Gonzalo Gamio Gehri
Existe una
clara vocación en parte de la “clase dirigente” por obstaculizar la reconstrucción
de la memoria en el Perú. No sólo se pretende empañar el esfuerzo por construir
una narración general en torno a los años de la violencia – cuya expresión es
el Informe Final -; se procura bloquear el debate en torno a la validez,
proyección y eventual corrección de dicho relato. Incluso se puede sostener que
los grupos de interés político y mediático que aspiran a minar la credibilidad
del trabajo de la CVR
ni siquiera se proponen producir una “memoria alternativa” del conflicto. No
han elaborado investigaciones sobre el tema, les basta con la mera diatriba,
con la columna de opinión. Diríase que consideran el silencio y el olvido como
las disposiciones más convenientes frente al período de violencia interna.
Por supuesto,
el olvido es una opción – incluso un derecho
- para la víctima. Quien ha sufrido puede decidir mirar con otros ojos el
pasado, afrontar un proceso de duelo y continuar con la vida. La acción de la
justicia busca sancionar a los perpetradores y reparar a las víctimas, de modo
que se les restituya a éstas la condición de ciudadanos; luego del trabajo de
la justicia, la víctima puede escoger olvidar. Se trata de un “olvido
relativo”, pues no se suprime el recuerdo, sólo se transforma el punto de vista
frente al pasado. La víctima puede incluso elegir perdonar al agresor; se trata
de una gracia que sólo puede ser otorgada
por ella, una disposición que implica observar las propias vivencias sin el
dolor y el encono de otros tiempos. Paul Ricoeur contrasta esta experiencia con
aquella que describe como el “olvido de la huida”, el esfuerzo por cerrar los
ojos frente a lo vivido, negar los hechos injustos, mirar hacia otro lado. Esta forma de olvido “consiste en no querer ver, no querer tener
noticia de algo”[1]. En la
venerable tradición de Esquilo y Sófocles, podríamos describir este fenómeno
como ceguera voluntaria. Esta actitud
frente a la injusticia corresponde al ciudadano que peca por omisión,
desatendiendo el clamor de las víctimas, y a los actores políticos que buscan
imponer “políticas de silencio”.
Estas
políticas a menudo están asociadas con propuestas de amnistía. Esta figura
legal – que comúnmente es planteada en virtud de una iniciativa del Congreso o
del Ejecutivo – implica suspender los procesos judiciales de los autores de
crímenes contra los derechos humanos y anular las condenas en esta materia.
Supone, además, decretar “olvido” respecto de esta clase de delitos (de allí su
nombre). Se trata de una medida que pretende garantizar impunidad para los
perpetradores; por ello, la legislación internacional en derechos humanos
rechaza sistemáticamente este tipo de mecanismos. A través de la amnistía, el
Estado usurpa la exclusiva potestad de la víctima de perdonar al agresor, y de
contemplar el daño padecido con nuevos ojos. Por lo general, los políticos
plantean la amnistía como un mecanismo que busca lograr la tan ansiada “reconciliación
nacional” – concebida ad hoc como
desvinculada de la verdad y la justicia -; no obstante, estas iniciativas
distorsionan gravemente el concepto de perdón y el proceso mismo de
reconciliación. No es posible regenerar el tejido social dañado sobre la base
de la supresión de la memoria y la suspensión de la acción de la justicia.
A lo largo de
las dos últimas décadas, el discurso político conservador ha invocado en más de
una oportunidad la figura del olvido legal como una salida posible frente a la
judicialización de casos de violaciones de derechos humanos cometidas por
efectivos del Estado. Sin embargo, el argumento contra la memoria y a favor de
políticas de “punto final” ha sido planteado recientemente desde el otro
extremo del espectro ideológico. En efecto, el MOVADEF – organismo de fachada
del grupo terrorista Sendero Luminoso –
ha propuesto una suerte de “amnistía general” para todos los protagonistas del
conflicto armado. Esta facción pretende recurrir, para
justificar su posición – de una manera a todas luces artificial y
exclusivamente instrumental –, a las reglas de la democracia que procuró
dinamitar. En este caso, los extremos ideológicos parecen tocarse. Esta cuestionable
iniciativa ha sido rotundamente rechazada
en diversos espacios de opinión pública, y la ciudadanía ha observado con especial
preocupación cómo esta agrupación cuenta con numerosos militantes jóvenes.
Estas
circunstancias ponen de manifiesto la importancia ética y política de la
recuperación pública de la memoria como una condición esencial para la
construcción de una genuina sociedad democrática, una sociedad cuya ciudadanía
pueda desestimar con firmeza los cantos
de sirena de la violencia como posible “método” para resolver conflictos humanos. Conocer
la gravedad de los hechos ocurridos durante el conflicto armado interno
permitiría a los peruanos reconocer los efectos funestos del fundamentalismo en
cuestiones ideológicas. La ignorancia frente al más cruento de los conflictos
de la historia del Perú, en contraste, deja a nuestros jóvenes en una situación
de vulnerabilidad frente a propuestas ideológicas proclives a recurrir a la
violencia o a negociar impunidades para lograr sus propósitos. Esclarecer el
pasado constituye una estrategia pedagógica eficaz para combatir las múltiples
formas de irracionalismo político que todavía amenazan nuestras instituciones.
* Este es un adelanto de un ensayo que saldrá publicado en el siguiente número de Páginas.
[1] Ricoeur, Paul “El olvido en el horizonte de
la prescripción” en: Varios Autores ¿Por Qué recordar? Op. Cit.,
p. 74.
5 comentarios:
Para el titular de este blog, el fracaso de la CVR de la izquierda en imponer su "memoria" a la población es culpa de lo que llama "clase dirigente", "sectores conservadores" ó la "derecha"(sólo lanza etiquetas, nunca explica a qué es lo que se refiere con éstas).
En el subconsciente de estas posiciones parece estar la creencia de que el pueblo es "ignorante" y que por culpa de los "malos" la "verdad revelada" no puede iluminar a las masas. Lo cierto es que la CVR de la izquierda tuvo los generosos recursos de la cooperación internacional para difundirse (subvencionando con ella sectores de izquierda enquistados en oenegés), no obstante a pesar de esta masiva y millonaria inversión, la versión de la CVR de la izquierda de que existió en el Perú un "conflicto armado interno" en vez de terrorismo, de que sendero luminoso era un "partido político" en vez de terroristas y que los terroristas son "víctimas" a las que ahora hay que homenajear y reparar, nunca prendió ni logró mayor credibilidad entre la población.
Sin embargo, un legado nefasto de esta CVR es que luego de casi una década de propalar un discurso de "conflicto armado interno", de criminalizar a quiénes lucharon y derrotaron al terrorismo comunista (como la repugnante persecución judicial desatada contra los comandos Chavín de Huantar), de conseguir sentencias de su CIDH en donde se ordena homenajear a terroristas convictos y confesos (calificándolos como "juanas de arco")y de que sendero luminoso es un "partido político"; le terminó abonando el terreno para la prédica de los pro-senderistas de MOVADEF, quienes -qué coincidencia- también niegan que haya habido terrorismo y también hablan de un "conflicto armado interno" además de victimizarse.
El MOVADEF viene siendo el hijo-no-deseado de la CVR de la izquierda, un engendro mutante que muestra que la izquierda peruana -en todas sus múltiples variantes o subvariantes- comparte un ADN común.
Finalmente, estos sectores que durante casi una década han vivido de su CVR, ven ahora peligrar su mayor fuente de ingresos, pues no sólo su versión apenas ha logrado contar con credibilidad entre la población, sino que -de entrar en vigencia la Ley del Negacionismo- su discurso plagado de eufemismos como ese de "conflicto armado interno" los podría terminar llevando a la cárcel.
Como siempre, tus comentarios exhiben más veneno que argumentos; tiendo a pensar que comentas sin leer. La condena que hace la CVR del terrorismo y de la ambivalencia de la izquierda en aquellos años está en el Informe, y puedes constatarlo. La incorporación del tema del conflicto armado en los colegios ha sido bloqueado por el gobierno anterior y sus aliados en el Congreso. Sectores de la autodenominada "clase dirigente" con presencia mediática (políticos, empresarios. jerarcas eclesiásticos, militares en retiro) han sostenido el reiterado sonsonete (el "sesgo", la "condescendencia" etc.) que repites ahora, sin contrastar el texto y a sabiendas de que estaban mintiendo. La prensa a su servicio sigue repitiéndolo ¿El resultado? En lugar de desarrollar una memoria alternativa con la cual debatir, han intentado plantear el imperio del silencio. Ello sólo beneficia a grupos que postulan amnistía e impunidad, como el MOVADEF. Los ultras del conservadurismo y de la izquierda cavernaria se dan la mano en este punto. Lamentable, pero revelador.
Fomentas¡odio!¡odio! diente por diente ojo por ojo ¿hasta cuando? Construyamos eduquemos con libertad,trabajemos por eliminar la pobreza.
Caramba, esa del "odio" quién la escribió? Cipriani?
Yo quiero mencionar una forma de olvido e ignorancia que es muy triste porque es invisible. Es la ignorancia que nos imponemos para no estar en desacuerdo con nuestros profesores y nuestros grupos de amigos y colegas en las universidades. Es la ignorancia que implica no darle la contra a tu asesor de tesis, o al profe que te ofrece trabajo.
De esto hay mucho, pero como es comportamiento colectivo, sacrosanto en nuestro contexto tan profundamente medieval, pues ningún académico lo menciona. Fuera de las universidades, mucha gente pensante ve a estas como simples mecanismos de exclusión. Pruebe sacarse los cómodos zapatos académicos, y estos detalles empezarán a saltar a la vista. Yo creo que el problema de la CVR es finalmente que ha salido a predicar antes de funcionar discretamente al interior. Es que todo académico desea publicar, como diría Aristóteles.
Yo viví los ochenta y mi memoria es probablemente aún más radical que la de la CVR. A mi me iban explicando la situación mis padres y algunas personas que la vivían de cerca. Este entorno hacía la interpretación, y los ochenta y su violencia tienen para mí un vivo significado, profundamente imbricado con la historia de mi familia, y a la historia realmente brutal del continente en que vivimos, o tratamos de vivir.
Cuando la PUCP hizo la CVR, yo veía chicos privilegiados asistiendo a un establecimiento que yo no podía pagar, que en Starbucks y en sus muy bien puestos hogares comentaban tanto a favor de los efectos concretos de la economía e institucionalidad fujimorista/neoliberal como a favor de la CVR, que era parte de lo que hacían como grupo social "pensante" a medias. Eran gente de antropología de la PUCP, que por esa época también, iban siendo contratados por ejemplo para venderle a las comunidades la patraña de que el gaseoducto de Camisea era inocuo para sus tierras, y cosas así. También había gentita de Derecho, que proclamaba la inexistencia de la justicia, y se relamía con trabajar para las más grandes empresas, y uno que otro(a) de otras facultades.
Todo es muy relativo. Lo que falta en nuestro pequeño medioevo, es comunicación. Y eso no lo va a instituir ningún centro académico. Primero, tendrían que cambiar de raíz.
Dicho sea esto con todo cariño a mis amigos que están ahí dentro (del mundo académico, o de los otros estamentos), y que no pueden hacer nada al respecto, y no tienen la culpa, tampoco.
Un poco de honesta decepción: eso también es conciencia, y memoria.
Estoy de acuerdo con lo indicado en el articulo. La recuperacion de la Memoria se debe de hacer como un ejercicio de madurez democratica, para que quede palpable y se reafirme en la sociedad el rechazo a la VIOLENCIA, como vehiculo para defender un ideal politico.Muchas veces, no solo en este pais, existe entre los dirigentes politicos una falta de "valentia" o sensacion de pereza para afrontar temas del pasado, pero que pertenecen al presente al ser capitulos de un libro inacabado.
No estoy de acuerdo con el anonimo que habla de la frase biblica "ojo por ojo, diente por diente, el articulo no versa sobre eso. Se trata de no pasar por alto conductas erradas, de que debe existir primero JUSTICIA, para luego decidir(eso será un ejercicio personal e individual) si perdonar o no. Se trata de cerrar heridas que no debieron quedar abiertas.
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