sábado, 31 de enero de 2015

CHARLES TAYLOR: AGENCIA Y PERSPECTIVA ÉTICA (ESQUEMA)




Gonzalo Gamio Gehri

1. A la base de la filosofía práctica de Taylor subyace una comprensión del agente encarnado que configura su punto de vista en torno a la racionalidad.

         Crítica del “modelo epistemológico” y del representacionalismo.
         “Indagación trascendental” , argumento regresivo que saca a la luz aquello que subyace a nuestra experiencia (en la percepción, valoración, etc.).
         Destaca el rol del cuerpo y el lenguaje en los modos de “lidiar con las cosas”.
         “Agente encarnado”.

2. La perspectiva del agente encarnado no es vulnerable a la acusación de “relativismo” o de represión de la crítica.

         Objeciones comunes en los manuales.
         Taylor considera que existen criterios normativos universales (“constantes humanas”). No en términos desvinculados. Caso del humanitarismo como logro de la humanidad.
         Defender una concepción arraigada de la agencia no implica renunciar a la crítica. Idea de “crítica inmanente” inspirada en Hegel y cercana a Walzer.
         Atención fenomenológica a lo que hacemos cuando criticamos. Práctica social.  Habitus y phrónesis.

3. La distinción entre evaluaciones fuertes y débiles constituye un elemento medular del proceso de deliberación práctica en Taylor.

         En el caso de las evaluaciones débiles el criterio de discernimiento es el grado de apetencia o la utilidad.
         En el caso de las evaluaciones fuertes nos remiten a experiencias en las que se pone en juego una valoración ética más intensa del agente, porque atañen a sus modos de ser.
         Apelan a distinciones cualitativas. La discusión e identificación de estas distinciones constituye una condición esencial para orientarnos en el espacio social. Remisión a horizontes.
         Importancia de las evaluaciones fuertes en la construcción de la identidad.











sábado, 24 de enero de 2015

"EL HECHIZO DEL TIEMPO": LA FÁBULA DEL ETERNO RETORNO







Gonzalo Gamio Gehri


El hechizo del tiempo (Groundhog day) de Harold Ramis (1993) es una cinta extraña en el cine comercial norteamericano. Se trata de una comedia muy seria que lleva implícita una tesis interesante, común al trabajo de pensadores y místicos. Bill Murray es Phil Connors, el meteorólogo de un canal de televisión que cada año cubre en el pueblo de Punxsutawney el célebre día de la marmota. Según una tradición local, cada 2 de febrero los pobladores examinan si la legendaria marmota Punxsutawney Phil contempla o no su sombra al salir de su madriguera, pronosticando así un breve o un duradero invierno. Connors vive amargado por el estancamiento de su carrera profesional. Se comporta soberbio con Rita, su joven y bella productora (Andie McDowell) y su camarógrafo Larry. Trata a los seres humanos como instrumentos o personajes insustanciales.

Phil se ve confrontado por una situación mágica e inexplicable. Experimenta el día de la marmota una y otra vez. Se despierta a las 6:00 a.m. del mismo 2 de febrero, con la misma canción – I got you babe de Cher y Sonny -, debe enfrentar las mismas situaciones, las personas le dicen las mismas cosas. El mismo día, cada vez. Idéntico. Phil revive el 2 de febrero probablemente siglos. Una tenebrosa y literal interpretación de la noción de Eterno retorno de Nietzsche.

Este misterioso desorden del tiempo – que aparentemente sólo tiene impacto en él, pero que a la vez le permite aprender y actuar de diversas maneras – lo lleva a la desesperación. La comedia se convierte en un drama sombrío. Se da cuenta que vivir una y otra vez el mismo día puede reportarle beneficios, pero la desesperanza invade su alma. Está enamorado de Rita, pero ella no parece quererle. Su cautiverio temporal lo lleva a suicidarse de múltiples maneras, sin éxito: cada mañana se despierta en perfecto estado de salud. Se aleja de Rita por muchísimo tiempo, intentando olvidarla. Se recluye en su cuarto, o pone atención en la vida de otras personas. Aprende a poner su ego fuera de la ecuación. “Me he quitado la vida tantas veces”, declara, “que ya ni siquiera existo”.

Esta incapacidad de eliminarse lleva a Phil Connors a comenzar a pensar que su terrible condición puede ser una oportunidad de asumir una existencia diferente. Llega a apreciar profundamente a los pobladores de Punxsutawney, a quienes ignoraba o detestaba explícitamente. Aprende a ser feliz en medio de gente sencilla. Constata que sus sentimientos hacia Rita no se han desvanecido a pesar de esos años transcurridos en esa extraña y retorcida eternidad. Se ha trazado el proyecto de convertirse en el hombre que ella podría verdaderamente amar. Se convierte en un eximio pianista, escultor en hielo, médico en la práctica, experto en literatura francesa del siglo XIX. Esas habilidades lo transforman en un ser mejor humano independientemente del futuro de su relación amorosa con Rita. Como en los antiguos cuentos de hadas, la clave para romper el hechizo es el servicio a los demás, el amor, el cuidado del otro. El hoy se convierte en mañana en cuanto la vida se constituye en algo más que un espacio para la autorrealización.









viernes, 16 de enero de 2015

NO EN NOMBRE DE LA RELIGIÓN: SÁTIRA, LIBERTADES, VIOLENCIA Y FE




Gonzalo Gamio Gehri

Mucho se ha discutido ya sobre lo sucedido tras el atentado contra la revista Charlie Hebdo y sus trabajadores. Las marchas en París en protesta por las 17 personas asesinadas - y en homenaje a su valor -, pone de manifiesto la vocación del pueblo francés (y de una buena parte de la opinión pública mundial que se ha adherido a esta causa) por la defensa de la libertad de expresión. Cuatro grandes caricaturistas han muerto a manos de estos criminales.  Al Qaeda ha alabado y reivindicado este crimen. El miércoles ha salido un nuevo ejemplar del semanario, cuya idea central es la de persistir en ese humor crítico y desafiante.

La sátira ha cumplido una función política fundamental en la historia incluso antes de las comedias de Aristófanes. La crítica de la monarquía antes de la Revolución de 1789 recurrió exitosamente a la sátira escrita y gráfica. El humor ha permitido examinar imaginarios e ideologías diversas. Charlie Hebdo con frecuencia cultivaba una sátira ofensiva contra las ideas políticas y contra las religiones. Pero la libertad de expresión consiste no sólo en admitir la puesta en público de las ideas e imágenes que cuentan con nuestro apoyo, sino también aquellas con las que abiertamente discrepamos. La libertad de expresión es importante porque fortalece la diversidad de puntos de vista y maneras de creer y vivir. El límite de esta libertad son las libertades y derechos de los demás, pero los conflictos que ella puede generar se discuten en el espacio público y finalmente en los tribunales. Usar la violencia para “castigar la blasfemia” no constituye una opción éticamente válida.

Los delincuentes que mataron a los cuatro artistas, a los policías y en general a las víctimas del atentado contra la revista no son mártires – los mártires no asesinan a sangre fría – ni son enviados de Dios. Tampoco son artífices de un “evento” cósmico propiciado por el plan divino o  por la irrupción del Ser en el mundo. Son vulgares asesinos que han violado los derechos de otras personas a crear, a pensar y a vivir. En una perspectiva humanista – a la vez convergente con las religiones que se remiten a la tradición judeo - cristiana, centra su mirada en la condición de los seres humanos vulnerables, y  no asume la óptica de supuestos acontecimientos impersonales.

Se ha dicho con razón que los crímenes de Al Qaeda y el Estado islámico nada tienen que ver con la religión. La conversión forzada y la eliminación de los no creyentes no forma parte de un genuino espíritu religioso. En las marchas de París, muchos musulmanes señalaban “No en mi nombre”, rechazando las acciones de estos grupos terroristas. Constituye un grave error identificar estas acciones delictivas con una fuente verdaderamente religiosa. No obstante, la extrema derecha observa estos hechos desde el célebre “choque de civilizaciones” de Huntington, esbozada sin matiz alguno, formulada en su versión más caricaturesca. Por supuesto, la versión más académica de esta perspectiva fue cuestionada severamente por pensadores de la talla de Amartya Sen o Benjamín Barber. En nuestro país, esa veta ultraconservadora se reproduce sin mayores matices. No han faltado “especialistas” que se refieren a una “amenaza islámica”, como un peligro para la supervivencia de cultura occidental.A su juicio, toda esa  postmoderna “sensibilidad occidental frente a las diferencias” no le permite luchar con firmeza frente al mundo musulmán y su influencia en Europa. Esto tiene una nítida resonancia antidemocrática. El sentido común de la derecha peruana coincide con lo que sostienen los antiliberales europeos más radicales. No obstante, nadie aquí se preocupa ante tales consonancias ideológicas. Incluso un columnista local ha sostenido que “la matanza de París y la persecución de los cristianos en Oriente comparten la misma raíz, el odio al cristianismo”. Su tesis sobre el hecho comentado es completamente falsa y delata una evidente falta de conocimiento respecto del tema discutido. No sospecha de que Charlie Hebdo fustigaba por igual a cristianos, musulmanes y a judíos. Así como a políticos de todas las ideologías presentes en el ruedo público europeo. Aquí no hay una lucha de civilizaciones, sino una lesión grave a la vida y a la libertad de pensamiento. Las protestas que comentamos invocan la necesidad de respetar los principios de un Estado constitucional de derecho, que cimenten una ética pluralista. Una cultura política democrática ofrece un horizonte que pueda promover la comunicación intercultural e interreligiosa desde la impronta legal del cuidado de las libertades básicas.

Este terrible acontecimiento vuelve a plantear el complejo problema de nuestra relación con lo sagrado. Los integristas islámicos aducen que los dibujantes asesinados han hecho mal uso de un asunto que debería permanecer intocable. Creen que tienen tal  autoridad sobre la materia que repudian determinadas formas de tratar lo sagrado al punto que establecen perversamente quién debe vivir o quién debe morir por tal motivo. Esa presuposición es simplemente monstruosa. Quizás las cuestiones más importantes o más polémicas – cosas que aluden a las “cuestiones últimas” -, no puedan permanecer en esa situación de lejanía y majestad. Las cuestiones que inquietan el corazón de la gente – para bien o para mal – son objeto de trato humano. Se asumen con devoción, se interpretan con sonoras metáforas, se discuten implacablemente, o se rechazan con irreverencia. Tal vez sea el precio de las cosas que los seres humanos valoramos realmente. La violencia queda excluida de toda forma legítima de experiencia espiritual, sin embargo existen múltiples formas de lidiar con lo sagrado. No podemos imponer un único criterio para afrontarlas. Tenemos que considerar y examinar múltiples formas de enfrentar lo sagrado.







miércoles, 7 de enero de 2015

BREVES REFLEXIONES SOBRE UN PASAJE DE “MACBETH”

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Gonzalo Gamio Gehri

“¡Pobre patria!
Casi siente temor cuando se reconoce. No se puede llamarle
madre sino nuestra tumba, donde nadie sonríe excepto quienes nada saben; donde
suspiros y lamentos y gemidos que desgarran el aire surgen sin que lo advierta
nadie, donde el dolor violento parece un éxtasis común. Suenan tañidos por un
hombre muerto y no pregunta nadie por quién es, y la vida de los hombres
honorables se extingue antes que las flores en sus caperuzas y mueren antes de
enfermar”[1].

Probablemente este sea uno de los pasajes más duros de la historia de la literatura en cuanto al diagnóstico de una crisis moral y política. Revela efectivamente un enorme escepticismo político. Se trata de una reflexión inscrita en el renacimiento inglés, pero que históricamente alude a una situación generada en el siglo XI en la Escocia medieval -, pero que sin duda va más allá de estos contextos puntuales. Implica un juicio sobre la quiebra de la legalidad en las sociedades, e incluso sobre la labilidad como un elemento crucial de la condición humana. Nos habla del tipo de injusticias que los seres humanos pueden perpetrar sino existen normas, procedimientos e instituciones que puedan prevenir o impedir tales acciones.

Esta idea es recurrente en Shakespeare. No olvidemos sus alusiones a la “podredumbre” presente en el reino de los daneses en Hamlet, o sus juicios sobre la concentración del poder en Ricardo II, sólo por citar un par de casos. El tema de la crisis política se hace aún más presente en sus dramas romanos, en los que la agonía del sentido republicano es un tópico fundamental. Piénsese en la preocupación que manifiesta Julio César al constatar que Casio le dedica tantas horas a la lectura, y está tan lejos de la complacencia palaciega. Casio piensa demasiado, y eso lo convierte en un personaje peligroso.

El pasaje de Macbeth alude a una sociedad en la que se ha perdido el marco legal  y el régimen libre, una sociedad en la que sus miembros no parecen interesados – en principio, o al principio – en revertir esa situación de tiranía. La patria (la morada original, en la que la vida habría de prosperar) se ha convertido en la “tumba” de los espíritus libres. No puede despertar un sentimiento de comunidad, ni siquiera una vocación de transformación entre la mayoría de los habitantes, como si la corrupción estuviese minándolos por dentro . Finalmente, los rebeldes escoceses – liderados por Malcom y Macduff y por Seward, el general de sus aliados ingleses de Northumberland – deponen al usurpador y se restablece el poder legítimo, pero Shakespeare parece advertir que poco es lo que podemos esperar de los seres humanos cuando el ejercicio del poder no cuenta con límites estrictos. Se requiere además de una paidéia que impulse a las personas a establecer esos límites y a prevenir su trasgresión. La libertad no se logra ni se preserva sin esfuerzo y convicción.

Evoco estas líneas de este extraordinario drama pensando en el sentido de desesperanza que impera en nuestro país. La presuposición de que la corrupción prospera por doquier y ha comprometido hasta el tuétano a nuestra “clase dirigente”, las “élites” que algunos alaban con tanto fervor. Los grandes grupos de poder  empresarial, mediático y otros sectores de poder jerárquico tienen una agenda bastante conocida. Creo, no obstante, que no hemos alcanzado el punto crítico descrito aquí, a pesar de la gravedad de la hora presente. La percepción de la omnipresencia del delito beneficia a aquellas organizaciones políticas asociadas con la corrupción y las violaciones de libertades y derechos. Parafraseando a Judith N. Shklar, estamos hablando de injusticias y no de infortunios o fatalidades. Como iremos discutiendo en los textos que publicaremos en breve, se trata de una crisis que puede revertirse, entre otras cosas, a través de la acción cívica.   

Imagen extraída de aquí. 


[1] Macbeth Acto IV, escena tercera.