jueves, 17 de enero de 2008

NOTA SOBRE LOS MODELOS DE RACIONALIDAD PRÁCTICA






Gonzalo Gamio Gehri



El último debate suscitado en la blogósfera ha puesto sobre el tapete una importante cuestión epistemológica y ontológica-práctica: ¿Puede prescindir la teoría política de compromisos éticos de alguna clase? Creo que este es un problema fundamental que se plantea hoy el filósofo político, pero también el científico social (y no pocos actores políticos). Algunos participantes han insistido en la tesis de que - en determinadas circunstancias - es posible "suspender la ética" (para, dado el caso, aplicar medidas "realistas" en la política. Martín Tanaka ha sido el más explícito aunque no el único. Ha sostenido agudamente que - aún cuando se declara contrario a las posiciones antidemocráticas - constituye un elemento fuerte en la perspectiva reaccionaria el reconocer que (en determinadas circunstancias) no queda otra cosa que "suspender la ética" y actuar conforme a los dictámenes de la utilidad: en su opinión, el liberalismo tendría que responder, desde la cultura de los Derechos Humanos, a este desafío planteado por los conservadores.
Debo decir que suscribo completamente sus interpretaciones políticas sobre este problema, discrepo en algunas cuestiones filosóficas que subyacen al modo en que ha formulado el asunto de la "suspensión de la ética". Quiero deslizar una tesis diferente - deslizarla todavía, no puedo desarrollarla en detalle por cuestiones de tiempo - la ética - concebida en principio como la reflexión y la práctica de aquello que orientan nuestras vidas - constituye un elemento ontológicamente ineludible en la comprensión y la acción humanas. Nuestras ideas de bien y mal, justicia e injusticia, plenitud, eficacia, etc., acompañan nuestra conducta. No abandonamos del todo el terreno de lo ético. Ni siquiera cuando sacrificamos lo "bueno" o "justo" en nombre, por ejemplo, de la "eficacia instrumental". Nunca suspendemos la ética. Tampoco "perdemos" los valores, los cambiamos. La "eficacia" no es una noción valorativamente desarraigada.

Recuerdo, en esta línea de reflexión, las discusiones en el extraordinario Seminario de Filosofía Práctica que llevé en el Doctorado en la Universidad de Comillas con el maestro Augusto Hortal - mi Director de Tesis -, que implicaba la lectura de diversos autores de la tradición occidental, entre ellos Manheim. La lectura inicial de algunos pasajes de la obra de Karl Manheim, Ideología y Utopía. Una Introducción a la sociología del conocimiento, apuntaba precisamente a destacar los compromisos – implícitos o explícitos – de las diferentes formas de pensamiento ético-político con las imágenes concretas de lo que sería su encarnación social. La tesis central reside en que precisamente no puede plantearse un divorcio entre ambas (y si se postula tal cosa, ello supondrá asumir argumentos éticos subyacentes). Ni el marxismo ni la doctrina del rational choice son moralmente neutrales (a pesar de que a ello aspiren). Quisiera reseñar algunos modelos de razonamiento moral - recuérdese que esto es una nota preliminar al tema, que no estoy siendo exhaustivo, sino completamente esquemático (en mi libro Racionalidad y conflicto ético examino con algún detalle alguno de estos paradigmas de razonamiento práctico) - particularmente relevantes en los debates actuales en filosofía práctica. Nótese cómo plantea cada uno el vínculo que señalamos.

a.- Planteamiento clásico.
b.- Planteamiento empírico-teórico.
c.- Planteamiento dialéctico
d.- Planteamiento procedimental.



a.- Planteamiento clásico:

Para esta perspectiva la filosofía práctica indaga ante todo por el buen vivir, el discurso acerca de los fines que convierten a la vida que los sigue en una vida plena o llena de significado. La búsqueda y realización parcial de tales fines exige el desarrollo de hábitos y modos de ser que dirijan aquella vida en tal dirección; las virtudes y las prácticas sociales que son importantes para orientar la vida suponen formas de educación comunitaria al interior de instituciones políticas en donde tal vida puede florecer. En este sentido, la ética y la política se relacionan entre sí como la especie y el género. Aristóteles es el exponente más célebre de esta posición, y Hegel, Arendt y los denominados (erróneamente) “comunitaristas” son los defensores modernos y contemporáneos de la perspectiva clásica (reformulada). Para ella, la defensa de determinados valores está sostenida por ciertas imágenes, públicamente disponibles para el debate y la reformulación crítica, de los “rasgos distintivos de lo humano”, un discurso elaborado desde y en las actividades y relaciones que los agentes concretos desarrollan en el curso de su vida.

b.- Planteamiento empírico-teórico:

Esta es la perspectiva que defiende la ciencia social de inspiración naturalista. La política científica busca contrastar hipótesis con la realidad social tal y como esta se manifiesta en el plano de los hechos ante un observador neutral, el “científico”. Si el anterior puede ser caracterizado como “el punto de vista del agente”, éste es más bien “el punto de vista de un espectador desvinculado”. La distinción entre juicios de valor y juicios de hecho es la piedra angular de la sociología y politología como “ciencias de la conducta social”. Ello implica la necesaria separación entre ética y política. Los “valores” se transforman en meras “variables” que sólo entran en juego cuando hace su ingreso la racionalidad instrumental, criterio por excelencia del juicio político. El tema de los fines aparece como irracional, o simplemente como una noción no susceptible de escrutinio científico. El logro de la “eficacia” - concebida como la selección y aplicación de medios para la consecución de los fines - es para algunos autores el verdadero tema de la ciencia política.. Max Weber es, ciertamente, el más célebre representante de este paradigma de la teoría social.

c.- Planteamiento dialéctico:

Esta posición – defendida por Marx y por el marxismo – asume a través de una diferente vía la vocación cientificista. Supone que el pensamiento práctico – tanto ético y político – no tiene consistencia propia, fuera de la referencia a las condiciones económico – sociales de su emisión: la ética y la filosofía política constituyen formas de superestructura ideológica. Como toda producción de la conciencia, dependen de la estructura económica, los procesos reales de producción, consumo, intercambio y dominación que determinan el curso de la historia. No obstante, la filosofía fue concebida como crítica del mundo existente, como instrumento de liberación humana. En ese sentido, el conflicto de narrativas éticas resulta para este esquema en gran medida ilusorio, dado que las verdaderas luchas se dan en el ámbito de las contradicciones histórico-económicas, hogar de la verdadera praxis emancipatoria (no es difícil reconocer en esta postura una "narrativa ética implícita", una ética de la liberación social). La liberación de las cadenas reales del hombre supuestamente no tendría lugar en sus modos de ser propiamente ético y político, sino en las relaciones de posesión y dominación económicas.

d.- Planteamiento procedimental:

Esta es en buena medida una respuesta a la primera posición, el planteamiento clásico. Ante la diversidad de ethe y concepciones de la vida buena rivales entre sí resulta necesario postular un “criterio” metacultural que determine lo que es justo y correcto en materia de convivencia social, de modo que individuos practicantes de diferentes tradiciones puedan coexistir pacíficamente (o llegar a un consenso mínimo en materia de principios prácticos) en un mismo suelo siguiendo las reglas de la razón. Esta perspectiva práctica asume las pretensiones de neutralidad valorativa y desvinculación propias de la idea ilustrada de racionalidad (a pesar de que el compromiso con la libertad individual y la reducción del sufrimiento las animan). Existen diversas formulaciones de este planteamiento, algunas de ellas se relacionan de manera tensional entre sí. Las teorías del contrato – en las versiones de Hobbes, Locke, Kant y Rawls – son la expresión pública de esta posición. En el plano de la teoría moral propiamente dicha, el utilitarismo, la moral kantiana y la ética discursiva constituyen las lecturas procedimentalistas de la razón práctica más importantes.

6 comentarios:

Ricardo Milla dijo...

Estimado Gonzalo:

Muy interesante este post.

Desde lo que yo he entendido, y he aprendido, sé que la filosofía tiene repercusiones éticas y políticas, es algo inherente a la 'naturaleza' de la filosofía. De esta manera también intelego que la ética no va separada de la política, y además que la política supone per se una ética. Si no me equivoco ese es un planteamiento muy clásico que viene de la época de Aristóteles, y que es recogida por MacIntyre. Y hablando de este "comunitarista", ¿podrías ilustrarme un poco sobre el pensamiento de Rorty, Taylor, y compañia respecto a esto?
Cómo puedes ver me interesa, y me identifico más con la 'teoría' 1., y por ello creo conocerla mejor que las otras que expones, aunque también es de suma interesante la 4. Bueno, en fin, son todas muy interesantes y merecen un desarrollo mayor y espero que te explayes más, me interesa la cuestión. Y ¿por cuál te inclinas tu Gonzalo?

Saludos,
Ricardo.

pd: nueva sección en mi blog, Talavera se rió =)

Gonzalo Gamio dijo...

Ricardo:

Bueno, aunque cueste creerlo, yo me inclino por la 1, si es que asumes que la cultura moderna es un ethos cuyas ideas básicas (libertad, pluralismo, reduvvión del sufrimiento) son "bienes" en un sentido "neoaristotélico" (y hegeliano): Hegel, Taylor y Walzer van por allí.

Si tuviésemos que complicar un poco las cosas para describir mejor mi posición, diría que suscribo la posición 1 + la posición 4 dentro de una POSICIÓN 1 AMPLIADA.

Un abrazo,
Gonzalo.

Ricardo Milla dijo...

Lo mismo digo, también pensé exactamente eso: ampliar la 1.

Un abrazo,
Ricardo.

Martín Tanaka dijo...

Mi estimado:


Para aclarar mi punto: me atribuyes pensar que “en determinadas circunstancias es posible "suspender la ética" -para, dado el caso, aplicar medidas "realistas" en la política”. Y que considero que “constituye un elemento fuerte en la perspectiva reaccionaria el reconocer que en determinadas circunstancias no queda otra cosa que "suspender la ética" y actuar conforme a los dictámenes de la utilidad”. Me refutas diciendo que, por el contrario, lo adecuado sería considerar que “la ética - concebida en principio como la reflexión y la práctica de aquello que orientan nuestras vidas - constituye un elemento ineludible en la comprensión y la acción humanas”.

Bueno, puestas las cosas así, estoy de acuerdo contigo y en desacuerdo con la idea que me atribuyes. El punto que quise poner en debate es más bien que la postura que privilegia la eficacia, el orden, por encima de otras consideraciones, es más eficaz políticamente (en algunas circunstancias), que la posición que defiende siempre la vigencia de los derechos. Y también quiero poner en discusión qué debe hacerse para ser eficaz en política y a la vez defender los derechos. Mi punto es que no es fácil, y que por ello las posiciones conservadoras sacan provecho político. El apoyo que logró Fujimori cerrando el congreso en 1992 sería un ejemplo del tema que me preocupa.

En esta línea, una reflexión muy valiosa me parece que es la de Michael Walzer, sobre las guerras justas, y su posición frente al tema de Irak; una posición realista, y al mismo tiempo basada en una ética bien definida. Me permito sugerir a tus lectores ver esta entrevista:

http://eis.bris.ac.uk/~plcdib/imprints/michaelwalzerinterview.html

Saludos,

Martín

Gonzalo Gamio dijo...

Estimado Martín:

Vale laaclaración, muchas gracias.

Mi punto es ontológico. La idea es que incluso cuando apelamos a la "eficacia" estamos en el lenguaje de la ética.

Saludos,
Gonzalo.

Gonzalo Gamio dijo...

Estimado Martín:

Heañadido alguna línea a mi entrada que puede despejar alguna confusión presente en mi primera formulación.

Saludos,
Gonzalo.