Gonzalo Gamio Gehri
Empiezo diciendo que hace mucho tiempo que no leía una novela peruana de la calidad literaria y la profundidad de Rosa Cuchillo, de Oscar Colchado (1). Después de leer tantas aproximaciones sesgadas a la temática del conflicto armado interno – elaboradas desde el mero interés ideológico, y buscando la justificación de la propia conducta corporativa frente al escándalo del terror y de la represión (generalmente ataques irracionales al Informe de la CVR provenientes de algún sector de las FFAA, de la "clase política" o exponentes del ala más conservadora de la Iglesia )– por fin llega a mis manos un libro que examina la tragedia que hemos vivido sin desatender los matices conceptuales, y particularmente, bosquejar magistralmente el punto de vista de las víctimas. Curiosamente, se trata de un texto literario, redactado además con singular maestría. Escrito en 1997, el texto desarrolla una tesis polémica, que toma distancia tanto de las “historias oficiales” que quienes detentan el poder quieren imponernos, como se aleja de las propuestas que más tarde hará suyas la propia CVR en torno a las políticas de reconciliación. Este es el tema que me gustaría discutir hoy. Reconozco el enorme valor literario y temático del libro, pero discrepo respecto de alguna de las tesis generales que pueden extraerse de su lectura.
Rosa Cuchillo narra la historia del alma de una madre que atraviesa los diferentes niveles que posee la morada de los muertos de acuerdo con la cosmovisión andina, tratando de descubrir el paradero de su hijo Liborio, muerto luego de un choque con los soldados. Ella ha muerto por la pena causada por la desaparición prematura del joven. Liborio había sido incorporado a las filas de Sendero Luminoso - que lo han rebautizado como Túpac -, a pesar de no estar convencido de la consistencia de sus propósitos o de la legitimidad de sus métodos. El muchacho se percata de que la organización subversiva no pretende liberar completamente a los runas del yugo de los mistis – en la dirección del mito de Inkarri -; antes bien, van a darle el poder a la clase obrera, dejando de lado al campesinado. Los senderistas no comprenden las fuerzas de los Apus y la Pachamama: tienen una visión puramente intelectual de la naturaleza y sus relaciones con ella. Ha contemplado con profundo dolor cómo los propios senderistas entran a las comunidades y masacran a los pobladores ante la sospecha de que acogen a quienes los han delatado ante las autoridades. Si lo que él estaba buscando es una señal que mostrara el pachacuti - la inversión de la realidad existente, su sentido y jerarquías -, no la iba a encontrar en las crueles acciones terroristas.
Rosa Cuchillo busca conocer el destino del alma de su hijo en su camino desde el Wañuy Mayu – el río de aguas negras que separaba el mundo de los vivos del de los muertos, hacia el Janaq Pacha, el mundo de arriba, el de la comunión con los dioses. No tiene más compañía que su perrito negro Wayra, y tiene que evadir los ataques de jarjachas y almas condenadas que pretenden arrastrarla hacia el abismo. Su viaje constituye además un proceso anamnético, que le permitirá recuperar el conocimiento acerca de quién en realidad es ella. Algunos críticos han comparado este plano de la narración con el camino que realiza Dante en La Divina Comedia – guiado por Virgilio a través del Infierno y del Purgatorio -, así como el tortuoso camino de retorno al hogar emprendido por Ulises en la Odisea. El relato tiene la virtud de articular tiempos y niveles de realidad diversos, que se yuxtaponen significativamente con el fin de esclarecer los conflictos que los personajes afrontan.
Rosa Cuchillo narra la historia del alma de una madre que atraviesa los diferentes niveles que posee la morada de los muertos de acuerdo con la cosmovisión andina, tratando de descubrir el paradero de su hijo Liborio, muerto luego de un choque con los soldados. Ella ha muerto por la pena causada por la desaparición prematura del joven. Liborio había sido incorporado a las filas de Sendero Luminoso - que lo han rebautizado como Túpac -, a pesar de no estar convencido de la consistencia de sus propósitos o de la legitimidad de sus métodos. El muchacho se percata de que la organización subversiva no pretende liberar completamente a los runas del yugo de los mistis – en la dirección del mito de Inkarri -; antes bien, van a darle el poder a la clase obrera, dejando de lado al campesinado. Los senderistas no comprenden las fuerzas de los Apus y la Pachamama: tienen una visión puramente intelectual de la naturaleza y sus relaciones con ella. Ha contemplado con profundo dolor cómo los propios senderistas entran a las comunidades y masacran a los pobladores ante la sospecha de que acogen a quienes los han delatado ante las autoridades. Si lo que él estaba buscando es una señal que mostrara el pachacuti - la inversión de la realidad existente, su sentido y jerarquías -, no la iba a encontrar en las crueles acciones terroristas.
Rosa Cuchillo busca conocer el destino del alma de su hijo en su camino desde el Wañuy Mayu – el río de aguas negras que separaba el mundo de los vivos del de los muertos, hacia el Janaq Pacha, el mundo de arriba, el de la comunión con los dioses. No tiene más compañía que su perrito negro Wayra, y tiene que evadir los ataques de jarjachas y almas condenadas que pretenden arrastrarla hacia el abismo. Su viaje constituye además un proceso anamnético, que le permitirá recuperar el conocimiento acerca de quién en realidad es ella. Algunos críticos han comparado este plano de la narración con el camino que realiza Dante en La Divina Comedia – guiado por Virgilio a través del Infierno y del Purgatorio -, así como el tortuoso camino de retorno al hogar emprendido por Ulises en la Odisea. El relato tiene la virtud de articular tiempos y niveles de realidad diversos, que se yuxtaponen significativamente con el fin de esclarecer los conflictos que los personajes afrontan.
Colchado ha logrado describir con singular belleza y hondura las opciones del campesino ayacuchano frente a la violencia, la ausencia del Estado en las localidades altoandinas, el dolor frente a la pérdida de los seres queridos, las graves contradicciones morales de sinchis y senderistas, la riqueza del universo mítico quechua y wari. Sus personajes son seres de carne y hueso: sus pensamientos y emociones son expresados a través de un lenguaje persuasivo y conmovedor. No obstante, el autor nos transmite la sensación de que, o los conflictos del mundo terminan resolviéndose (o planteándose de materia definitiva) en el horizonte sobrenatural, o simplemente las diferencias y desigualdades que desagarran el mundo se mantienen irresueltas hasta la llegada del pachacuti…..resultando "superadas" sólo a través de la violencia.
Este dilema me parece altamente discutible.Pareciera que tenemos que elegir entre el delicado olvido que las almas experimentan al recobrar su lugar en el Janaq Pacha – como es el caso de la propia Rosa Cuchillo, que en la morada divina se reconoce como la diosa Cavillaca -, y el camino terrible de la guerra como instrumento de la justicia (cósmica). El propio Liborio abandona aceleradamente el mundo espiritual para retomar el camino de la confrontación en el mundo humano, pues está llamado a transformar la realidad humana:
Este dilema me parece altamente discutible.Pareciera que tenemos que elegir entre el delicado olvido que las almas experimentan al recobrar su lugar en el Janaq Pacha – como es el caso de la propia Rosa Cuchillo, que en la morada divina se reconoce como la diosa Cavillaca -, y el camino terrible de la guerra como instrumento de la justicia (cósmica). El propio Liborio abandona aceleradamente el mundo espiritual para retomar el camino de la confrontación en el mundo humano, pues está llamado a transformar la realidad humana:
“¿Y adónde vas? Indagué. Estoy volviendo a la tierra, respondió, me
envía el Padre a ordenar el mundo. ¿Un pachacuti? Dije. Sí, es necesario voltear el mundo al revés.” (p. 198).
En términos de Liborio, la única forma de poner las cosas es su sitio es a través del combate. Incluso podría suponerse que él mismo se convierte en el caudillo que dirige la Gran Transformación. En su perspectiva, no hay reconciliación. Aquí salen a la luz los elementos propiamente políticos que encuentro especialmente discutibles, por su rigidez y rotundidad casi irreflexivas. No se trataría de castigar a los criminales subversivos y a los efectivos militares que violaron los Derechos Humanos. Tampoco se trataría - según su enfoque - de reconstruir nuestras instituciones democráticas, y luchar políticamente para erradicar las condiciones estructurales de la violencia en lo económico y en lo social. No se trataría de luchar contra la exclusión y fortalecer una cultura del reconocimiento de las etnias y los credos que componen el Perú. Para los personajes épicos de Rosa Cuchillo, la solución sigue siendo la guerra sin más. A los ojos de Liborio, Sendero Luminoso se equivocó: no había que promover la lucha de clases, sino la lucha entre runas y mistis. El tiempo de la "calandria de fuego", el sueño de Arguedas de una época "en la que cualquier hombre no engrilletado y embrutecido pueda vivir todas las patrias" simplemente no existe aquí ni siquiera como un sueño.
Esta es una salida que me parece inaceptable, entre otras cosas, porque no es una salida: nos instante nuevamente – e irremediablemente – en medio de la tragedia y de la violencia. Sustituye, eso sí, la “dialéctica materialista” por la apelación al pachacuti como recurso ideológico de legitimación. Divide nuevamente el mundo ético-político – que algunos celebran – entre “nosotros” y “ellos”: la posibilidad de una comunidad plural le parece insostenible. Y propone esta nueva confrontación sin abandonar el pathos por la “inevitabilidad histórica”. En el mundo imaginado y querido por Liborio / Túpac no se supera la violencia en la deliberación - las fronteras étnicas le parecen infranqueables, en la línea que se deriva del propio mito del Inkarri - , sino (otra vez) la violencia “incorrecta” es superada por la “correcta” (e incluso "sagrada"). No obstante, toda violencia es inhumana. En este punto, lo investigado y propuesto por el Informe de la CVR en torno a la posibilidad de las políticas de reconciliación se evidencia más razonable y fructífero para pensar el futuro de la vida pública en el país.
Considero importante reconocer que no debemos intentar resolver problemas complejos con recetas simples, y la violencia constituye la receta más simplista – y mutiladora – que el hombre ha conocido y experimentado a lo largo de su historia. No debemos prestar oídos en los cantos de sirena que entona Liborio al final del libro. Creo que, más allá de la fuerza narrativa de la obra, el personaje “idealista” de Rosa Cuchillo transmite un mensaje que debemos rechazar con firmeza, porque tenemos poderosas razones para hacerlo. Para que no se repita la historia siniestra que hemos vivido.
[1] Colchado, Oscar Rosa Cuchillo Lima, Editorial San Marcos 2005..
6 comentarios:
Busque en el diccionario de la Real Academia y no encontre,qué significa "anamnético"?
Viene de "anámnesis", rememoración, esclarecimiento a través del recuerdo.
Saludos,
Gonzalo.
La novela, me parece, además de un escrito que adopta la coyuntura de la violencia política (como muchos que han salido), un gesto "inclusivo estético"(si cabe el término), en tanto contiene un retrato con estructura occidental (y con patrones claramente occidentales, como el descenso al infierno desde Dante y Homero) de una cosmovisión andina que cobra dinámica propia.
Por otro lado, estoy de acuerdo con la idea de que la violencia no soluciona el problema social peruano. Una alternativa es sin duda la educación, en tanto se establezca como pauta de una convivencia justa sin discriminación, en los más pequeños, principalmente, que recien descubriran la injusticia social que padece nuestra patria. Esto sin más ideología que el respeto que debemos tenernos los seres humanos por ser tales.
Jesús Salazar.
Jesús:
Si, los paralelos con Homero y Dante son notorios e interesantes. Quisiera profundizar en ellos en otro post.
Saludos,
Gonzalo.
Yo habia interpretado el Pachakuti como una revolucion de ideas no necesariamente un llamado a la violencia, sino a un cambio profundo en la sociedad.
El Pachacuti es la inversión de lo existente: ideas, estructuras sociales, etc.
Lo que yo encuentro discutible es que el "socialismo mágico" planteado por Liborio (hasta el final) supone la violencia como instrumento generador. Tesis que me resulta altamente cuestionable desde un punto de vista ético-político.
Saludos,
Gonzalo.
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