domingo, 4 de diciembre de 2011

SIGFRIDO Y FAFNER



















Gonzalo Gamio Gehri




Pocos relatos han ejercido en mí una fascinación tan duradera como Los Nibelungos
. De hecho, fue el primer libro “adulto” que leí, aproximadamente a los once años. Se trata de un antiguo cantar de gesta alemán, y también encontramos su historia en el Edda escandinavo, en la Voslunga Saga. Hebbel y Wagner elaboraron su propia versión del mito de Sigfrido, que enriquecieron decisivamente la trama y la complejidad de los personajes.

Quisiera decir algo acerca de la parte inicial de la historia. Sigfrido – hijo del rey Sigmundo – es educado en el bosque por el enano Mime, quien se propone que el muchacho vuelva a forjar la espada mágica Balmung, que perteneció al rey y se rompió al enfrentarse a la poderosa lanza del dios Wotan. Mime sabe que sólo Sigfrido podría soldar la espada. El enano abriga la esperanza que empuñar la Balmung permitiría al héroe matar al dragón Fafner – originalmente hermano de Mime -, que custodia el fabuloso e inagotable tesoro de los Nibelungos. El herrero pretende deshacerse luego del joven y hacerse del tesoro.

Efectivamente, Sigfrido forja nuevamente la espada, y se encamina a enfrentar a Fafner, sin conocer los oscuros planes de Mime. Encuentra la gruta del dragón, y desenvaina rápidamente la espada evadiendo su ataque. La batalla dura poco, y finalmente Sigfrido consigue herir a Fafner en el mismo corazón. Una gota de sangre toca sus labios, lo que le permitie conocer el lenguaje de los pájaros. Un ave del bosque le advierte que si se baña en la sangre del dragón, su piel se convertirá en invulnerable en el combate.

Sigfrido se desnuda y cubre su cuerpo con la humeante sangre que mana de la herida del monstruo, y siente como su piel va adquiriendo la dureza del acero. No obstante, una hoja de tilo se desprende del árbol situado al pie de la gruta de Fafner. La hoja queda pegada en la espalda del guerrero, justo entre los dos omóplatos. La sangre no moja ese pequeño lugar. Mientras se calza sus armas, Sigfrido descubre que esa zona de su cuerpo ha quedado vulnerable. Y duda por un instante si volver al bañarse bajo el cuerpo de Fafner, de donde sigue manando la humeante sangre. Concluye que ser completamente invulnerable privaría de sentido y valor una vida dedicada al espíritu de la batalla. Y decide no regresar. Como el lector habrá adivinado, el episodio de la hoja de tilo será crucial en la posterior ruina de Sigfrido.

No obstante, al héroe le esperan no pocas hazañas que convertirán su nombre el inmortal. La muerte de Mime, el viaje a Worms, el amor de Krimilda, la victoria sobre Brunilda. Pero esa es otra historia que contaremos en otra ocasión.




(Publicado en Ideele)







Imagen tomada de aquí: http://www.timelessmyths.com/norse/gallery/fafnir.jpg

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