sábado, 2 de julio de 2011

EL IMPERIOSO DESTINO





Gonzalo Gamio Gehri


He comentado en más de una ocasión que el corazón de la cultura ética griega reside en su literatura, que la filosofía griega es ‘acto segundo’ que la supone como trasfondo, que por tanto una aproximación al pensamiento práctico de los griegos centrada exclusivamente en la filosofía es irremediablemente unilateral y limitada: que quienes postulan un extraño “retorno al mundo clásico” – aunque pretendan beber de Platón o de Aristóteles, a pesar de que a menudo no es el caso (la baja edad media y su modelo teológico-político suelen ser su no tan secreto referente) - padecen de una peligrosa hemiplejia conceptual. Sin Homero y Hesiodo, sin la tragedia y la comedia, el espíritu clásico brilla por su ausencia.

Es impresionante constatar la riqueza del legado conceptual griego – su comprensión de la deliberación práctica, de las pasiones, del escenario vital, la profundidad y el colorido de su politeísmo – en el conocimiento de la ética. La complicada dialéctica entre lo que puede ser planificado y lo que ejerce resistencia ante nuestras reflexiones, proyectos y deseos. En lo personal, no he encontrado una imagen más compleja de la condición humana y de sus conflictos, y llama la atención cómo esta imagen está ya parcialmente (pero magníficamente) retratada en sus desarrollos “iniciales”. La Iliada constituye un buen ejemplo de lo que vengo diciendo.

La moira – el destino – constituye la “parte” que le corresponde a cada uno según su condición y vida. Se despliega invisible ante los ojos humanos hasta que, en la hora postrera, les muestra su rostro. Los agentes sólo pueden aspirar a una ‘buena vida’ siendo juiciosos en la deliberación y eligiendo la correcta medida para cada cosa. A veces el poeta se refiere a lo Inexorable, la propia Madre del Destino, la Implacable Necesidad (Anánke), como el “destino fuerte” (μορα κραταιή). Se trata de aquello que no puede ser de otro modo, como en el hombre el morir. No podemos evitar la muerte, pero sí podemos decidir – sobre la base de esos límites – cómo vivir y, en ocasiones, cómo morir. A qué entregarle la vida y cómo afrontar la muerte.

En el canto XIX de la Iliada, Homero cuenta cómo – muerto Patroclo – Aquiles elige deponer su furia contra Agamenón y volver al campo de batalla. Anhela hacerle pagar a los troyanos la muerte de su amigo más querido. Hefesto ha forjado para él una nueva armadura, brillante y recia. No ha probado alimento ni bebida, sólo desea combatir. Atenea ha destilado ambrosía en su organismo – a solicitud del propio hijo de Cronos – para que no padezca hambre y sus fuerzas no lo abandonen ante el enemigo. Aquiles y el Atrida han dejado atrás su rivalidad y el ejército aqueo celebra el regreso del héroe a la guerra. Se ha colgado la rígida espada al hombro y se ha calado el yelmo en la cabeza. Se dirige ahorra a sus caballos, Balio y Janto, que lo esperan en el carro de batalla. Les pide – como compañeros de mil combates – que le permitan volver entero al campamento argivo. Sus corceles lo miran, esperando la orden de partida.

De pronto, sucede algo extraordinario, que acusa la presencia de lo divino. Hera le otorga voz humana a Janto, que sacude la crin y habla de este modo a su amo:


“Todavía esta vez te traeremos a salvo, vigoroso Aquiles. Pero ya está cerca el día de tu ruina. Y no somos nosotros los culpables, sino el excelso dios y el imperioso destino. No ha sido por nuestra lentitud o indolencia por lo que los troyanos han quitado a Patroclo la armadura de sus hombros. El dios más bravo, a quien dio a luz Leto, de hermosos cabellos, lo mató delante de las líneas y otorgó la gloria a Héctor. Nosotros dos podríamos correr como el soplo del Zéfiro, que dicen que es el más raudo de los vientos. Pero tu destino es sucumbir por la fuerza ante un dios y ante un hombre” [1]


Luego Homero señala que las erinias “le privaron de voz humana” (como se sabe, las erinias, servidoras de Díke – la Justicia – deben guardar que cada cosa en el universo ocupe el lugar que le corresponde y cumpla la función que le toca. Janto ha aludido a Anánke como causa de la inminente desaparición del héroe – la expresión que usa es precisamente μορα κραταιή -. No obstante, Aquiles conoce su propio destino y no pretende negarlo ni entregarse a la aflicción.


“¡Janto! ¿Por Qué me auguras la muerte? No te hace falta bien sé también yo mismo que mi destino es perecer aquí, lejos de mi padre y de mi madre. Pero, a pesar de todo, no pienso parar hasta saciar a los troyanos de combate” [2).



Dicho esto, el guerrero se dirige veloz al frente de batalla.










(La imagen ha sido tomada de aquí).






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[1] Iliada XIX, 408-417.

[2] 420-3.

6 comentarios:

Anónimo dijo...

Importante repensar a los clásicos.

Anónimo dijo...

A veces pienso que todo individuo está condenado al fracaso si se aleja de los conceptos griegos. Que si camino por el sendero de la hybris se me aparecerá de alguna forma post-moderna las Erinias.

Anónimo dijo...

Para que esta última intuición fuera cierta, Occidente tendría que completar la conquista bélica del planeta.

Anónimo dijo...

Un ejemplo:

Para que las Erinias (específicamente las Erinias) alcancen con el castigo a "todo individuo" que caiga en hybris (específicamente en hybris), o que se "aleje" de los "conceptos griegos" (específicamente conceptos y específicamente griegos), entonces realmente la cultura griega (Occidente) tendría que llegar a la Amazonía peruana, a las culturas altoandinas, a la India, a la China, a los no-contactados si es que existen, y un larguísimo etcétera.

Lo mismo se aplicaría si uno dijera que "todo individuo está condenado al fracaso si se aleja de la Pachamama y no hace pagos a la tierra", o si uno dijera que "todo individuo está condenado al fracaso si se aleja del Varnasram Dharma, o si olvida que el alma de los humanos y de todos los animales y seres vivos es idéntica y merece idéntico respeto, o si olvida su relación fundamental con Ajutap y con los deberes del Wainmat, etc etc etc.

Por supuesto que el "a veces pienso" matiza el asunto, y el hecho de que el comentarista piense eso a veces es indiscutible.

Pero que los conceptos griegos sean obligatorios so pena de castigo, eso es otra cosa... yo por lo pronto me alejo de muchos de ellos en el fuero estrictamente privado sin ningún cargo de conciencia, y me va muy bien, porque no sólo es griego todo mi bagaje cultural. Pero claro, en ciudades occidentales más vale cumplir con los preceptos griegos en lo público, porque de lo contrario sí viene el castigo, y no de las erinias, ni de entes sobrenaturales, sino de la sociedad misma.

Y lo mismo en cualquier cultura. En todas hay que conocer las reglas, y el alejamiento de ellas se paga.

El comentario era simple, hasta obvio, y espero no sea ofensivo, no era esa la intención.

Gonzalo Gamio dijo...

Hola Anónimo:

Entiendo. La idea es que la evasión de la 'hybris' es occidental-clásica. Habría que agregar que la idea de "individuo" es occidental y moderna.

Saludos,
Gonzalo.

Anónimo dijo...

Hola Gonzalo,

Totalmente de acuerdo con la precisión.

No estar de acuerdo con que el individuo es un concepto occidental moderno sería ignorancia e injusticia: ignorancia porque así es la historia; injusticia porque gracias al desarrollo occidental-moderno de los derechos individuales podemos vivir como vivimos.

Pero también es cierto que no se necesita de un concepto para que algo exista. No se necesita del concepto de océano para que exista ese ser al que hacemos referencia con nuestro concepto de océano.

Igual con todos los seres.

Y la existencia (o al menos la posibilidad, y la intermitente concreción de la posibilidad) del ser humano experimentando la realidad del mundo - y en consecuencia actuando - como lo que hoy llamamos "individuo" existe de muy antiguo.

La mayoría de culturas han castigado duramente el comportamiento "individual" y la relación "individual" con la realidad, llámese como se llame. Pero lo que se castiga, se suele castigar justamente porque existe, porque brota espontáneamente.

A veces, "individuos" notables han ascendido a un estatuto heroico, aunque no se llamaran individuos.

Grupos de "individuos" pensando parecido se han asociado otras veces para influir en importantes cambios en procesos sociales.

Es más, ¿existiría el grupo si realmente no existiera cada una de las conciencias?

La realidad aparece a la conciencia (llámese ésta como se llame) siempre en forma individual (lo que en occidente llamamos "fenómeno" del mundo no aparece nunca a la colectividad; aparece siempre al ser con dos ojos, dos oidos, un cerebro y unos sentidos, que desde su propio ser experimenta el mundo como una esfera que rodea su existencia desde el momento de nacer hasta el momento de morir. En oriente se sabe bien que la realidad del mundo no sólo aparece a cada ser humano, sino incluso a cada animal que tiene sentidos y algún tipo de sistema cognitivo. Y esto está puesto por escrito en enorme detalle en una serie de textos muy antiguos, que en Occidente solemos empeñarnos en ignorar).

Una de las críticas de cierto cristianismo a ciertas técnicas de meditación oriental es precisamente que ponen demasiado énfasis en lo que consideran un cierto aislamiento, porque muchas técnicas de meditación en Oriente casi únicamente se encaminan al descubrimiento de la propia conciencia: del hecho por el cual un mundo lo rodea a uno, hecho del cual se deriva luego la conciencia de que un mundo rodea a cada entidad viviente, y así cada una merece respeto, porque llenar de dolor un mundo es un hecho muy grave.

La noción de que no hay experiencia individual antes de la modernidad occidental es muy relativa.

Esta precisión es casi imposible hacerla en el contexto de la filosofía occidental, pero en fin, creo que es justa, y finalmente útil para quien logre incorporarla a su reflexión.