NOTAS DE CASTEL GANDOLFO
Gonzalo Gamio Gehri
Una de las experiencias más
bellas de mi viaje a Italia ha sido – con absoluta certeza – la visita que los
investigadores de la
Conferencia de Roma realizamos a Castel Gandolfo, el lugar de
veraneo del Papa. Las autoridades pontificias generosamente concedieron el permiso para
entrar a los jardines, apreciar las ruinas romanas, y conocer el observatorio
astronómico. La belleza del lugar, el lago, los edificios de la villa y el
castillo, es indescriptible. Considero un privilegio haber estado allí, sin
duda. En el largo camino desde el centro de Roma hasta Castel Gandolfo tuve la
oportunidad de tomar algunas notas fruto de mis reflexiones y del intercambio
con los colegas. Habiendo ya pronunciado mi ponencia el primer día, sentía ya
la tranquilidad necesaria para ir recogiendo algunas ideas que se fueron
discutiendo a lo largo del evento. Señalo aquí algunas dándole una forma aún preliminar.
La primera idea que ha circulado
en la mayoría de las ponencias es la centralidad de la categoría “derechos
humanos” como elemento medular para el fecundo diálogo entre el catolicismo y
la democracia. Muchas de las ponencias giraron en torno a la experiencia de la violencia en Lituania, Indonesia y Perú,
el diálogo entre la
Declaración de 1948 y las tesis de Vitoria, el camino de
secularización de la cultura e instituciones políticas en estos países, etc. La importancia del derecho a
la vida, las batallas por la verdad de lo acontecido en períodos de conflicto,
la libertad religiosa se ponía de manifiesto una y otra vez a la luz de los
Evangelios, el magisterio de la
Iglesia , los tratados filosóficos y teológicos sobre la
materia. Es sabido que Juan Pablo II asumía explícitamente el lenguaje de los
derechos humanos – en los términos de la Declaración Universal
– como parte de su mensaje.
En primera instancia, esto choca
con la visión conservadora que una facción de la Iglesia peruana promueve (y que acaso pretende imponer a toda la Iglesia) – una posición ideológica que invisibiliza los derechos humanos como categoría y tiende a estigmatizar a sus
defensores en la práctica -, posición que incluso algunos intelectuales que se
describen como católicos llevan a su extremo más radical. Recuerdo el
caso de un profesor de filosofía que enseñaba en los difíciles años noventa en
la misma institución en la que yo dictaba clase, y que además dictaba en un
centro de instrucción militar en el que enseñaba a sus alumnos militares una versión
considerablemente retorcida de la hipótesis de MacIntyre de que los derechos
humanos eran ficciones conceptuales como las brujas o los unicornios; cometer de forma tan irresponsable esas imprecisiones en aquellos tiempos turbulentos podía traer ciertamente graves consecuencias. Más
recientemente, un ex congresista de la República deslizó la idea de que no bastaba el
silencio guardado por el Padre Garatea ante la no renovación de su licencia, que
este silencio debía extenderse a los fieles y ciudadanos que lo apoyaban en la esfera de opinión pública. En
estos y en otros muchos casos, el valor de la dignidad y el de la libertad se
han tornado problemáticos, al punto que ciertos derechos pueden verse
sensiblemente conculcados en la práctica. Por supuesto, estos valores pueden
someterse a discusión, pero no cabe duda que el catolicismo los considera
centrales para la vida de las personas.
En el Perú, lamentablemente, los
derechos humanos son considerados, en ciertos medios de prensa y espacios políticos, un estandarte
ideológico propio de las canteras de izquierda. Esto no constituye una verdad, tanto si tomamos en cuenta
la matriz liberal y también cristiana de los mismos, como si recordamos de manera estricta la crítica
marxista de estos derechos como una una expresión burguesa. Los derechos humanos
constituyen una poderosa herramienta
social para combatir el trato cruel y autoritario, que constituye parte del
patrimonio de la cultura democrática. Más allá de la tienda ideológica de los
actores, tendrían que reconocerse como un instrumento valioso para orientar la
práctica.
Continuaré desarrollando la
conexión entre catolicismo y derechos humanos en los próximos días.
2 comentarios:
Y ahora... el Vaticano quita el derecho a usar "católica" y "pontificia"...
¡Qué duro debe ser mantener la espiritualidad atada a una denominación institucional terrenal!
Y qué tristísima se ve la miseria de esa institución, para algunos que la miramos desde fuera. Justamente, la Iglesia parece hacer todo lo posible por perpetuar la desigualdad y la injusticia en latinoamérica, gracias a su proverbial tendencia a asociarse con los más poderosos y ser dominada por ellos...
La doble moral de la iglesia que frustrante alguna ves haber creído en ella.
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