Aquí el polémico artículo del notable filósofo sanmarquino Zenón Depaz, sobre el caso PUCP. Lo pongo a disposición de los lectores para el diálogo sobre el tema. Como es costumbre en este blog, todos los comentarios que ofrezcan argumentos son bienvenidos, más allá de la perspectiva que defiendan.
LA PRIVATIZACIÓN DE LA EDUCACIÓN
Zenón Depaz Toledo
Interrogado sobre el recorte de la libertad académica que puede producir su intervención en la PUCP, el cardenal Cipriani dijo que los docentes y estudiantes de esa universidad hallarán la auténtica libertad en “la Verdad”, y que, por tanto, no tienen por qué temer a “la verdad”.
Los discursos del cardenal no se caracterizan precisamente por su amabilidad. Este sonaba a censura y conminación. A censura, pues supone que la comunidad universitaria de la PUCP se halla en conflicto con la verdad. Afirmación ofensiva para una comunidad universitaria, dado que la verdad es el valor supremo de la actividad académica y la PUCP es una de las pocas universidades que merece esa denominación en el Perú, país cuyo ámbito universitario se halla plagado de estafa, como ocurre con la “universidad” Los Ángeles de Chimbote, surgida y mantenida en la estafa, y hoy rebautizada como “Universidad Católica Los Ángeles de Chimbote”, con plena anuencia del cardenal. Seguramente porque allí habita “la Verdad” de la que él gusta.
Pero las palabras de Cipriani suenan también a advertencia, puesto que si la PUCP se halla lejos de “la Verdad”, él, que se considera árbitro supremo en cuanto a qué es la verdad (no, por ejemplo, los derechos humanos; “esa cojudez”, según sus siempre delicadas palabras), se debe sentir predestinado y envalentonado para introducir lo que por tal entiende en aquella universidad, tras el nefasto fallo del desprestigiado Tribunal Constitucional.
En un personaje identificado con el Opus Dei, aquellas palabras son igualmente conminatorias. En su discurso fundamentalista, la libertad nada tiene que ver con la apertura y pluralidad como valores del pensamiento y la acción. A su intolerante parecer, el que no sigue “la Verdad”, que él supone única (obviamente aquella suya), no es libre: se engaña creyendo serlo, cuando en realidad es esclavo del error y sus pasiones. Por eso, hay un index de textos y temas prohibidos para las bibliotecas y sílabos de las instituciones educativas del Opus.
La verdad con la que amenaza Cipriani, no es pues la de Cristo, que en la interpretación de connotados teólogos, como Gustavo Gutiérrez, anunciaba la vida, siendo, por tanto, una afirmación de la diversidad que sostiene la vida plena. Nada tiene que ver tampoco con el respeto a la discrepancia y la exigencia de pruebas que caracteriza la actividad universitaria genuina. Equivale a la cerrazón e intolerancia que él practica… Por ello, en estos tiempos de abandono gubernamental, no sólo de la universidad pública, sino también de la universidad privada sin fines de lucro, afirmamos nuestra solidaridad con la comunidad universitaria de la PUCP que, como anuncia su escudo institucional, deberá ser, ahora más que nunca, luz que brilla ante las tinieblas.
Los discursos del cardenal no se caracterizan precisamente por su amabilidad. Este sonaba a censura y conminación. A censura, pues supone que la comunidad universitaria de la PUCP se halla en conflicto con la verdad. Afirmación ofensiva para una comunidad universitaria, dado que la verdad es el valor supremo de la actividad académica y la PUCP es una de las pocas universidades que merece esa denominación en el Perú, país cuyo ámbito universitario se halla plagado de estafa, como ocurre con la “universidad” Los Ángeles de Chimbote, surgida y mantenida en la estafa, y hoy rebautizada como “Universidad Católica Los Ángeles de Chimbote”, con plena anuencia del cardenal. Seguramente porque allí habita “la Verdad” de la que él gusta.
Pero las palabras de Cipriani suenan también a advertencia, puesto que si la PUCP se halla lejos de “la Verdad”, él, que se considera árbitro supremo en cuanto a qué es la verdad (no, por ejemplo, los derechos humanos; “esa cojudez”, según sus siempre delicadas palabras), se debe sentir predestinado y envalentonado para introducir lo que por tal entiende en aquella universidad, tras el nefasto fallo del desprestigiado Tribunal Constitucional.
En un personaje identificado con el Opus Dei, aquellas palabras son igualmente conminatorias. En su discurso fundamentalista, la libertad nada tiene que ver con la apertura y pluralidad como valores del pensamiento y la acción. A su intolerante parecer, el que no sigue “la Verdad”, que él supone única (obviamente aquella suya), no es libre: se engaña creyendo serlo, cuando en realidad es esclavo del error y sus pasiones. Por eso, hay un index de textos y temas prohibidos para las bibliotecas y sílabos de las instituciones educativas del Opus.
La verdad con la que amenaza Cipriani, no es pues la de Cristo, que en la interpretación de connotados teólogos, como Gustavo Gutiérrez, anunciaba la vida, siendo, por tanto, una afirmación de la diversidad que sostiene la vida plena. Nada tiene que ver tampoco con el respeto a la discrepancia y la exigencia de pruebas que caracteriza la actividad universitaria genuina. Equivale a la cerrazón e intolerancia que él practica… Por ello, en estos tiempos de abandono gubernamental, no sólo de la universidad pública, sino también de la universidad privada sin fines de lucro, afirmamos nuestra solidaridad con la comunidad universitaria de la PUCP que, como anuncia su escudo institucional, deberá ser, ahora más que nunca, luz que brilla ante las tinieblas.
Artículo tomado del diario La Primera.
4 comentarios:
Ciertamente Cipriani confunde sus “verdades de fe” con “verdades de razón”. Estas últimas son las que promueve la universidad.
Saludos.
Sigue la campaña del miedo y la desinformación.
Aquí no se trata de un enfrentamiento entre "la verdad" y "la mentira" como interesadamente postula el dueño de este blog; simplemente se trata de una controversia sobre la interpretacíon del testamemnto del principal benefactor de la PUCP (el cual -de estar vivo- se encontraría a la derecha, según las coordenadas políticas del dueño de este blog) la cual se ventiló en el TC y se sigue ventilando ahora en los juzgados del Poder Judicial.
En una democracia se debe confiar en las instituciones y aceptar el resultado de las sentencias judiciales; plantear hacerse justicia por la propia mano o arrear como borregos a los alumnos en contra de lo resuelto por una sentencia, sólo nos llevará a la barbarie.
Parece que la prédica derechohumanista no se aplica en este caso.
Es obvio que está en juego algo más que la interpretación del testamento. Se busca dar un golpe de timón en favor de una facción ajena a la PUCP que maneja una concepción antipluralista de la verdad. Quien considera que la Verdad (sic) es el punto de partida y no el punto de llegada de la investigación no tiene idea de lo que significa la vida universitaria.
Alfredo P. creo que no ha entendido el propósito que una universidad lleva. Es más, está usted totalmente equivocado. Si tal fuese el problema: La interpretación personal del testamento del benefactor, entonces es motivo suficiente repensar que aquella propiedad del benefactor ya no es suyo nada más, ni de su apellido, sino de una gran comunidad de estudiantes y profesores que deben sostener el valor que una universidad tiene desde sus políticas de origen.
Sin embargo, si la consecuencia connotativa es nefasta para garantizar la libertad de enseñanza e investigación; tal vez la consecuencia denotativa o mejor dicho, desde una apreciación nominal, no resulte perjudicial. Antes bien, resultaría mejor tal procedimiento para extraerle el nombre, porque la Iglesia no goza ya de la autoridad moral ni del poder de influencia política de hace siglos. No obstante, pese a que la mayoría peruana siempre se destaque más por su fervor religioso que por perseguir la validez científica de la razón, o cuando menos, las verdades plurales como sociedad postmoderna, lo que terminará resultando es la necesidad de educación de los peruanos en la PUCP por su reputación histórica y por los valores de mercado que imperan en el sistema mundial, promoviendo no solo la continuidad de los mismos a que postulen, sino también que se debata la necesidad de un Estado Laico si es que hay actores poderosos con tal voluntad. En este sentido, adelante, disparen su mejor proyectil porque la razón y la justicia democrática siempre terminará por ser delicada pero precisa y proporcional.
En cambio, el uso de la autoridad judicial y religiosa más resulta en abuso de sus recursos porque el procedimiento justo que dicen prestar al análisis de evidencia se contrapone con la consecuencia que desean imponer sobre la comunidad de estudiantes de nuevas generaciones: Perseguir una Verdad dibujada por ellos según su cosmovisión cristiana y no según la realidad del mundo. Verdades fantásticas de resignación y obediencia ciega, en lugar de la autorrealización personal que genera una formación académica integral.
Espero estas líneas le sirvan de reflexión estimadísimo Sr. Alfredo P.
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