Gonzalo Gamio Gehri
Lo he
dicho varias veces, me interesan las películas
- y en general las historias – en las que las contingencias de la vida
desafían las acciones, los anhelos y los pensamientos de los individuos. Ayer
ví fortuitamente Love, Rosie (2014)
Basada en el libro de Cecilia Ahern Donde
termina el Arco Iris (2994). Más allá de la calidad de la película – que me
ha parecido aceptable – me conmovió la trama, me llevó a pensar con
detenimiento los conflictos de la vida. Alex y Rosie son, la mayor parte de sus
vidas, los mejores amigos; ambos guardan dentro de sí un profundo amor por el
otro. Sin embargo, la vida los zarandea con singular saña. Viven en el Reino Unido, pero una beca en Harvard lleva a Alex a un mundo completamente
diferente, conociendo a otras personas y siguiendo otros proyectos. Ella se
convierte en madre y la vida la lleva por otros rumbos. Pero con el paso de los
años los sucesivos encuentros logran que los sentimientos recíprocos no lleguen
a diluirse del todo. Las decisiones que toman (y las ausencias que provocan) dejan una profunda
huella en ambos.
La
película nos recuerda – una y otra vez – la importancia de cuidar el bien de
las personas que cuentan en la vida, aquellas que echas en falta en situaciones
difíciles o aquellas con las que quieres compartir (y comunicar en primera
instancia) tus victorias en la vida, así como manifestar tus fracasos y pesares. Para
Aristóteles, eso es estríctamente la philía,
cuidar el bien de las personas que te importan. Cuidar la philía es un verdadero desafío, complicado, porque es un desafío vulnerable a las vicisitudes de la vida, así como evidentemente frágil frente
a la incomprensión, la ira y el dolor de los propios individuos.
Pero el
carácter y el juicio de las personas son frágiles. Alex y Rosie se alejan el
uno del otro, el tiempo y la distancia conspiran contra el vínculo que tienen
(y valoran). Pierden seres queridos, cometen errores el uno con el otro, se
ausentan en momentos en los que su presencia resulta verdaderamente esencial.
Se hieren mutuamente. Curiosamente, la misteriosa tyché echa sus cartas y esa distancia no termina de cuajar. La
agonía de la ausencia no tiene la última palabra. La historia recuerda a One day (2011) y a Flipped (2009). La trama tiene la virtud de mostrar la vulnerabilidad
de la vida de las personas, así como la delicadeza y el cuidado que requieren los lazos de genuino
afecto entre los seres humanos.
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