jueves, 28 de mayo de 2009

EL LIBERALISMO Y LA VIDA BUENA, OTRA VEZ



Gonzalo Gamio Gehri


Muchas veces se me ha preguntado con cierta vehemencia acerca de cómo puedo conciliar mis convicciones y pensamientos personales sobre la ética y la religión (incluyendo mis creencias cristianas), con mi cercanía por una lectura humanista y liberal de la acción política y la racionalidad pública. Siempre me ha desconcertado la vehemencia de estas preguntas: Me llama la atención que se considere que se trata de compromisos o interpretaciones que necesariamente e enfrentan, y que no existe articulación posible entre ellos. Aprovecho la elaboración de una breve respuesta a Raúl Haro para poner nuevamente en blanco y negro algunas ideas al respecto.

Empiezo planteando las cosas en primera persona, pensando en las preguntas de mis interlocutores. Por supuesto que, como cristiano, creo en el poder de la Oración, en el amor al prójimo y en la justicia. No necesito urdir una "metafísica" con ello; me basta mi fe, la narrativa del Evangelio y ciertas narrativas vinculadas a la tradición (que asumo de manera reflexiva). Jesús no hizo metafísica, una disciplina ajena al imaginario hebreo (que haya una ontología y una ética implícitas es otro tema). Por lo demás, mis “intelectuales favoritos de inspiración católica” son radicales partidarios de la libre reflexión: Chesterton, Gustavo Gutiérrez, John Ancton, Simone Weil. Su lectura me resulta edificante (en el sentido de Rorty, no en el de Hegel) y particularmente esclarecedora. No me inspiran tanto los autores más “arquitectónicos” (“constantinistas”, dirían algunos críticos).

Soy cristiano, creo en la narrativa espiritual del Evangelio. Mi concepción del buen vivir se nutre de allí, de la ética clásica (tragedia, Platón, Aristóteles), y de fuentes románticas (Goethe y Hegel). Sin embargo, no creo que esa sea la única senda para vivir una buena vida. No creo que deba ser impuesta (eso de "no imponer es imponer" es un despropósito que los espíritus sutiles deberían reconocer como tal, dada su deficiente argumentación). Creo en diversas formas de ‘trascendencia’ – aquello que le confiere significación a la vida más allá de mis deseos, mis intereses, mis impresiones -, pero no creo que mis creencias tengan que incorporarse como parte del cánon de creencias que mi comunidad política debería suscribir. Evidentemente, estaría dispuesto a exponer las razones que convierten mis convicciones en dignas de adhesión (y confío en que se trata de razones que otros podrían entender y eventualmente compartir), pero no espero que mi imagen de la treascendencia deba ser “impuesta”. Esta convicción no supone – como es natural – la caída en un etéreo “relativismo” moral o epistemológico que supuestamente considera que toda visión de la vida es igualmente válida. Respeto, asimismo, el derecho de otros a asumir conscientemente el escepticismo como una forma de pensar las “cuestiones últimas” (no debe descartarse que el escepticismo pueda convertirse, curiosamente, para algunos en la fuente de un poderoso compromiso moral. Ya desarrollaré esta idea en el futuro). Considero saludable – y hasta necesario – someter a discusión racional las concepciones particulares de la vida buena en los foros académicos y en los espacios de la sociedad civil (incluyendo iglesias y asociaciones voluntarias), pero creo firmemente que este debate no debe formar parte de la agenda del Estado (el cual debe estar comprometido con el pluralismo, no con una conceptualmente ficticia “neutralidad”). El liberalismo aporta una 'ética mínima' (un "consenso sobre el mal", en mis términos), que es necesaria para garantizar la coexistencia pero no suficiente para llevar una buena vida. Esa búsqueda es decisiva para las personas. De hecho, considero personalmente que esta búsqueda constituye el asunto más importante de la existencia humana; por eso mismo, el Estado no debe emprender esa búsqueda por nosotros. No debe ahorrarnos la pasión, la incertidumbre, “el camino de la desesperación” – para citar una vez más a Hegel – que supone aspirar a asignarle sentido a la vida. He escrito un texto largo sobre esta materia – El liberalismo y la sabiduría del mal – que está disponible en este blog . El problema de la vida buena depende del discernimiento de los propios agentes, de sus debates, de sus elecciones y deliberaciones.

El Estado democrático no interviene en el asunto de la vida plena, no plantea una "visión oficial" en esta materia. Si lo hiciese, nos estaría tratando como “súbditos”, no como ciudadanos. Algunas personas creen que esto sabe a poco. Algunos conservadores tienen la creencia delirante de que si una sociedad no cuenta con una “religión oficial” – promovida expresamente por el Estado – se está condenando a sus miembros a la incredulidad religiosa e incluso – esto sí que es tragicómico – a una suerte de descalabro moral. Muchos personajes tradicionalistas - que disfrazan burdamente su ideología como filosofía, a pesar de que sólo se dedican a la agitación y la propaganda - dan por hecho la validez de esta endeble e infundada presuposición; por mucho que la repitan o que se asocien para entonarla solemnemente a coro no se convertirá en una 'verdad incuestionada'. Entre los críticos más moderados (como el propio Haro), se estima que la sociedad democrática liberal incita a sus miembros a renunciar a reconocer la matriz teleológica de la vida moral. No lo creo. A lo que se renuncia es a que el Estado nos ofrezca un télos, a que nos imponga una verdad metafísica o teológica que considere vinculante para nuestros modos posibles de pensar la vida. El mensaje no es que la vida buena sea una cuestión vacía para una sociedad pluralista. Lo que ella promueve es el respeto por la capacidad de agencia de las personas, pues se trata de sujetos que (parafraseando a Sen) están en condición de elegir conscientemente el modo de vida que tienen razones para valorar (lo cual implica la disposición a problematizar e interpelar con otros sus elecciones y argumentos). Una 'ética mínima' – presente en la esfera pública – es todo lo que se necesita para considerar seriamente las exigencias de justicia, cooperación mutua y responsabilidad (y no sólo de tolerancia, como resulta evidente), que constituyen el núcleo de la política liberal. Ese ‘minimalismo’ dista mucho de ser moralmente pobre; no sólo está expresado en el cuerpo de leyes e instituciones que buscan conjurar el mal; implica la disposición efectiva del ciudadano a defender políticamente el sistema de derechos y libertades), a movilizarse en nombre de los derechos y las libertades fundamentales. Supone además ese sentido de corresponsabilidad política que constituye una genuina sociedad democrática. Evidentemente, para los agentes no es suficiente: ellos requieren espacios de libertad, diálogo y asociación para examinar los posibles fines últimos, buscar la verdad y discernir el problema del Bien (o mejor, de los bienes, entre ellos la solidaridad en su sentido más fuerte). Pero ese es un asunto que trasciende – y que a veces desafía – los poderes “tutelares” del Estado. En buena hora.

30 comentarios:

Abraham dijo...

Que es “el poder de la oracion”? Si “el poder de la oracion” es meramente psicologico/terapeutico, es un “poder” muy minimo y no exclusivo de la oracion. O es que acaso te refieres al “poder” de comunicarse literalmente con un ser sobrenatural (Dios)? En que crees cuando crees en el “poder de la oracion”?
Luego dices “No necesito urdir una "metafísica" con ello; me basta mi fe... Jesús no hizo metafísica.” Es cierto que Jesus no hizo metafisica, pero sus enseñanzas presuponen toda una ontologia compleja que una mente filosofica podria sistematizar en una metafisica explicita. Es mas, uno podria pensar que la actitud de un filosofo seria la de “urdir una metafísica” antes de aceptar la ontologia cristiana. Por eso no entiendo cuando dices “me basta mi fe”. Que entiendes por “fe”? En que sentido te “basta”?
Quizas la gente se sorprenda cuando dices que eres cristiano y ademas filosofo por todo el bagaje que trae consigo el cristianismo y que un filosofo se resistiria a aceptar. Por ejemplo, la concepcion virginal de Maria, la divinidad de Jesus, la resurreccion de Jesus, etc.

Anónimo dijo...

http://sofiatudela.blogspot.com/

Gonzalo Gamio dijo...

Abraham:

No se trata de algo "mágico" en sentido estricto, sino cotidiano. Creo - uso deliberadamente esta palabra - que la oración me permite entablar un diálogo con alguien más, y que esto es significativo para la vida en muchas formas diferentes.

Estoy convencido que el lenguaje de la fe es inconmensurable respecto del de las ciencias duras. No creo que tenga sentido interpretar de manera fisicalista ciertas creencias.

Si ser cristiano supusiera renunciar a pensar seriamente - como sugieres en el último párrafo - no podría dar ese paso. Menos mal que la razón en sentido amplio permite (al menos parcialmente) que uno pueda entender lo que cree.

Saludos,
Gonzalo.

Daniel Salas dijo...

Totalmente de acuerdo con tu post. Yo tengo una pregunta para ti y para quienes discrepan de tus ideas:

¿La santidad ejecutada por coerción es santidad? ¿Es verdaderamente casto el hombre o la mujer que no tiene la posibilidad de no serlo? Para mí es como decir que un hambriento está haciendo ayuno.

Jaime Del Castillo dijo...

Muy buena la argumentación con garra. Estoy de acuerdo con buscar y tender a un Estado Laico, no me parece bien que la Iglesia Católica si reciba presupuesto del Estado Peruano en detrimento de otras religiones, sin embargo, que obtenemos a cambio: ¿SODALITIUM, OPUS DEI, posición reaccionarias, conservadurismo estéril?, y encima, en la Iglesia Católica todo te cuesta, o sea reciben presupuesto del Estado Peruano y encima te cobran hasta por el aire que respiras dentro de la Iglesia, y ni que decir si la 'mamacha paulina' quiere casarse en la Iglesia del Pilar, mejor no sigo porque ya Uds., se imaginarán que pasa. Bueno todo ello viene a tanta argumentación con respecto a la religión. Sobre el poder de la oración lo entiendo como un acto de convicción como la de San Agustín, ¿Pero cuando lo aterrizo en un Cardenal Cipriani (los DD.HH. son una cojudez), pues la cosa como que cambia radicalmente NO?. Lo dejo ahí.

Uriel dijo...

Unas preguntas:

Las discusiones de la “vida buena”, deben ser parte de los “espacios publicos” (en el sentido de Habermas), y no comprometido el estado. Pero hay una parte que me parece contradictoria, o puede ser que no lo hay entendido bien, pero quisiera una explicación mas detallada.

El estado debe estar comprometido con el pluralismo, ya que las personas deben buscar su propia “vida buena”, y “El Estado democrático no se mete en el asunto, no plantea una "visión oficial" en esta materia”. ¿Pero no es el pluralismo una neutralidad?¿Cual es la diferencia entre el estado plural y el neutral?. ¿Si ambos no se inclinan por ninguna visión de “vida buena”?

Gonzalo Gamio dijo...

Uriel:

No hay ninguna contradicción, en absoluto. El Estado liberal no está comprometido con ninguna visión de la vida buena o la plenitud humana (o la felicidad, o la salvación), sólo quiere propiciar y respetar espacios de libertad para que los agentes discutan, decidan o diseñen sus proyectos de vida e imágenes de la verdad o el Bien. Esto es el ‘pluralismo’, y es fruto de una historia de experiencias y debates. No uso “neutralidad”, porque se trata de un concepto que nos remite a una ficción epistemológica, a saber, “el punto de vista desde ningún lugar”.

Saludos,
Gonzalo.

Carlos Eduardo Pérez Crespo dijo...

Hola Gonzalo,

Me parece totalmente válida tu identificación como cristiano y liberal (en el sentido que tú le das por supuesto). Más bien me habría sorprendido si decías "soy católico pero... Viva la muerte!".

cordiales saludos.

Gonzalo Gamio dijo...

Estimado Carlos:

No pues, los de "Viva la muerte!" no son tanto cristianos como fascistoides disfrazados bajo el manto de la religión.

Saludos,
Gonzalo..

Raul Haro Gonzales Vigil dijo...

Estimado Gonzalo:

Estoy de acuerdo en que alguien puede ser cristiano y vivir tranquilamente en una sociedad liberal. Además no he querido decir ni he querido afirmar que tu postura sea contradictoria con tu fe. Por lo que dices al contrario, creo que eres un católico coherente. Incluso en tu visión de la secularización como separación necesaria entre Iglesia y estado sin que la uno se sobreponga a la otra muestra tu interés por llegar a una posición razonable que no mine los presupuestos de tus creencias y que permita un buen vivir.

Ahora bien, el problema con la moral de mínimos es que supone una coexistencia mediocre a mi entender. Una moral de corresponsabilidad donde el Estado promueva activamente la visión de solidaridad y donde el poder esté en su justo medio a través de la defensa de la verdad y no en el consenso de los poderosos (sean estos la mayoría o unos pocos), es para mí un Estado ideal. Después desarrollaré un poco más mis ideas.

Y bueno, por otro lado yo no digo que esta idea de sociedad que defiendo no sea un tanto utópica, pero también lo es la sociedad liberal perfecta no? Siempre la teoría se mueve por encima de la praxis como una suerte de motor que por su belleza mueve a los demás a seguirla.

Saludos Cordiales,
Raúl Haro

Gonzalo Gamio dijo...

Estimado Raúl:

No encuentro “mediocridad” o “comodidad” en una democracia liberal; defender los derechos y libertades de los individuos no es poca cosa. Requiere de un sólido sistema de leyes e instituciones, así como de ciudadanos celosos y vigilantes de que el poder se distribuya y no se concentre. Respetar la potestad del individuo de elegir su plan de vida y su visión de las cosas exige coraje, solidaridad y un profundo sentido de justicia. Imponer una concepción del Bien o una disciplina que nos prepare para la trascendencia puede convertirse en una tentación, la tentación del control.

Saludos,
Gonzalo.

Anónimo dijo...

Estimado Gonzalo, afortunadamente el liberalismo esta en camino a convertirse en una civilización. Ya esta más allá de todo debate. Simplemente es. Disfrutamos la libertad individual, incluso con todos sus riesgos. En lo personal, eso "me hace sentir bien" ( y no me interesa fundamentar esa sensación de beneplácito; es mía, individual, de mi territorio personal) No hay marcha atrás. Y recién todo esto empieza....

Saludos

Richi

Ricardo Milla dijo...

Estimado Gonzalo:

Es tarde, así que no podré comentar extensamente esta vez. Sólo te digo algo: Concuerdo con lo que dice Raúl Haro aquí. Está bien expuesto.
Tu post es claro y, como siempre, escribes muy bien.

Saludos,
Ricardo.

Anónimo dijo...

Ay! ay! ay! Si no hubiera debate, anónimo feo, para qué demonios Gamio, Milla, Haro, Salas, sería filósofos (o inetentos de serlo)? No se trata de disfrutar sin más. La sociedad liberal tiene errores y hay que mejorarlos. No hay LA sociedad perfecta, sólo apariencia. Platón estaba más cerca de la Verdad de lo que creen algunos.

Slds.
Sor Presa.

Raul Haro Gonzales Vigil dijo...

Estimado Gonzalo:

Estoy escribiendo un post en base a tu artículo sobre secularización, he descubierto gratamente que en ese tema tenemos una posición muy parecida. Te lo mandaré cuando lo termine antes de publicarlo para que ver si no he interpretado arbitrariamente lo que has dicho.

Saludos Cordiales,
Raúl Haro

Raul Haro Gonzales Vigil dijo...

Estimado Gonzalo:

Por lo menos en este debate más allá de la discrepancia es de destacar que estamos de acuerdo en la importancia de la trascendencia en la vida individual. Es justamente la trascendencia la que fundamenta la base del despliegue espiritual del ser humano y de sus capacidades. Y bueno en general hay un acuerdo -si bien desde distintas perspectivas- del valor que tiene la libertad y el diálogo en la vida social. Al igual que tú lo dices en tu post sobre mí, yo también pienso que eres una persona moderada en tus perspectivas, y que más allá de ciertas posturas políticas que tengamos hay un acuerdo en la escala de valores donde remarcas el papel de la trascendencia.

Descarto de por sí las posturas liberales que postulan un relativismo sin más, pero es de notar que tú no defiendes un liberalismo radical, al igual que yo no defiendo una postura conservadora o reaccionaria radical.

Saludos,
Raúl Haro

Raul Haro Gonzales Vigil dijo...

Bueno quisiera poner una respuesta que le di a Daniel en mi post, porque de alguna manera bosqueja mi perspectiva sobre el asunto que aquí he venido desarrollando. Aquí está el comentario:

No he vivido mucho tiempo en una sociedad propiamente liberal, pero tengo muchos familiares que sí y bueno conozco varios amigos que sí. Además puedo leer las noticias y ver como se pisotea como políticas de Estado el derecho a la vida por una falta de entendimiento de lo que es un ser humano (me refiero en concreto al tema del aborto).

Yo creo que sí se puede vivir la propia fe en una sociedad liberal y buscar y encontrar en cierto camino de trascendencia. Justamente puedes ser libre de creer lo que quieras, aunque hay muchos pensadores radicales (entre los cuales no cuento a Gonzalo que ha mostrado tener una postura moderada y racional) que en su tendencia a desacralizar la sociedad llevan la secularización hasta el punto de que se promueve una visión de las creencias como vivencias puramente privadas.

Yo creo que la tolerancia es una "virtud" negativa. Significa soportar, y por ende tiene una connotación pasiva; mientras que el planteamiento de un telos común en base a una libertad dirigida a la trascendencia, también propone un modo de coexistencia donde yo puedo aceptar tu punto de vista pero en base a un diálogo razonable. Las ideas no se toleran porque sí, sino porque son razonables. Yo por ejemplo no tolero una visión pro abortista, y para mi un debate con un pro abortista se enmarca en una búsqueda objetiva por la verdad. Pero eso no implica que crea que deba no querer imponer mi punto de vista, en realidad sí lo quiero imponer como individuo, pero en base a una comprensión racional del asunto sin ir en contra del sujeto que se afirma en una posición determinada.

Una sociedad de solidaridad a mi entender no se puede basar ni más ni menos que en el respeto por el ser humano más allá de cualquier ideología, lo cual postula una afirmación del derecho natural por encima del derecho positivo o del derecho del consenso. Y esta neutralidad del Estado en cuanto a la interpretación de las leyes, no es más que una ideología de la vida buena que pretende suponer que el poder reside en el pueblo, cuando está por encima d él.

Lo de la discriminación me da lo mismo. Así no hubiese discriminación en una sociedad liberal, y se diera una secularización razonable, seguiría estando en contra de los supuestos que informan la convivencia en un plano liberal.

Saludos,
Raúl Haro

Gonzalo Gamio dijo...

Estimado Ricardo:

Gracias por tu generoso comentario. Es bueno dialogar contigo y con Raúl, y señalar diferencias y convergencias. Le responderé a Raúl en breve.

Saludos,
Gonzalo.

Gonzalo Gamio dijo...

Estimado Raúl:

Encantado que comentes mi ensayo "¿Qué es la secularización?". Interesante saber que coincidimos en ese tema.

Sostengo que el sentido de corresponsabilidad y de solidaridad está presente en la concepción liberal de la justicia. De hecho, lo que señalas sobre "el respeto por el ser humano más allá de cualquier ideología" converge con la lectura rawlsiana del consenso, sólo que ni siquiera requerimos suscribir el iusnaturalismo clásico.

Desde luego, no soy un liberal radical, pues soy tambioén un aristotélico hegeliano. Los liberales más influyentes en mí son Shklar y Berlin.

Aprecio tu vocación por matizar las posiciones más generales y por tu independencia respecto de las posturas más endurecidas. Excelente.

Saludos,
Gonzalo.

Raul Haro Gonzales Vigil dijo...

Estimado Gonzalo:

Siempre es menester mantener una postura critica ante cualquier idea recibida, es por eso que siempre me mantengo alejado de cualquier tipo de fundamentalismo.

El problema es que si no se tiene una lectura de la realidad que exceda la propia subjetividad o intersubjetividad, entonces en el fondo cualquier cosa puede ser suscrita mientras no contradiga el principio basico de lo que tu has llamado el consenso sobre el mal. En ese caso la interpretacion de lo bueno o lo deseable sera relativo a cada comunidad o grupo humano. Yo, en cambio, sostengo que para respetar al ser humano realmente se debe partir de un criterio que este sobre cualquier sujeto. El consenso en este sentido es a mi entender epistemologicamente inferior que el iusnaturalismo.

Creo que tambien lo que separa nuestras posturas (que se asemejan en cuanto la de ambos es moderada) es que el pensamiento liberal defiende una vision que deja de lado la reflexion metafisica de la realidad.

En el proximo post sobre secularismo que escriba ahondare un poco en el tema, en verdad un gusto muy edificante el debatir contigo.

Saludos,
Raul Haro.

Gonzalo Gamio dijo...

Estimado Raúl:

De acuerdo con tu comentario, salvo por un asunto muy preciso. Cuando dices "El problema es que si no se tiene una lectura de la realidad que exceda la propia subjetividad o intersubjetividad, entonces en el fondo cualquier cosa puede ser suscrita mientras no contradiga el principio basico de lo que tu has llamado el consenso sobre el mal. En ese caso la interpretacion de lo bueno o lo deseable sera relativo a cada comunidad o grupo humano". Yo no suscribo ninguna suerte de "relativismo": creo que la vida buena es algo sobre lo que se debe discutir y construir consensos - no hay una "renuncia a la justificación racional" -, pero creo que debemos dejar espacio para un pluralismo razonable.

No suscribo ningún iusnaturalismo, porque se trata de una teoría escasamente sólida y termina haciéndose ideológica. No creo en que podamos llegar a certeza alguna en esta materia.

Será un gusto conversar sobre la secularización.

Saludos,
Gonzalo.

Raul Haro Gonzales Vigil dijo...

Estimado Gonzalo:

El tema del iusnaturalismo es un tema complicado, sobretodo porque muchos lo defienden o desde la fe o desde una determinada ideología. Pero si algo es razonable es porque refleja mejor la naturaleza de aquello sobre lo que se está debatiendo, por lo cual la referencia a la naturaleza de las cosas es siempre una constante de un discurso que pretenda legitimarse. En este sentido es que creo que es necesario una referencia a la ley natural pero de manera reflexiva y crítica, poniendo así de relieve el hecho que existen derechos que son absolutamente incuestionables al ser presupuestos de existencia humana y personal.

Saludos,
Raúl Haro

PD: Intentaré conseguirme libros de Shklar y Berlin ya que no los conozco. Saludos.

Gonzalo Gamio dijo...

Estimado Raúl:

Este es un tema en el que también diferimos. No creo que podemos hablar de la "naturaleza de las cosas" a secas. La matriz holista y hermenéutica de la racionalidad que nos viene de Husserl, Heidegger y los pragmatistas me parece incontestable. En ese sentido, también encuentro algo arcaico el recurso a la ley natural (aunque entiendo que el propósito es noble). Vivimos en el crepúsculo del paradigma de la certeza, gracias a Dios.

Saludos,
Gonzalo.

Raul C. dijo...

Estimado Gonzalo,

Te agradecería mucho si pudieras comentar lo que piensas de las siguientes reflexiones de Ratzinger sobre la relación entre la fe cristiana y la política. Disculpa por la extensión:

“El Estado no constituye la totalidad de la existencia humana ni abarca toda la esperanza humana. El hombre y su esperanza van más allá de la esfera de la acción política” (164). Esto le quita peso al hombre político y le abre camino a la política racional. “El Estado romano era falso y anticristiano precisamente porque quería ser el totum de las posibilidades y de las esperanzas cristianas. Pretendía así lo que no podía realizar, con lo que defraudaba y empobrecía al hombre. Su mentira totalitaria lo hacía demoníaco y tiránico.

La supresión del totalitarismo estatal ha desmitificado al Estado, liberando al hombre político y la política. Pero cuando la fe cristiana, la fe en una esperanza superior del hombre, decae, vuelve a surgir el mito del Estado divino, porque el hombre no puede renunciar a la plenitud de la esperanza…. Semejante política que convierte el Reino de Dios en un producto de la política y somete la fe a la primacía universal de la política, es, por su propia naturaleza, una política de la esclavitud; es política mitológica” (164). “La renuncia a las esperanzas míticas es propia de una sociedad no tiránica, y no es resignación, sino lealtad, que mantiene al hombre en la esperanza” (165). “La renuncia a las esperanzas míticas es propia de una sociedad no tiránica, y no una resignación, sino lealtad, que mantiene al hombre en la esperanza. La esperanza mítica del paraíso inmanente y autárquico sólo puede conducir al hombre a la frustración; frustración ante el fracaso de sus promesas y ante el gran vacío que le acecha; una frustración angustiosa, hija de su propia fuerza y crueldad. El primer servicio que presta la fe a la política es, pues, liberar al hombre de la irracionalidad de los mitos políticos, que constituyen el verdadero peligro de nuestro tiempo. Ser sobrios y realizar lo que es posible en vez de de exigir con ardor lo imposible ha sido siempre cosa difícil; la voz de la razón nunca suena tan fuerte como el grito irracional. El grito que reclama grandes hazañas tiene la vibración del moralismo; limitarse a lo posible parece, en cambio, una renuncia a la pasión moral, tiene el aspecto del pragmatismo de los mezquinos. Sin embargo, la moral política consiste en resistir la seducción de la grandilocuencia con la que se juega con la humanidad, el hombre y sus posibilidades. No es moral el moralismo de la aventura que pretende realizar por sí mismo lo que es de Dios. En cambio, sí es moral la lealtad que acepta las dimensiones del hombre y lleva a cabo, dentro de esta medida, las obras del hombre” (166).
Ratzinger, Joseph. Iglesia, ecumenismo y política. Madrid: Biblioteca de Autores Cristianos, 1987.

Gonzalo Gamio dijo...

Hola Raúl:

Interesante texto. Es inspirador constatar cómo la lectura de Ratzinger converge con los ideales de la democracia, y sospecha de esos totalitarismos "espirituosos" que algunos conservadores criollos aderezan.

Saludos,
Gonzalo.

Raúl C. dijo...

Gonzalo,

Eso puede mostrar que el pensamiento católico y menos del de Ratzinger NO se identifica con el llamado tradicionalismo que tiene sus raíces, no en la milenaria tradición de la Iglesia, sino en el siglo XIX. Es decir, aunque parezca contradictorio, el tradicionalismo es más bien un fenómeno moderno.

Sin embargo creo que tampoco se identifica con la visión de la izquierda liberal. Supongo que este texto que voy a citar es diametralmente opuesto a tu visión de la relación entre política y religión (¿me equivoco?).

En la homilía que cito Ratzinger continúa su reflexión sosteniendo que a pesar de ser perseguidos por el Estado los cristianos no tenían una posición negativa frente a la función de este. No buscaron destruirlo. Reconocían el derecho de resistencia pacífica frente a aquello que iba en contra de la ley de Dios pero también la necesidad de respetar a las autoridades establecidas y buscar el orden y el bien común. “[los cristianos] reconocieron los límites del Estado y no se doblegaron en lo que no les era lícito doblegarse, porque iba contra la voluntad de Dios. Por eso precisamente resulta tanto más importante el que no intentaran destruir sino que contribuyeran a regir este Estado. La antimoral es combatida con la moral, y el mal con la decidida adhesión al bien, es la verdadera oposición, y sólo el bien puede preparar el impulso hacia lo mejor. No existen dos tipos de moral política: una moral de la oposición y una moral del poder. Sólo existe una moral: la moral como tal, la moral de los mandamientos de Dios, que no pueden dejar en la cuneta ni siquiera temporalmente, a fin de acelerar un cambio de la situación” (166-167). “El cristiano es siempre un sustentador del Estado en el sentido de que él realiza lo positivo, el bien, que sostiene en con comunión de los Estados. No teme que de este modo vaya a contribuir al poder de los malvados, sino que está convencido de que siempre y únicamente el reforzamiento del bien puede abatir el mal y reducir el poder del mal y de los malvados. Quien incluya en sus programas la muerte de inocentes o la destrucción de la propiedad ajena no podrá nunca justificarse con la fe”… “La verdadera resistencia cristiana... sólo tiene lugar cuando el Estado exige el mal, en cuyo caso el bien es siempre un mandamiento” (167).

James dijo...

Gonzalo,

Has dicho que la cita de Ratzinger es inspiradora. Pero ¿te das cuenta que en ella hay elementos que atacan directamente a la concepción política de la "Teología de la Liberación" que tanto defiendes tú?

Por ejemplo cuando Ratzinger sostiene:
"Semejante política que convierte el Reino de Dios en un producto de la política y somete la fe a la primacía universal de la política, es, por su propia naturaleza, una política de la esclavitud; es política mitológica"

Gonzalo Gamio dijo...

James:

Ninguna obra de Gutiérrez exalta la política como proritaria respecto de la fe. Es falso que la TL anule o subordine la trascendencia.

Se trata de Fe y profecía. Los profetas no hacían política.

Saludos,
Gonzalo.

Julio H. Correa S. dijo...

A través de este medio, deseo manifestar mi más absoluto rechazo a las acciones ilegitimas de este gobierno aprista, al ordenar a la policía reprimir, mediante el uso de la fuerza armada, a los nativos amazónicos, quienes cansados de ser burlados por la maquinaria burocrática de este Estado pretendidamente democrático y moderno, cuya última acción excluidora y negadora fue postergar ilegítimamente la acción legislativa que estaba destinada a tratar la derogatoria o la modificación de las leyes que írritamente el poder ejecutivo emitió con la finalidad de articular el andamiaje jurídico que facilite el expolio neoliberal de los recusos naturales que se encuentran en ámbitos geográficos que ancestralmente, antes de la imposición histórica de este modelo occidental de fallido Estado moderno, han poseido como fundamento de su medio ecológico de vida.

Con la venia del administrador, leer el resto en:
http://jhcs-otromundoesundeber.blogspot.com

Julio H. Correa S. dijo...

Si la alta discusión filosófica, tiene a bien mirar sus propios pies como motivación genuina de debate y de denuncia:

A través de este medio, deseo manifestar mi más absoluto rechazo a las acciones ilegitimas de este gobierno aprista, al ordenar a la policia reprimir, mediante el uso de la fuerza armada, a los nativos amazónicos, quienes cansados de ser burlados por la maquinaria burocrática de este Estado pretendidamente democrático y moderno, cuya última acción excluidora y negadora fue postergar ilegítimamente la acción legislativa que estaba destinada a tratar la derogatoria o la modificación de las leyes que írritamente el poder ejecutivo emitió con la finalidad de articular el andamiaje jurídico que facilite el expolio neoliberal de los recusos naturales que se encuentran en ámbitos geográficos que ancestralmente, antes de la imposición histórica de este modelo occidental de fallido Estado moderno, han poseido como fundamento de su medio ecológico de vida.

Con la venia del administrador, leer el resto en:
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