viernes, 22 de mayo de 2009

EURÍPIDES Y ARISTÓTELES EN TORNO A LA CONEXIÓN ENTRE VIRTUD Y FORTUNA



La Universidad Pontificia de Comillas acaba de publicar Ética pensada y compartida volumen editado por las profesoras Camino Cañón y Alicia Villar, preparado en homenaje al gran maestro Augusto Hortal sj., profesor emérito de dicha casa de estudios, notable profesor, director de investigación, consejero espiritual y entrañable amigo. Tengo el honor de participar en dicho volumen con el ensayo Discernimiento práctico y sentido de justicia. Una lectura ético-política de Las Suplicantes de Eurípides. Les adelanto un breve pasaje de este ensayo, en el que discuto la relevancia ética del concepto de eutychía (buena fortuna) en esta obra, en estrecha conexión con los análisis de Aristóteles en torno a los llamados “bienes exteriores”. Lo incluyo aquí como post en homenaje al maestro y para invitar a la lectura del libro, que cuenta con contribuciones del propio Augusto Hortal. Camino Cañón, Antonio Sánchez Orantos, Agustín Domingo Moratalla, Miguel Grande, Andrés Tornos, Fernando Vidal, Javier de la Torre, Xabier Etxeberría, José Luis Fernández, Raúl González Fabre, Miguel García-Baró, Isabel Romero, Alicia Villar, Vicente Durán, Jesús Conill, Tomás Domingo Moratalla, Francisco Javier Bermejo, Ildefonso Murillo, Adela Cortina, Lydia Feito y José Gómez Caffarena, y quien escribe esta nota.


APUNTES SOBRE VIRTUD Y FORTUNA: EURÍPIDES Y ARISTÓTELES




Gonzalo Gamio Gehri



La relación entre virtud (areté) y fortuna (tyché) ha sido un tema de discusión recurrente entre los griegos. Ha sido motivo de preocupación y de curiosidad intelectual entre los poetas y entre los filósofos. Con frecuencia, la tragedia se ha puesto de manifiesto como un espacio privilegiado para examinar el valor y el poder de la deliberación y la elección humanas frente a las circunstancias externas de la vida, que tienen impacto en el curso de nuestra existencia (y en la de nuestras instituciones). Las Suplicantes de Eurípides es una obra que plantea con singular lucidez esta relevante tensión conceptual y vital.

Consideremos de cerca la situación de Teseo, el rey de Atenas, ante las súplicas de las mujeres de Argos. Teseo distingue claramente entre su misión, recoger los cadáveres de los guerreros argivos en la guerra contra Tebas – tarea enmarcada claramente en el marco de la acción piadosa frente a las leyes divinas y los dioses del Inframundo – y la aventura fallida de Adrasto y Polinices en pos del trono tebano. El rey ateniense reconoce que es el desarrollo del discernimiento prudente el elemento en el que es posible evitar los excesos y conjurar la hybris; la deliberación acertada es condición de posibilidad del ejercicio de las virtudes. No obstante, sabe asimismo que esta empresa podría fracasar si no se cuenta con el favor divino, con el beneficio de la eutychía, la buena fortuna que el favor de los dioses puede conceder a los mortales sensatos.

“Sólo necesito una cosa: tener a mi lado a los dioses protectores de la justicia. Todo esto sumado nos dará la victoria. La virtud nada significa para el hombre si no tiene un dios propicio” ”[1].

Se trata de una afirmación enfática, que habría que analizar antes de interpretarla en términos del menoscabo de la virtud en manos de la tyché y la ‘gracia divina’, por así decirlo. Un lector precipitado podría ubicar a Teseo en la posición de aquel que Aristóteles critica cuando sostiene que no podemos identificar sin más eudaimonía y eutychía. Como se recordará, Aristóteles afirmaba que la fuente de la plenitud humana no se ubica en el “exterior”, si no en aquello que podemos hacer de nosotros mismos gracias a la virtud y al buen juicio. Es razonable pensar que el Teseo se aproxima más a la concepción que defiende Aristóteles que a la que el Estagirita critica severamente: creo que la aseveración de Teseo no puede separarse sin más del carácter religioso del propósito que ha asumido como suyo. El punto de vista que critica Aristóteles es aquel que considera que la eudaimonía está completamente fuera de lo que los agentes puedan decidir o actuar, de modo que una ‘vida feliz’ consistiría en dejarse llevar por los vaivenes del azar, o por el inestable arbitrio divino. El filósofo encuentra ese razonamiento poco riguroso, pero también éticamente corruptor: su observancia nos convertiría en seres pasivos, renuentes al esfuerzo y a la elección: tal perspectiva resentiría en nosotros nuestras capacidades distintivamente humanas (el lógos, las emociones, el desarrollo de vínculos sociales).


“Porque está claro que, si seguimos las vicisitudes de la fortuna, llamaremos al mismo hombre tan pronto feliz como desgraciado, representando al hombre feliz como una especie de camaleón y sin fundamentos sólidos. Pero en modo alguno sería correcto seguir las vicisitudes de la fortuna, porque la bondad o maldad de un hombre no dependen de ellas, aunque, como dijimos, la vida humana las necesita”[2].

Al mismo tiempo, la identificación entre eudaimonía y eutychía se pone de manifiesto como una tesis que difícilmente podría ser llevada a la práctica, puesto que tanto la tyché como el favor divino son absolutamente inescrutables e imprevisibles. Si el logro de una buena vida implica “dejarse” llevar por el curso de la fortuna, entonces tal logro es imposible ¿Cómo podemos ‘intuir’ el curso de la fortuna – si la virtud no tiene que ver nada con la plenitud de la vida -, y reconocer si ella se dirige hacia el bien o hacia el mal? El propio Eurípides afirma – esta vez en Las Troyanas – que la tyché, “con sus caprichos – como un demente – salta de un lado a otro”[3]. Con ella no es posible hacer cálculos, ni trazarse planes. No se la compara con el salto del atleta – que salta con vistas al logro de un propósito: lograr la victoria, o batir una marca – si no con los brincos irracionales del loco. El sentido de la fortuna es indescifrable. Por ello, la búsqueda de la fortuna no puede constituir un modo de vida (héxis), pues éste supone deliberación y dirección de la voluntad.

Aristóteles señala agudamente que la vida humana “necesita de las vicisitudes de la fortuna”. La razón práctica no solamente se ocupa de ponderar lo que está en nuestras manos hacer o modificar; también tiene que vérselas con lo que simplemente tenemos que afrontar y, a veces, aceptar. Diseñamos sólo parcialmente el escenario de nuestra vida: en gran medida, dicho escenario está constituido también por las acciones de los otros, y por circunstancias completamente ajenas a nuestra voluntad. En ocasiones, esas circunstancias nos favorecen – incluso decisivamente -; otras veces parecen conspirar (metafóricamente, por supuesto) en contra nuestra. Por eso la tyché constituye un elemento de la vida –misterioso, y fuera del control del agente – que tiene importancia en el curso de la vida humana.

En ese sentido, Teseo no puede dejar de considerar la tensión existente entre los elementos estables e inestables de la vida; la tensión entre areté y tyché. El agente tiene que considerar los posibles – e imprevisibles – efectos del favor o el rechazo de los dioses en los escenarios posibles en los que tendrá que actuar. No sólo porque se considera un hombre piadoso y justo, sin no porque asimismo parte del supuesto de que esta favor y este rechazo se han puesto de manifiesto en los eventos pasados que han generado los escenarios en los que tendrá que decidir y actuar. No existe manera de avizorar con seguridad las direcciones posibles de la fortuna – ni siquiera consultando al oráculo -, pero sí es posible procurar evitar la hybris a través del ejercicio de la virtud constituye un modo de intentar mantenerse lejos de sus consecuencias más funestas. El rey considera que no permitir el concurso de Adrasto en la nueva campaña contra Tebas constituye lo que propiamente elegiría un hombre excelente con el fin de no tentar el rechazo divino.

[1] Suplicantes 594-6 (las cursivas son mías).
[2] Aristóteles, Eth. Nic. 1100b 1-10(las cursivas son mías).
[3] Troyanas, 1205. Ver los análisis de Martha Nussbaum del monólogo de Hécuba en el que se inscribe este pasaje en el capítulo 10 de La Fragilidad del Bien.

6 comentarios:

Jaime Del Castillo dijo...

Rescato la siguiente línea: "la tyché como el favor divino son absolutamente inescrutables e imprevisibles", precisamente ahí está la respuesta a muchas cosas, ni el que todo lo racionaliza será feliz, ni el que nada racionaliza tampoco. El delincuente podría salirse con la suya y el meticuloso se podría creer Dios. Sobre eso al parecer aparecen las corrientes voluntaristas y racionalistas en la gran filosofía. Nietzche golpea la mesa, Schopenhauer se exalta con la filosofía hindú. Mientras que otros quieren taladrar la razón: Descartes, Kant y otros, pero lo cierto es que la fortuna sigue siendo presente y vigente: Hermosa, perfumada, bella pero esquiva y caprichosa, lo más importante: EFICAZ, EFECTIVA, TANGENTE Y POTENTE.

Gonzalo Gamio dijo...

Estimado Jaime:

Muy interesante. Más adelante me ocuparé de la fortuna en los modernos.

Saludos,
Gonzalo.

Carlos Eduardo Pérez Crespo dijo...

Hola Gonzalo,

Muy interesante el tema de la tyché. Tenía entendido que en Aristóteles hay una tyché en el mundo de la physis y otra (que tú has desarrollado) en el mundo de la ética. En el primer caso le pregunté a un amigo en qué consiste, y me dijo algo así: "la realidad, el mundo de la naturaleza, esa es la tyché".

En el caso de la ética parece que te niegas un poco a esa definición cuando mencionas que "su observancia nos convertiría en seres pasivos, renuentes al esfuerzo y a la elección: tal perspectiva resentiría en nosotros nuestras capacidades distintivamente humanas (el lógos, las emociones, el desarrollo de vínculos sociales)". Sin embargo, yo tengo la impresión de que en la ética pasa lo mismo que en el mundo de la physis, y que eso no nos lleva a ningún tipo de pasividad, al contrario, se vive de acuerdo a lo "real" (la tyché).

Finalmente, encontré que en Platón también está la noción de la tyché; no obstante, comparado con Aristóteles me parece que esta se relaciona a una verdadera "vida activa" (la del gobernante), mientras que la "vida activa" en Aristóteles (la del filósofo), me parece más bien pasiva, justamente por su carácter estrictamente ético e invidual (el justo medio entre el exceso y el defecto), y no ESTATAL y, por ende, político (como sí lo es en Platón).

Me gustaría conocer tus comentarios, saludos.

Gonzalo Gamio dijo...

Estimado Carlos:

Yo no identificaría el mundo de la naturaleza con la tyché. Podría ser que tu amigo esté un tanto confundido.

El pasaje que citas no niega la tyché. es un comentario al texto de Aristóteles en el que se niega la equivalencia eutychía = eudaimonía. Esa equivalencia nos convertiría en seres pasivos. No creo que Aristóteles se refiera aquí a la "vida del filósofo", sino a la del ciudadano.

Saludos,
Gonzalo.

Carlos Eduardo Pérez Crespo dijo...

Estimado Gonzalo,

Sí bueno, quizás el confundido sólo sea yo porque no sé de estos temas, jeje.

Preguntaba sobre la relación entre la tyché en el mundo de la naturaleza y en el mundo de la ética, porque me parece que en Aristóteles y Platón no existía "contradicción" justamente entre la physis y la techné, o la physis y la areté o eudaimonía. Según tenía entendido, la contradicción entre la la naturaleza y el "munco del hombre" recién viene con el cristianismo y su propia interpretación de los griegos.

Por otra parte, la "vida del ciudadano" en Aristóteles, se fundamenta también en una ética individual, cierto? Es una forma de vida, ciertamente, pero ética. Comparando con Platón, la forma de vida no sólamente es ética, sino que tiene su fundamento en el Estado, la Politeia, y no sólo la polis. Por eso afirmaba de una dimensión de "vida activa" En Platón más allá del individuo.

Estas son reflexiones de aficionado, no vaya a parecer insolente; como dije anteriormente, sólo trato de esclarecerme el pensamiento, un cordial saludo.

H.K.Michael Ayala Alva dijo...

Durante las clases que hemos tenido has mencionado que Aristóteles hace una distinción en el plano ético y el teórico, donde el segundo no puede ser interpretado a las luces del primero, sino que ambos pertenecen a niveles de indagación diferentes. Pero me preguntaba si la ley de "causa-efecto" como uno de los conceptos metafísicos del estagirita forma parte luego que la "tyché" alcanza a los seres humanos. Es decir, la "tyché" sería aquellas "cosas que no manejamos", pero ¿vendría a ser causa inevitable de nuestras acciones posteriores?

Sé que Aristóteles hace una distinción clara y literal de los diferentes objetos de estudio que aborda. Pero sigo pensando que su sistema metafísico está influyendo en su interpretación y construcción ética, esto a un nivel no previsto. Bueno, es una especulación.