Carlos Garatea G.
Los dictadores tienen una particular relación con el lenguaje.
Lo exprimen hasta convertir las palabras en cáscaras vacías de significados
pero moldeables a los intereses de quien ejerce el poder. No les interesa el
lenguaje por su capacidad de nombrar las cosas o de simbolizar el mundo sino
por su capacidad para ocultar, mentir y tergiversar los hechos en beneficio
propio. Nada es lo que es. El discurso autoritario crea otra realidad. Suele
contener una obsesión por enemigos ficticios, una retórica triunfalista cargada
de imágenes o de consignas mesiánicas, de adjetivos estridentes. Ese discurso
confunde y da miedo.
Ancladas en esos discursos están por ejemplo la “Noche de los
cristales rotos”, a inicios del nazismo, “los daños colaterales”, durante los
bombardeos norteamericanos, y los “autosecuestros” y “autotorturas”, durante el
fujimorato. Pero esos modos de expresarse no son exclusivos del Estado.
Responden a una mentalidad que también puede manifestarse en la Iglesia, en
organizaciones populares, sociales etc. En cualquier caso, han echado raíces en
el país y salen a flote cuando uno menos lo piensa.
Lo prueban las respuestas que mereció el nutrido y espontáneo
respaldo al padre Gastón Garatea. En el comunicado del Arzobispado se dice que
no se suspende o prohíbe el ejercicio de sus ministerios “en otros lugares”.
Esta frase fue luego presentada para decir que Gastón puede continuar con su
ejercicio sacerdotal pero no en Lima y, claro, le queda el resto del país. Con
ese razonamiento, los periodistas desterrados por Velasco debieron agradecerle
por haberlos ayudado a internacionalizarse. Del mismo modo, quienes defienden
la decisión han comparado al Arzobispo con un árbitro, con tarjetas amarilla y
roja. Ningún favor les hace el ejemplo, salvo que el Arzobispo ya no sea un
pastor de la Iglesia. El árbitro sanciona y excluye; el pastor debe unir,
cobijar, incluir. Y, por último, ACI Prensa puso estos dos titulares “Sancionan
a sacerdote por apoyo público a agenda gay” (11/5) y “Agnósticos e
izquierdistas defienden fidelidad al Evangelio del P. Garatea” (18/5) que al
día siguiente InfoCatólica convirtió en “La izquierda agnóstica y proabortista
peruana sale en defensa del P. Gastón Garatea”. Los tres se refieren a un grupo
de 1.200 personas, integrado por sacerdotes, monjas, católicos practicantes,
rectores universitarios, directores de colegios católicos y cientos de hombres
y mujeres, que se solidarizaron con Gastón. Los tres distorsionan, mienten, y
señalan enemigos sin explicar por qué lo son. Dicho sea de paso: hasta la fecha
nadie cercano al Arzobispado ha expresado una sola palabra sobre esta manera de
informar.
Herta Müller dijo alguna vez que cuando el lenguaje es sometido
a la presión del autoritarismo termina infectado y necesita tiempo para
sanarse. Deberíamos atender esta observación. La historia reciente nos ha hecho
perder la fe en las palabras. Se trizaron los significados y, con ellos, la
armonía que necesitamos en un país tan diverso y complejo como el nuestro. El
Perú debe aprender de convivencia y tolerancia. Si se mutila el lenguaje no
habrá fe, ni ilusiones, ni país, sino mentiras, traiciones y exclusión.
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