Gonzalo Gamio Gehri
Hace tiempo que no leía un libro
tan inspirador. Si esto es un hombre
de Primo Levi describe los denodados esfuerzos de un grupo de seres humanos
recluidos en Auschwitz por evitar la muerte y combatir la deshumanización que
se promueve desde el Lager. Con una
pluma sutil e iluminadora, el autor nos sumerge en el corazón mismo de la
tragedia humana. Hacer memoria constituye a su juicio una condición para hacer
justicia a quienes no sobrevivieron y permite abrigar la esperanza de que la
humanidad aprenda de esta terrible experiencia. Rememorar la Shoah
implica decir “nunca más”, procurar trazar un límite entre nosotros y aquellos funestos
acontecimientos.
“Entonces por primera vez nos dimos cuenta de que
nuestra lengua no tiene palabras para expresar esta ofensa, la destrucción de
un hombre. En un instante, con intuición casi profética, se nos ha revelado la
realidad: hemos llegado al fondo. Más bajo no puede llegarse: una condición
humana más miserable no existe, y no puede imaginarse”[1].
El libro retrata una situación de
absoluta degradación y desesperanza. Luchar a muerte por un trozo de pan
adicional o por un par de botones, delatar al vecino por un poco más de sopa.
Los nazis construyeron en los campos de concentración un sistema jerárquico que
encargaba a los propios judíos el cuidado de la disciplina entre los internos:
el Kapo se convirtió en una figura particularmente despiadada, que no dudaba en
someter a sus propios compañeros a tratos crueles con tal de agradar a las
autoridades del campo y así hacer más
soportables las condiciones de su propia reclusión. Generar la división entre
los internos, fomentar el robo y el trato violento constituyó una estrategia
sistemática para ejercer un control absoluto sobre las personas. Se trataba,
asimismo, de despersonalizar a los internos, para minar cualquier posibilidad
de resistencia contra su cautiverio. Era parte de una política de genocidio,
conducente a la erradicación de quienes los nazis tenían por “seres
desechables” [2]. La
destrucción de lo humano en los campos obedecía a un programa cuidadosamente
diseñado.
“En la práctica cotidiana
de los campos de exterminación se realizan el odio y el desprecio difundido por
la propaganda nazi. Aquí no estaba presente sólo la muerte sino una multitud de
detalles maniacos y simbólicos, tendientes todos a demostrar y confirmar que
los judíos, y los gitanos, y los eslavos, son ganado, desecho, inmundicia.
Recordad el tatuaje de Auschwitz, que imponía a los hombres la marca que se usa
para los bovinos, el viaje en vagones de ganado, jamás abiertos, para obligar
así a los deportados (¡hombres, mujeres y niños!) a yacer días y días en su
propia suciedad; el número de matrícula que sustituye al nombre, la falta de cucharas
(y, sin embargo, los almacenas de Auschwitz contenían, en el momento de la
liberación, toneladas de ellas), por lo que los prisioneros habrían de lamer la
sopa como perros; el inicuo aprovechamiento de los cadáveres, tratados como
cualquier materia prima anónima, de la que se extraía el oro de los dientes,
los cabellos como materia textil, las cenizas como fertilizante agrícola; los
hombres y las mujeres degradados al nivel de conejillos de indias para, antes
de suprimirlos, experimentar medicamentos”[3].
En este libro encontramos poderosas reflexiones
sobre lo humano y sus posibilidades, aún en estas terribles circunstancias de
humillación y de encierro. A pesar del maltrato y el hambre, Primo Levi decide luchar
en contra de las fuerzas que intentan destrozar su cuerpo y doblegar su
espíritu. Se da cuenta – por ejemplo - de que puede recordar la fuerza interior
de lo humano evocando las grandes palabras de los antiguos poetas: esto lo
descubre cuando recita de memoria los versos de Dante del célebre Canto de
Ulises en la Divina comedia. Tenía la intención inicial de
enseñarle algo de italiano a un compañero francés; de pronto, los versos
reabren las puertas de su mente y su corazón a pensamientos y emociones que
creía ahogados en el profundo abismo de la desesperanza y del miedo. Esa
experiencia lo impulsó a plantearse el proyecto de escribir sobre su propio
Infierno y así advertir a otros de que los campos de concentración sí fueron
reales.
En lo personal, debo decir que hace tiempo que
no leía algo tan valioso y esclarecedor sobre la condición humana. Un texto que
da que pensar y mueve poderosamente el alma hacia la empatía. Recomiendo su
lectura con especial consideración. Se trata de una forma diferente de estudiar
lo humano: configura un horizonte que nos permite acercarnos con ojo crítico a
otras experiencias de violencia, como los sucesos recientes en la franja de
Gaza o en Irak, llevados a cabo por otros perpetradores y en nombre de otras
variantes del odio. Primo Levi ofrece una mirada hacia lo humano arraigada en
lo narrativo y en lo práctico en su sentido más antiguo. Estamos acostumbrados,
lamentablemente, a pensar al ser humano desde las categorías de la antropología
metafísica esencialista, tan apreciada por el conservadurismo teológico y
político. El riesgo de la abstracción y de la desvinculación con lo práctico
es, por desgracia, considerable en esos enfoques, que a menudo pueden
desembocar – involuntariamente o no - en visiones totalitarias de la moral y de
la política. En contraste, esta hermenéutica de lo trágico nos acerca al trabajo
de la investigación ética griega, aquella que contrasta experiencias y juicios
prácticos contrapuestos, de modo cultiva “el poder dialéctico de comparar
concepciones alternativas de un modo perspicuo al oponer sus rasgos más
destacados”[4]. Ese tipo de reflexión enraizada apunta a la comprensión y a la defensa del ser humano concreto, libre de
generalizaciones que pueden convertirlo en una mera idea, o en un objeto más
del mundo.
[1] Levi, Primo Si esto es
un hombre Barcelona, Nuchnik Editores 2002 p. 13.
[2] Revísese Lepenies, Wolf
“La intolerancia, esa terrible virtud” en: Varios autores La intolerancia
Buenos Aires, Gránica 2007 p. 93.
[3] Levi, Primo Si esto es
un hombre op.cit. p. 109.
[4] Nussbaum, Martha “Leer
para vivir” en: El conocimiento del amor Madrid, Machado Libros 2005 p.
432.
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