miércoles, 31 de agosto de 2016

UN PASO IMPORTANTE


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Gonzalo Gamio Gehri

Interesante gesto el de la ministra Marisol Pérez Tello el de pedir perdón – en su discurso por los trece años de la entrega del Informe Final de la CVR – porque ésta fuese la primera vez que su ministerio se hacía presente en esta clase de reuniones con los familiares de víctimas del conflicto armado interno. Pidió perdón por la indiferencia del Estado frente al predicamento de las víctimas, y eso tiene valor.

La ministra anunció la apertura del Registro de Personas Desaparecidas. Este Registro se elaborará en conformidad con la Ley de Búsqueda de Personas Desaparecidas – promulgada a fines del gobierno anterior -. La Ley 30470 establece que la desaparición de un ciudadano es condición suficiente para su búsqueda. Esperemos que estas declaraciones de la ministra sean una expresión inequívoca de la actitud del nuevo gobierno de asumir con total seriedad los compromisos adquiridos con las víctimas de la violencia. Que éste sea un paso importante en el establecimiento de un nuevo espíritu frente a las exigencias de memoria y justicia que correctamente formulan quienes sufrieron directamente estas dos décadas de terror y desamparo.


viernes, 26 de agosto de 2016

RETOS DE LA MEMORIA. LA CVR DEL PERÚ, EL INFORME, LAS TAREAS DE HOY







Gonzalo Gamio Gehri


El 27 de Agosto 2003 fue entregado el Informe Final de la CVR. Lastimosamente se ha avanzado muy poco en la implementación del programa de reparaciones de las víctimas, la ejecución de las reformas institucionales propuestas, así como la incorporación de las investigaciones desarrolladas por la Comisión en los planes de estudio de la escuela pública. La CVR elaboró un trabajo serio en torno a la elucidación del conflicto armado interno, examinando sus condiciones, los hechos y sus consecuencias para nuestra comunidad nacional. Este documento fue redactado para ser estudiado y discutido en los foros del sistema político y la esfera de juicio ciudadano al interior de la propia sociedad civil, como se indica en la Introducción del mismo texto. Tal como sucedió con otros lugares del mundo en los que se formaron Comisiones de la Verdad, el texto fue recibido con desconcierto y hostilidad por parte de los políticos locales.

Este debate no se ha realizado plenamente: los políticos y algunos líderes empresariales, jerarcas del clero, militares en retiro y columnistas de opinión que se opusieron a la conformación de una Comisión de la Verdad – y que luego rechazaron su investigación sin leerla a conciencia – han procurado bloquear cualquier proceso público de recuperación de la memoria que pudiese concretarse en políticas de justicia y reparación (1).  Tampoco han construido alguna suerte de “memorias alternativas” sostenidas en testimonios y evidencias, que pudiese contrastarse con el IF – CVR; han pretendido “refutar” una investigación multidisciplinaria con opiniones en columnas periodísticas repletas de calificaciones con escasos argumentos. En los últimos años han surgido, eso sí, libros testimoniales que han aportado un trabajo de reflexión sobre el conflicto (Los rendidos, Diario de vida y muerte, Memorias de un soldado desconocido).

Al cabo de tantos años, la vocación por el silencio y la evasión frente a la violencia continúa siendo la actitud presente en nuestra “clase política”. Constituye un escándalo que todavía existan en el país más de cuatro mil lugares de entierro indebido identificables y sin abrir. No existe voluntad para enfrentar esta dolorosa realidad. Lo cierto es que las condiciones que propiciaron el conflicto armado interno están presentes en el Perú de hoy, incluso pueden verse potenciadas por la condescendencia con las ideologías violentistas - comunes en la extrema izquierda y la extrema derecha - que todavía ejercen alguna influencia en diversos sectores de nuestro país. El Informe Final se propuso enfrentar tales condiciones y plantear políticas diversas para conjurarlas. Debatir los argumentos y las conclusiones, e implementar las políticas de memoria e inclusión que se requieran debería convertirse en una prioridad para el Estado como un reto para la democracia. Desconocer nuestro pasado más doloroso es una invitación a repetirlo. No olvidemos a los compatriotas que sufrieron la violencia del terror y de la represión. Sus demandas de justicia deberían ser las nuestras, sin dudarlo, pues son ciudadanos como nosotros.




(1) Sobre este punto, véase el artículo de Salomón Lerner F. aparecido hoy en La República.

martes, 23 de agosto de 2016

SOCIEDAD CIVIL: UNA APROXIMACIÓN CONCEPTUAL









Gonzalo Gamio Gehri


La democracia es una forma de vida política fundada en la práctica de la deliberación pública en el marco de la observancia de los principios y normas que estructuran el sistema de derechos individuales. Quienes participan de los procesos de deliberación son (i) los ciudadanos que intervienen en el sistema político como representantes elegidos o como miembros de partidos políticos que compiten por el poder, así como (ii) los ciudadanos que actúan desde las organizaciones de la sociedad civil como forjadores de juicio público y fiscalizadores del ejercicio del poder en los diversos escenarios de la sociedad y del Estado.

El concepto de sociedad civil a menudo se presta a múltiples confusiones. En la tradición  sociopolítica que se remite a Tocqueville – correspondiente a la versión del liberalismo que entronca con el humanismo cívico -, dicho concepto se refiere a un conjunto de instituciones sociales que median entre las personas y el Estado, que constituyen foros de discusión sobre asuntos de justicia e interés común, con el objetivo de contribuir en el diseño de la agenda pública y ejercer control político. Las universidades, los colegios profesionales, los sindicatos, las iglesias, las ONG, etc., la conforman. Ella promueve la participación directa de los agentes en el espacio público.


Una democracia sólida requiere tanto una sociedad civil organizada como partidos políticos bien estructurados. La distribución del poder – el corazón mismo del régimen libre - requiere de ‘instituciones intermedias’ que generen debate entre agentes que valoren por igual la expresión razonada de los desacuerdos y la producción de consensos. En los años setenta y ochenta, numerosos disidentes de los países de Europa Oriental construyeron un discurso crítico frente al totalitarismo en los términos de la configuración de una sociedad civil plena. En el Perú, las protestas contra el régimen autoritario de Alberto Fujimori se cimentaron en medio de movilizaciones que se remitían al quehacer de una sociedad civil preocupada por el futuro de las libertades y la vigencia de los derechos humanos en nuestro país. Se trata de un concepto y de una red de instituciones cuya razón de ser se traduce en la generación de espacios colectivos para la acción política  del ciudadano. 

jueves, 11 de agosto de 2016

DOS DESAFÍOS PARA UNA ÉTICA CÍVICA









Gonzalo Gamio Gehri

Pasadas las elecciones presidenciales de junio, muchos ciudadanos sentimos que los peruanos nos hemos salvado de enfrentar una nueva etapa autoritaria en el Perú. Semanas atrás, pensábamos que, o no teníamos claridad sobre el movimiento de las tendencias electorales en pugna, o que el resultado sería otro. El último tramo de la campaña se revelaba como una noche llena de misterio; en el mejor de los casos, no se podía avizorar un desenlace. Finalmente, la opción política que en el último mes se planteó la defensa del sistema de derechos y la institucionalidad democrática como elemento básico de campaña ganó en la segunda vuelta.

Una victoria con tan estrecho margen debe llevarnos a hacer una estricta reflexión acerca del estado de la cultura democrática en el país, así como discutir la posibilidad de que ella se vea fortalecida en el futuro. La mentalidad autoritaria es muy poderosa e influyente en el Perú. Las perspectivas asociadas con el elogio del imperio de la autoridad y de la “mano dura” por lo general tienen acogida en períodos de crisis, tiempos en los que prima el sentimiento de inseguridad y desconfianza entre la población. No sólo inseguridad y desconfianza frente a la acción de los representantes y las instituciones, sino incluso frente al comportamiento de sus conciudadanos. En etapas de estabilidad, las ideologías autoritarias o proclives al uso de la violencia se evidencian ante la opinión pública como extravagantes e irracionales, son claramente objeto de ironía y cuestionamiento.  Es cierto que no sólo nosotros enfrentamos un clima de ansiedad – regiones de Europa también están viviendo una época de incertidumbre y sentido de fragilidad propiciada por los hechos de violencia que se han desencadenado  allí en los últimos años -, pero es cierto que en el Perú se ha instalado un discurso antidemocrático basado en el caudillismo y el tutelaje que ha calado hondo en la mente y en el corazón de muchos compatriotas.

Se trata de un fenómeno complejo que ha sido estudiado en detalle por diversos especialistas, entre los que destaca Alberto Flores Galindo[1]. La mentalidad autoritaria constituye una amenaza permanente para la vida pública. La idea de que un líder carismático ha de guiar al pueblo para la realización de su destino, así como la presuposición de que existen “instituciones tutelares” – las fuerzas armadas o la Iglesia católica - que orientan significativamente el curso de la vida del país, constituyen suposiciones que están presentes en nuestra sociedad. El equilibrio de poderes o la deliberación cívica como instrumento de control político son identificados a menudo como principios inútiles y engorrosos que obstaculizan la toma de decisiones que se requiere para tomar decisiones importantes en la escena política.

La propuesta autoritaria estuvo a punto de tener acceso al poder por la vía electoral. Quienes  estamos comprometidos – ya sea desde la academia, desde las organizaciones de la sociedad civil o desde los fueros del sistema político - con una comprensión de la democracia como una forma de vida que se consolide y eche raíces en territorio peruano debemos hacer una severa autocrítica acerca de lo que hemos dejado de hacer o hemos hecho mal en la tarea de fortalecer el sentido de la ciudadanía y el valor de la distribución del poder en nuestra sociedad.  Existen diversos frentes que esa autocrítica debe esclarecer con rigor[2]. Quisiera referirme esta vez a dos de estos niveles. En primer lugar, la comprensión de la democracia como una condición necesaria para la justicia social y el desarrollo; en segundo, lugar, examinaré la exigencia ética de edificar una genuina cultura política democrática centrada en el cultivo de la ciudadanía.






[1] Flores Galindo, Alberto La tradición autoritaria Lima, SUR – APRODEH 1999.
[2] Esta es la primera sección de un escrito más largo, que iré publicando aquí.

viernes, 5 de agosto de 2016

EL SICOMORO








Gonzalo Gamio Gehri

Desde que tiene cierto recuerdo, Julie Baker ama a Bryce Loski. Ella es una niña con una gran inteligencia y capacidad de empatía. Bryce es un niño que vive a pocos pasos de su casa, y asisten a la misma escuela. Esta es parte del argumento de Flipped, una película (basada en una novela) acerca de la compleja trama de las relaciones humanas y la naturaleza de nuestros afectos, vista desde el enfoque de dos niños. Hace un tiempo escribí un post sobre la película, hoy me propongo revisar una vez más alguno de sus temas centrales.

El padre de Julie – pintor por vocación – pregunta a la niña qué siente por Bryce, y qué tipo de persona es, si “es más que la suma de sus partes”. De la misma forma en que los objetos de un cuadro están en relación con los otros objetos y con el trasfondo completo, conocer e identificar la valía de una persona entraña percibir su historia, sus pensamientos, sus emociones, su capacidad de sentir compasión y cariño por los demás. Conocer a alguien es buscar el cuadro completo, mirar por dentro o procurar lograrlo. Julie comprende esta reflexión de su padre cuando por primera vez sube al sicómoro de su calle, un gran árbol desde el que puede ver su casa, su escuela, la gente pasar, el autobús llegar al paradero. Puede verlo todo y percibir las conexiones entre las cosas. De manera similar, habrá que acercarse a las personas para conocer sus corazones.


“- ¿Y qué hay con él?
         - ¿Qué?.
Tienes que ver el panorama completo. Un cuadro es más que la suma de sus partes. Una vaca sola es sólo una vaca. Un prado por sí mismo es sólo pasto, flores…y el sol que se asoma es sólo un haz de luz. Pero si lo reúnes todo, podría ser mágico”.

Este hallazgo permite que Julie se pregunte si muchas de las persona que conoce son o no  ‘más que la suma de sus partes’. Sabe – con la inocencia y la seriedad que imprime a esta iniciativa – que su pesquisa no es la de un juez inflexible que evalúa a los individuos desde un severo tribunal, sino es más bien la de una persona sensitiva y perspicaz, que busca comprender a los demás con sus defectos y sus grandezas, con todas sus limitaciones, para reconocer en ellas su anhelo de crecer y ser mejores. Con Bryce, esta pregunta está teñida de misterios, no sabe si el amor que siente por él no le ayuda a ver con claridad, o si esos sentimientos son los que precisamente le permitirán conocer el corazón de Bryce Loski.

Pero Bryce la decepciona muchas veces. En su torpeza, él desestima los detalles, la presencia de Julie en su vida, todo lo que ella aporta a su existencia. Sólo piensa en su temor, y en su falta de valor. La deja sola cuando un grupo de obreros se disponen a derribar su amado árbol para remodelar el lugar. Incluso desliza algunas expresiones hirientes sobre el tío de la muchacha, un hombre que padece una discapacidad. Julie se dice a sí misma que alguien a quien ha dirigido todo su amor y su amistad no puede dejarla sola en situaciones tan adversas, que los verdaderos amigos no se conducen así. Quien es más que la suma de sus partes tendría necesariamente que luchar sin fatiga por honrar los sentimientos y los vínculos significativos. Decide alejarse, ante el desconcierto de Loski.

Bryce reconoce su extrema falta de lucidez, y percibe en el dolor y la decepción de Julie sus propios sentimientos amorosos  hacia ella. Sus dudas se disipan ante su desgarradora ausencia, pese a sus  denodados intentos por comunicarse con ella. Curiosamente, (y la película así lo plantea) el chico sabe que recuperar su cariño implica – extrañamente – restituir el contexto de calor humano y seguridad que brindaban las alturas de aquel viejo sicomoro, que para ella simbolizaba tantas bellas y verdaderas cosas.