lunes, 30 de enero de 2017

APUNTES SOBRE LOS DERROTEROS DEL EXTREMISMO CONSERVADOR











Gonzalo Gamio Gehri

El triunfo de Donald Trump en la campaña electoral estadounidense ha desatado la consolidación de toda una corriente ultraconservadora en el mundo con una importante proyección hacia la opinión pública. Sentimientos de un nacionalismo exacerbado, reacciones contra el enfoque de derechos y de género, incluso gestos de aprobación ante las controversiales declaraciones de Trump sobre la pertinencia de las dictaduras de Hussein y Gadafi. Se convierte en usual el desafiar lo “políticamente correcto” – incluida la búsqueda del control democrático y el respeto por los derechos humanos – a la par que elogiar la firmeza y la “autoridad” de los líderes.  Y se sienten complacidos en medio de esos extraños aires de “heterodoxia”.

Los ataques verbales a los inmigrantes – aún a aquellos que en Europa y Norteamérica han sido acogidos por razones humanitarias - y a las minorías culturales y sexuales   En el discurso paleoconservador, se apela a la recuperación de la “civilización occidental y cristiana”, pontificando a favor de sus “principios eternos” y en contra de sus enemigos; en otras versiones, se recurre a razones de seguridad. En un reciente escrito, Nancy Fraser ha señalado cómo la invocación conservadora a “ser tolerados” equivale, en el terreno de las ideas y en el ámbito de las prácticas, a solicitar se les conceda el 'derecho' a excluir a las personas y a los grupos que consideran peligrosos, inferiores o contrarios a lo que supuestamente establece el “orden natural”. Es decir, procuran trastocar el propio principio de tolerancia.

En el Perú, este discurso basado en la violencia verbal y en la inducción al miedo ha estado presente por décadas de acción política autoritaria, reacia a tomar en serio las exigencias de los derechos humanos, la democracia deliberativa y las políticas inclusivas. Con esta nueva oleada europea y estadounidense, esta clase de léxico político y agenda ha encontrado su lugar tanto en los medios de prensa conservadores como en las redes sociales, en donde han florecido “portales de opinión de ultraderecha”, espacios antiliberales o tradicionalistas comprometidos con el fujimorismo y otros grupos radicales. Como el papel lo aguanta todo, para estos espacios, la izquierda local – en todas sus versiones -  es “proterrorista” y se organiza según estrategias polpotianas, Barack Obama es un “neomarxista”. Incluso algunos extremistas acusan al actual Papa de ser una suerte de “infiltrado de la izquierda internacional”.  Estas caricaturas extravagantes están en las redes sociales de extrema derecha.

Para los “líderes de opinión” conservadores, los peores años de la corrupción fujimorista no existieron, o han sido inventados por liberales e izquierdistas en el calor de una “campaña persecutoria”. La captación fujimontesinista de los medios de comunicación se ha convertido en sólo un molesto rumor del pasado. Para algunos de los columnistas de esa esos medios, el peligro mayor de la historia de la prensa en el Perú es la acción de un hipotético “soviet caviar” (sic). Lo curioso es que los presuntos campeones del “tradicionalismo político - religioso” tampoco es que puedan exhibir grandes logros académicos o periodísticos que desafíen la supuesta “colusión progresista”. Lo suyo son las teorías conspirativas, la apologética de sus compañeros y la queja más simplona y rancia. Su invocación a la “regeneración del país” a partir de la recuperación de los valores del cristianismo preconciliar y el liderazgo de las viejas “élites” – aquellas que precisamente han estado sistemáticamente de espaldas al país y su necesidad de justicia y democracia -, al carecer de sentido crítico y densidad conceptual, se convierte en vana retórica y  en vulgar tañido de campana. Su prédica solemne y marchita se manifiesta como un mero ejercicio criollo de demagogia y falta de creatividad.




1 comentario:

Eduardo Llosa dijo...

Mises decia que los liberales debían ser intolerantes con los intolerantes, en otras palabras, que el límite de la tolerancia liberal es la intolerancia, venga esta de la extrema derecha o de la extrema izquierda, y a mi juicio tiene toda la razón. No se puede ser tolerante con discursos discriminatorios, xenófobos, violetentos y/o antidemocraticos. El arma del liberal es su elevado discurso y nobles propositos. El campo de batalla es el mundo de las ideas y el discurso. Los liberales nos hemos dormido en nuestros laurales por mucho tienpo, pensando que nuestros valores se toman por sentado o son evidentes para todos. Que error!!! Hay que recuperar el tiempo perdido.