tan fraccionado, las elecciones son de los pocos momentos en los que todos nos reunimos a deliberar en conjunto. Nosotros que habitamos espacios anónimos informados por la desigualdad, nosotros que no somos iguales ni frente al mostrador de una tienda, que escuchamos decir sin desparpajo que la voluntad del pobre no cuenta, deberíamos valorar nuestras elecciones obligatorias, un acto en el cual todos los peruanos tenemos el mismo poder y del cual depende el futuro del país. Consideramos un deber participar de las elecciones; al menos en esa medida representamos en nuestras leyes la integración que nos falta en el resto de nuestra vida política. La legislación que obliga a votar a los sectores menos educados del país no es causa de nuestro subdesarrollo y de la pobreza de nuestra vida política. ¡Como si pudiésemos achacarle a los analfabetos y pobres la miseria de nuestros políticos y la ceguera y mediocridad de nuestras clases dirigentes!
Mucho del miedo que se expresa en el rechazo a Humala tiene su origen en la culpa que naturalmente produce vivir en un país donde hay más de diez millones de personas que apenas si pueden subsistir mientras unos pocos pueden darse una vida plena. El nuestro es un país difícil. Las Casas hablaba del oro de las Indias para referirse tanto a lo que alentaba la rapiña de los conquistadores, como a la oportunidad que brindaba el nuevo mundo para quien buscaba desplegar el amor incondicional del verdadero cristiano. Nosotros somos nuestro oro, el oro del Perú. El reto que nos imponen nuestro pasado y nuestro presente es enorme. Pero ahí mismo, en nuestro capital humano, en la riqueza de nuestra identidad, y en la fortaleza que tendremos si logramos resolver nuestros problemas, está nuestro futuro. Es alentador que las nuevas generaciones busquen comprometerse políticamente. Ojalá no tengan que andar una vez más el tortuoso camino de nuestra historia.
Cuando amanezca el 6 de junio, ¿habremos avanzado en la construcción de un mejor país? Lo que el Perú necesita ahora es integración y amor propio, genuino, aquel que se muestra en el aprecio a nuestra identidad común, a la hermandad de todos los peruanos. Nuestra historia política reciente es un rosario de basura por un lado y de oportunidades perdidas por el otro. Los países no son empresas, y no los podemos dejar atrás como dejamos un empleo. Nos identifican; determinan lo que somos. Quienes olvidan estos aspectos de la vida política en nombre de la modernidad y el modelo económico, de una sociedad de autómatas productivos, expresan así las taras que desgraciadamente llevamos encima. ¿Podremos los peruanos, esta vez y cuando pareciera más difícil que nunca, sacarle ventaja a las circunstancias en aras de un Perú mejor? ¿O tendremos más bien que aceptar una vez más que estamos dispuestos a tolerar lo intolerable siempre y cuando podamos retirarnos a nuestros espacios privados, nos dejen trabajar, y sigamos creciendo económicamente?
*Jorge Secada Koechlin es jefe del departamento de filosofía de la Universidad de Virginia y profesor vistante de filosofía moderna en la Universidad Jesuita Antonio Ruiz de Montoya de Lima.
Aparecido en Diario 16 el domingo 15 de mayo de 2011.
sábado, 21 de mayo de 2011
FUJIMORISMO NUNCA MÁS
Gonzalo Gamio Gehri
Es una lástima que estos vídeos no salgan en TV, pero es una situación previsible si tomamos en cuenta que todos los canales han decidido no ofrecer información completa ni promover la pluralidad o el rigor en la formación y emisión de opinión; se han alineado detrás de la candidata Fujimori, cubriendo sus mítines y sesiones de tecnocumbia, editorializando a su favor, y presentando una cobertura recortada de las actividades de su contendor (p.e., el caso de Canal N ante
Pero a los propios fujimoristas el inconsciente los traiciona sin remedio. Hace dos días, el hoy ex vocero de Fuerza 2011, Jorge Trelles, dijo ante cámaras que “ (los fujimoristas) matamos menos”, reconociendo tácitamente los crímenes cometidos por el régimen y convirtiendo el tema de la violación de la vida en un mero asunto de cifras. El desprecio por los peruanos que lleva implícito esta escalofriante frase es evidente. Es así como piensan los políticos en actividad que sirvieron al fujimorismo, que avalaron la impunidad de los perpetradores desde posiciones de poder y que anhelan el retorno de ese régimen. Es el mismo desprecio que entraña el clientelismo que practican en la campaña en curso, pretendiendo cambiar víveres y regalos por votos. La presencia de Alberto Fujimori en cada movimiento que hace su hija y su entorno político más próximo es inobjetable, tal y como
Estas evidencias en torno a los hechos del pasado y del presente, así como estas actitudes de indolencia y crueldad ante las víctimas hacen imposible que muchísimos peruanos podamos votar por los Fujimori. No lo haremos. No podemos avalar la crueldad, el saqueo del bien público, la intimidación y la impunidad. Lourdes Flores ha dicho que “es más fácil luchar contra una dictadura local que contra un proyecto internacional”. Yo creo que es más difícil combatir contra una dictadura mafiosa experimentada que contra un posible nuevo gobierno con un altamente discutible espíritu democrático y liberal. Un nuevo gobierno fujimorista sólo tendría que reactivar la siniestra red mafiosa que construyó en los noventa (para muestra un botón: ¡Los seis ministros de economía que tuvo el fujimorato han sido procesados o condenados por corrupción!). Esa red le permitió perpetrar ejecuciones extrajudiciales, depredar las arcas del Estado, comprar conciencias y medios de comunicación, negociar con las FARC y posiblemente con el narcotráfico (¿Alguien recuerda el episodio del avión presidencial repleto de cocaína?), así como esterilizar, por la fuerza y con engaños, a mujeres inocentes. No, esa cúpula de poder no se puede volver a instalar en el país. No podemos transmitir ese mensaje de impunidad a las próximas generaciones. Como dice sabiamente mi buen amigo Alfredo Elejande, por el Doctor Mengele no se puede votar.
miércoles, 18 de mayo de 2011
UN ANTIGUO Y POLÉMICO ARTÍCULO DE CÉSAR HILDEBRANDT SOBRE EL MODELO DE LA UNIVERSIDAD - EMPRESA
martes, 17 de mayo de 2011
LA DINASTÍA FUJIMORI ACARICIA EL PODER (JAIME CORDERO, "EL PAÍS")
Jaime Cordero (El País, España)
Perú, país en el que la política no puede entenderse en función de partidos políticos o ideologías, definirá a su próximo presidente el 5 de junio entre dos apellidos: Humala contra Fujimori. Entendido esto, no sorprende que los símbolos de las dos agrupaciones que siguen en la contienda sean las iniciales de los nombres de pila de sus candidatos: la O de Ollanta y la K de Keiko. Un nombre quechua y otro japonés que también están en las antípodas del espectro político. Hermanados, eso sí, porque llegaron a la segunda vuelta gracias a lo que el analista Alberto Vergara describe como "un voto rabioso, cargado de rechazo al régimen político y económico vigente, aunque no tiene claro con qué reemplazarlo".
Primero fue Keiko Sofía, la mayor, la congresista más votada en las elecciones del 2006 y con grandes posibilidades de llegar a la presidencia. Las últimas encuestas la ubican ligeramente por delante de Humala, aunque dentro de los márgenes del error estadístico. Ahora acaba de aparecer en escena Kenji Gerardo, el menor, que ya igualó lo obtenido por su hermana en los comicios parlamentarios, con 378.000 votos. Ambos tienen en común haber sido, por distintas razones, los más notorios durante el mandato de su padre, entre 1990 y 2000.
En este contexto de creciente caudillismo y decepción por el fracaso de la democracia en distribuir los beneficios del crecimiento económico, la agrupación formada en torno al legado del expresidente Alberto Fujimori va camino de consolidarse como dinastía. Podría decirse que es el destino natural de un movimiento para el cual los partidos son carcasas intercambiables, que nació llamándose Cambio 90 y, tras sucesivas mutaciones, 21 años después se llama Fuerza 2011. La única constante del fujimorismo es el apellido, e impedido el patriarca de postular a la presidencia, pues se encuentra en prisión por delitos contra los derechos humanos y de corrupción, el testimonio lo han tomado dos de sus cuatro hijos, con el padre como gran referente y estratega, incluso desde la cárcel.
Keiko asumió el papel de primera dama tras la separación de sus padres. Su madre, Susana Higuchi, fue desterrada del poder tras ser una de las primeras personas que denunció corrupción en el Gobierno (la malversación de donaciones de ropa usada provenientes de Japón) y acabó años después como parlamentaria de la oposición. Pese al maltrato que recibió su madre (se dice que incluso fue torturada), eligió permanecer al lado del padre. En repetidas ocasiones se ha referido al Gobierno fujimorista como "el mejor de la historia del Perú", pese a las irrefutables evidencias de descomunal corrupción y atropellos a los derechos humanos, que ella califica como "errores". "No podemos achacarle al presidente Fujimori los errores cometidos por terceros", dijo Keiko en abril del 2009, en una entrevista con EL PAÍS, en la víspera de que su padre fuera condenado a 25 años de prisión como autor mediato de las matanzas de Barrios Altos y la Universidad La Cantuta.
Aunque no ejerció ningún cargo de gobierno, Keiko también ha sido implicada en acusaciones de corrupción. Se señala que tanto sus estudios como los de sus tres hermanos en EE UU (Keiko se graduó como administradora de empresas en Boston University) fueron pagados con dinero del Estado, y que ella estaba al tanto de la situación. Un informe de la Contraloría General de la República señala que pagar la formación de sus cuatros hijos le costó a Alberto Fujimori 1,25 millones de dólares, una cifra muy por encima de sus ingresos como presidente.
En 2001, según una declaración ante la fiscalía suprema adjunta dada a conocer por el diario La República, Keiko admitió que recibía 10.000 dólares mensuales en efectivo de su padre para esos fines. En los últimos años, Keiko ha ido variando su versión respecto al origen de esos fondos (primero dijo que el dinero provino de un préstamo familiar, luego de la venta de una casa), pero la denuncia ha permanecido entrampada en la maraña judicial. Según la saliente fiscal de la Nación, Gladys Echaíz (dejó el cargo el jueves), el tema sigue "en investigación".
Pese a ser la congresista más votada, Keiko no ha destacado como legisladora. Ella misma dice que ha privilegiado la "función representativa", lo que significa que ha viajado constantemente por el país para difundir sus propuestas. A lo largo de casi cinco años ha acumulado unas 500 faltas a sesiones parlamentarias, por razones diversas como licencia por maternidad, enfermedades y meras inasistencias. Está casada con un ciudadano estadounidense, Mark Vito Villanella, y tiene dos niñas. Justamente esa faceta -la de mamá- es una de las cartas que más juega en la campaña para ganarse a las madres de familia de los barrios más pobres.
En contraste, Kenji, que el 19 de mayo cumple 31 años, llega al congreso con menos credenciales. Era un niño cuando su padre estaba en el poder y se hizo popular por ser el mimado del presidente, el que lo acompañaba a sus excursiones de pesca y a numerosos viajes por el país. Luego se convirtió en un adolescente que se daba el singular lujo de gastar bromas a su "tío Vladi", nada menos que Vladimiro Montesinos, el siniestro asesor de inteligencia del entonces presidente. En esa época, tanto Montesinos como la familia Fujimori vivían en el Servicio de Inteligencia Nacional, donde Kenji tenía a disposición un amplio gimnasio, hecho a medida.
En ese ambiente militarizado y plagado de artilugios de espionaje, Kenji creció y, armado de una cámara de vídeo, documentó varias travesuras. Dos vídeos que se conocieron tras la caída del Gobierno de su padre (uno en el que interrumpe una reunión de Montesinos y le filma la calva, y otro donde parece descargar la libido adolescente con su perro,Puñete) popularizaron aún más su imagen.
Kenji -que no pudo ser entrevistado para este artículo, pese a numerosas llamadas a sus asesores- estudió agronomía en la Universidad de Kansas, una carrera similar a la de su padre, que es ingeniero agrónomo. Su historial consigna experiencia en poco conocidas empresas de seguridad privada. También trabajó como instructor de spinning en un gimnasio limeño. Como secretario de juventudes de Fuerza 2011, justifica su alta votación en el hecho de haber realizado continuos viajes por el país en los que, al igual que su hermana, regalaba cocinas.
Los carteles que se dejan ver por las calles de Lima con su rostro consignan una frase sencilla: "Trabaja como el Chino". El Chino, como todos en el Perú saben, es su padre, figura omnipresente.
(Tomado de El País)
sábado, 14 de mayo de 2011
LA METAMORFOSIS
viernes, 13 de mayo de 2011
EN TORNO A LA SEGUNDA VUELTA
Gonzalo Gamio Gehri
Ayer participé en una mesa redonda en
I.- EL DILEMA.
1.- Muchos consideramos que debemos elegir entre dos males, y que viciar el voto implica huir del dilema.
2.- La frase de Levitsky. Dudas v.s. pruebas ¿A qué le tememos más? El miedo y la compasión son emociones relevantes para la política.
3.- Nosotros vivimos los noventas, y combatimos al fujimorismo.
4.- El rol de los medios y de los llamados ‘poderes fácticos’.
II.- ¿QUÉ ESTÁ EN JUEGO?
1.- La agenda de la transición. Aletargada por Toledo, detenida por García, y posiblemente desmantelada por un eventual gobierno fujimorista.
- Sistema anticorrupción.
- Equilibrio de poderes.
- DDHH.
2.- Las recomendaciones de
3.- ¿Ética versus economía?
4.- Los dos escenarios posibles.
5.- ¿Cuál de los dos candidatos permitiría un mayor control democrático del poder?
III.- PREPARARNOS PARA UN ESCENARIO SOMBRÍO.
.- Ni pensamiento desiderativo ni pensamiento catastrófico.
2.- La situación de
3.- ¿Qué hacer? Espacios públicos y ciudadanía activa.
martes, 10 de mayo de 2011
EL NOBEL Y EL CARDENAL
EL NOBEL Y EL CARDENAL
Gonzalo Gamio Gehri
El último artículo de Mario Vargas llosa publicado en El País – titulado La hora de la verdad – constituye un nuevo capítulo en el ácido debate que protagonizan el laureado escritor y el cardenal Cipriani en torno a la verdad histórica respecto de la actitud de este último frente a la defensa de los derechos humanos durante el conflicto armado interno y los vínculos del arzobispo con el régimen autoritario fujimorista. El autor de La fiesta del chivo escribió la nota en respuesta a un artículo de Cipriani publicado una semana antes en El Comercio, titulado Los irrenunciables derechos humanos, en el que el cardenal intenta justificar la famosa frase ofensiva que dirigió contra
“Aunque no soy creyente, tengo muchos amigos católicos, sacerdotes y laicos, y un gran respeto por quienes tratan de vivir de acuerdo con sus convicciones religiosas. El cardenal Juan Luis Cipriani, arzobispo de Lima, en cambio, me parece representar la peor tradición de
Efectivamente, Los irrenunciables derechos humanos es un texto de autodefensa que, entre otras cosas, pretende mostrar que la célebre grosería no estaba dirigida a los derechos humanos, sino a
“En su texto, (Cipriani) desmiente que dijera jamás que "los derechos humanos son una cojudez" (palabrota peruana equivalente a la española gilipollez) y afirma que, en realidad, a quien aplicó tal grosería fue sólo a
Es verdad que en el Informe Final de
Líneas abajo, el novelista enfoca su alegato en el tema de las esterilizaciones forzadas:
“El cardenal Cipriani desmiente, además, que durante la dictadura hubiera guardado silencio frente a uno de los crímenes colectivos más abyectos cometidos por Fujimori y sus cómplices: la esterilización, mediante engaños, de unas 300.000 campesinas a las que, por orden del dictador, los equipos del Ministerio de Salud ligaron las trompas o castraron, asegurándoles que se trataba de simples vacunas o de una medida que sólo temporalmente les impediría concebir. ¿Cómo es que nadie se enteró en el Perú de que el arzobispo había encontrado reprobables estos atropellos? Porque en vez de protestar públicamente ¡se limitó a hacerlo en privado, es decir, susurrando con discreción su protesta en el pabellón de la oreja del dictador!”.
Quien se opuso valientemente a estas esterikizaciones ilegales fue el recordado monseñor Augusto Vargas Alzamora. Vargas Llosa se concentra en el tema del apoyo que la causa fujimorista recibe de parte de diferentes personajes asociados con el conservadurismo religioso en la actual campaña electoral. Considera una contradicción que el Cardenal le pida no intervenir en el debate político expresando su opinión (e invitando a otros a compartir sus argumentos) y que – a su juicio - el propio obispo haga lo mismo, interviniendo en los temas políticos desde el púlpito o manifestando gestos que tienen una clara lectura política de tipo electoral. Del mismo modo, ya en otro orden de reflexión, lamenta que algunos políticos que son al mismo tiempo militantes católicos – concretamente, Martha Chávez, una de las cabezas visibles del fujimorismo - se comprometan con una perspectiva política contraria al equilibrio de poderes y la autonomía del poder judicial (cosa que era moneda corriente en la década de los noventa).
“El cardenal no suele ser tan discreto cuando se trata de protestar contra los preservativos y no se diga el aborto, o, para el caso, contra quienes en esta segunda vuelta de las elecciones peruanas apoyamos a Ollanta Humala. Por ejemplo, por haberlo hecho yo, me ha amonestado de manera estentórea y nada menos que desde el púlpito de la catedral de Lima, durante un oficio. Me ha pedido "más seriedad" y ha clamado que cómo me atrevo a dar consejos por quién votar a los peruanos. El cardenal está nervioso y olvida que todavía hay libertad en el Perú y que cualquier ciudadano puede opinar sobre política sin pedirle permiso a él ni a nadie. (Claro que las cosas cambiarán si sale elegida la señora Fujimori, la candidata a la que él bendecía en aquel mismo oficio en el que me prohibía opinar).
No sólo el arzobispo de Lima se excede en estos días de campaña y guerra sucia en el Perú. Una connotada fujimorista, también del Opus Dei, como monseñor Cipriani, Martha Chávez, ha amenazado públicamente al presidente del Poder Judicial, el doctor César San Martín, eminente jurista que presidió el Tribunal que condenó a 25 años de cárcel a Fujimori por crímenes contra los derechos humanos, con esta frase profética: "Tendrá que responder en su momento".
El intercambio escrito ha sido notablemente intenso. El lunes último, el Cardenal Cipriani ha respondido escuetamente al escritor. Ha señalado a El Comercio que cada uno tendría que mantenerse en el espacio de su actividad, y, sorprendentemente, ha llamado la atención sobre el agnosticismo de Vargas Llosa. “Yo pienso que cada uno está en su lugar. Yo soy el Cardenal y el Arzobispo de Lima, él es un premio Nobel de Literatura. Si salimos de nuestro sitio, nos equivocamos. Él dice que no es creyente y me parece que eso ya es suficiente. Muchas gracias”. No se entiende qué significaría la invocación a que ninguno de los dos personajes se “salga de su sitio” ¿Aludirá acaso a qué un novelista debería ocuparse solamente de la ficción literaria? ¿Estaría sugiriendo que un no creyente no debería intervenir en un tema de discusión que tiene elementos teológicos? Nada de esto queda claro. Tampoco se entiende en qué sentido podría ser relevante para esta discusión el hecho de que Vargas Llosa no sea creyente, especialmente si el tema de la verdad es un asunto que – como ha sido destacado tantas veces – interesa por igual a creyentes y a no creyentes. La cuestión de la reconstrucción de la historia del conflicto no constituye un asunto religioso, concierne a la ética pública e involucra a todos los ciudadanos. Vargas Llosa, como cualquier ciudadano, tiene derecho a hacer públicas sus reflexiones y acciones políticas - incluido apoyar una candidatura -, así como discrepar con cualquier otro ciudadano haciendo uso de los canales que una sociedad democrática establece para ello. Y quienes estén en desacuerdo con él, pueden hacer lo propio. Esa es la dinámica del espacio público democrático. Se trata de un espacio horizontal, simétrico: nadie está excluido de antemano del debate cívico, y la única autoridad a la que puede invocarse en su interior es la del mejor argumento.
En fin. Lo que si tenemos claro es que es altamente probable que este debate continúe por otras vías. De una u otra manera, este accidentado intercambio de opiniones y razones pone nuevamente sobre el tapete - quizá en algunos casos, a regañadientes- la importancia ética y política del tema de la recuperación de la memoria en nuestro país. Un tema que ha sido condenado al silencio por un sector importante de la autodenominada "clase dirigente", que prefiere dejar las cosas como están bajo el burdo pretexto de "mirar hacia el futuro".
(1) Comisión de
viernes, 6 de mayo de 2011
DE SOTO Y LA PRÉDICA DE UNA MODERNIDAD UNILATERAL
Gonzalo Gamio Gehri
A medida que la campaña avanza y se calienta, se ponen de manifiesto posiciones extrañamente “novedosas” – Keiko Fujimori pide perdón por los crímenes cometidos desde el fujimorismo, Rolando Sousa elogia pasajes del Informe de
La extraña posición de Hernando de Soto en torno a los temas de derechos humanos es relativamente conocida. Ya antes había manifestado su irritación frente al Informe de