Gonzalo Gamio Gehri
¿Qué significa ‘volver a las raíces’ en el trabajo de las ciencias humanas? Pensemos en lo que hacían Hegel y Heidegger – o Hannah Arendt – con los griegos. Lejos de plantear un “retorno a lo griego”, buscaban (a partir de la exploración filológica o del examen de ciertos motivos filosófico- prácticos en la tragedia, la poesía o el pensamiento griegos) “echar luces” o “desocultar” horizontes de reflexión que permanecían invisibles desde la perspectiva de nuestras categorías y modos de pensar contemporáneos, convertidos en una suerte de “sentido común”. Evocar modos de ser y de pensar griegos permite reconocer la existencia de configuraciones de sentido diferentes, que podrían – merced al trabajo de la crítica y de la interpretación – orientar nuevos cursos de acción, o interpelar nuestros sistemas de ideas, o nuestras instituciones.
En ningún caso este tipo de trabajo supuso un “retorno” literal, o una suerte de estricta “repetición” de lo clásico. Recuérdese toda la meditación hegeliana sobre el presente y sobre “el calvario del espíritu absoluto”; piénsese asimismo en las reflexiones de Heidegger sobre Hölderlin y los presocráticos como oportunidad para recuperar rigurosamente la pregunta por el ser. Su proceder ha suscitado las insolentes carcajadas de los positivistas de diverso cuño, que jamás entendieron este camino de pensamiento rememorante, a la sazón presente en ambos autores. Se ha acusado en reiteradas ocasiones a Hannah Arendt de ser una autora fundamentalmente “nostálgica” ante una visión (probablemente idealizada) de la vida en la pólis ateniense como referente para el ejercicio de la virtud cívica. Quienes así argumentan basan su crítica en una lectura unilateral y fragmentaria de La Condición Humana, y prescinden de textos como Sobre la Revolución, en los que, por ejemplo, Arendt centra su atención en el tipo de acción política del emergente ciudadano norteamericano en tiempos de la lucha por la independencia. Los análisis arendtianos buscan recoger algo así como “momentos esclarecedores” para una historia de la acción política que pueda resultarnos aleccionadora para la comprensión y las posibles rutas de la práxis.
Esta exploración de las fuentes, de las raíces – en el caso de la filosofía y de las concepciones de lo político – pretendía revitalizar y reorientar el pensamiento, llevarlo más allá de las estructuras vigentes, concebidas por espíritus más proclives a la “ortodoxia” (en el sentido de Jean Grenier) como inalterables y definitivas. Se vuelve a las raíces para abrir horizontes de comprensión. En el caso de la reflexión religiosa ésta ha sido una práctica común e importante. No solamente la vuelta a los Evangelios o al espíritu de las primeras comunidades fue fundamental para el surgimiento de congregaciones cristianas, sino que se trata de un principio espiritual medular: la Biblia – y en especial los Evangelios – constituye una fuente fundamental de la espiritualidad cristiana – y expresa el magisterio de Jesús y de sus apóstoles (hay quienes prefieren remontarse a la arquitectónica cultural de la baja edad media como fuente de inspiración, pero esa ya es otra historia, y ciertamente otro problema). Tanto el énfasis en el recurso a parábolas como las propias preguntas que formulaba Jesús a los suyos acerca de cómo comprenderlas (y en general cómo comprender la Escritura) ponen de manifiesto la necesidad de la hermenéutica. Recientemente, Daniel Harnett S.J. - profesor de Loyola University - nos ha recordado que Jesús no les pide a sus discípulos que repitan lo que Él hace, sino que obren de un modo semejante (homoiós), esto es, que recojan el espíritu del actuar de Jesús y que éste pueda encarnarse – a través de sus propias acciones – en otras circunstancias a la luz de sus condiciones propias. En suma, les pide que sepan juzgar (interpretar los signos de los contextos) y actuar (un tipo de capacidad emparentada a lo que los griegos llamaban la excelencia de la phrónesis, o prudencia). Este énfasis en la indagación hermenéutica está presente en la propia actitud de Jesús ante los preceptos de la tradición, e instituciones como el šabbāt. Jesús no está particularmente preocupado por la observancia – digamos literal e irreflexiva – de tales preceptos, sino que luchaba por una interpretación que destacara su condición de estar al servicio del ser humano y la construcción del Reino. Los únicos que se preocupaban por la rigurosa ortodoxia eran los fariseos (¿Se han lavado las manos? ¿Qué hace durante el šabbāt?).
Esta vuelta a las raíces entraña una reinterpretación (una actualización pensante) de lo que se identifica como el espíritu que habita los orígenes. Volveremos sobre este punto.
10 comentarios:
Felicitaciones una vez más, Gonzalo; el tono que vas logrando en este blog hace que uno crea por un momento que la filosofía puede funcionar en un sentido parecido al original, aún en el siglo XXI. Me gustó mucho aquello de la disciplina "por la que Sócrates y tantos otros se jugaron la vida".
Rafael Besaccia
Gracias, estimado Rafael. Creo - como muchos otros hoy - que es importante rescatar la relevancia vital y pública de la filosofía.
Saludos,
Gonzalo.
Bien Gonzalo. Esa era la rescension clandestina y edificante al libro del maestro, con el matiz de una disyuncion alas o raices. La Republica platonica, por ejemplo, constituye genesis para los estudiantes de derecho que buscan iniciarse en criterios guia para la organizacion del Estado. Y el juicio a Socrates, material instructivo para advertir que en materia de verdad, no se transa.
profesor Gamio
Un blog dice que el ser se desplaza con Irán y con otros países que siguen planes fundamentalistas en lo religioso
¿que piensa?
Laurita
Estimada Laura:
Me hace gracia que quienes así opinan se declaren "postmodernos", cuando suponen (de manera delirante) que "conocen" el "sentido" o la "dirección" de la historia (la "marcha del Ser", que parece sólo revelarse y nunca ocultarse; ni siquiera el optimismo atribuido a Hegel es tan categórico) hasta para jugar a la geopolítica con eso. La metáfora de la "marcha", sea militar o festiva, sigue siendo unidireccional, dogmática y autoritaria. Una de las lecciones de la "postmodernidad" - del desencanto frente a los grandes relatos - es que esa clase de especulaciones "cósmicas" sobre la historia no pueden hacerse, pues ese dogmatismo se hace añicos. No son nada "postmodernos". Más bien parece una burda parodia, considerablemente mal lograda, de las perspectivas del "Volkgeist", del "héroe" y del "filósofo", a costa de lo mejor de Hegel, su lectura de la experiencia. Mal lograda porque erige muy mal la mera convicción subjetiva como improvisada matriz de la historia (y de la política). Eso sí es charlatanería. Una penosa actitud que precisamente el propio Hegel refutó sin piedad y describió lúcidamente como "el delirio de la infatuación".
Saludos,
Gonzalo.
esos blogers filo fascistas llaman "discapacitados" a los que no coinciden
con sus payasadas huachafescas o no las entienden..... facil eso es "coherente"
con su repudio de los ddhh en los periodicos de los montesinistas o que trataran a los ilaveños como salvajes..
No se supone que para los posmodernos
la historia no tiene sentido.
Ahora dicen que la ´marcha marchea´ jaja..
Lo que está pasando en los países del norte
de
África es un claro ejemplo de la verdadera
marcha,la marcha de la democracia,todo
lo contrario a esos alcanta-regímenes.
Marcelo
Querido Tocayo
me he pasado la mañana leyendo muchos de los posts que tienes en tu blog. Y lo he hecho porque participo en el comite organizador del evento con que la Universidad quiere conmemorar los 100 de Arguedas. Después de leer tus textos me ratifico en la presunción que ya tenía; es decir, tienes que participar de alguna manera pues tienes una reflexión abierta y sostenida sobre el gran tema del evento que es "la dinámica de los encuentros culturales". Para no alargar demasiado este texto te propondría tomarnos un café y conversar más largo.
De otro lado sobre el post me parece que habría mucho que discutir. Pero, en síntesis, creo que si estamos muy desabrigados y que es necesario re examinar el trasfondo mítico que da sentido a nuestras existencias. Pero no se si para re fundar un sentido colectivo, tal como insinuas en tu breve referencia a Arendt. Más atrás o abajo de Sócrates y Jesús, no creo que encontremos algo que nos sirva. Tampoco creo en esperar milagros. Lo que he vivido me lleva a pensar que tratar de lograr un cierto y precario equilibrio dentro de la contigencia caótica de lo real es ya bastante tarea. (Gonzalo Portocarrero)
Estimado Marcelo:
Efectivamente, es poco postmoderna esta prédica "geopolítica" de la "marcha", por muy carnavalesca que se pinte.
Sindicar como un síntoma de "discapacidad" el desacuerdo o la perplejidad frente a un determinado discurso constituye una actitud no sólo fascistoide, sino ridícula y violenta.
Un abrazo,
Gonzalo.
Querido Gonzalo:
Gracias por tu comentario. Es un honor que visites este espacio. Completamente de acuerdo con tu reflexión sobre el elemento mítico de nuestra identidad. En eso estoy en mis estudios sobre los griegos y sobre ética actual.
Conversamos el lunes sobre el evento.
Un abrazo,
Gonzalo.
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