Gonzalo Gamio
Gehri
La nueva Ley
universitaria ha desatado grandes iras en diversos sectores de la sociedad,
principalmente entre los políticos y numerosos empresarios del llamado “negocio
de la educación superior”. La ley tiene diversos puntos a revisar, pero
considero que resulta saludable que se pueda contar con una norma sobre la materia.
Es razonable promover la supervisión la calidad académica de las universidades
peruanas en una sociedad en la que abundan instituciones que no cumplen con
lo que prometieron a sus estudiantes – una formación de alto nivel -;
muchos de estos centros intentan sustraerse a la
verificación de calidad aduciendo que son “empresas” y que este tipo de
evaluación sería “controlista”. Sólo el mercado – a su juicio – producirá buenas
universidades. Los hechos, no obstante, no parecen respaldar esta
presuposición.
El Decreto Legislativo
882 expedido bajo el fujimorismo ha hecho mucho daño. Diecisiete años después,
se constata el fracaso de la doctrina del ‘sólo mercado’ en la educación
superior: ninguna de las universidades “con fines de lucro” ostenta estándares
de calidad académica o figura en Rankings
decentes de desempeño universitario. Las investigaciones y publicaciones que
producen – allí donde realmente existen – son escasas y por lo general carecen
de impacto público y científico (en muchos de estos lugares – no en todos -, la
selección de los docentes es deficiente e incluso el trato a los trabajadores
es indigno). Con este giro meramente mercantil, la mayoría de universidades privadas han
decidido convertirse exclusivamente en centros de instrucción profesional. La universidad renuncia así a dos de sus propósitos cruciales: producir conocimiento y arte en cuanto
tales, y contribuir a discutir y a pensar la comunidad política como un espacio
potencial de justicia y ejercicio de las libertades básicas. La universidad como sociedad profética, para citar al célebre profesor F. Mac Gregor, quien dedicó parte de su vida a pensar la 'naturaleza' de la institución universitaria.
.
Con el Decreto
Legislativo 882 se pretendió proponer el imperio de ¿Quién se ha llevado mi queso? (y otros textos de autoayuda
empresarial por el estilo) sobre el sentido común de académicos y profesionales
¿Qué ganamos los peruanos con la creación criolla de ese formato de
universidad? Nada, en realidad, al menos en el terreno de la excelencia
académica, o en el de la construcción de pensamiento y en el desarrollo de la
ciencia. Los únicos que han ganado con esta medida son los empresarios de la
educación superior, quienes además de haber promovido un negocio rentable han
logrado incluso – en algunos casos – edificar una atalaya
convergente con sus aspiraciones políticas, en las que se ejerce un descarado clientelismo. Numerosos políticos en actividad
son hoy promotores de esta clase de instituciones. La mayoría de estos centros
educativos son sólo negocios, y nada más. Ni siquiera han logrado convertirse
en lugares decentes de formación profesional. Sin embargo, hemos llegado a esta
lamentable situación sin mayores resistencias ni críticas, gracias a la
creencia ingenua de que sólo el mercado mejorará la educación. Dentro de muy
poco tiempo, numerosos médicos, pedagogos y abogados de estos precarios centros
aspirarán al ejercicio profesional. Muchos verán frustrados sus sueños a causa
de una formación deficiente; otros pondrán en peligro la salud y el futuro de muchas personas, entre estudiantes, pacientes y clientes. Frente a este
escenario sombrío, algún tipo de supervisión de calidad se hace necesario. Por
eso la idea de una Superintendencia resulta saludable. Que su composición sea
plural será importante. Debe garantizarse no sólo la representación del Estado,
sino la presencia de académicos de probada trayectoria. Recuperar la universidad como un espacio para
el libre cultivo de la ciencia, las artes, el espíritu crítico y la civilidad
constituye una prioridad para el país.
Es preciso reconstruir
la universidad peruana sobre los cimientos de un trabajo que no pierda de vista
los objetivos esenciales de la educación superior, que rescate el espíritu del
quehacer académico y científico en el Perú. En otras palabras, ya es hora de
cuestionar con severidad y rigor esas absurdas alusiones a la “raza distinta” y
discursos similares que sólo confunden aquello que significa formar el intelecto con la raquítica y repetitiva monserga del
“emprendimiento” y la “innovación”. Esa es una retórica
vacía, de la peor calidad. El
pensamiento crítico es condición de una vida social fecunda. Sin genuino
conocimiento y vocación de justicia es imposible edificar una sociedad
democrática y libre, que promueva las capacidades de sus ciudadanos.
7 comentarios:
Hola Gonzalo:
En resumidas cuentas estás en desacuerdo con la aprension expresada por las universidades católicas del Perú, respecto justamente del papel de la SUNAU -a la que tú calificas de "saludable"-, en su reciente pronunciamiento público:
http://www.ucss.edu.pe/pdf/pronunciamiento-universidades-catolicas-ley-universitaria.htm
Hola Julio:
Releer el post despejaría algunas dudas. La ley no ha sido aprobada todavía y sería importante que sea discutida y revisada - lo digo -, pero sí me parece saludable que exista una Superintendencia PLURAL - lo digo - que supervise ciertos estándares de calidad.
Que estoy en favor de una formación humanista y pluralista lo he señalado en diversos lugares y escritos. Que en el tema de una Superintendencia esté en discrepancia con algunas universidades católicas, pues bien. Es saludable discrepar.
Saludos,
Gonzalo.
Si pues, la discrepancia ciertamente es saludable, sobretodo si se está en una institución tolerante como la UARM, que por cierto, es una de las "algunas universidades católicas", firmantes del pronuncimiento.
Tal grado de tolerancia pinta de cuerpo entero, la civilidad de la UARM. Enhorabuena!
Efectivamente, la UARM es una de las universidades firmantes ¡Debería alinearme a su opinión? ¿No debería expresar la mía propia? No llego a entender las últimas líneas.
La UARM se precia de contar con estudiantes y profesores con juicio propio. De eso se trata educar. Eso marca la diferencia con otros espacios, me parece.
Lamento si mis palabras parecían irónicas, eran en buena ley, nuevamente, enhorabuena!! y pa´lante, tal vez solo sea algo de sana envidia, es todo.
Siempre te he considerado alguien respetable para el debate, sea filosófico, político, moral, estético o religioso.
Te veo!!
Hola Gonzalo,
Buen post,bien allí!Me han contado que en una de estas universidades 'nuevas',les controlan desde el materialice utilizan,las opiniones 'personales' ,el programa y hasta el vestuario a los profesores,es una cosa de locos.Además hay mucho maltrato y jerarquías internas medio retorcidas.Creo que la nueva ley,dentro de todo es favorable para desalcantarillizar un poco la universidad.
Me podrías explicar que significa exactamente la frase ''La universidad como sociedad profética'',como que suena bien bacán,pero no entiendo bien el concepto.
Saludos,
Marcelo
Querido Marcelo:
Nuestro recordado y querido Padre Felipe McGregor sj se refería a la institución universitaria como una sociedad profética. Con esta expresión aludía a la tradición de los profetas de Israel, que promovía tanto la crítica social desarrollada desde la práctica de la justicia y el recuerdo de la Antigua Alianza como la promesa razonable de un Reino de sabiduría y libertad que había que pensar y construir juntos.. Desde esta lúcida y esperanzada imagen, la universidad es concebida como una comunidad de investigación que promueve el saber y la práctica de las ciencias que anticipan resultados sociales y logros científicos todavía no alcanzados; es, asimismo una sociedad de espíritus libres que interpela y somete a crítica moral y política las instituciones del Estado y la sociedad cuando ellas transgreden los principios constitucionales o cuando vulneran las libertades y las expectativas de justicia de los ciudadanos.
Saludos,
Gonzalo.
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