martes, 25 de diciembre de 2007

'LORD OF THE RINGS' COMO UNA FÁBULA LIBERAL SOBRE EL PODER

UNA INTERPRETACIÓN ÉTICA


Gonzalo Gamio Gehri



Esta podría bien ser una especie de segunda reflexión navideña, pues trata del agudo conflicto entre el espíritu humano y el afán de poder. Como se sabe, una de las principales aspiraciones del liberalismo es la promoción de la distribución del poder y el más enérgico rechazo a su concentración en pocas manos. Conocemos el efecto nefasto de la búsqueda denodada del poder, como ésta genera corrupción y violencia allí donde se la cultiva (por esto los mercantilistas y conservadores Jaime de Althaus y Aldo Mariátegui no son liberales, no me cansaré de decirlo). Los espacios de gobierno y los partidos políticos constituyen buenos ejemplos de este fenómeno, pero también otras instituciones y escenarios sociales, entre ellos no pocas Iglesias (después de todo, Jesús se enfrentó a los poderes fácticos, no vino a administrar tales poderes). Se trata de una actitud - vinculada a la pleonexía griega (literalmente, "afán de posesión"), por lo menos en una de sus formas no económicas, la del control sobre las personas - que es preciso conjurar y vencer a través de un ethos cívico.

Contamos con una serie de relatos acerca de las patologías vinculadas al anhelo del poder, pero pocos son tan explícitos acerca de este asunto como la trilogía Lord of the Rings de J.R.R. Tolkien. Algunos conservadores religiosos la destacan, porque (de acuerdo con ellos) exalta la propuesta teológico-política de la "cristiandad" - una idea medieval que, como ciudadano y como cristiano, encuentro recusable y anacrónica en un mundo como el nuestro, que es irreductiblemente plural y secular); los más ingenuos la comparan con Las Crónicas de Narnia, que sí me parece abiertamente confesional. Aunque hay elementos en el mundo de la Tierra Media que me parecen poco interesantes - como la disposición de Tolkien ha atribuirle rasgos prácticamente morales a las diferentes razas de seres - encuentro también un hilo conceptual asociado a la crítica del poder, que percibo como genuinamente liberal. No soy un experto ni un cultor de esta saga - no pretendo sentar una lectura concluyente, en absoluto -, pero considero que esta interpretación ética se sostiene sin mayores problemas.

Lord of the Rings constituye una especie de ciclo Artúrico al revés. Me explico. Mientras Arturo y sus caballeros de la Mesa Redonda buscan la fuente de todo Bien - el Santo Grial -, la Comunidad del Anillo busca la destrucción de la fuente de todo mal - el Anillo del Poder -, llevándola al único lugar donde ésta puede ser aniquilada, el Volcán de Fuego de Mordor. Es la criatura más "pura" de la comunidad - el hobbit Frodo - el elegido para llevar esta pesada y oscura carga, el portar el Anillo.

En el camino podemos constatar los efectos degradantes de la posesión del poder. Numerosas criaturas quieren hacerse del Anillo, a costa del asesinato de su pequeño portador. El Poder que todo lo ve y lo controla. El Anillo le susurra palabras dulces y siniestras a cada uno de sus pretendientes: les promete poder y gloria, riquezas y 'sabiduría'. Nadie puede sustraerse con éxito a su seductora influencia. Vemos a Gollum, el antiguo hobbit que cometió homicido para conseguir el Anillo. Su posesión le otorgó poder, fuerza y longevidad, pero cuando Frodo y Sam lo encuentran, es ya un despojo retorcido que sólo vive porque acaricia el sueño de recuperar la Joya.

Incluso el Anillo comienza a corromper al propio Frodo. Va convirtiéndose en un ser replegado sobre sí mismo que desconfía de sus más cercanos amigos. Cuando finalmente llegan a la boca misma del volcán, Frodo reclama el Anillo para sí (ante el desconcierto de Sam, una criatura sencilla al que el Anillo no consigue del todo seducir; a mi juicio es el auténtico héroe en El Retorno del Rey) con un discurso que hiela la sangre. El anhelo de Poder ya lo ha controlado casi del todo. De hecho, el Anillo se destruye casi por casualidad, debido al feroz ataque de Gollum (el pleonektés del poder por excelencia). La Edad del Hombre se inicia debido al curso azaroso de las circunstancias.

En este sentido, la historia parece tener una aguda moraleja liberal: la concentración del poder es intrínsecamente mala y corruptora, el poder degrada a los agentes cuando se pretende poseerlo unilateralmente, los individuos sólos caen inermes ante su influjo: para los liberales - como antes para Platón y Aristóteles - el tirano es la especie más despreciable de ser humano, el que mayor pobreza moral exhibe. Por ello son las instituciones las que pueden enfrentarlo mejor (al modo de la propia Comunidad del Anillo), aunque la sombra de la corrupción se cierne casi siempre sobre ellas, de modo que es preciso enfrentarla. Concentrándonos en este hilo hermenéutico (haciendo una ligera epoché del elemento épico-mágico), la obra adquiere un notable realismo ético-político (después de todo, vemos a diario cómo gobernantes, políticos, empresarios y alguna autoridad religiosa sucumben sin remedio ante la omnímoda sensualidad del poder. O ejemplos de irrestricta sumisión al poder, como nuestro genuflexo ministro de la Producción, burlándose de los activistas de Derechos Humanos porque han tenido la osadía de considerar que su entrañable Shogún Fujimori - cuyos intereses el ministro del Pisco 7.9 sirvió sin rubor alguno - es culpable). No es difícil vislumbrar la enorme seducción que produce la ilusión de controlar conciencias y conductas, captar lealtades políticas, determinar percepciones de pecado y de virtud, abrigar la deseada posibilidad contar con obediencias ciegas. El efecto evidentemente es tenebroso. Por ello la lucha por la libertad individual - contra los 'tulelajes' en el pensamiento y en la acción - y por la distribución democrática del poder tiene una enorme fuerza moral que no debemos desatender.

10 comentarios:

José Talavera dijo...

Tan liberal Aldo Mariátegui, que hace uno días proponía fortalecer aun más a la figura del Presidente, a la manera del presidencialismo mexicano, el modelo más pernicioso de todos, al punto que muchos lo llaman "hiperpresidencialismo" o "presidencialismo imperial". ¿Desconoce acaso Mariátegui que dicho tipo de régimen permitió al PRI estar en el poder durante 70 años? El modelo mexicano era lo que un liberal como MVLL llamaba (tal vez con algo de exageración, pero expresa el sentido) "dictadura perfecta".

n dijo...

Hola me provoca curiosidad tu entrada. Considero que es casi imposible entender “El Señor de los Anillos” sin hacer referencia a una simbología propiamente cristiana (ojo, simbología, no alegoría como si sucede con Lewis). De hecho, revisando la biografía de Tolkien verás que este era católico y consideró a su obra, “Señor de los Anillos”, como un libro católico. Visto esto, considero que el anillo tiene un significado mucho más profundo que la mera concentración del poder. El anillo de Sauron puede entenderse, según mi humilde interpretación, como la antítesis de la cruz del Cristo, la cual en lugar de consumir y hacer perder la vida, como lo hace el anillo, es una cruz que salva y vivifica por medio de la muerte.
Francamente desconozco la propuesta teológico-política destacada por los conservadores religiosos a la que haces referencia y de la que te apartas. Te agradecería me pudieras informar del asunto.
Saludos, Feliz Año Nuevo.
Mallory.

Gonzalo Gamio dijo...

Mi lectura no excluye la tuya. El tema del poder es explícito en Tolkien (no creo que sea de escasa profundidad, pues sirve para la crítica del poder civil y del eclesiástico). También en el cristianismo la cuestión de la crítica del poder es fundmental: según el cristianismo, Jesús es expresión de la 'kenosis' divina. Se hace carna, y también vulnerable. En lugar de hacerse con el poder, habita entre los pequeños, y ofrece su vida por ellos.

n dijo...

Estimado profesor, en base a sus ideas sobre el Señor de los anillos he querido comentar algunas ideas que tengo sobre el mismo libro, en realidad parto de su reflexion, se encuentra en el blog http://misticarosa.blogspot.com/
espero pueda echarle una ojeada. Siempre con respeto y deseandole un buen 2008, me despido

Micky

Anónimo dijo...

Me parece dificil entender el Señor de los Anillos como una novela sobre la salvación cristiana y la destrucción del pecado. Si bien puede haber elementos de la historia religiosa en la novela, me parece que no son tan importantes.
Claramente el "anillo de poder" representa el poder. La interpretación del pecado me parece ciertamente borrosa.
Basta con considerar que según las ideas cristianas el pecado es inseparable del hombre y que, por otro lado, el anillo fue creado por el hombre, entre otros seres. De hecho, es interesante recordar cómo es que fue creado el anillo. Los represantes más importantes de las razas concertan en crear varios anillos de poder. Y en secreto y a través de engaños Sauron crea un anillo de mayor poder para controlar los otros. El origen del poder del anillo de Sauron se asemeja mucho al origen del poder de muchos dictadores y tiranos. La interpretación liberal de la novela me parece mucho más acertada. De hecho, fue lo que más me sorprendió de la novela.
Precisamente lo que hace a los hobbits tan resistentes al anillo es su agrado a las costumbres, hábitos y su poca ambición.
Es importante también considerar que el sacrificio de la comunidad del anillo no es comparable al de Jesús. Realmente no sacrifican sus vidas, pero lo más imporante y la mayor diferencia es que falla. Cristo no cede a la tentación de la forma en que Frodo se rinde finalmente, y en el momento decisivo, al poder del anillo. La historia de la comunidad del anillo es la del fracaso ante el poder que corrompe. Es al final la suerte la que nos da una nueva oportunidad. El poder debe ser tratado con respeto.

Gonzalo Gamio dijo...

Completamente de acuerdo contigo, Rodrigo.

Saludos,
Gonzalo.

Anónimo dijo...

Gonzalo, en el primer libro, La comunidad del anillo, hay unas citas que avalan contundentemente tu posición en este post. Gandalf sabe dónde está el anillo, y por eso Sarumán el blanco lo ha invitado a su torre e intenta seducirlo para que le revele cuál es su paradero. Para hacer frente al caos que se despliega por la Tierra Media, Sarumán incita a Gandalf a que hagan uso del poder del anillo “para ordenarlo todo como a nosotros nos parezca, y alcanzar ese bien que sólo los Sabios entienden” (p. 350). Sarumán es consciente del peligro que implica hacer uso del anillo, pero lo considera un mal necesario: “Podemos tomarnos tiempo, podemos esconder nuestros designios, deplorando los males que se cometan al pasar, pero aprobando las metas elevadas y últimas: Conocimiento, Dominio, Orden… No tiene por qué haber, no habrá ningún cambio real en nuestros designios, sólo en nuestros medios” (p. 350) El uso del plural es únicamente persuasivo, y Gandalf lo sabe. Es aquí donde se muestra claramente lo que podría ser la gran metáfora del poder absoluto, para Tolkien. Que el anillo sea la encarnación del Mal no es tan importante como el hecho de que sea Único. Un anillo sólo puede ser usado por una persona. Esa es la conclusión a la que llegaron los sabios en el Concilio de Elrond. Un poder así, que por naturaleza no puede ser compartido, no puede tener cabida en un mundo libre. No puede ser usado como un medio (cosa que había propuesto Boromir, quien se dejó seducir por el anillo y murió). El anillo debe ser destruido. Esto ya lo había previsto Gandalf y su respuesta a Sarumán fue la siguiente: “… sólo una mano por vez puede llevar el Único, como tú sabes, ¡De modo que no te molestes en decir nosotros!... las posibilidades son, parece, someterme a Saurón, o a ti” (p. 351). Ahora bien, el libro complejiza el tema aún más. No basta con “permanecer puro” y alejarse del mal, con no querer ver el problema. Para combatir al mal hay que comprometerse, hay que ensuciarse las manos: Frodo se ofreció para destruir el anillo, sabiendo lo que éste había causado en Gollum. Se degeneró a sí mismo voluntariamente para cumplir la tarea. Hay muchas personas que, como todos “los políticos son sucios”, deciden no comprometerse en política y dedicarse a su propia “espiritualización” personal. Frodo no es un “héroe puro”, y eso es lo que me parece genial de la historia. El hecho de que se corrompa al final redondea esa idea. Todo depende finalmente de cómo decide uno jugar con este mal necesario al que se someten tanto Sarumán como Frodo. Es un libro muy interesante en ese sentido.

Muchos saludos,
Manuel
(las citas son de: JRR Tolkien, El señor de los anillos, Barcelona, Minotauro, 2001.)

Gonzalo Gamio dijo...

Muchas gracias, Manuel.

Tus reflexiones y citas ilustran el punto de manera lúcida y contundente (y cuestionan severamente la lectura neoconservadora del libro).

Saludos,
Gonzalo.

Eddy Romero Meza dijo...

Durante el peligroso paso por las minas de Moria (1er libro: La Comunidad del anillo), Frodo descubre que Gollum los ha seguido durante gran parte del viaje. Ante esto, lamenta que su tío Bilbo Bolsón, no haya matado a este ser cuando tuvo oportunidad (libro: El Hobbit). Gandalf ante estas palabras responde aleccionadoramente: “te equivocas, nadie puede decidir cuando ha terminado un camino”. A través de este fragmento, creo ver el profundo valor del respeto a la vida que el autor poseyó. Valor universal compartido por la fe católica.

No comparto la idea de que la Comunidad del anillo, fracasó, pues es esa misma moral, lo que impidió la muerte de Gollum. Personaje clave en la destrucción final del anillo de poder.

El gran mensaje del libro es claro: hasta el ser más (aparentemente) insignificante puede ocupar un papel relevante en la historia. La racionalidad y ética de Gandalf, así como la “pureza” de espíritu de algunos Hobbits, son los medios (fundamentales) en este relato, contra la amenaza del poder absoluto.

Saludos!

Anónimo dijo...

hi, new to the site, thanks.