jueves, 26 de julio de 2012

EL CASO PUCP: ¿QUIÉN PIERDE? (P. QUINTANILLA P.V.)






Pablo Quintanilla P.V.

El Vaticano ha emitido un decreto en el que prohíbe a la PUCP que use los “títulos” de ‘pontificia’ y ‘católica’. Esas dos palabras, sin embargo, no son títulos, sino nombres inscritos legalmente en los registros públicos del Estado Peruano. Tales nombres no constituyen una franquicia, una marca registrada, ni una denominación de origen, así que nadie tiene derecho de exigirle a una institución que deje de usarlos, de la misma forma como sería absurdo que el Perú demandara a la escuela ‘República del Perú’, que está en Montevideo, que cambie su nombre por discrepar de su estructura administrativa.

La palabra ‘pontificia’ viene de ‘pontífice’, que ahora se usa básicamente para designar al Papa, pero que originalmente se empleaba para referir a los emperadores romanos y, especialmente, a los sacerdotes paganos, pues literalmente significa “el que hace puentes”, es decir, el que vincula con Dios. En efecto, pedirle a la PUCP que deje de ser pontificia, equivale a bloquear todos los puentes de comunicación.

La palabra ‘católico’, por otra parte, procede del griego ‘katholicós’, que significa “universal”, término que se acuñó en el siglo II d.C. para designar a todos los que siguen a Cristo. Por ello, otras denominaciones cristianas, como la Iglesia Anglicana y la Iglesia Ortodoxa también son oficialmente católicas, aunque no sean romanas.

Ya que nadie es dueño de las palabras de una lengua, especialmente si no es una marca registrada, la PUCP no tendría que dejar de usar estos nombres si no lo desea, aunque podría decidir, de manera libre y autónoma, dejar de usar el nombre de ‘pontificia’, dado que el Vaticano mismo ha preferido bloquear ese puente de comunicación, pero no tiene que hacer lo mismo con ‘católica’, que literalmente tiene un significado universal.

Pero, más allá de las cuestiones semánticas, la pregunta principal es quién sale perjudicado con la aparentemente inevitable ruptura entre la PUCP y un sector de la jerarquía de la Iglesia Católica. Nótese que digo específicamente que la desavenencia es con cierto sector de la jerarquía, no con la Iglesia, que lo somos todos; tampoco con la doctrina católica y, menos aún, con los mandatos evangélicos de la moral cristiana.

Una parte de esa jerarquía, no toda, viene cometiendo un rosario de errores e imprudencias, que no hacen sino desacreditar a la Iglesia y perjudicar al mensaje evangélico. El decreto enviado a la PUCP por el cardenal Tarcisio Bertone (no precisamente un hombre de indiscutible probidad, como se ha sugerido recientemente a partir de noticias filtradas por el mismo Vaticano), es una más en esta larga y penosa lista. La jerarquía eclesiástica debería ver con mayor afecto su vínculo con una de las mejores universidades del país y de Latinoamérica, una institución que no solo mantiene niveles de excelencia académica y científica sino, además, que difunde el mensaje cristiano con la palabra y con el comportamiento, algo que no se puede decir de muchas de las autoridades de la misma Iglesia, tanto peruana como romana. La PUCP se fundó inspirada en los valores cristianos y el Cardenal Bertone no es dueño de ellos.

No resulta claro qué delito ha cometido esta universidad para que el Vaticano desee quitarle su nombre, aparte de ser, al mismo tiempo, católica y académicamente prestigiosa. Algunas de las razones que se han dado son falsas y otras son grotescas. Entre las primeras, está una supuesta disconformidad entre los estatutos de la Universidad y la Constitución Apostólica Ex Corde Ecclesiae, pero nadie ha podido señalar ni una sola discrepancia. Entre las segundas, está el haber hecho un homenaje a un sacerdote, el Padre Gastón Garatea, y el tener un grupo de lectura del libro “Teología de la liberación”, de otro sacerdote, el Padre Gustavo Gutiérrez. Ambos son sacerdotes en actividad. ¿El Vaticano se escandaliza de que una universidad católica haga homenajes y lea a sacerdotes católicos? La Inquisición perseguía a judíos, brujas y ateos, pero por lo que se ve, la jerarquía de hoy tiene más interés en perseguir a los propios católicos. Esto parece una versión ridícula y caricaturizada del libro de Dan Brown.

En todo caso, es evidente que quien pierde con esta ruptura es la propia Iglesia, no la PUCP, pues esta universidad, con sus profesores y sus estudiantes, podrá seguir existiendo con otro nombre y seguramente con menos obstáculos innecesarios, pero la Iglesia habrá perdido una importante relación con la ciencia y la cultura, además de un sano vínculo con muchos jóvenes valiosos del país a quienes, en vez de acercarlos a Dios los enajena, mostrándoles el lado más oscuro de algunos jerarcas eclesiásticos. Me pregunto si alguna otra persona, como lo hizo el padre Dintilhac y algunos amigos suyos en 1917, se propondrá crear en el futuro una universidad con el nombre de católica.

Con un nombre o con otro, con tres edificios o con dos, con mayor o menor renta, un numeroso y significativo sector de la intelectualidad peruana, y probablemente toda la juventud universitaria, pensarán que la jerarquía de hoy sigue siendo la misma a la que perteneció Fray Tomás de Torquemada. ¿Se sorprende esa jerarquía de que las Iglesias estén vacías y que los propios creyentes estén cada vez más decepcionados de la Iglesia a la que todavía, y a pesar de todo, quieren pertenecer?

Ese sector de la jerarquía vive en la Edad Media y cree que su sola autoridad basta para obligar a que la gente crea o actúe según su mandato. No ha reparado en que, en el siglo XXI, no se puede obligar a nadie a creer o actuar de forma alguna, solo se puede inspirar con ideas y con el propio ejemplo. Aquí sí hay, entonces, una incompatibilidad de principio: mientras ese sector de la jerarquía vive en el siglo XI, la PUCP es una universidad del siglo XXI. Mil años las separan, por lo cual parece imposible que se puedan poner de acuerdo. Por lo menos no en tanto ese sector sea el que detente el mayor control en la Iglesia, cosa que podría y debería cambiar, dado el escandaloso manejo que hace de su poder, tanto en este como en otros casos. ¿Realmente cree esa jerarquía que se gana la fe de las personas de manera coercitiva?

Lo que está detrás de este vergonzoso conflicto es una lista de intereses e interesados, que tiene más que ver con los bienes de este mundo que con la búsqueda del bien y la verdad. Por eso, este es momento de pensar con claridad y de expresarse con valentía. Ya pasó la época en que uno debía bajar la cabeza ante una imposición arbitraria y prepotente.

Los detalles de la ruptura entre la PUCP y un sector de la jerarquía eclesiástica solo están comenzando, y ya evidencian que ese sector no está a la altura del mensaje y de la institución que representa. Todo indica que observaremos una brutal lucha por los bienes materiales, tanto en los tribunales como en los medios de comunicación. Me pregunto qué pasaría si Jesucristo entrara repentinamente al Palacio Arzobispal y observara a ciertos jerarcas negociando con, y manipulando a, jueces, políticos y periodistas, de formas retorcidas y tortuosas, y asociándose a grupos corruptos, criminales y autoritarios, para aumentar su poder y apropiarse de bienes que no les pertenecen, ni legal ni moralmente, como ellos mismos lo saben, aunque no parece importarles mucho.


(Publicado en Diario 16).


Véase la entrevista de R.M. Palacios a Marcial Rubio.

lunes, 16 de julio de 2012

EL ÚLTIMO DÍA





Gonzalo Gamio Gehri


Intuyendo el curso de lo inexorable, Héctor se pregunta si debe o no enfrentar a Aquiles. Sabe que combatirlo equivale a aceptar la inminencia de la propia muerte. Contempla los intensos tonos naranjas del amanecer, con la mano en la empuñadura de su espada, y examina los sombríos pensamientos que se agitan en su interior. Sus padres le han suplicado no librar esta postrera batalla, y el lúcido Polidamante – amigo de la infancia y antiguo compañero de armas – es de la misma opinión. La noche anterior, en plena sesión de la asamblea, el joven orador ha pretendido persuadirlo con aladas y convincentes palabras. Ha pedido que los guerreros troyanos se replieguen hacia la ciudad. Él había respondido:

“Mañana temprano, al alba, equipados con las armas, despertemos junto a las huecas naves al feroz Ares. Si es verdad que el divino Aquiles ha salido de las naves, peor será para él, si es eso lo que quiere. Yo no pienso huir fuera del entristecedor combate, sino que me plantaré delante a ver quién se lleva una gran victoria, si él o yo. Enialio es imparcial y también mata al matador”[1].

No obstante, Atenea había ofuscado su juicio, y le había empujado a hablar así.

Ahora, observando desde las altas murallas los primeros rayos del sol, comprende que éste será su último día. Se ha calzado las armas con esmero y sólo espera la acometida de la funesta Moira. Observa a sus propios soldados prepararse para el combate, y le parece ver cómo sus almas se precipitan velozmente a la cavernosa morada de Hades. Él mismo, pese al amor que le profesa su pueblo y a los cantos que entonan sobre sus hazañas, ha llegado a considerar sensata y pertinente  la propuesta de Polidamante. Él también ansía una vida larga y próspera. Con gusto cambiaría la espada por el cetro que algún día heredaría de su padre. Sin embargo, otro pensamiento contuvo su aliento. Todos los seres humanos mueren, de un modo o de otro ¿La diferencia no consiste acaso en cómo morimos, en si nos atrevemos a mirar o no a los ojos de la misma Muerte y dedicarle una sonrisa? ¿Por Qué aspirar a dejar la vida en una tibia cama y no en medio del combate, cubierto de sangre, escuchando a mil gargantas que corean tu nombre, cuyo recuerdo desafiará los siglos? Seremos inevitablemente alimento de gusanos, nuestra existencia tiene fecha de vencimiento, aunque ignoramos la fecha de nuestra muerte. La única inmortalidad que puede acariciar un ser humano es aquella que confiere el recuerdo de tus semejantes. El amor propio y el de quienes empuñan las armas en el campo de batalla.

Estos pensamientos sacudieron el ánimo de Héctor. Luego escuchó el violento llamado de Aquiles.


[1] Iliada, canto XVIII 303-9.

viernes, 6 de julio de 2012

UNA BREVE NOTA SOBRE "THE ARTIST"





Gonzalo Gamio Gehri

Hace unos días – en el avión de retorno a Lima – tuve la oportunidad de ver por vez primera The Artist (2011), la extraordinaria cinta dirigida por Michel Hazanavicius. Es la historia de George Valentín (Jean Dujardin), un reputado actor de cine mudo que experimenta una aguda crisis personal y profesional con la aparición del cine sonoro. En el camino conoce a Peppy Miller (Berenice Bejo), una bella joven aspirante a actriz con la que desarrolla una poderosa sintonía afectiva. No obstante, esa relación cargada de magia tendrá un sentido ambivalente para él: por un lado, el vínculo existente entre ellos es intenso, pero ella está llamada a convertirse en una estrella del nuevo formato cinematográfico, de modo que su ascenso implicará inexorablemente el declive de su carrera.

La película está muy bien lograda. Casi en toda su extensión es muda y en blanco y negro. Reconstruye muy bien el trasfondo histórico-estético del cine mudo, sus recursos dramáticos, su espíritu. Hay pasajes notables – la escena del abrazo que Peppy se da usando el traje de George, la desaparición de la sombra del actor cuando llega su hora más triste – y las actuaciones son brillantes. La historia es conmovedora y los recursos dramáticos del filme  son notables y eficaces. Hace tiempo que no veía una película que pudiera tocar las emociones de una manera tan sutil e inteligente. Merece largamente los premios internacionales que obtuvo el último año.

La historia de amor de los personajes principales me parece particularmente intensa; la calidad del vínculo y esta peculiar intensidad se ponen de manifiesto en el modo en que él lidia con las situaciones de desencuentro y ausencia, o en cómo ella se compromete con el bienestar del actor y la preservación de sus posesiones más preciadas, etc. Ella se involucra completamente en la tarea de mantener a Valentín presente en el mundo del cine. Especialmente conmovedora es la escena en la que el actor prende fuego a su estudio, y espera resignadamente a la muerte aferrándose a trozo de película en la que él y ella ensayan un baile y sueltan unas carcajadas. Este tipo de situaciones románticas se maneja con sutileza y profundidad, sin descuido ni excesos melodramáticos. Se trata de una cinta inteligente y entrañable, que sabe expresar agudamente los matices presentes en nuestras maneras más vivaces de padecer el amor, la frustración y de afrontar el fracaso y el éxito.

ENTREVISTA DE ZENIT SOBRE EL CONGRESO DE ROMA




A continuación transcribo la entrevista que me hizo el periodista de Zenit José Antonio Varela acerca del Congreso de Roma sobre Cultura, Catolicismo y Democracia. (G.G.)

Jesuitas avanzan en investigación sobre democracia, cultura y catolicismo
Filósofo de universidad peruana invitado a Roma analiza el fenómeno

Por José Antonio Varela Vidal

ROMA, miércoles 4 julio 2012 (ZENIT.org).- Días atrás se realizó en Roma el Encuentro «Democracia, Cultura y Catolicismo», en el que se reunieron cuatro universidades jesuitas de Lituania, Indonesia, Perú y Estados Unidos, convocadas por la norteamericana Loyola University y acogidos por la Pontificia Universidad Gregoriana. La idea era compartir los avances de la investigación que se viene realizando desde hace tres años en este campo, sobre todo acerca del rol que tuvo (y que tiene) la religión católica en los movimientos de solidaridad en el Este de Europa, así como en la reciente ‘Primavera Árabe’.
Como uno de los representantes de la Universidad jesuita Antonio Ruiz de Montoya del Perú vino el joven filósofo Gonzalo Gamio, con quien ZENIT conversó en una pausa de tan reflexiva y urgente cita...

¿Cómo surge el interés por hacer esta investigación?

--G. Gamio: Fue una iniciativa de la Loyola University que tuvo la idea de integrar su propio trabajo con tres universidades más de Indonesia, Lituania y el Perú, con la Antonio Ruiz de Montoya. Esto con el fin de discutir la relación entre cultura, democracia y catolicismo. Nos sentimos honrados de haber sido objeto de esta llamada y aunque también teníamos una reflexión elaborada sobre el asunto, esta convocatoria contribuyó a contrastar experiencias y lecturas con los colegas de estos países, e ir construyendo un argumento juntos.

¿Cuáles son las principales evidencias que han surgido, tanto en el Perú como en los otros países?

--G. Gamio: Una de las evidencias es que hay una relación tensional entre democracia y catolicismo. Porque la posicion de la Iglesia no es unitaria con respecto a la cultura democrática; hay una posición conservadora que pone el acento en un legado preconciliar, que considera que la Iglesia es fundamentalmente jerárquica, esto es, no democrática, y que funda su unidad en una doctrina deductiva. Y por otro lado, hay un sector más progresista que rescata la experiencia originaria de la propia Iglesia, y que a partir del Concilio Vaticano II reconoce la autonomía de lo temporal y se valora el esfuerzo por construir consensos a través del diálogo. Son dos tendencias que están presentes en una y en la misma Iglesia y es fecundo que existan diferentes visiones de las cosas, pero existe una relación tensional. Y de lo que se trata también es de explorar las peculiaridades de esa tensión en nuestros diferentes países.

¿Qué más puede aportar la religión hoy a la democracia, sea para fortalecerla o para hacerla emerger allí donde no está?

--G. Gamio: Para empezar, diré que la religión es un discurso y una práctica muy importante para la gente de hoy, como antes. Es un discurso altamente catalizador de identidad y a veces este discurso calza y se enriquece con la cultura democrática, y a veces no. En lugares como Polonia, donde hubo una dictadura, la religión fue un elemento importante para consolidar una mentalidad democrática que se enfrentó a esta dictadura. Y en otros espacios como la España de Franco, la religión a veces tuvo una funcion diferente. Pero en países donde se ha ido gestando una cultura democrática y de lucha contra regímenes autoritarios, la religión ha sido un elemento particular de cohesión. Por ejemplo en el Perú, en los años 90 del siglo XX, muchas comunidades de base y muchos sectores de la sociedad civil reclamaban una visión progresista del catolicismo y recurrieron a ese legado para enfrentarse cívicamente contra el régimen de Fujimori. Y hay que recordar que todo el discurso de los derechos humanos tiene un discurso religioso, teológico, que luego se ha universalizado y se ha racionalizado; pero no podemos entender los derechos humanos sin la obra de De Vittoria, sin la obra de Bartolomé de las Casas, donde hay un legado teológico importante.

¿Por qué algunas democracias se cierran a la religión?

--G. Gamio: Muchas veces, sectores conservadores en la política han invocado argumentos religiosos para defender el antiguo régimen, o una comprensión jerárquica o aristocrática de la vida, lo que está reñido con una visión igualitarista que es fundamental para la cultura democrática. Yo no diría que esa visión vertical y jerárquica es esencial a una concepcion religiosa, sino que constituye una tendencia posible dentro de una vision religiosa de la vida. Y eso es lo que una mentalidad democrática teme, que esto se consolide.

¿No hay algunos temas como la vida y la familia, de los que la política quiere hacerse cargo, cuando hay allí asuntos morales?

--G. Gamio: Esto no lo hemos tocado directamente, pero a nivel personal puedo decir no estoy de acuerdo, porque la ética en general puede tener un cimiento religioso, pero puede no tenerlo. Desde un punto de vista estrictamente racional, podemos llegar a determinadas conclusiones éticas sobre cuestiones sociales y también a cuestiones vinculadas a la vida privada. El legado religioso presente en la ética es muy importante. Pero al mismo tiempo podríamos decir que la reflexion ética es para todos los seres humanos y no solamente para quienes creen; sino para todos los que estén dispuestos a discutir y buscar determinados principios, que puedan ser útiles para garantizar la convivencia o para darle una orientación a la vida.

¿Cree que hay temas que se pueden discutir…, como el origen y la protección de la vida humana, o lo que es la familia natural?

--G. Gamio: Yo creo que en general es importante para nosotros como ciudadanos, como creyentes y como seres humanos, estar dispuestos a discutir cualquier tema. Lo que preocupa es que se piense que hay temas que no deben ser discutidos. Todos los temas vinculados al origen de la vida, a los principios de la justicia social, o temas de conducción de la vida personal, son temas que deben ser discutidos con los involucrados, sea a nivel de las politicas publicas, a nivel de los principios de la Iglesia o en la discusión interpersonal cotidiana. Porque finalmente, se trata de principios que involucran la vida de las personas y sobre los cuales ellas tienen algo que decir.

Sobre lo que vimos en el Medio Oriente, la llamada ‘Primavera Arabe’, ¿qué rol tuvo la religión en esto?

--G. Gamio: Lo primero que hay que decir es que constituye un error identificar a las religiones con una posición integrista o fundamentalista. Las diferentes religiones, el Islam, el judaismo y también el catolicismo tienen tendencias de apertura dialógica, de autocrítica, pero también existen tendencias integristas y fundamentalistas. La tendencia hacia el integrismo no se identifica con el núcleo de las religiones, sino con una tendencia muchas veces ideologico-política que se va gestando. Amartya Sen, un famoso filósofo y economista indio, decía que lo que debemos temer, como catalizador de la violencia, no es a la religión, sino a la ilusión del destino.A la idea según la cual para algunos la cultura y la religión son los únicos elementos de la identidad, y que te imponen un propósito en la vida, que no es susceptible de diálogo, de negociación o de crítica. Con esa actitud presente parcialmente en todas las religiones, y en muchas ideologías seculares, lo que tendríamos que hacer es promover la crítica, el diálogo, la reflexión racional en el seno de todas las religiones e ideologías.

¿Se puede decir que la caída de estas dictaduras fue porque la gente estaba sofocada por una religión que vivía muy unida al estado?

--G. Gamio: Es posible, pero aún tenemos que esperar para hacer un análisis más detallado. Hay maneras de entender la religión, que pueden ser sofocantes para la libertad; y quiero pensar que esta experiencia de la ‘Primavera Arabe’ muestra más bien que determinadas interpretaciones del Islam son perfectamente compatibles con la democracia, como ha sucedido también con el catolicismo posconciliar.Y me parece fecundo el diálogo interreligioso que postula también una reflexión sobre la democracia, sobre el pluralismo. Lamento que en diversos lugares del mundo la apostasía sea aún un delito a nivel penal, y que no sea un derecho abandonar o suscribir una religión de manera consciente o voluntaria.

Justamente, en los ultimos tiempos hemos visto los ataques contra la religión cristiana en Nigeria, en la India... ¿Ellos quieren acaso que los cristianos estén lejos con sus valores de libertad, participación o derechos de la mujer?

--G. Gamio: Las tendencias integristas de las religiones consideran el pluralismo como un peligro o lo tachan de relativismo, y eso es muy común en diversas comprensiones religiosas integristas. Y es posible que determinados sectores integristas en Oriente consideren que el cristianismo es depositario de valores occidentales de libertad, igualdad, y que haya estado muy unido a los valores de la Ilustración.Sin embargo, e insisto, el Islam no es intrínsecamente integrista e intolerante, y hay que decir también que el hinduísmo y el budismo por lo general tienen una actitud de apertura frente a otros credos.Por ejemplo, asocian la figura de Jesús en algunos casos a la de Krishna, o el propio Islam que considera a Jesús de Nazareth como un profeta. Este tipo de actitudes negativas que la pregunta evoca con buenas razones, constituye una tendencia dentro de las religiones, y no deben identificarse con el núcleo de la misma religión. Debemos avanzar hacia una actitud más dialogante, que se valore la experiencia religiosa, ante lo que es más bien proclive al materialismo en todas sus formas.

Y hay otros espacios como son los regímenes comunistas o las dictaduras --incluso en América Latina--, donde a la Iglesia se le reduce o se le persigue a muerte, ¿no?

--G. Gamio: Creo que es legítimo rechazar cualquier régimen que atente contra la libertad religiosa y a los derechos de los individuos a abrazar un credo y a vivir conforme a él.Ese es un derecho humano básico que no puede ser conculcado, sin limitar gravemente las libertades e ir contra la justicia. Sí, los regímenes comunistas intentaron erradicar la religión de la vida, sin éxito por supuesto, porque la religión continúa siendo un elemento importante de la vida de la gente, que a veces opera clandestinamente como el caso de Lituania, según nos comentaban algunos colegas.En eso hay que ser enfáticos: la libertad de creer y de no creer es fundamental.

¿No hay una actitud hostil de ciertas democracias modernas contra las religiones?

--G. Gamio: Considero que en las democracias liberales la religión y la política deben estar separadas, y esto supone un régimen de libertad e igualdad religiosa.Que los ciudadanos puedan elegir creer o no creer, y que el estado no le rinda ningún privilegio a ninguna religión, ni siquiera a la mayoritaria, porque de lo contrario implicaría discriminar a los individuos que no suscriben ese credo.Creo más bien que la fuerza de cada religión depende del corazón y la de la adhesión de los creyentes; y en ese sentido, las religiones no requieren un estatus especial dentro del derecho de las democracias.La religión pertenece al ámbito de la sociedad civil, no de la privacidad. Y el lugar de la religión está fuera del Estado, por lo que las religiones deben recibir un trato igualitario, y es más bien el trabajo pastoral el que hace la diferencia.

¿Y esto incluye gravar con impuestos los edificios donde se realizan obras sociales o educativas?

--G. Gamio: No se debe gravar con impuestos a ninguna iniciativa de comunidades religiosas, sean católicas o no católicas, cuando estas comunidades buscan tener una presencia en el ámbito de la salud o de la educación. No tiene sentido gravar con impuestos especiales a instituciones religiosas o de la sociedad civil que quieran apoyar el bienestar de los ciudadanos.