Gonzalo Gamio Gehri
Ayer participé en una sesión de Cine-Foro organizado por IDEHPUCP sobre el tema general de Vida cotidiana y nuevas sociedades. La película exhibida fue la notable película argentina Leonera (2008), de Pablo Trapero. Me acompañó en la mesa la crítica literaria y escritora Carla Sagástegui, también profesora del Departamento de Humanidades de la PUCP.
Julia Zárate es una joven universitaria que se ve envuelta en el asesinato de uno de sus dos amantes – que vivían con ella y la sometían a maltrato – y es encarcelada. Está embarazada de uno de los dos hombres. Tiene que afrontar sola la experiencia de la maternidad habiendo perdido su libertad, sin tener claridad alguna acerca de su participación en el crimen – la cinta ni siquiera resuelve este enigma - y ha ahogado toda esperanza respecto de la forma que pudiera tomar su futuro. No obstante, el nacimiento de su hijo le permite abrigar una nueva ilusión, a pesar de que sabe que a cierta edad lo separarán de ella. Asimismo, encuentra en el trato con las internas del penal actitudes de solidaridad que fortalece su fe en las personas.
Es una obra realmente conmovedora, llena de realismo, pero también repleta de símbolos arquetípicos extraídos del mito. En el diálogo con Sagástegui fuimos identificando una serie de figuras alusivas a la idea de muerte y resurrección, caída y redención. Se trata de una narrativa sobre la vida carcelaria – en la que, literalmente, la vida se des-cubre y se abre paso en medio del recinto carcelario -, en la que la ley aparece como un recurso exterior, meramente abstracto (en términos de Hegel), completamente hostil, e incluso irrelevante, frente al trato cara a cara que se cultiva al interior de una prisión. A nadie parece importarle realmente el rol de Julia en el delito cometido; ni al abogado, ni a los jueces, ni al narrador del film. La redención que ella logra no pasa expresamente por el dolor y por el castigo, sino por el amor que entrega a su hijo y a sus compañeras de reclusión. La cinta juega con el cambio de las estaciones como expresión de la transformación de la actitud vital de la protagonista.
Tanto la madre de Julia como las autoridades del penal quieren arrebatarle al niño, con la intención de brindarle una cierta calidad de vida. La fiera reacción de Julia lleva a sus celadores a recluirla en una celda de castigo, que funciona como una imagen de muerte (una especie de ataúd). Recuperada la posibilidad de realizar visitas vigiladas a su hijo, Julia encierra en la cocina a su madre y a su celadora y huye con el niño. Finalmente, consigue cruzar la frontera. Es curioso que el niño esté vestido con un disfraz de dragón en el momento de la huida. Como se sabe, en los mitos de diversas tradiciones, el dragón – la serpiente primordial – es el símbolo de los grandes cambios, del renacimiento. Por ejemplo, en Nibelungenlied, la sangre de Fafner hace que Siegfried / Sigurd pueda convertirse en héroe y encontrar su destino. En la película, el escape permite a Julia cambiar de piel, iniciar una nueva vida, con la desconcertante – pero unánime – complicidad del público. De este modo, la controvertida figura de la construcción de una identidad más plena, a expensas de la ley, se completa. Aunque de un modo por demás extraño, la vida triunfa sobre la muerte.
4 comentarios:
Bellísimo. Me encanta. Quisiera ver esa película. Me recuerda a Los Miserables de Víctor Hugo, especialmente a la situación de Jean Valjean (el personaje principal y el héroe) huyendo de la ley con la hija de Fantina, Cossete.
Efectivamente. Es una extraordinaria película.
Saludos,
Gonzalo.
la acabo de ver ahora en el 2014 y me encanto, sobre todo para los padres como yo.absorvidos por el sistema q le dejamos repoco.tiempo a nuestros hijos,exelente
saludos desde chile
Gratísimo descubrimiento en la madrugada del 25 de noviembre de una película cuyo nombre desconocía. Hoy busco comentarios para poder enterarme.Una gran película, una gran actuación y quisiera saber el nombre del nene (el nombre real de TOMMY) ese niño es un actor en potencia
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