Gonzalo Gamio Gehri
El debate sobre la negativa del gobierno a aceptar una donación alemana para la construcción del Museo de la Memoria ha seguido su curso. El domingo último, el diario El Comercio publicó El Perú no necesita museos, un incisivo y lúcido artículo de Mario Vargas Llosa – escritor que no puede ser acusado de “afinidades izquierdistas” -, en el que denuncia la estrechez de miras y la dudosa calidad moral de posiciones como la del ministro de Defensa Ántero Flores Aráoz, para el cual un museo dedicado a la memoria de la violencia padecida durante el conflicto armado interno no constituye una prioridad para un Estado democrático. A juicio del célebre novelista, el silencio forzado frente a la historia de la tragedia vivida impide que las heridas cicatricen. Vargas Llosa sostiene que “los peruanos necesitamos un museo de la memoria para combatir esas actitudes intolerantes, ciegas y obtusas que desatan la violencia política. Para que lo ocurrido en los años ochenta y noventa no se vuelva a repetir”. En la otra orilla del espectro ideológico, el cardenal Cipriani señala que el gobierno alemán no puede imponernos una agenda, que el tema del Museo “no es cristiano” ni ‘ayudará a la reconciliación’, “Hay que serenar los ánimos”, afirma, “ver las cosas con un poquito más de proyección —la historia no es de los años 1980, 1990 o 2.000— y por lo tanto, la identidad de los que nos llamamos peruanos es algo sumamente sagrada como para que un grupo, una etapa, unos años, un partido o un país pretenda decirnos: el Perú es así”. Se trata, pues, de posiciones encontradas respecto de la pertinencia de un Museo de la Memoria en el país.
En un pasaje de su artículo, Vargas Llosa destaca la rigurosidad del Informe Final de la CVR – así como su compromiso con la verdad de lo acontecido en las dos últimas décadas en materia de Derechos Humanos -, en contra de los ataques de quienes lo consideran sesgado:
“…creo poder decir, con total objetividad, sin ser acusado de simpatías extremistas, después de haber pasado muchas horas leyendo los trabajos de la comisión, que hay en ellos un esfuerzo sostenido para desenterrar la verdad histórica entre el dédalo de documentos, testimonios, informes, declaraciones y manipulaciones contradictorios que debió cotejar. Sin duda que en esos nueve abultados volúmenes se han deslizados errores. Pero ni en sus considerandos ni en sus conclusiones hay la menor intención de parcialidad, sino, por el contrario, un afán honesto y casi obsesivo por mostrar con la mayor exactitud lo ocurrido, señalando de manera inequívoca que la primera y mayor responsabilidad de esa monstruosa carnicería la tuvieron los fanáticos senderistas y emerretistas convencidos de que asesinando a mansalva a todos sus opositores traerían al Perú el paraíso socialista”.
Efectivamente, en su conclusión Nº 13, el Informe Final sostiene que Sendero Luminoso es el principal perpetrador de violaciones a los Derechos Humanos y el causante directo del conflicto armado interno.
Considero saludable que se plantee un debate sobre el trabajo de la memoria y sus escenarios, aunque lamento que tenga lugar en circunstancias en las que el gobierno rechaza la donación de un país amigo que buscaba colaborar con la construcción de un lugar dedicado al recuerdo y la reflexión, e intenta “negociar” para asignarle al donativo un destino diferente. Lamento también que muchas de las críticas contra la CVR – empezando por las del propio Presidente de la República y buena parte de la “clase política” - no pasen por una lectura mínima del documento. Eso es grave, porque las críticas sólo apuntan a desinformar a la población, o a movilizarla hacia un punto de vista que, paradójicamente, juzga a ciegas. La verdad importa menos que el cálculo político o el efectismo de los cuestionamientos: se trata del viejo y perverso “miente, miente, que algo queda”. Se ataca el Informe, pero no se ofrece una investigación alternativa del período de violencia que combine rigurosamente datos, cifras e interpretaciones generales del conflicto armado interno. Los “censores” de la CVR critican con las manos vacías (o les basta con las precarias “versiones oficiales”).
Con todo, decía, me parece saludable que se plantee un debate serio sobre la recuperación de la memoria. Ojalá algún día se puedan contrastar relatos rivales sobre lo ocurrido en el país entre 1980 y 2000. Que puedan examinarse casos, y también puedan emitirse juicios razonables sobre nuestra responsabilidad frente al sufrimiento de tantos compatriotas. Eso es precisamente lo que pretendía lograr la CVR, invitar a la reconstrucción pública de la memoria. Por desgracia, ese día no ha llegado todavía. El problema fundamental es que la mayoría de los “críticos” de la CVR no pretenden ofrecer una interpretación alternativa, o cuestionar el texto a partir de una lectura directa que pueda traducirse en un argumento sólido: en realidad, ellos apuestan por el silencio, la amnesia, la amnistía (moral o legal). Por ello intentan vetar incluso los textos escolares que se ocupan de aquellos años, y procuran que el Estado rechace la donación alemana. Pretenden sustituir el museo por la nada.
La memoria necesita de espacios de confrontación de ideas, de reflexión y solidaridad por los que padecieron injustamente violencia y exclusión. En múltiples ocasiones – en el contexto de nuestras prácticas de la vida cotidiana - ejercitamos juntos la memoria. Recordamos en ciertas fechas las acciones de los héroes y los santos. Celebramos las fechas fundacionales de las relaciones y de las instituciones que amamos. La misa católica es también y cabalmente – entre otras cosas -, la memoria del sufrimiento de un hombre inocente. La memoria requiere de escenarios compartidos para el diálogo y la reflexión. No siempre es una tarea fácil, ni placentera. A veces nos demanda nadar contra la corriente. En particular, el trabajo cívico del recuerdo exige coraje, y la disposición a ponerse en el lugar de las víctimas, peruanos como nosotros.
El Museo de la Memoria podría convertirse en uno de estos espacios para una genuina anámnesis ética y para el discernimiento ciudadano. No obstante, el proyecto genera grandes resistencias, y también mucho miedo. Diríase que algunos temen la contundencia de las fotografías que componen la exposición Yuyanapaq; el inefable congresista Núñez ya ha intentado descalificarla, apelando a argumentos francamente ridículos, que revelan una falta de lucidez conmovedora. Por su parte, el ministro Flores Aráoz ha intentado responder a Vargas Llosa persistiendo en el mismo desafortunado argumento en torno al carácter ‘suntuario’ del Museo: “No me puedo poner colonia sino tengo ropa interior”, señaló a Correo, recurriendo a su acostumbrada elegancia y sutileza dialéctica. Para este político, el museo es un mero "adorno", en el mejor de los casos. No ha entendido el mensaje. En absoluto.
Para otros, la causa del Museo es minoritaria, ergo, su edificación es inoportuna. Argumentan que, si las mayorías no valoran el tema, acaso la construcción del Museo no tenga el valor que las “élites intelectuales” le atribuyen (De todos modos, no es evidente que “a la gente no le interese el Museo”; la última encuesta de la Universidad de Lima – difícilmente catalogada como “izquierdista caviar” – señala que el 74 % de las personas informadas sobre el Museo de la Memoria están de acuerdo con su construcción. Sólo el 25.1% está en contra). Como Daniel Salas, Susana y Jorge Frisancho han podido demostrar, no es difícil reconocer las fatales debilidades de este razonamiento; se trata de un asunto de lógica formal, pero que también atañe a la forma de la argumentación moral. Para los tenaces críticos de la "izquierda no gubernamental" que se concentran en lo que consideran son los supuestos "intereses del median voter", el valor ético de la construcción de un lugar para la recuperación de la memoria depende de la ‘popularidad’ de la iniciativa. Subordinan así las consideraciones éticas a los resultados de los sondeos de opinión.
En fin. Sin esta clase de diálogo, sin la confrontación de ideas y moderadas (pero inequívocas) pasiones, la memoria no puede forjarse como se debe. Sin su ejercicio, lo que quedaría intacta es la funesta “historia oficial”, y las “políticas de olvido” que ciertos sectores de la “clase dirigente” del país pretenden imponernos. Es precisamente a través del conflicto de interpretaciones que una historia más amplia podrá llegar a escribirse. Una historia fidedigna que no prescinda de las víctimas La Cantuta y Lucanamarca, una historia que no omita referencias explícitas a las fosas de Putis, los hornos de Los Cabitos y la salita del SIN. Una historia crítica que relate cómo los perpetradores fueron procesados legalmente y castigados. Una historia que nos cuente – finalmente - cómo las instituciones se reformaron al punto que los peruanos de toda condición, cultura y género pudieron reconocerse en ellas como sujetos libres e iguales.
El debate sobre la negativa del gobierno a aceptar una donación alemana para la construcción del Museo de la Memoria ha seguido su curso. El domingo último, el diario El Comercio publicó El Perú no necesita museos, un incisivo y lúcido artículo de Mario Vargas Llosa – escritor que no puede ser acusado de “afinidades izquierdistas” -, en el que denuncia la estrechez de miras y la dudosa calidad moral de posiciones como la del ministro de Defensa Ántero Flores Aráoz, para el cual un museo dedicado a la memoria de la violencia padecida durante el conflicto armado interno no constituye una prioridad para un Estado democrático. A juicio del célebre novelista, el silencio forzado frente a la historia de la tragedia vivida impide que las heridas cicatricen. Vargas Llosa sostiene que “los peruanos necesitamos un museo de la memoria para combatir esas actitudes intolerantes, ciegas y obtusas que desatan la violencia política. Para que lo ocurrido en los años ochenta y noventa no se vuelva a repetir”. En la otra orilla del espectro ideológico, el cardenal Cipriani señala que el gobierno alemán no puede imponernos una agenda, que el tema del Museo “no es cristiano” ni ‘ayudará a la reconciliación’, “Hay que serenar los ánimos”, afirma, “ver las cosas con un poquito más de proyección —la historia no es de los años 1980, 1990 o 2.000— y por lo tanto, la identidad de los que nos llamamos peruanos es algo sumamente sagrada como para que un grupo, una etapa, unos años, un partido o un país pretenda decirnos: el Perú es así”. Se trata, pues, de posiciones encontradas respecto de la pertinencia de un Museo de la Memoria en el país.
En un pasaje de su artículo, Vargas Llosa destaca la rigurosidad del Informe Final de la CVR – así como su compromiso con la verdad de lo acontecido en las dos últimas décadas en materia de Derechos Humanos -, en contra de los ataques de quienes lo consideran sesgado:
“…creo poder decir, con total objetividad, sin ser acusado de simpatías extremistas, después de haber pasado muchas horas leyendo los trabajos de la comisión, que hay en ellos un esfuerzo sostenido para desenterrar la verdad histórica entre el dédalo de documentos, testimonios, informes, declaraciones y manipulaciones contradictorios que debió cotejar. Sin duda que en esos nueve abultados volúmenes se han deslizados errores. Pero ni en sus considerandos ni en sus conclusiones hay la menor intención de parcialidad, sino, por el contrario, un afán honesto y casi obsesivo por mostrar con la mayor exactitud lo ocurrido, señalando de manera inequívoca que la primera y mayor responsabilidad de esa monstruosa carnicería la tuvieron los fanáticos senderistas y emerretistas convencidos de que asesinando a mansalva a todos sus opositores traerían al Perú el paraíso socialista”.
Efectivamente, en su conclusión Nº 13, el Informe Final sostiene que Sendero Luminoso es el principal perpetrador de violaciones a los Derechos Humanos y el causante directo del conflicto armado interno.
Considero saludable que se plantee un debate sobre el trabajo de la memoria y sus escenarios, aunque lamento que tenga lugar en circunstancias en las que el gobierno rechaza la donación de un país amigo que buscaba colaborar con la construcción de un lugar dedicado al recuerdo y la reflexión, e intenta “negociar” para asignarle al donativo un destino diferente. Lamento también que muchas de las críticas contra la CVR – empezando por las del propio Presidente de la República y buena parte de la “clase política” - no pasen por una lectura mínima del documento. Eso es grave, porque las críticas sólo apuntan a desinformar a la población, o a movilizarla hacia un punto de vista que, paradójicamente, juzga a ciegas. La verdad importa menos que el cálculo político o el efectismo de los cuestionamientos: se trata del viejo y perverso “miente, miente, que algo queda”. Se ataca el Informe, pero no se ofrece una investigación alternativa del período de violencia que combine rigurosamente datos, cifras e interpretaciones generales del conflicto armado interno. Los “censores” de la CVR critican con las manos vacías (o les basta con las precarias “versiones oficiales”).
Con todo, decía, me parece saludable que se plantee un debate serio sobre la recuperación de la memoria. Ojalá algún día se puedan contrastar relatos rivales sobre lo ocurrido en el país entre 1980 y 2000. Que puedan examinarse casos, y también puedan emitirse juicios razonables sobre nuestra responsabilidad frente al sufrimiento de tantos compatriotas. Eso es precisamente lo que pretendía lograr la CVR, invitar a la reconstrucción pública de la memoria. Por desgracia, ese día no ha llegado todavía. El problema fundamental es que la mayoría de los “críticos” de la CVR no pretenden ofrecer una interpretación alternativa, o cuestionar el texto a partir de una lectura directa que pueda traducirse en un argumento sólido: en realidad, ellos apuestan por el silencio, la amnesia, la amnistía (moral o legal). Por ello intentan vetar incluso los textos escolares que se ocupan de aquellos años, y procuran que el Estado rechace la donación alemana. Pretenden sustituir el museo por la nada.
La memoria necesita de espacios de confrontación de ideas, de reflexión y solidaridad por los que padecieron injustamente violencia y exclusión. En múltiples ocasiones – en el contexto de nuestras prácticas de la vida cotidiana - ejercitamos juntos la memoria. Recordamos en ciertas fechas las acciones de los héroes y los santos. Celebramos las fechas fundacionales de las relaciones y de las instituciones que amamos. La misa católica es también y cabalmente – entre otras cosas -, la memoria del sufrimiento de un hombre inocente. La memoria requiere de escenarios compartidos para el diálogo y la reflexión. No siempre es una tarea fácil, ni placentera. A veces nos demanda nadar contra la corriente. En particular, el trabajo cívico del recuerdo exige coraje, y la disposición a ponerse en el lugar de las víctimas, peruanos como nosotros.
El Museo de la Memoria podría convertirse en uno de estos espacios para una genuina anámnesis ética y para el discernimiento ciudadano. No obstante, el proyecto genera grandes resistencias, y también mucho miedo. Diríase que algunos temen la contundencia de las fotografías que componen la exposición Yuyanapaq; el inefable congresista Núñez ya ha intentado descalificarla, apelando a argumentos francamente ridículos, que revelan una falta de lucidez conmovedora. Por su parte, el ministro Flores Aráoz ha intentado responder a Vargas Llosa persistiendo en el mismo desafortunado argumento en torno al carácter ‘suntuario’ del Museo: “No me puedo poner colonia sino tengo ropa interior”, señaló a Correo, recurriendo a su acostumbrada elegancia y sutileza dialéctica. Para este político, el museo es un mero "adorno", en el mejor de los casos. No ha entendido el mensaje. En absoluto.
Para otros, la causa del Museo es minoritaria, ergo, su edificación es inoportuna. Argumentan que, si las mayorías no valoran el tema, acaso la construcción del Museo no tenga el valor que las “élites intelectuales” le atribuyen (De todos modos, no es evidente que “a la gente no le interese el Museo”; la última encuesta de la Universidad de Lima – difícilmente catalogada como “izquierdista caviar” – señala que el 74 % de las personas informadas sobre el Museo de la Memoria están de acuerdo con su construcción. Sólo el 25.1% está en contra). Como Daniel Salas, Susana y Jorge Frisancho han podido demostrar, no es difícil reconocer las fatales debilidades de este razonamiento; se trata de un asunto de lógica formal, pero que también atañe a la forma de la argumentación moral. Para los tenaces críticos de la "izquierda no gubernamental" que se concentran en lo que consideran son los supuestos "intereses del median voter", el valor ético de la construcción de un lugar para la recuperación de la memoria depende de la ‘popularidad’ de la iniciativa. Subordinan así las consideraciones éticas a los resultados de los sondeos de opinión.
En fin. Sin esta clase de diálogo, sin la confrontación de ideas y moderadas (pero inequívocas) pasiones, la memoria no puede forjarse como se debe. Sin su ejercicio, lo que quedaría intacta es la funesta “historia oficial”, y las “políticas de olvido” que ciertos sectores de la “clase dirigente” del país pretenden imponernos. Es precisamente a través del conflicto de interpretaciones que una historia más amplia podrá llegar a escribirse. Una historia fidedigna que no prescinda de las víctimas La Cantuta y Lucanamarca, una historia que no omita referencias explícitas a las fosas de Putis, los hornos de Los Cabitos y la salita del SIN. Una historia crítica que relate cómo los perpetradores fueron procesados legalmente y castigados. Una historia que nos cuente – finalmente - cómo las instituciones se reformaron al punto que los peruanos de toda condición, cultura y género pudieron reconocerse en ellas como sujetos libres e iguales.
20 comentarios:
Dudo de la objetividad del comentario de Vargas Llosa. Recordemos que es un hombre de pasiones y rencores profundos y eso nubla muchos de sus análisis. Acuérdate que el escritor odia a Fujimori desde su derrota electoral. Tanto en el caso de la CVR y como en el de Vargas Llosa hay una falta de reconocimiento del papel fundamental de la estrategia anti-terrorista del gobierno de Fujimori. Para eso sí no hay memoria. No se quiere ver lo evidente en cuanto la acciones concretas tanto desde el punto de vista político como legislativo que se llevaron a cabo para librarnos de Sendero y el MRTA. Interesante sería que en un museo de la memoria se recordara también ese pequeño detalle. Alan tampoco aceptaría esto porque sería un monumento que recordaría su soberana ineptitud para manejar el tema.
De otro lado: sé que en tu blog puedes poner lo que quieras y que si no nos gusta somos libres de no visitarlo más pero ¿no te parece que ya estás siendo un poco repetitivo e inclusive obsesivo con el tema?
Estimado Miguel:
Examinemos la historia. El Grupo Especial de Inteligencia (GEIN) de la policía que capturó a Guzmán, se fundó al final del gobierno de García (1989). El cambio de estrategia no es mérito del fujimorato, sino del gobierno aprista. El fujimorato tuvo el acierto de continuar con este trabajo, si bien lo combinó con estrategias de guerra sucia (asunto que llevará a Fujimori a la cárcel)..
Estoy escribiendo un post de un tema de actualidad, vinculado a los DDHH, un asunto al que dedico parte de mis investigaciones, y que considero de primera importancia para el Perú. Trato de combinar estos temas con cuestiones de filosofía moral y política.
Saludos,
Gonzalo.
Criticar a Vargas Llosa de falta de objetividad en sus declaraciones, por ser un "hombre de pasiones" es ridicula. Segun los comunicadores sociales no se puede ser totalmente objetivo, en la informacion, ya que siempre hay tintes pasionales. Ni siquiera si queremos ser completamente "logicos" o "racionales", podremos eliminar nuestras pasiones (ni siquiera kant pudo). Hasta los filosofos mas encumbrados, como Marx o un liberal, como Adam Smith pudieron ser complematente "racionales", porque cada uno defiende su posición con lógica y pasión, uno complementa al otro, no son dos categorias distintas, y separadas.
En una entrevista Beatriz Alva Hart dijo que para poder sanar las heridas del conflicto armado, se debería implementar, en los pueblos alejados de nuestra serranía, especialmente en las comunidades quechuahablantes, el sistema judicial pero en quechua, o en sus idiomas natales.
Ayudaría mucho en el proceso de desarrollo social y economico, que se considere las recomendaciones de la CVR.
Porque los que sufrieron no fueron un pequeño grupo olvidado en los paramos serranos sino fuimos todos los peruanos. Todos los peruanos que a la vez somos toda la humanidad. Y toda la humanidad sufrió con ellos.
Uriel,
El gobierno de Fujimori fue el que implementó políticas para derrotar al terrorismo, la fuente del sufrimiento del cual hablas. Este es un dato objetivo.
Uriel,
Agrego algo: Cuando uno se deja dominar por las pasiones, especialmente por las irascibles, ellas tienden a nublar nuestro juicio. . Negar esto es no ver una realidad muy tangible, cotidiana y que todos la hemos experimentado alguna vez.
Gonzalo,
Si quieres no publiques este comentario porque no se relaciona directamente con el tema. Quería preguntarte si tienes planeado escribir algún artículo sobre el nacionalismo radical, en especial sobre el nacionalismo de Humala. En mi caso yo considero que este es un tema importante de reflexión política ya que contituye un riesgo para la democracia.
Otro tema que quisiera saber si piensas tratar es el problema del narcotrafico. Desde el punto de vista ético: ¿Qué medidas legítimas debería implementar el Estado Peruano para que no se repita en el país lo que está pasando actualmente en México o Colombia? Porque mi impresión es que si no se hace nada, o se hace muy poco (como pasó con los gobiernos de Belaunde II y Alan I) caeremos en un estado de caos similar a los de los años 80.
El que el Estado no actue no sólo es una gran irresponsabilidad sino criminal.
Hola Miguel.
Nadie discute que Fujimori implementó las politicas antiterroritas, sino el "como" los implementó.Porque puedo haberlo hecho tambien Vargas Llosa en un posible gobierno. Como tambien existian, dichas politicas antisubersivas en el primer gobierno de Alan. Umberto Jara en su libro "ojo por ojo", dice -recopilando lo que le narra Martin Rivas- Que las tactitas era la de una guerra de baja intensidad, y que no se puede combatir con esa tactica. Ese es la tesis que recorre todo su libro. Ademas que la tactica usada fue mas perjudicial que benefica, porque tambien atento contra personas inocentes. Y como ya se sabe sendero cayó cuando capturaron a Abimael, entonces si solo se concentraban en capturar al cabecilla, ya no habria necesidad de asesninar personas inocentes, buscando a presuntos senderistas. Cayó Abimael, cayó sendero.
Los ejemplos sobre la irascibilidad son casos concretos, nadie los niega. Pero el asunto es que Vargas Llosa, es un "hombre de pasiones" por ello no habría que toamr sus declaraciones como validas.
Lod e Ollanta es un problema de todas las democracias. Ya que por principio se toleran todas las opciones politicas (asi sean las mas descabelladas), pero eso tiene un frágil límite, (discutible y problematico). rawls manifestaba que se podia aceptar esas posiciones de "vida buena" siempre y cuando no atenten contra la liebrtad. Y si lo hacian entonces se supendia la liebrtad para restaurar precisamente la libertad. Una clausula en la teoria liberal, que tiene muchos problemas.
Atte.
Gonzalo:
Interesante tu apreciación sobre el museo de la memoria.
Sigo preguntándome ¿qué hace que unos seres humanos tomen como medida de cambio el asesinato de otros seres humanos? Considero que en la guerra interna (o como quieran llamarla), no hubo ni vencedores ni vencidos. Pienso en estos años y la única palabra que se me ocurre es: "fraticidio". ¿quien ganó al fin y al cabo? Me pregunto también ¿se puede hablar de paz mientras no tengas la agresión cerca? ¿y cuando la tienes junto a tí?. Además ¿se puede hablar de violencia mientras tengas la fuerza para usarla, y que pasará cuando ya no puedas ejercerla? Pienso en un padre que usa como corrector la violencia física y con ello mantiene "disciplina". Digamos que el Estado Peruano usó las fuerzas armadas, pero, ¿basta sólo eso para garantizar la paz? Totalmente de acuerdo contigo en la necesidad de sentarse a dialogar y escuchar las diferentes posiciones respecto al tema de la CVR
Estoy de acuerdo con un museo de la memoria. Pero un museo que no muestre sólo víctimas y victimarios. Por el contrario, un museo que haga ver que TODOS y TODAS los que vivimos en estas épocas, somos responsables en alguna medida, ya sea porque no nos esforzamos lo suficiente en dialogar, porque ignoramos la situación o porque en nombre de la paz de un sólo sector se sacrificaron otros. En fin, hay mucho que hablar del tema. Lamento mucho el "tufillo" emotivo del comentario, ya habrá oportunidad de comentar algo más estructurado en el futuro.
Niguel:
Tanto lo que yo he sostenido sobre el "cambio de estrategia" como lo que Uriel señala sobre los métodos del fujimontesinismo resumen bien un juicio lapidario sobre Fujimori, incluso acerca de sus "éxitos", no sólo acerca de sus miserias.
Escribiré algo sobre el narcotráfico, y también sobre Humala. Me parece que él descuida el lado ideológico, y no lo considero un izquierdista, como algunos hacen.
Saludos,
Gonzalo.
Estimado Michael:
De acuerdo contigo. Necesitamos una memoria que invoque la justicia. de lo contrario, no habrá reconciliación.
Y cierto, Paz no es sólo ausencia de violencia directa.
Un abrazo,
Gonzalo.
Como dice Levy del Águila: ¿Es qué acaso no existen guerras justas?
Hola Gonzalo, es Daniel Loarte. Acabo de regresar a Lima luego de varios años fuera. Quisiera comunicarme contigo para vernos y conversar. Mi correo es rdlrdaniel@yahoo.com
Saludos
Hola:
Quisiera agregar sobre el "conflicto interno". La estructura de sendero era jerarquica, férrea, donde se seguía un mesias, lo que hicieron de Abimael fué un "mito", un ser divino, que estaba en todas partes y a la vez en ninguna, algo así como el "gran hermano" de "1984". La estrategia debía apuntar a desmitificarlo, y eso se hizo, pero no implicaba asesinar a presuntos "sospechosos", con la excusa de eliminar a sus mienbros. Según Flores Galindo en su "tradicion autoritaria" recoge la entrevista que hicieron a un coronel del ejercito, donde manifestaba que hay que eliminar a 6 personas y dentro de ello quizá alla un terrorista. Ya sabemos todos en que terminó todo eso. Se pudo ganar la "guerra interna" respetando los DDHH. Castigando a los que se tiene que castigar, y liberar a los que se tiene que liberar.
Hay una foto inpactante y espeluznante al final del libro "ojo por ojo", que parece sacado de un campo de concentracion nazi, pero uno al ver la foto pensaría que Umberto Jara se equivocó de colocar la foto ahí, pero cuando lo ve, uno se sorprende (e indigna)que aquella foto sea aquí en el Perú. En la foto hay un camión, viejo destartalado, y dentro hay varios cadaveres amontonados de campesinos desnudos asesinados. Y dos campesinos parados a sus costados volteados, rehusando mirar el espanto que está a sus pies. Sucedió tan cerca de nosotros pero como no nos sucedió a nosotros (o sucedió en otro tiempo) entonces no nos importa.
Si Europa aprendió de sus errores despues de la Segunda Guerra mundial, (y se perdonaron de sus rencores pasados) ¿porque nosotros no?.
Cuando empecé a leer algunas de las cosas que se habían escrito en Internet sobre este tema realmente sentí que Alemania había lanzado, sin querer, una bomba en Lima; no al Perú sino a Lima, porque básicamente la discusión alturada y pasional sucede aquí... siempre aquí sin querer saber qué dicen por allá (Sí, allá donde se inició todo lo lamentable).
Soy arqueóloga de profesión con una maestría en museología. No está de más decir que creo en los museos como espacios públicos ligados íntimamente con la memoria, sin embargo, entiendo muy bien sobre las dificultades que tiene la sociedad para "cuajar" los sucesos que se dan en el presente o el pasado inmediato.
Todo esto que sucedió entre los años 1980 y 2000 definitivamente nadie lo ha de celebrar. Creo que la CVR hizo un excelente trabajo, pero para eso tuvo que abrir muchas heridas y fue algo así como tener que volver a morir para nacer de nuevo, o al menos esa era la intención.
Fue por "Tarata" y luego la CVR que Lima reaccionó, se quedó asombrada, los intelectuales no lo podían creer, la gente "caviar" se horrorizó, lloró, hizo homenajes y por eso, ahora mueren por un museo porque creen aún que los museo son espacios de élite, cosa que es más falsa que el ceviche con tomate. Hago tal generalización tan solo para llamar la atención en aquellos que piensan que de generalizaciones se construye la ciencia social: FALSO. No todo Lima reaccionó después, pero sí la mayoría, la mayoría peruana NO es Lima -contra lo que dice muchos medios- y no todos los afectados entienden por qué tanta gente discute sobre este tema sin ver las conclusiones materializadas en la construcción de mejores condiciones de vida.
La intención alemana de seguro no fue mala, en absoluto. Sin embargo me permite observar cuán fragmentada sigue siendo nuestra Nación, cuán dividida en sus intereses y lo mucho que nos cuesta tolerar el dolor ajeno.
A pesar de todo, no estoy a favor de una construcción de un museo de la Memoria, al menos no ahora en que las condiciones no son las más apropiadas. Es necesario, sí, pero no AHORA y mucho menos cuando las justificaciones de las partes empiezan a abrir más heridas en aquellos que no tuvieron voz aquella nefasta vez y que probablemente ahora no la tengan tampoco.
Es triste escuchar que nuestros políticos se sienten indignados por el "insulto" a las FF.AA. que la CVR "plasmó" en sus conclusiones o ver cómo los intelectuales y bien entendidos hablan de "recordar para que no se repita" porque es bueno y porque así lo hacen en los países "desarrollados" como si no entendiesen que somos diferentes, que nuestra historia NO es la de occidente y que jamás seremos como ellos. Es triste que sigamos ciegos a neustro pasado o que aceptemos un futuro que sabemos, no nos corresponde porque duela a quien le duela NO somos ni seremos Europa, Asia o Estados Unidos.
Creo que los museos no son soluciones sino canales de comunicación en donde la gente se encuentra consigo misma y con la realidad; pretender que este museo sea la respuesta mágica es muy ingenuo; sin embargo, será necesario un museo... Quizá ya no para nuestra generación sino para la que se pregunte ¿Por qué sucedió esto en la historia de mi país? ¿Por qué somos así?
Creo también que todo tiene un proceso en la historia de la humanidad y ese proceso no debe acelerarse en favor de apaciguar las conciencias. Creo que todo tiene un tiempo y en temas tan delicados como éste no podemos alzar una bandera propia y cerrar nuestra mente a las propias ideas sino callar, escuchar, observar y aceptar las diferencias.
Me pregunto... ¿cómo es posible que en la calle una señora haga analogía del genocidio Nazi con lo que sucedió aquí en aquellas décadas? ¿Cómo es posible que se comparen ambas situaciones como si hablásemos de iguales condiciones, de iguales mentalidades, de iguales culturas? ¿Por qué, hasta en los desastres, nos queremos seguir igualando con occidente?
Estimado Gonzalo, solo para mencionar que a partir del debate iniciado por historiadores días atrás en tu blog, hemos creado un post acerca de la perspectiva de un grupo de historiadores jóvenes que trabajan el tema de la violencia política. El link es:
http://historiaglobalonline.com
Saludos, José.
Estimado José:
Excelente post. Muchas gracias por la mención. Sigamos dialogando sobre este tema tan importante.
Saludos,
Gonzalo.
Gonzalo,
Me parece ridículo pensar que un museo va a solucionar los problemas del Perú
Jeffrey:
¿Y quién ha dicho eso? Nadie que yo haya leído, por lo menos.
Saludos,
Gonzalo.
Hola:
Una pregunta al post anterior: ¿Como no podemos ser occidentales?. Si nosotros pertenecemos a occidente. Europa tambien es multicultural, plurilinguistico, y polietnico, pero supieron saltar por encima de sus diferecnias. Acaso somos distintos culturalmente, etnicamente de Europa?. Si somos iguales ¿en que nos diferenciamos?.Y si somos diferentes, ¿en que seríamos iguales?. Peligrosamente el argumento anterior se acerca al discurso racista, de que porque debemos igualarnos a occidente. Ya que no debemos parecernos, entonces hay que preservar nuestra identidad cultural, nuestra autenticidad como cultura, por ello no debemos igualarnos a occidente, si se plantea así, sería un racismo al revés. Espero que no sea así.
Sólo una pequeña aclaración. Me parece que el GEIN fue creado el 5 de marzo de 1990, lo cual no cambia en nada tu argumentación porque fue a finales del gobierno de Alan.
Una cuestión resaltante que ha surgido dentro del debate pero que no ha sido remarcada lo suficiente es el tema de cuándo es un mejor tiempo para recordar, para procesar nuestro pasado, o mejor dicho, para construir la historia.
Me parece que esto es fruto de una idealización, o en todo caso, de una tergiversación de la forma como se construye la historia, ya que no existe un mejor momento para ser menos subjetivo o para comprender mejor los procesos.
Creo que la diferencia más notable de hacer historia con personajes vivos es que ellos pueden contestar tus interpretaciones, por ende, se correo el peligro de "relativizar" el conocimiento histórico. SIn embargo, no se toma en cuenta que la historia en general siempre esta a la caza de nuevas fuentes, que en algunos casos contradicen los conocimientos predominantes hasta ese momento.
EN resumen, la historia es un proceso de reconstruccion continua. Lo que deberiamos preguntarnos es si conviene dejar que los historiadores del futuro la hagan de acuerdo a sus propias concepciones, o si se puede generar un debate ahora que la permita moldear de una forma más colectiva e inclusiva.
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