Gonzalo Gamio Gehri
Hemos discutido aquí el legado de
grandes poetas en torno a la nostalgia: Goethe, Novalis, Wordsworth. Hace poco,
me encontré con un extraordinario poema de Borges, que no conocía, Ausencia, y que, con
sencillez recoge el carácter de la nostalgia. Es un poema de amor perdido, que
evoca con dolor la ausencia del amor.
“Habré de levantar la vasta vida
aún ahora es tu espejo:
que cada mañana habré de reconstruirla”.
Es el
sentimiento de la pérdida en el día a día, la ausencia de la amada en las horas
y en los días, la pérdida de sentido que eso ocasiona, la pérdida del mundo,
quizás. Cuando uno ha leído a Borges uno
espera encontrarse con un autor que cuenta historias con extrema sutileza y
erudición, no con alguien que permite ver su alma destrozada en un poema tan
transparente como éste. Los lugares transitados en tardes tibias, las calles se
convierten en caminos impersonales sin brillo. La música que escuchaban juntos
se ha tornado en una mera huella que debe ser ignorada para que el autor pueda
seguir adelante, o pueda pretender hacerlo.
“Desde que
te alejaste,
cuántos lugares se han tornado vanos
y sin sentido, iguales
a luces en el día.
Tardes que fueron nicho de tu imagen,
músicas en que siempre me aguardabas,
palabras de aquel tiempo,
yo tendré que quebrarlas con mis manos”.
El
último párrafo es de un particular quebranto. La ausencia se convierte para
Borges en un horizonte que lo abarca todo, del cual no es posible – ni pensable
– escapar. Aquí uno encuentra un cierto eco de Novalis. La alusión al mar y al
sol sin ocaso son interesantes y notables. Un sol que brilla y quema sin pausa
ni cuartel.
“¿En qué
hondonada esconderé mi alma
para que no vea tu ausencia
que como un sol terrible, sin ocaso,
brilla definitiva y despiadada?
Tu ausencia me rodea
como la cuerda a la garganta,
el mar al que se hunde”.
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