viernes, 29 de enero de 2016

“VOX POPULI..”







Gonzalo Gamio Gehri

Expondré aquí una reflexión que suelo presentar en clase.  En tiempos de campaña electoral, la apelación “al Pueblo” – con mayúsculas – es moneda común. Los candidatos se conciben como preclaros intérpretes de sus intereses, sus necesidades, sus simpatías. Creen saber si a la gente realmente le interesa o no la hoja de vida de los postulantes, si  la gente valora o no si son transparentes en torno a la obtención de sus grados académicos, o toma en cuenta su trayectoria política, o considera significativas sus convicciones en torno a la institucionalidad y los temas de derechos humanos.

Con frecuencia se asume que el Pueblo tiene una (única) voz. Esa voz ‘tendría que ser’ incuestionable, casi infalible (¿?). Vox Populi, Vox Dei, reza el conocido refrán latino. Esa presuposición lesiona gravemente la democracia como idea y como forma de vida política. Efectivamente, la política democrática se sostiene en la pluralidad de voces que se expresan en argumentos y concepciones de lo que es correcto y compatible con el bien común, voces que se encuentran y se contrastan en los espacios públicos. No es el Pueblo el protagonista del régimen democrático, sino los ciudadanos, agentes que pueden exponer sus juicios en el espacio común, elegir autoridades  y ser elegidos como tales, arribar a consensos políticos o expresar disensos a través de los canales que señala la ley. Es por esto que la democracia no se funda solamente en las decisiones de las mayorías, sino también en la observancia de los procedimientos públicos, el seguimiento de la Constitución y las leyes, el respeto de los derechos de las minorías.

La comprensión del Populus en términos de unanimidad conduce a la disolución de la diversidad constitutiva de lo político (y de lo humano); el obvio riesgo es la tendencia al totalitarismo. El joven Hegel cuestionó acertadamente la idea de Rousseau de la “voluntad general” y su conexión con el surgimiento del Terror jacobino. Nada más lejano al espíritu democrático que el rechazo de las “voluntades particulares” y la persecución de quienes piensan de otro modo. Es preciso añadir que la apelación al Pueblo no ha sido extraña al proceder de numerosos tiranos y dictadores: todos ellos se han considerado portavoces de las mayorías. Si la “voz del pueblo” es la “voz de Dios”, entonces ellos son – pretenden ser – sus sumos sacerdotes. Todos ellos han dicho alguna vez “El Pueblo soy yo”.

A todo esto hay que añadir que todos los tiranos han sido en su momento “populares”; todos han llegado al poder en "olor de multitud", entre los aplausos de numerosos seguidores. Algunos pueden seguir siéndolo incluso después de perder el “trono” o de perder la libertad gracias a la sentencia de un tribunal independiente.La "añoranza del dictador" es un sentimiento que no es extraño en esta región; no faltan los individuos que asocian la concentración del poder con la posibilidad de eficacia y orden (la tesis de Ancton que advierte sobre la dimensión corruptora del poder absoluto no los moviliza a cuestionar sus convicciones ingenuas frente al talante autocrático de los presuntos “guías y líderes natos”)   Los regímenes autoritarios sólo pueden afirmarse con la complicidad de personas que renuncian gustosamente al ejercicio de sus libertades políticas, una tesis que se ha formulado en siglos diferentes por Etienne de La Boetie y Alexis de Tocqueville. Para decirlo en registro hegeliano, nunca hay señor sin siervo. Esta apelación a la Vox Populi alimenta nuestra “tradición autoritaria”. La precariedad de nuestras instituciones propicia tales actitudes y afecciones ‘(anti) políticas’.

Pensar la democracia desde sus raíces implica identificar y someter a una crítica severa estos modos de pensar y de actuar proclives al autoritarismo que a menudo se convierten en una suerte de nefasto “sentido común” que debilita cualquier sentido nítido de ciudadanía. No existe forma de vida democrática sin debate cívico, sin procedimientos arraigados en el Estado de derecho, y espacios  dialógicos plurales.



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