sábado, 8 de diciembre de 2012

LOS EGIPCIOS





Gonzalo Gamio Gehri


Una de las ideas más poderosas que Nietzsche ha desarrollado en El ocaso de los ídolos es aquella que insiste en el reconocimiento de la finitud como “principio” de saber para la vida. Incluso la “verdad” ha de ser concebida desde y en el flujo de la temporalidad. Esta tesis – recibida luego por pragmatistas y hermeneutas – nos lleva a pensar la “verdad” como un proceso histórico, si se quiere, narrativo.

Plantear el asunto de la “verdad” en el marco del curso de una existencia finita tiene consecuencias. Nietzsche las identifica y las hace explícitas. Sostiene que la obsesión de poetas, teólogos y metafísicos con la representación de una verdad eterna – que desafía  la temporalidad finita, el devenir, la negación y la muerte –, la postulación de una verdad tranquilizadora que reposa sobre certezas, sólo expresa nuestro más elemental miedo a la muerte.  Pone de manifiesto un mecanismo de defensa para intentar sortear nuestra vulnerabilidad y caducidad. La sabiduría consiste en aceptar nuestra ineludible finitud, aceptar la muerte no sólo como parte de nuestra existencia física (su episodio final, por así decirlo), si no también la eventual muerte de nuestras teorías, creencias, cosmovisiones ¿podemos asumir esa difícil condición? ¿Podemos rechazar los “mundos” en nombre de la tierra?

¿No somos capaces de ver que toda realidad y sistema de pensamiento perecen devorados por el tiempo? Pensemos en el culto a los Olímpicos, en cuántos combates se han  entablado invocando sus nombres, en cuantos sacrificios y libaciones se celebraron en virtud del temor o del amor que se les profesaba. Hoy, todo el saber y la virtud que ese culto entrañaba se exhiben en los anaqueles de las librerías dedicadas a la “mitología”. Su legado conmueve el alma de filólogos, filósofos,  críticos literarios y otros académicos, pero ya no moviliza la fe de pueblos enteros o conmueve las plegarias de los suplicantes, como en el pasado. Se trata hoy de otra devoción, de otra clase de lealtad, por muy poderosa que sea. Esto es algo que quienes amamos el mundo clásico – quienes pensamos que la literatura griega encierra una iluminadora sabiduría - no podemos si no admitir.

Salvo los principios formales que estructuran el pensamiento, nuestras ideas y herramientas conceptuales están abiertas a la finitud. Saber vivir implica aceptar este “hecho”. Pensar así equivale a “aprender a morir,  moverse en el ámbito de la vulnerabilidad constitutiva de los agentes humanos. Pienso en una imagen que plantea Martha Nussbaum a propósito del trabajo del noús praktikós, la de participar en una larga travesía en alta mar, de modo que la necesidad nos lleva a reparar ‘sobre la marcha’ las grietas y desperfectos sustituyendo las tablas rotas por otras tablas del barco, sin que por ello el viaje se interrumpa. Las categorías que usamos para interpretarnos a nosotros y a nuestro entorno son recursos conceptuales para el camino. De lo que se trata es de comprender con lucidez los posibles caminos (así, en plural) que podemos emprender. El propio Nietzsche denunciaba el error de quienes pretendían garantizar la eternidad de sus convicciones privándolas de incrustación histórica. Llamaba a ese error “egipticismo”, pues equivalía a momificar el pensamiento y la verdad. El precio de hacerla extraordinariamente duradera era embalsamarla, quitarle la vida. Esta actitud revela una desgarradora contradición, y evidencia un amargo fracaso. Nietzsche proponía devolver la verdad al torrente del devenir.

No resulta difícil percibir que tras esta polémica concepción de las cosas (en la raíz de esta incómoda  intución nietzscheana) se alza un nítido horizonte de libertad. Se trata de una lectura de la existencia que es necesario examinar  y someter a discusión.



2 comentarios:

Anónimo dijo...

Maestro, cuando escribe que "Salvo los principios formales que estructuran el pensamiento, nuestras ideas y herramientas conceptuales están abiertas a la finitud.", ¿a qué se refiere con aquellos "principios formales que estructuran el pensamiento"?

Gonzalo Gamio dijo...

Los principios de la lógica.

Saludos,
Gonzalo.