Gonzalo Gamio Gehri
Mismo
amor, misma lluvia es una obra dirigida por Juan José
Campanella y protagonizada por Soledad Villamil, Eduardo Blanco y Ricardo Darín. Esta película
resume veinte años de la historia reciente de Argentina, a la vez que expresa
un ángulo fundamental de las relaciones humanas. Esta es la historia de Jorge,
un talentoso escritor que vive a duras penas publicando sus cuentos en una
revista local. Conoce en una noche de lluvia a Laura, una bella estudiante de
arte que trabaja como mesera. La afinidad, las conversaciones, los temas
comunes los llevan a enamorarse. Argentina vive los últimos años de una feroz
dictadura. Un amigo periodista – Mastronardi - cae en desgracia por haber
suscrito una declaración contra la censura; busca trabajo en la publicación,
pero ni el secretario de redacción de la revista ni Jorge lo apoyan por miedo a
las represalias que puede tomar el gobierno. Mastronardi muere sin el cuidado
de sus amigos.
La frustración
profesional y personal de Jorge lo lleva a aceptar un puesto en la revista como
crítico de arte y cine, pues ya no aceptan publicar sus cuentos cortazarianos,
y a romper su relación con Laura. Con el tiempo, siente que su incapacidad para
captar lúcidamente los instantes cruciales de la vida – lo que le hubiera
permitido ayudar a Mastronardi, no perder a la joven amada y escribir una obra literaria
realmente significativa – han condenado su existencia a la más profunda
infelicidad y a la insustancialidad más clamorosa. Pasan los años, y se
convierte en un escritor corrupto que cobra dinero a los cineastas nacionales por publicar críticas
benévolas acerca de sus producciones en la revista. Toma conocimiento de que Laura ha rehecho su vida, y
que incluso se ha convertido en una productora teatral. Los esporádicos reencuentros con ella sólo sirven para constatar los tumbos que da la vida de Jorge, así como el
debilitamiento de su fe en la existencia y en la gente. Ha dejado de escribir sus cuentos. Ya casi ha perdido la esperanza de volver a verla. La ausencia de las
cosas que de veras importan mina su espíritu.
Jorge está convencido
de que esta falta de perspicacia y de sensibilidad ha bloqueado seriamente su
vida. Luego de años de silencio, Laura le pregunta – visiblemente preocupada -sobre su valoración del amor. El responde con evidente desaliento y con una profunda tristeza. Su mirada revela un cierto temblor que viene de dentro.
“Jorge: Qué se yo.. Yo de eso no sé nada.
Laura: ¿Cómo? ¿Y los
cuentos maravillosos que escribías?
Jorge: Eran una porquería,
Laura, te gustaban solamente a vos.
El amor, el heroísmo,
la pasión.. ¿Quién me manda a escribir sobre cosas que no tengo la menor idea…sobre el miedo tendría que escribir yo. Del
miedo, cátedra. Por miedo te perdí. Por miedo hago un laburo que odio. Fallé a
Mastronardi, a su hijo. (Suspira profundamente). Perdón estoy un poquito.. ¡Lo que digo! yo siempre
pensé que lo que tocara se iba a convertir en oro, y no. Todo lo que toco se
convierte en mierda.
Laura: Bueno…no está mal para empezar”.
Con estas amargas palabras,
Jorge ha presentado el nudo mismo de su vida. No tiene más que decir. Sin
embargo, como en los cuentos de tiempos remotos, la lluvia tiene aun una
respuesta para él.
2 comentarios:
Es curioso estimado Gonzalo, esta película la vi hace dos o tres años, porque soy seguidor de las películas del protagonista y me causó una sensación bastante similar a la tuya. Pensé algún día plasmarla en palabras, pero veo que lo haz hecho con gran AGUDEZA. Sin duda, la escena política también varía la sensibilidad de los personajes, menuda reflexión que deberíamos considerar. Saludos cordiales,
César ZG
Es curioso estimado Gonzalo, he visto esta película hace dos o tres años, porque soy seguidor de las películas del protagonista y me dejó varias sensaciones similares a las que expresas. Pensé algún día reflejarlas en palabras, pero veo que ya lo haz hecho con excelente agudeza. Como trasfondo, vale reflexionar también cómo el nuevo escenario político puede cambiar la conducta y la fe de las personas, sobre todo en un mundo como el de hoy. Saludos cordiales,
César ZG
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