Gonzalo
Gamio Gehri
Un par de palabras más sobre
William Wordsworth, poeta de la nostalgia, del amor y de la naturaleza. Este post continúa algunas reflexiones sobre este autor desarrolladas con anterioridad, y pretende precisarlas un poco más. Quisiera plantear hoy algunos
comentarios sobre un poema suyo de la etapa que los críticos describen como el “Ciclo de Lucy”, que evoca nuevamente motivos
míticos de aquella época, pero que inquietan no pocos espíritus que procuran
entender (y lidiar con) la retirada del presente. El autor asume momentos en
algunos aquí la voz de la naturaleza, y evoca la presencia de la amada - que el poeta llama Lucy -, perdida
prematuramente. El contraste entre la voz del mundo y la perspectiva del individuo que padece la pérdida es omnipresente en el texto.
“Ella creció tres años bajo el sol y los chubascos, entonces la naturaleza dijo: ‘Una flor más hermosa nunca ha sido sembrada sobre la tierra;
a esa niña yo me llevaré;será para mí, y la convertiré en mi propia dama’.
Una manera muy tierna de hablar
de la ausencia de la amada – y del amor mismo -. El poeta pierde a su amada –
Wordsworth alude en este y otros poemas a la muerte de Lucy -, y se convierte
en parte del infinito, ocupa un lugar de privilegio en el trono del kósmos. Existe más de un lugar común con
Novalis. El tono es dulce, pero no trabsmite consuelo. La pérdida es
irreparable y el dolor gotea desde lo profundo del alma.
‘Ella será juguetona con el cervato
que con júbilo salvaje atraviesa el pasto,o sube hasta los manantiales de la montaña;y suya será la respiración balsámica
y el silencio y la calma de las cosas insensibles y mudas’.
La ambivalencia de la
descripción es notable, y es tan evidente como la desolación del creador. Por un
lado la amada participa del paraíso junto a los animales y las fuerzas
naturales. Por otro, disfrutará de la tranquilidad de la naturaleza inerte. La
visión de la armonía natural permanece - en la perspectiva del autor - como una esperanza, como una secreta ilusión,
acaso como una imagen de reencuentro. Luego el poeta recupera su
propia voz, que es nuevamente la de la nostalgia y la del dolor frente a la
ausencia. Se concentra esta vez en sus propios sentimientos y deja de lado la promesa
de unidad con la naturaleza. Es cierto que en otros poemas de este período se relativiza este pesimismo, pero en estos pasajes finales el autor da rienda suelta a la desesperanza. La perspectiva cósmica se contrasta con la del individuo que afronta una circunstancia de fractura interior. Sólo el tiempo - el ser - ahí del espíritu - podríá poner de manifiesto si este implacable pesimismo está justificado.
“Así habló la naturaleza, la obra se llevó a cabo. ¡Qué deprisa se acabó la carrera de mi Lucy!Murió, y me dejó a mí este brezal, esta calma, este escenario silencioso;La memoria de lo que fue y nunca volverá a ser”.
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