Gonzalo Gamio Gehri
No soy un experto en la
obra psicoanalítica de Freud y de Jung – aunque me interesa mucho la obra del
segundo -, pero Un método peligroso (2011) me parece una extraordinaria
película por su capacidad de establecer vínculos entre diferentes planos de la
vida – el cuidado de la ciencia, los conflictos cotidianos, lo “mítico” – y su
particular atención en el debate entre Jung y Freíd en torno a la valoración de
las religiones, la cultura mítica y literaria como fuente espiritual para el
trabajo sobre el interior del ser humano.
Jung es un joven
psiquiatra que trabaja en un hospital suizo. Entre los pacientes que debe
tratar, está Sabina Spielrein, una joven judía rusa que padece un caso severo
de histeria. Jung se decide a usar con ella el método de Freud, y recurrir a la
logoterapia en su versión psicoanalítica. Pronto descubre que los traumas de
Sabina se deben a la presencia de elementos sexuales en el maltrato recibido
por un padre violento y arbitrario. El tratamiento es exitoso, y la paciente se
cura. En este proceso terapéutico, ambos se enamoran y desarrollan una relación
muy intensa en lo sentimental y en el plano de la búsqueda de sentido. Pronto,
Sabina decide convertirse en psicoanalista y curar a otros que, como ella,
habían perdido la esperanza de vivir sosegadamente sus vidas.
La discusión del caso de
Sabina lleva a Jung a entrevistarse frecuentemente con Freud, quien reconoce en
el joven suizo el talento para convertirse en un intelectual que lleve su
teoría hacia nuevos horizontes. Sin embargo, a pesar de los reparos de Freud,
Jung acerca cada vez más su trabajo científico y terapéutico a derroteros no
ortodoxos, como la inspiración en experiencias “espirituales” de clara afinidad
religiosa o mitológica. En el film, las alusiones a la leyenda de Sigfrido aparecen más de una vez. Está aquí en germen la reflexión sobre las sincronicidades.
Jung está convencido que el contacto con Sabina y el amor que siente por ella son,
en gran medida, condicionantes kairóticos de su descubrimiento del psicoanálisis
y sus propias reformulaciones. Considera, de hecho, que su propia identidad
como hombre de ciencia y como ser humano se debe en parte a ese afortunado e
inesperado encuentro. Esa es un componente de la experiencia que un científico
más convencional, como el propio Freíd, no puede reconocer como esencial.
Años más tarde, cuando
Jung y Sabina conversan por última vez, el teórico parece confirmar esa hipótesis
con unas palabras que trascienden los parámetros del método y aluden a su identidad como una totalidad de dimensiones, que conectan el pensamiento y los contextos vitales. Sus palabras evocan la importancia del vínculo profundo que ha existido entre los dos.
“-Mi amor por ti ha sido
lo más importante en mi vida. Para bien o para mal, me ha hecho comprender quién
soy”.
Esta confrontación con
Sabine muestra diferentes facetas de Jung. Minutos atrás, ha contado un sueño
catastrófico, que parece anunciar la gran guerra que desangrará Europa. Luego
describe el proceso de curación en el que ya se anuncian sus famosos
arquetipos afines a los mitos y los cuentos de hadas.. Cuando ella le señala que en ese camino uno puede correr el riesgo
de resultar dañado, el asevera: “sólo el médico herido puede esperar curar”.
Ese diálogo tan
conmovedor presenta varios niveles: revela en parte el componente existencial
que Jung le atribuye no sólo al curso de su vida, sino al curso de su propio
trabajo. Mostró que el sentido de la investigación sobre el alma requiere
surcar territorios inexplorados de la vida anímica.
1 comentario:
Thank you for the information regards
Publicar un comentario