Gonzalo Gamio Gehri
La Declaración universal de los Derechos Humanos ha cumplido sesenta años de ser enunciada y asumida por la mayoría de las sociedades. Al cabo del tiempo, los Derechos Humanos se han convertido en una forma de cultura moral, un horizonte crítico que permite el cuestionamiento de aquellas prácticas que lesionan el cuerpo, la dignidad o las libertades de las personas en el mundo. Desde la elaboración de la propuesta (en la que se reconocen raíces liberales), se pretendió que los principios presentes en la Declaración tradujeran un consenso intercultural en materia de protección de los seres humanos. En efecto, muchos especialistas, exponentes de diversas culturas, religiones y disciplinas participaron en las discusiones que dieron forma a la Declaración tal y como la conocemos. Desde el principio, fue concebida como la expresión de un ‘universal concreto’.
Evidentemente, los Derechos Humanos constituyen una categoría incómoda para quienes ejercen formas autoritarias de poder político, y para quienes enarbolan ideologías retrógradas o violentistas: "Si hablaste de derechos humanos y a nadie molestaste, estabas hablando de otra cosa", dice atinadamente Wilfredo Ardito. Los Derechos Humanos constituyen un obstáculo para cualquiera que sostenga que las vidas humanas pueden convertirse en medios para el logro de “ideales superiores” (políticos, religiosos, etc.). La tesis subyacente a la cultura de los Derechos Humanos es que no hay nada más valioso que el cuidado de la dignidad y las libertades. Se trata de proteger a los individuos no solamente de la violencia producida por otros individuos, si no a aquella producida por los propios Estados, cuando estos se yerguen como instancias de represión y mutilación. Por eso no basta con el derecho local y positivo (Quien disocia sin más los Derechos Universales y la norma positiva no ha leído bien a Hegel. Pensándolo mejor, tampoco lo ha leído mal: probablemente no lo ha leído en absoluto). La cultura de los Derechos Humanos ha generado un entramado de normas e instituciones internacionales que promueve también la defensa de los derechos de grupos e individuos que son víctimas de las acciones de los propios gobiernos.
Por supuesto, todo esto es susceptible de formas de distorsión y de manipulación. Como ha sucedido con otros valores – la pertenencia comunitaria, la fe, etc. -, los Derechos Humanos pueden ser usados ideológicamente. Pensemos en la política bélica del gobierno de Bush frente a Irak: la ‘democracia’ y los ‘Derechos Humanos’ se convirtieron en los estandartes de una invasión. Sin embargo, estaba claro que Bush y los suyos estaban actuando a contracorriente de la cultura de los Derechos Humanos. Invadieron Irak saltándose los cuestionamientos de las instituciones internacionales correspondientes (la ONU), asumiendo una burda mentira para entregarse a la guerra. Lo sucedido en Guantánamo y en otros centros de reclusión constituye una violación evidente de estos Derechos. No hay que olvidar que Estados Unidos aun no es firmante de la Corte Penal Internacional (una institución cuya existencia es básica para la promoción de Derechos Humanos en el mundo). No pocos ciudadanos norteamericanos exigen hoy a Barack Obama ese compromiso. De cumplirse, podría no estar lejos el día en que George W. Bush – como Pinochet, Fujimori y otros – sea procesado por crímenes de lesa humanidad. Confundir los Derechos Humanos como horizonte crítico con esta clase de manipulaciones implica no ver - o no querer ver - el modo cómo desde la cultura de los Derechos Humanos y sus instituciones se pueden desenmascarar (y ojalá algún día, judicializar) los crímenes de la Administración Bush. Resulta irrisorio leer que ciertos personajes extremistas de la blogósfera sostengan que los Derechos Humanos constituyen un credo totalitario, “una amenaza para el hombre” (sic), que “liberales derechohumanistas” como Bush (¿?) invocan para sembrar la ruina de la humanidad. Los Derechos Humanos constituyen una piedra en el zapato para el neoconservadurismo de gente como Bush (y su órbita). Pero esta clase de afirmaciones no sorprende, viniendo de la misma gente que vibraba de alegría – como señala un severo columnista de un diario capitalino – cuando veía por televisión derrumbarse las Torres Gemelas, sembrando la muerte de dos mil personas. A eso llegaron ciertos “reaccionarios criollos” anti-ilustrados y autoritarios, a gritar el perverso himno “viva la muerte”, la paradoja repelente que agudamente denunciaba Unamuno en otras latitudes. Ese fue su himno frente a la tragedia de New York (y fue ese mismo cantar el suyo frente a la terrible tragedia de Ayacucho).
Los Derechos Humanos no pretenden convertirse en una Weltanschauung imperialista, quienes así piensan son víctimas de la ignorancia o de la mala fe. No se trata de una cultura moral que pasa de contrabando una “metafísica racionalista” – por ejemplo, los dos mundos de Kant (algunos llegan al colmo de calificar a Hobbes como un "metafísico liberal", lo cual francamente no tiene ni pies ni cabeza -. No necesitamos comprometernos con una sofisticada metafísica: considerar que esta tendría necesariamente que partir de una ontología social "individualista" / "atomista" es simplemente absurdo. El notable filósofo británico-ghanés Kwame Anthony Appiah dice que “no podemos decir que la noción de Derechos Humanos esté metafísicamente desnuda; sin embargo, en cuanto a lo conceptual debe – o debería llevar – pocas ropas. No cabe duda de que no necesitamos concordar en que se nos haya creado a imagen y semejanza de Dios, o en que tengamos derechos naturales que emanan de nuestra esencia humana, para concordar en que no queremos ser torturados por los funcionarios del gobierno, ni estar expuestos a arrestos arbitrarios, ni que se nos quite la vida, la familia o la propiedad”[1]. De hecho, podemos comprender los Derechos Humanos de forma pragmatista, como herramientas sociales orientadas a la protección práctica de los individuos contra las agresiones potenciales de personas, grupos o instituciones (esta interpretación no carece de fuerza teórica - evidentemente -, pero posee resonancias "minimalistas" en el sentido de Michael Walzer - por eso son 'universales'-, y puede ser foco de "consensos superpuestos" en términos del segundo Rawls). Sólo en la mente alucinada de quien vive atrapado en un extraño y tenebroso / "glamoroso" cuento de hadas rococó, la democracia liberal – con su agenda política contra la discriminación y la crueldad – aparece en inferioridad de condiciones frente al monarquismo absoluto dieciochesco o el Estado confesional medieval (o virreinal) en cuanto a la eficacia práctica en la defensa de la justicia y la libertad. Sus grotescos "principios distributivos" (ocio y honor para los nobles, trabajo y muerte prematura para sus vasallos y siervos), para usar una expresión walzeriana, son más que elocuentes al respecto. A una iconografía feudal, jerárqica y postiza, corresponde un ideal político mutilador, obsoleto y vano (¿Esa es la calidad de nuestra derecha no-liberal? ¿Esa es la derecha "criolla" existente, pseudoaristocrática, patrimonialista, autoritaria? Parece que sí). Por lo que a mí respecta, elijo una (aun incompleta) modernidad y un (todavía no suficientemente logrado) pluralismo democrático, 'liberal de izquierda'. Prefiero luchar por perfeccionar nuestros propósitos igualitarios que entregarme a una alienante "nostalgia" por un mundo irremediablemente cruel e inexorablemente desigual, como el premoderno.
No obstante, la cultura de los Derechos Humanos no puede fortalecerse sin ciudadanos dispuestos a actuar y a denunciar el abuso en donde aparezca (este énfasis en la participación bebe de una perspectiva ético-política presente en los liberales iniciales y, especialmente, en los humanistas cívicos del Renacimiento y en sus herederos contemporáneos). Esta clase de acción cívica tiene lugar desde los espacios públicos disponibles en las instituciones de la sociedad civil y en los escenarios deliberativos del sistema político, como se ha argumentado en anteriores oportnidades. El asesinato, la tortura y las desapariciones forzadas constituyen violaciones de estos derechos, pero también la pobreza y la autocracia, racismo, la discriminación sexual, constituyen atentados gravísimos contra la humanidad. Es preciso combatir la violencia directa, pero también la violencia estructural que la promueve y la violencia cultural que la legitima (la clasificación es de Johan Galtung). Sin agentes políticos que cultiven el respeto por el otro y estén dispuestos a movilizarse por ello y presionar democráticamente a sus autoridades y representantes, la Declaración universal de los Derechos Humanos puede convertirse en un saludo más a la bandera. Sí, necesitamos una ética "cívica", universalista e igualitaria. En un país como el nuestro, en donde la extrema pobreza y la ausencia del Estado constituyen un hecho verificable, en el que todavía existen más de cuatro mil fosas comunes identificadas y sin abrir, está claro que los Derechos Humanos no han sido una prioridad para nuestra (autodenominada) clase dirigente (su patética ceguera voluntaria frente a los problemas que denuncia el Informe Final de la CVR es prueba de ello). Incluso en la actualidad, muchos “columnistas” de la prensa conservadora siguen predicando la impunidad de los perpetradores, mientras que no pocos congresistas aderezan inconstitucionales leyes de amnistía. Corresponde a todos los ciudadanos – más allá del sector social o de la tienda política a la que se pertenezca, finalmente - comprometerse para que esta historia infame cambie de una buena vez.
La Declaración universal de los Derechos Humanos ha cumplido sesenta años de ser enunciada y asumida por la mayoría de las sociedades. Al cabo del tiempo, los Derechos Humanos se han convertido en una forma de cultura moral, un horizonte crítico que permite el cuestionamiento de aquellas prácticas que lesionan el cuerpo, la dignidad o las libertades de las personas en el mundo. Desde la elaboración de la propuesta (en la que se reconocen raíces liberales), se pretendió que los principios presentes en la Declaración tradujeran un consenso intercultural en materia de protección de los seres humanos. En efecto, muchos especialistas, exponentes de diversas culturas, religiones y disciplinas participaron en las discusiones que dieron forma a la Declaración tal y como la conocemos. Desde el principio, fue concebida como la expresión de un ‘universal concreto’.
Evidentemente, los Derechos Humanos constituyen una categoría incómoda para quienes ejercen formas autoritarias de poder político, y para quienes enarbolan ideologías retrógradas o violentistas: "Si hablaste de derechos humanos y a nadie molestaste, estabas hablando de otra cosa", dice atinadamente Wilfredo Ardito. Los Derechos Humanos constituyen un obstáculo para cualquiera que sostenga que las vidas humanas pueden convertirse en medios para el logro de “ideales superiores” (políticos, religiosos, etc.). La tesis subyacente a la cultura de los Derechos Humanos es que no hay nada más valioso que el cuidado de la dignidad y las libertades. Se trata de proteger a los individuos no solamente de la violencia producida por otros individuos, si no a aquella producida por los propios Estados, cuando estos se yerguen como instancias de represión y mutilación. Por eso no basta con el derecho local y positivo (Quien disocia sin más los Derechos Universales y la norma positiva no ha leído bien a Hegel. Pensándolo mejor, tampoco lo ha leído mal: probablemente no lo ha leído en absoluto). La cultura de los Derechos Humanos ha generado un entramado de normas e instituciones internacionales que promueve también la defensa de los derechos de grupos e individuos que son víctimas de las acciones de los propios gobiernos.
Por supuesto, todo esto es susceptible de formas de distorsión y de manipulación. Como ha sucedido con otros valores – la pertenencia comunitaria, la fe, etc. -, los Derechos Humanos pueden ser usados ideológicamente. Pensemos en la política bélica del gobierno de Bush frente a Irak: la ‘democracia’ y los ‘Derechos Humanos’ se convirtieron en los estandartes de una invasión. Sin embargo, estaba claro que Bush y los suyos estaban actuando a contracorriente de la cultura de los Derechos Humanos. Invadieron Irak saltándose los cuestionamientos de las instituciones internacionales correspondientes (la ONU), asumiendo una burda mentira para entregarse a la guerra. Lo sucedido en Guantánamo y en otros centros de reclusión constituye una violación evidente de estos Derechos. No hay que olvidar que Estados Unidos aun no es firmante de la Corte Penal Internacional (una institución cuya existencia es básica para la promoción de Derechos Humanos en el mundo). No pocos ciudadanos norteamericanos exigen hoy a Barack Obama ese compromiso. De cumplirse, podría no estar lejos el día en que George W. Bush – como Pinochet, Fujimori y otros – sea procesado por crímenes de lesa humanidad. Confundir los Derechos Humanos como horizonte crítico con esta clase de manipulaciones implica no ver - o no querer ver - el modo cómo desde la cultura de los Derechos Humanos y sus instituciones se pueden desenmascarar (y ojalá algún día, judicializar) los crímenes de la Administración Bush. Resulta irrisorio leer que ciertos personajes extremistas de la blogósfera sostengan que los Derechos Humanos constituyen un credo totalitario, “una amenaza para el hombre” (sic), que “liberales derechohumanistas” como Bush (¿?) invocan para sembrar la ruina de la humanidad. Los Derechos Humanos constituyen una piedra en el zapato para el neoconservadurismo de gente como Bush (y su órbita). Pero esta clase de afirmaciones no sorprende, viniendo de la misma gente que vibraba de alegría – como señala un severo columnista de un diario capitalino – cuando veía por televisión derrumbarse las Torres Gemelas, sembrando la muerte de dos mil personas. A eso llegaron ciertos “reaccionarios criollos” anti-ilustrados y autoritarios, a gritar el perverso himno “viva la muerte”, la paradoja repelente que agudamente denunciaba Unamuno en otras latitudes. Ese fue su himno frente a la tragedia de New York (y fue ese mismo cantar el suyo frente a la terrible tragedia de Ayacucho).
Los Derechos Humanos no pretenden convertirse en una Weltanschauung imperialista, quienes así piensan son víctimas de la ignorancia o de la mala fe. No se trata de una cultura moral que pasa de contrabando una “metafísica racionalista” – por ejemplo, los dos mundos de Kant (algunos llegan al colmo de calificar a Hobbes como un "metafísico liberal", lo cual francamente no tiene ni pies ni cabeza -. No necesitamos comprometernos con una sofisticada metafísica: considerar que esta tendría necesariamente que partir de una ontología social "individualista" / "atomista" es simplemente absurdo. El notable filósofo británico-ghanés Kwame Anthony Appiah dice que “no podemos decir que la noción de Derechos Humanos esté metafísicamente desnuda; sin embargo, en cuanto a lo conceptual debe – o debería llevar – pocas ropas. No cabe duda de que no necesitamos concordar en que se nos haya creado a imagen y semejanza de Dios, o en que tengamos derechos naturales que emanan de nuestra esencia humana, para concordar en que no queremos ser torturados por los funcionarios del gobierno, ni estar expuestos a arrestos arbitrarios, ni que se nos quite la vida, la familia o la propiedad”[1]. De hecho, podemos comprender los Derechos Humanos de forma pragmatista, como herramientas sociales orientadas a la protección práctica de los individuos contra las agresiones potenciales de personas, grupos o instituciones (esta interpretación no carece de fuerza teórica - evidentemente -, pero posee resonancias "minimalistas" en el sentido de Michael Walzer - por eso son 'universales'-, y puede ser foco de "consensos superpuestos" en términos del segundo Rawls). Sólo en la mente alucinada de quien vive atrapado en un extraño y tenebroso / "glamoroso" cuento de hadas rococó, la democracia liberal – con su agenda política contra la discriminación y la crueldad – aparece en inferioridad de condiciones frente al monarquismo absoluto dieciochesco o el Estado confesional medieval (o virreinal) en cuanto a la eficacia práctica en la defensa de la justicia y la libertad. Sus grotescos "principios distributivos" (ocio y honor para los nobles, trabajo y muerte prematura para sus vasallos y siervos), para usar una expresión walzeriana, son más que elocuentes al respecto. A una iconografía feudal, jerárqica y postiza, corresponde un ideal político mutilador, obsoleto y vano (¿Esa es la calidad de nuestra derecha no-liberal? ¿Esa es la derecha "criolla" existente, pseudoaristocrática, patrimonialista, autoritaria? Parece que sí). Por lo que a mí respecta, elijo una (aun incompleta) modernidad y un (todavía no suficientemente logrado) pluralismo democrático, 'liberal de izquierda'. Prefiero luchar por perfeccionar nuestros propósitos igualitarios que entregarme a una alienante "nostalgia" por un mundo irremediablemente cruel e inexorablemente desigual, como el premoderno.
No obstante, la cultura de los Derechos Humanos no puede fortalecerse sin ciudadanos dispuestos a actuar y a denunciar el abuso en donde aparezca (este énfasis en la participación bebe de una perspectiva ético-política presente en los liberales iniciales y, especialmente, en los humanistas cívicos del Renacimiento y en sus herederos contemporáneos). Esta clase de acción cívica tiene lugar desde los espacios públicos disponibles en las instituciones de la sociedad civil y en los escenarios deliberativos del sistema político, como se ha argumentado en anteriores oportnidades. El asesinato, la tortura y las desapariciones forzadas constituyen violaciones de estos derechos, pero también la pobreza y la autocracia, racismo, la discriminación sexual, constituyen atentados gravísimos contra la humanidad. Es preciso combatir la violencia directa, pero también la violencia estructural que la promueve y la violencia cultural que la legitima (la clasificación es de Johan Galtung). Sin agentes políticos que cultiven el respeto por el otro y estén dispuestos a movilizarse por ello y presionar democráticamente a sus autoridades y representantes, la Declaración universal de los Derechos Humanos puede convertirse en un saludo más a la bandera. Sí, necesitamos una ética "cívica", universalista e igualitaria. En un país como el nuestro, en donde la extrema pobreza y la ausencia del Estado constituyen un hecho verificable, en el que todavía existen más de cuatro mil fosas comunes identificadas y sin abrir, está claro que los Derechos Humanos no han sido una prioridad para nuestra (autodenominada) clase dirigente (su patética ceguera voluntaria frente a los problemas que denuncia el Informe Final de la CVR es prueba de ello). Incluso en la actualidad, muchos “columnistas” de la prensa conservadora siguen predicando la impunidad de los perpetradores, mientras que no pocos congresistas aderezan inconstitucionales leyes de amnistía. Corresponde a todos los ciudadanos – más allá del sector social o de la tienda política a la que se pertenezca, finalmente - comprometerse para que esta historia infame cambie de una buena vez.
30 comentarios:
Justamente que sean agentes político que presionan ("democráticamente") a las autoridades y representantes para que se respeten los DD.HH convierte a la declaración en instrumento político: no hay un relato que dosifique esa presión ni la extienda democráticamente hacia otros sujetos tan o más suceptibles de violar los DD.HH que la autoridad. Una muestra de ello es el sanbenito de "violador de DD.HH." aplicado no sin poca gratuidad a ciertos personajes a manera de inflingirles una especie de "muerte civil". en lugr de buscarse un contrapeso racional a los excesos de la autoridad, se la criminaliza "per se". Las fatwas dirigidas en ese sentido contra Bush, Pinochet y otros "autócratas" sin una contextualización mínima que subsane la falta de análisis y reflexión sobre el acontecimiento resulta francamente obsceno.
Pero que le vamos a hacer: está de moda.
Saludos
Hola Guille:
Creo que esta conversación ya la hemos tenido antes. Ya he sostenido que mi posición - y también la de la CVR - es que no solamente las autoridades violan los DDHH, si no también los grupos terroristas y otros sujetos. Si te dedicas al periodismo, tienes que contribuir a la depuración de los prejuicios. Aclarado el punto, no comprendo la recurrencia frente a la confusión.
Por otro lado, siempre he defendido la tesis de que el debido proceso es un DDHH, que deberían gozar todos, incluidos los autócratas. Y que ello supone el análisis contextual. Lo que resulta obscena es tu aparente condescendencia frente a Pinochet y otros dictadores feroces.
Saludos,
Gonzalo.
Estimado Gonzalo, quiza si quieres aplicar mas la filosofia a nuestra realidad como pais, tal vez no debes tomar mal las ideas que tiene Carlos Melendez, quiza el pueda tener razon en mucho de lo que dice, tal vez puedes nutrirte de ellas, eso no implica que intelectualmente seas menos, discutir con ideas me parece fantastico, pero como que te picas un poco.
Ah, y la presión democrática supone la observancia de la ley y el uso de los canales democràticos, como debe ser. No hay lugar aquí para "teorías de conspiración", a lo Hugo Guerra.
Saludos,
Gonzalo.
Anónimo:
Valoro los argumentos de Meléndez, aunque creo que no dan en el blanco en lo que a mí respecta: yo me solidarizo con el ex Perú 21, pero no me es ajeno el conflicto en Moquegua. Vea el post "Abstracciones".
Lo que hace Meléndez es agudo, pero su estilo no siempre favorece el diálogo. Uno tiene que elegir - a veces - entre el humor y la claruidad del argumento. Pero no me pico, no hay problema.
Saludos,
Gonzalo.
Anónimo:
Evidentemente, en este post la posición que critico no es la de Meléndez, si no la de ciertos "reaccionarios". Considero que, en temas de DDHH (y en muchos otros temas) Meléndez y yo estaríamos básicamente de acuerdo. Ambos buscamos - cada uno a su manera - una renovación del pensamiento de izquierda.
Saludos,
Gonzalo.
Gonzalo ya que te gusta tanto Berlin porque no haces una lectura critica de su epigono Michael Ignatieff para quien los DDHH son medios y no fines en si mismo como es la forma que tu los presentas!! es decir como una MORAL DENSA!!! a pesar de los quieras presentar como neutrales!
saludos
eduardo
Hola Eduardo:
Considero que los DDHH constituyen medios - universales, no negociables, etc. - en la línea de Rorty, Dennett y Sen. Sin embargo, no creo que sean "neutrales"; son fruto de la reflexión y las experiencias históricamente encarnadas. Sólo que no existe una familia única de argumentos que los validen y los hagan plausibles.
Saludos,
Gonzalo.
Estimado Gonzalo... Aun tengo problemas con la palabra "universal"... esta bien... los derechos humanos son universales y deben proteger la vida contra toda forma de violencia... pero ¿y que pasa con la multiculturalidad? es decir, ¿Es una violacion a los derechos humanos que a una niña de 15 años le arranquen el clítoris en el mundo islamico? No es una cuestion tan facil de resolver... creo yo... Por otro lado, y aqui viene mi antipatica labor de historiador... nada.. lo medieval no es sinonimo de virreinal.. para nada... hay mucho escrito sobre el tema recientemente... la cultura politica del periodo virreinal peruano es fascinante y te llevaras varias sorpresas cuando la revises .. lo que tu llamas pre-moderno... en historia mas bien recibe el nombre de Modernidad (siglos XVI-XVIII), como en filosofia, creo ... Y por ultimo... y aqui si me pongo mas antipatico (aunque creo que ya te lo han dicho)... dices que las contradiccines de una elite moderna-aristocrata son peligrosas o criticables.. pero eso de "liberal de izquierda" va por el mismo camino... es el eterno problema del Perú... no tener una postura clara a nivel ideológico... o se es liberal o se es de izquierda... me parece... saludos, Eduardo Torres Arancivia.
Una pregunta sobre Walzer. Estuve leyendo sus libros y me he dado con la sorpresa que Walzer busca un afirmacion de las comunicades. En otras palabras es partidario de la separacion de las comunidades que tienen su propia cultura. No se cuanto de esto es posible en su proyecto comunitarista. En general la separacion de culturas que estan dentro de una una nacion no es propio de Walzer sino de la mayoria de los comunitaristas. Por poner un ejemplo: Charles Taylor, ya que segun Taylor busca la autenticidad y originalidad de los individuos, que estos busquen su peculiar "manera de ser" (a esto es lo que llamaria autenticidad), pero lo mas sorprendente es que tambien busquen su autenticidad y peculiar "manera de ser" las culturas. Si se lo toma de esta manera entonces, estariamos justificando las luchas etnicas, para que las culturas menospreciadas tengan su propia identidad e cultura, estariamos avalando una especie de nueva guerra racial. Mas aun si lo tomamos en Sudamerica, estariamos frente a la constante creacion de naciones nuevas, con marcos institucionales debiles, que serian la fuente de inestabilidad regional.
En general, los comunitaristas son tachados de "conservadores", pero cuanto de los comunitaristas es aun viable y cuanto no?
Estimado Eduardo:
Muchas gracias por tu mensaje.
El problema que planteas es complejo, sin duda. No creo difícil considerar la clitoridectomía como una violacion a los derechos humanos. se trata de una mutilación física, que las incapacita para cierto goce sexual.Por supuesto, no se consulta a las mujeres sobre el asunto, y el tema está lastrado de cuestiones de poder y opresión sobre las mujeres. En general, las prácticas culturales que no admiten la crítica pueden convertirse en opresivas (la crítica no es exclusiva de occidente).
Evidentemente, para erradicar la clitoridectomía y prácticas semejantes es preciso pasar por el debate intercultural. No existe otra salida. Y los DDHH tendrían que pasar por el debate público intercultural (como sucedió desde antes de 1948).
En este blog podrás encontrar varios posts que señalan y explican que el liberalismo de izquierdas existe (Rorty, Sen, Walzer, etc.). No se trata de un concepto contradictorio.
Yo critico el patetismo de ciertos blogs que plantean un retorno a los usos medievales y coloniales (trono y altar, aristocracia, etc.) como fórmula "política", que encubren un monarquismo absolutista rancio con una delgada capa "postmodernista". Por supuesto, el medioevo y la colonia generaron ideas y personalidades interesantísimas (Pedro Abelardo y Vidaurre, sólo por poner un ejemplo), lo que critico es a ciertos espíritus "reaccionarios" que consideran que los DDHH y la Ilustración han sido "nocivos" y que debemos volver - hoy - a los parámetros premodernos de vida pública y privada.
Saludos,
Gonzalo.
Estimado Uriel:
Hay que tener cuidado con el mote "comunitarista", porque confunde. El único tradicionalista es MacIntyre: Taylor y Walzer son liberales participativos. ambos rehusan elapelativo "comunitarista", y siempre han sido próximos a la izquierda.
Taylor nunca ha defendido el tribalismo. Revisa su "Fuentes del yo" y "La política del reconocimiento", donde postula un Liberalismo II, que no es ciego a las diferencias. profundizar en las identidades colectivas no es ser conservador (¿Arguedas lo era?), maxime si se trata de enmarcar esas identidades en una narrativa política democrática.
Lo que Taylor y Walzer postulan es complementar el liberalismo con el humanismo cívico. No son en absoluto conservadores.
Saludos,
Gonzalo.
Estimado Gonzalo:
Yo no tengo ninguna duda que la extirpación del clitoris es una violación a un derecho universal, que es el derecho a la libertad. Simplemente, donde no hay libertad no hay derecho.
La trampa de la multiculturalidad no puede llevar a aprobar la tortura y las desapariciones de opositores como un rasgo de cierta cultura que “hay que respetar”. Eso es ridículo.
Ahora bien, es verdad que el pensamiento de la edad media no es el del renacimiento y no es el mismo del barroco. Buen punto. Pero los “tradicionalistas” nos quieren hacer creer que es el mismo. Y ahí reside su absoluto error, en la incapacidad de reconocer que todo tradicionalismo es la muerte de una tradición anterior. Sobre esto, hablaré más en el debate con Hernando, si él no cambia de opinion. Saludos.
Evidentemente lo barroco no esta vinculada con la tradicion, para que Daniel Salas no se complique la vida, simplemente pensemos en algo muy concreto un hombre de la tradicion subordina su voluntad a Dios o a un principio trascendente, un hombre moderno (como Salas) lo subordina a su ego
saludos
eduardo
Estimados Daniel y Eduardo:
Veo que se van calentando los motores para el debate. Eso está muy bien. Yo creo que la dicotomía planteada por Eduardo me parece muy gruesa: los liberales también están comprometidos con ideales ‘trascendentes’ (no subjetivos) como la justicia procedimental, o la posibilidad de la crítica. Ninguno de estos ideales depende del capricho individual.
Daniel, también es cierto que, en la blogósfera local, la posición reaccionaria no es la más rancia, extremista y estrambótica. Hay lugares en los que se rinde culto al derecho divino de reyes y aristócratas, y se demoniza los Derechos Humanos. Increíble, pero cierto.
Ya somos muchos los que esperamos la concreción de este debate que promete.
Saludos,
Gonzalo.
Hola... soy el otro Eduardo… a mi entender... ser moderno hoy, ser culto hoy, es -como decia el gran Gadamer- "aceptar la posibilidad de que el OTRO puede tener razon" ... Dios para las religiones o los fueron internos... y el ego para los egocentristas... Volviendo al tema.. sigo teniendo problemas con la palabra "Universal" recuerdo a Sartre sustentado el uso de la violencia y diciendo de que cómo era posible de que Francia (y Europa en general) hable de civilización, derechos del hombre y del ciudadano cuando su gente en Africa y otras latitudes olvidó que por esos lares existia "humanidad"... Lo del clitoris.. bueno... solo fue un ejemplo que se puede multiplicar por mil en el mundo... y ni que decir en el Perú... Lo "universal" siempre ha traido problemas pues suele ser el rollo de los imperios o las hegemonias... Claro, ahora Europa es el foco de la avanzada en civilizacion (drechos humanso, democracias, seguridades sociales, etc) pero en base a que?... calculo que a unos casi 100 millones de seres humanos muertos por la violencia solo en el siglo XX... saludos, Torres Arancivia.
Hola Eduardo:
Una posible salida - susceptible de discusión sin duda - es renunciar a una "universalidad sustantiva" (tipo referencia a las "esencias" y pensar en una "universalidad procedimental" de estilo dialógico, esto es p.e., toda medida política, para validarse, requiere del consentimiento deliberativo de los involucrados. Allí no estamos imponiendo un valor sustantivo, si no sometiéndolo a la discusión racional. Como Amartya Sen ha señalado, la discusión racional y el examen crítico no son principios exclusivamente occidentales (ver sus ejemplos en "Identidad y violenvcia". La tesis gadameriana que citas no está lejos de este punto de vista.
Saludos,
Gonzalo.
Eduardo: Pues la única salida que veo no es preguntarse por qué es mala la extirpación ritual del clítoris (tomémoslo como ejemplo de cualquier acto que nos parezca que ofenda la dignidad humana) sino qué tiene de buena. Yo no le encuentro nada. La extirpación de un miembro puede ser necesaria en un caso clínico, por ejemplo, y matar al enemigo en caso de recibir una agresión también puede ser legítimo. Son los significados del acto lo que tenemos que evaluar. Y en el caso de las mujeres del Africa, la extirpación del clítoris tiene como finalidad mostrar agresivamente su subordinación al varón. ¿Es este un acto deseado por Dios, profesor Hernando?
Yo no veo por qué hay que tener miedo a lo universal. Una ley universal como la que sostiene que todos somos iguales e igualmente dignos no es opresiva sino liberadora. No encuentro ni un solo marco cultural que me permita violar este principio.
Para Eduardo Hernando: No es verdadera la definición de que el hombre tradicional se subordina a Dios. Un esclavo en una sociedad tradicional se subordina a sus amos y una mujer se subordina a su marido. Por otra parte, "subordinarse al ego" es un mero juego de palabras. "A" no puede estar subordiano a "A" porque la subordinación implica el sometimiento y el sometimiento es un sustantivo con dos roles temáticos separados: agente y paciente. Yo puedo afeitarme a mí mismo (en ese caso, los roles pueden coincidir) pero no puedo estar subordinado a mí mismo. Es un absurdo. Como decía Wittgenstein, la tarea de la filosofía es sacar la mosca del mosquitero. Por eso es necesario limpiar nuestro lenguaje de sofismas como el que acaba de perpetrar Hernando. Saludos.
Estimado Daniel.. no caigamos en el juego de lo bueno y lo malo... de acuerdo contigo de que hay que indagar sobre las razones que llevana a ciertas prácticas culturales y te daras cuenta que hay fundamentos en los cuales la gente cree firmemente y, que pena, asi es... por ejemplo... sobre la ablacion del clitoris (que solo lo tome como el primer ejemplo que se me vino a la cabeza)... he estado leyendo.. es impresionante.. se hace por millones y no necesariamente es una costumbre islamica.. algunos cristianos coptos la realizan... y el argumento es que asi la mujer alcanza su verdadera femeneidad...asi es y se lo creen y encima... creen que es una forma de que el "ser" de sus mujeres se realice... De nuevo Gadamer.. por lo menos asumamos, aunque sea media hora, de que pueden tener razon... y asi podriamos hablar del cultivo de la coca en el Peru, de los linchamientos en Puno, del entierro vivos de algunos recien nacidos a modo de sacrificio, tambien en el Altiplano, de las batallas rituales en la zona del Cuzco en las que mueren gente... etc.. etc.. Los Derechos HUmanos no son pues tan universales... ni se entienden asi.. solo occidente los entiende asi y encima los incumplen... saludos, Eduardo Torres Arancivia. PD: Me olvidaba.. gracia Gonzalo por la respuesta... interesante lo que planteas...
je,je, bueno el hombre tradicional se subordina a Dios , el hombre moderno no se subordina a nadie porque se cree Dios!!!
El esclavo no esta subordinado porque la subordinacion pasa por la libertad, es decir, el esclavo por no ser libre no puede brindar ninguna libertad a nadie como lo puede hacer el hombre tradicional
saludos
Prof. Eduardo
Eduardo: Que mucha gente haya creído que la tierra es cuadrada nunca hizo que la tierra fuera, en efecto, cuadrada. Como sabemos, los valores de verdad no dependen de lo que creemos sino de comprobaciones empíricas. Estás en lo cierto: La ablación femenina no es, en efecto, una costumbre propiamente musulmana, si bien está muy metida en las tradiciones de los musulmanes del Africa. Es una costumbre, de la misma manera que es costumbre de muchos hombres peruanos pegarles a sus mujeres.
¿Por qué los derechos humanos son universales? Pues porque se derivan de la naturaleza misma del hombre que necesita comida, salud, amor y respeto para alcanzar su felicidad. La multiculturalidad no puede ser un pretexto para arrebatar a nadie el derecho de vivir siguiendo sus propias creencias (y no las que le impone la tradición), ni para someter a nadie a servidumbre o a la miseria. No todas las creencias humanas son ideológicas (en un sentido marxista) y los derechos humanos no son, en este sentido, una ideología, de la misma manera que un médico no enuncia una ideología cuando dice que tal vacuna puede evitarte sufrir una enfermedad indeseable.
Parece que Hernando no entiende mi ejemplo porque justamente estoy diciendo que en la sociedad solamente unos pocos poseen libertad (ni las mujeres ni los esclavos ni los siervos son propiamente libres). Saludos.
Otro dato importante para Eduardo el historiador: el cultivo de la coca en el Perú se dedica en un 90% al narcotráfico. El cultivo tradicional apenas alcanza el 10%. Pero además antes de la llegada de los españoles la coca era consumida por la élite, no por los comunes. Fueron los españoles los que pusieron la coca al alcance de todos (esto está en Matienzo). ¿Sigue siendo, a pesar de este hecho, una tradición? Claro que sí. La gran diferencia con la ablación femenina es que el consumo de coca solamente es dañino en exceso, al igual que el chocolate o el ají. Si no fuera por el narcotráfico, el cultivo de coca no produciría mayores problemas morales.
Hola Daniel... los datos y las cifras son correctas... pero lo que quiero señalar es que hay gente que sustenta sus posiciones culturales (ese 10 % de cultivadores de coca) y otro 90% que se ampara falsamente en discursos multiculturales y demas... POr eso... la trampa de la "universalidad" hace que estas discusiones no se lleven a cabao ¿para que discutir lo universal? Si se discute es que no es tan universal pues... creer que algo es universal te hace llegar a posiciones como la que una vez le oi a HIldebrandt cuando los de Ilave mataron a su propio alcalde: "A estos hay que llevarles el occidente a la fuerza" Saludos,
Eduardo:
De acuerdo, pero esa "universalidad procedimental" de estilo dialógico no pretende imponer nada; sólo considera que - si buscamos elegir normas en común o representarnos fines - estos deben ser "razonables" (argumentables y criticables). Nada más.
Saludos,
Gonzalo.
Muchas Gracias Señor Gamio! me ha aclarado la duda que tenia!. Es muy interesante. Lo revisare!
Otra cosa, Señor Gamio, porque Usted no se presenta para profesor de la San Marcos? Yo se que nuestra universidad ganaria bastante con su presencia y su aporte intelectual.
Gracias.
Estimado Uriel:
Muchas gracias por tu gentileza. La UNMSM es una Universidad de primera, he dado muchas conferencias allí, y el clima intelectual es excelente.
Ahora estoy concentrando mi tiempo en las dos universidades en las que enseño, pero sería genial dar un curso o seminario libre algún día, puede ser como profesor invitado.
Saludos,
Gonzalo.
Estimado Uriel:
Con mucho gusto podemos dialogar sobre estos autores. Puedes acercarte a la UARM o a la PUCP y conversamos sobre Walzer y Taylor.
En los cursos de Ética y Política y Filosofía política en ambas universidades discutimos textos de ambos autores.
Saludos,
Gonzalo.
Con mucho gusto. Pero no se si se podria ingresar a la UARM o a la PUCP. No se si podria brindarme su correo electronico?
Déjame tu correo y te escribo.
Saludos,
Gonzalo.
Mi correo es urielhj82@hotmail.com
Atte.
Saludos
Feliz Navidad!
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