La
tradición judeocristiana ha legado a la humanidad un conjunto de poderosas e
inspiradoras reflexiones sobre la justicia y la atención a los débiles,
presente en los libros proféticos. Los antiguos profetas alzaron su voz contra
la idolatría del poder y de la riqueza, así como denunciaron con claridad las
prácticas crueles perpetradas tanto por personas comunes como por autoridades
del pueblo de Israel. Señalaban que la violencia y la exclusión socialconstituyen prácticas
que Dios y su justicia repudian. Usaban con frecuencia un lenguaje directo para
denunciar los actos injustos que minaban las bases mismas de la comunidad.
“Ustedes odian al que defiende lo justo en el tribunal
y aborrecen a todo el que dice la verdad. Pues bien, ya que ustedes han
pisoteado al pobre, exigiéndole una parte de su cosecha, esas casas de piedras
canteadas que edifican no las van a ocupar,
y de esas cepas escogidas que ahora plantan no probarán el vino. Pues yo
sé que son muchos sus crímenes y enormes sus pecados, opresores de la gente
buena, que exigen dinero anticipado y hacen perder su juicio al pobre en los
tribunales” (Amós 5, 10 -12).
Los
profetas defienden la equidad y la compasión como virtudes fundamentales que
preservan la armonía en las relaciones humanas sustanciales y promueven la
salud de la comunidad política. No temieron confrontar a quienes detentaban el
poder en aquellos tiempos, pues confiaban en que la justicia estaba de su lado.
Eran a la vez críticos sociales y personas de fe. Esta actitud ha pervivido en
quienes – inspirados por el mensaje bíblico, actuando tanto en contextos
religiosos como seculares – han centrado su propia reflexión y su compromiso
social y político con la causa de los más débiles y en el rechazo irrestricto
de la violencia en todas sus formas.
Walter
Benjamin ha señalado que un rasgo distintivo del espíritu profético consiste en
percibir el aspecto catastrófico del curso de la historia. La historia
es también el escenario de prácticas violentas e injustas que lesionan la
dignidad y la libertad humanas. Es preciso identificar y conjurar estas
prácticas. En contraste con quienes consideran que la clave de los eventos de
la historia reside en los conflictos económicos (Marx), o políticos (Hegel), o
en las solemnes gestas de los héroes (Carlyle), la actitud profética reconoce
el sentido de la historia en la situación de las víctimas (los pobres, las
viudas y huérfanos de la violencia, los refugiados, los discriminados).
Mientras la mayoría de nosotros suele suponer que la historia debe leerse bajo
el prisma de los intereses y las expectativas de los vencedores, los profetas
de ayer y de hoy plantean interpretar la historia desde su reverso,
desde las exigencias de justicia y reparación de las víctimas, los inocentes
que sufren exclusión y violencia. Benjamin ilustra este principio a través de
un lúcido comentario sobre el cuadro de
Paul Klee, Angelus Novus: el ángel de la historia – sostiene – vuela
inexorablemente hacia el futuro, pero tiene la mirada fija en el pasado, pues
contempla con horror las ruinas y los cuerpos que el curso del “progreso” deja
a su paso. La atención abstracta a los conflictos estructurales y las presuntas
gestas heroicas invisibiliza la condición de los débiles. Examinar la historia
desde su reverso implica poner en primer lugar el derecho de los seres humanos
más vulnerables a llevar una vida plena.
El
mensaje profético llama la atención sobre las injusticias que se cometen en
este mundo, pero no abandona la promesa de redención y equidad, no renuncia a
la idea de que es posible construir otro mundo. Un mundo en el que el diálogo,
y no el uso de la fuerza, constituya el eje para el esclarecimiento y la
resolución de conflictos en la vida social. La profecía se alimenta de la
esperanza de las personas de buena voluntad y se fortalece en el anhelo de
justicia. En las últimas décadas, la cultura de los derechos humanos constituye
el lenguaje valorativo que ha asumido la preocupación por el destino de las
víctimas. La profecía asume en el tiempo
diferentes formas de expresión y compromiso práctico sin perder su motivación
ética originaria.
“Si
uno dice “yo amo a Dios”, y odia a su hermano, es un mentiroso. Si no ama a su
hermano, a quien ve, no puede amar a Dios, a quien no ve” (1 - Juan 4, 20). El texto bíblico es bastante claro, y recoge
un viejo motivo profético. El compromiso con Dios se re-vela en la capacidad de
acoger al otro y asumir la defensa de su integridad si la situación así lo
requiere. La visión profética invita a saber estar sabiamente en el mundo, no a
salir de él. Quien se desentiende de la condición concreta del prójimo para
ocuparse de la mera observancia formal del rito no ha comprendido el corazón
mismo del mensaje espiritual judeocristiano. La piedad se torna falsa e
insustancial. La indolencia – por ejemplo – frente a lo que sucede en Gaza o
ante lo ocurrido en Ayacucho durante el conflicto armado interno, es
incompatible con la suscripción del
espíritu de la profecía. Del mismo modo, quien rehúye la compañía y la escucha
de los pequeños y vulnerables para solamente rodearse de los encumbrados y los
poderosos no entiende lo que es la justicia. Sin sentido de injusticia social no es
posible actuar conforme a las exigencias de la rectitud.
(Aparece en la columna de La República sobre cristianismo y crítica social)
4 comentarios:
Estimado Gonzalo, excelente su interdisciplinariedad, abrazos, Gustavo.
Hola Gustavo:
Muchísimas gracias
Saludos,
Gonzalo.
Hola
como NO te veo en el FaceBook, NO te puedo enviar esta Noticia que te envío porque sé que eres FAN:
"La única fuente del arte son nuestros corazones", dijo el pintor Caspar David Friedrich. Se cumplen 240 años de su nacimiento y su pueblo natal, Greifswald, ha encontrado diferentes maneras de homenajear a su habitante más ilustre del Romanticismo: http://dw.de/p/1Cr8B
Saludos
AVRELIVS
Estimado Aurelio:
Es una extraordinaria noticia. Muchas gracias.
Saludos,
Gonzalo.
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