martes, 22 de abril de 2014

“EL SECRETO DE SUS OJOS”



Gonzalo Gamio Gehri

Hace tiempo que no veía una película tan conmovedora, en la que se mezclan de manera articulada – casi perfecta – tantas cosas. La búsqueda de un criminal que ha cometido un asesinato terrible, el siniestro clima de impunidad durante la dictadura en Argentina, el delirio por el fútbol, la historia de dos amantes que desafía los años, porque se rehúsan – a pesar de la ausencia y la incomprensión – a renunciar al amor. Es una obra magnífica, entrañable. Por momentos deja sin aliento al espectador.

El secreto de sus ojos plantea una trama compleja pero bien contada y estructurada. Una joven es asesinada brutalmente en Buenos Aires, y un agente judicial, Benjamín (Ricardo Darín), y su colaborador Pablo (Guillermo Francella) asumen el caso, con el respaldo de la jefa del área legal, Irene (Soledad Villamil). Benjamín está enamorado en secreto de Irene, pero las circunstancias impiden que este sentimiento se concrete. La historia oscila entre el año 1974 (fecha del crimen)  y 1999, tiempo en el que ambos se vuelven a encontrar. Benjamín ha decidido escribir una novela sobre el caso, sin poder evitar que su historia con Irene también esté presente en el texto.

Un delito no resuelto y una historia de amor no resuelta. Benjamín está convencido de que en la mirada de las personas reside el secreto de sus emociones y actitudes (“los ojos…hablan…”, dice convencido y visiblemente conmovido ante Irene), lo que le permite identificar al asesino, así como percibir la infinita tristeza, vehemencia y deseo de venganza del pobre viudo. Siente también que todo el amor que profesa por Irene destila por sus ojos, razón por lo cual no puede sostenerle la mirada por mucho tiempo, del mismo modo que disimula y finge observar hacia otro lado cuando alguien la menciona en una conversación. Ese saber lo lleva a retomar el caso a través de la novela y a escribir como una forma de lidiar con sus propios demonios internos. Esa convicción explica, además, el título de la obra.

El final parece conectar todas las historias que componen la trama. Los diálogos, los personajes, la música, las actuaciones hacen que este filme se convierta en una obra extraordinaria, sólida y profundamente emotiva. Merece definitivamente todos los galardones internacionales que recibió.




domingo, 20 de abril de 2014

CAPTURAR EL INSTANTE: LA IMPORTANCIA DE LOS VÍNCULOS







Gonzalo Gamio Gehri

La Semana Santa es una festividad de nos brinda la oportunidad de recordar la importancia de los vínculos humanos, los vínculos que brindan un significado a la vida. Son los vínculos con las personas, y no con las cosas (incluidas el dinero y el poder) lo que constituye fuente de sentido. El cristianismo es una religión de amor y de justicia, que encuentra el horizonte de sentido en las conexiones más profundas entre los seres humanos.

Estuve viendo nuevamente Meet Joe Black  (1998) y la película me situó de manera imprevista en esa tensión extraña entre finitud y trascendencia. William Parrish es un hombre mayor y un empresario próspero que sabe que morirá esa noche, la noche de su cumpleaños. La muerte está a su lado. Ella ha tomado provisionalmente el cuerpo de un muchacho, porque ha decidido transitar furtivamente por el mundo de los seres humanos, pero ha llegado la hora de partir. Ha conocido el amor de una manera que no había podido prever, pero ha llegado el último día de su estancia mundana. Los dos contemplan maravillados los juegos pirotécnicos que iluminan el cielo, como el último instante de su viaje por la tierra. Intentar retener el instante, coomo en el Fausto. Ambos coinciden en que soltar la vida es el acto más difícil.

William ha tratado de dejar sus cosas en orden, hablando con las personas que más quiere. Dos cuestiones fundamentales animan sus acciones. Sabe que su existencia está llegando a su fin – al menos tal y como él la conoce – y siente que debe despedirse, y que acaso debe hacerlo cara a cara. La muerte está a la vuelta de la esquina. Decir lo que tiene que decir, dejar muy en claro cuánto quiso a las personas que quiso, para darle un poco de paz a su corazón y a sus seres queridos, aunque ellos no sepan que no lo volverán a ver. Es un acto de amor, a su juicio. El otro asunto es el de la enorme importancia de los vínculos sustanciales – amor y amistad – en la vida. Son lo que le ha dado sentido a su existencia, y eso es finalmente se llevará allí adonde vaya. No es su empresa, ni el dinero, ni el prestigio ni el bullicio de la fiesta lo que se llevará consigo. Es el amor – en todas sus manifestaciones auténticas – que se ha podido entregar y recibir. Nada más. El cariño de la gente que merece la pena y que habita sus pensamientos. Lo sabe perfectamente. Por eso mirar por última vez a las personas que le importan y dirigirles una palabra es a la vez un acto de afecto y de justicia. Constituye un esfuerzo final por darle a cada persona y a cada cosa el lugar que le corresponde en el complejo torrente de la vida. Por eso es importante cuidar los vínculos. Porque sólo podemos identificar la trama del curso de la propia existencia, como sugiere la Ética a Nicómaco,  cuando ésta está por concluir.

Se trata de una situación aleccionadora y profundamente conmovedora, en clave religiosa o en clave existencial. La vida puede ser flor de un día, como esos fuegos artificiales que contemplan – atónitos – ambos personajes. Bill Parrish lo sabe bien, pues ha sido el tema central del discurso de agradecimiento que pronunció antes de soplar sobre sus sesenta y cinco velas. Esos años han sido sólo un suspiro para él. No sabemos si trascenderemos, pero al menos es posible discernir qué tiene sentido y qué no. Los sentimientos realmente humanos parecen tener la respuesta, pues ellos te humanizan. Donde está tu corazón, está tu verdadero tesoro.



viernes, 18 de abril de 2014

UN VIERNES SANTO SIN GARCÍA MÁRQUEZ



Gonzalo Gamio Gehri

Se ha muerto García Márquez, uno de los escritores que iluminaron mi adolescencia, pero cuya pluma  - a la vez lúcida y cálida - he admirado a lo largo de toda mi vida. Se señala con razón que es el narrador que mejor ha retratado el espíritu de América Latina, con el sabor agridulce que parece caracterizarla, inspirado en vallenatos y en antiguas tradiciones locales, se sostiene que Cien años de soledad es la gran novela en castellano después de El Quijote, y creo que es verdad: nuestro subcontinente se ha convertido, con su complicidad, en una tierra a la vez concreta y mítica, la inmortal Macondo. Yo siempre pensaré que es el novelista nuestro que mejor describe los claroscuros del amor y otras formas de vínculo humano significativo.

García Márquez siempre dejaba la idea que tu patria es el lugar de los afectos. Tu identidad es el espacio donde está tu corazón. Describe el amor con humor y con tristeza, para ajustarse a la complejidad de sus conflictos y de sus circunstancias, El legendario aislamiento de Macondo, que contrasta con la estupefacción ante el descubrimiento del hielo. La gigantesca soledad del dictador en El otoño del patriarca. El reencuentro con la tierra de Miguel Littín, clandestino en una nación capturada por el pinochetismo. La locura del amor mezclada con el delirio que provoca la rabia en El amor y otros demonios. Finalmente, la conmovedora historia de plenitud y ausencia de Florentino Ariza, quien  tenazmente esperó más de cincuenta años para coronar el amor más grande del mundo, logrando conquistar el corazón de Fermina con la pasión y la ternura de sus cartas. Entre nosotros, no existe un narrador que haya retratado mejor la profundidad de estos misterios que el escritor colombiano.

 Hay muertes que consolidan una vida inmortal. Esta es una de ellas. La obra de García Márquez será un referente permanente a la hora de presentar las complejidades de Hispanoamérica, pero también constituye un referente importante a la hora de adentrarse - con una particular agudeza y ternura -  en los abismos insondables que somos. Un Viernes Santo especial en el que también evocamos la partida de un escritor cálido y clarividente, que supo expresar una dimensión fundamental  de nuestra condición humana.



miércoles, 16 de abril de 2014

WILLIAM WORDSWORTH: EL AMOR Y LA NATURALEZA. UNA NOTA SOBRE LA ABADÍA DE TINTERN





Gonzalo Gamio Gehri

La abadía de Tintern es quizás el poema más conmovedor de William Wordsworth, en el se que combinan sus reflexiones sobre la Naturaleza como fuente de sabiduría y plenitud y sus emociones más inquietantes sobre el amor, la ausencia y la nostalgia. Un hombre ha regresado a casa después de cinco años y evoca la belleza de la zona agreste que tanto ama; la fuerza del paisaje, lla claridad de as aguas, la profundidad de los acantilados. Volver a contemplar ese escenario le permite recordar sus años iniciales, recuperar su antigua  interpretación de la vida. La emoción del momento lo lleva a reconocerse a sí mismo capturado por la visión de la Naturaleza en torno suyo.

“El día llega cuando descanso de nuevo, aquí bajo la sombra de este sicomoro, y veo esas tramas de casas y terrenos, penachos de huertos que en esta estación, con sus frutos inmaduros, quedan revestidos de una tonalidad verde, y se pierden en medio de bosquecillos y matas”.

A veces el tono es poderosamente emotivo, en otras ocasiones – como la que acabo de citar -, el poeta se deleita describiendo los pequeños detalles del paisaje. Sostiene que la contemplación de la Naturaleza tiene un efecto terapéutico sobre las emociones negativas que embargan el alma. La frustración frente al lugar vacío, el temor, el rencor podrían eventualmente ser enfrentados desde este contacto fraterno con la Naturaleza. Por un momento el diálogo toma un curso diferente, y el poeta se dirige sus palabras hacia otro interlocutor, un “tu”, que no parece ser la Naturaleza, sino más bien otro ser humano. Aquí vemos nuevamente en el autor el  poderoso tema de la nostalgia frente al amor perdido, arrebatado por la muerte.  Este tema constituye un puente espiritual entre Wordsworth y Novalis. La ausencia de la amada que hemos visto presentada, tantas veces, en otros poemas suyos. El poeta inglés evoca los recuerdos que guarda en su corazón, Sus palabras están cargadas de amor y de una profunda melancolía.

“Quizá no olvides, aunque yo esté donde ya no pueda oír tu voz ni capturar de tus ojos salvajes Esos destellos de existencia pasada, que sobre las orillas de esta deliciosa corriente anduvimos juntos; y que yo, durante tanto tiempo adorador de la Naturaleza, vine aquí sin desfallecimientos para ofrecer este servicio: aunque diría que con un amor más cálido, oh, con el más profundo ardor de un amor sagrado”.

martes, 15 de abril de 2014

UN EVENTO SOBRE ÉTICA PÚBLICA, AGENCIA POLÍTICA Y DEMOCRACIA





Gonzalo Gamio Gehri

Hace una semana y poco más participé en el Diálogo Parlamento transparente y lucha contra la corrupción en el Perú, organizado por Transparencia en coordinación con USAID y el Congreso de la República.  Se planteó mi intervención como una reflexión sobre el tema Ética y política ¿Una relación posible? Luego comentaron Marisol Pérez Tello y José Távara. Finalmente los presentes – congresistas, periodistas, funcionarios de distintas organizaciones sociales – tomaron la palabra para contrastar ideas. El evento estuvo muy bien gestado y el tema en general fue abordado con precisión por los participantes que formularon algún cuestionamiento o desarrollaron algún caso.

Yo describí inicialmente – recurriendo a algunos argumentos de Bernard Williams y también de Platón – el concepto de ethos, para desarrollar la idea de razón práctica en los términos de una “vida examinada”. Discutí luego la noción de democracia y la distribución del poder político que ella postula a partir de su organización institucional y su sistema de derechos – la herencia liberal – y el elemento participativo – la herencia griega -. La lucha contra la concentración del poder requiere procedimientos y mecanismos de representación tanto como ciudadanos alertas y dispuestos a actuar en los espacios públicos. La corrupción prospera allí donde no existen filtros formales, donde las instituciones son débiles y en donde los ciudadanos no se movilizan y  no vigilan a sus autoridades.

Próximamente publicaré por partes mi esquema y las ideas básicas de mi presentación. Combatir la corrupción exige cuidar dos frentes, el de las instituciones y los procesos, y el de la acción cívica. Rendición de cuentas de un lado y vigilancia del otro. El conocimiento de la ley, la conciencia del propio derecho a la praxis cívica y la fiscalización de los representantes constituyen recursos importantes para el control democrático y la defensa de la ética pública. Necesitamos ciudadanos con coraje y sentido de justicia que estén dispuestos a salir al espacio común para denunciar la comisión de delitos. El incremento de la participación directa de los agentes en los procesos de fiscalización ciudadana constituye un poderoso elemento de contención (y prevención) del delito al interior de nuestras instituciones. Es preciso actuar como ciudadanos: los súbditos nada pueden contra un soberano casi omnipotente (La Boetie, Tocqueville); en un régimen democrático - liberal, los representantes administran el poder por encargo, y están sujetos al examen y a la interpelación de los agentes políticos. El poder no les “pertenece” y están sujetos al control de los individuos y de los organismos públicos.