COMENTARIOS A UN ARTÍCULO DE BALDO KRESALJA
Gonzalo Gamio Gehri
El 25 de octubre último, Baldo Kresalja publicó en La República el artículo “El Señor Morado”, texto en el que defiende con agudeza la necesidad de separar Estado e Iglesia, así como de promover la secularización de la cultura. El texto se inicia con una reflexión adolescente sobre la Procesión del Señor de los Milagros, que ha motivado la indignación de un lector poco acostumbrado a distinguir lo sustancial de lo anecdótico en un escrito periodístico. El tema central es el de la secularización y la construcción de un Estado laico, compatible con la democracia.
Kresalja examina muy bien el modo en el que los políticos usan las expresiones de religiosidad popular – sin ir más lejos, Alan García celebra su alianza de facto con el conservadurismo católico hablando como un “cristiano redimido” (aunque la emprende contra los católicos que cuestionan la conducta de las mineras en el norte del país), y suele vestirse de morado por estas fechas – con la anuencia de las jerarquías. Asoma por allí el viejo conservadurismo teológico de la dioctrina de las dos espadas, herencia medieval (y virreinal también). Hoy en el Perú, quienes llevan la voz cantante en el escenario religioso son quienes rechazan en bloque los desarrollos de la cultura moderna - que consideran la fuente de todos los males - y suspiran por los buenos tiempos de la escolástica y del proyecto teológico-político de la cristiandad. “Mientras tanto”, continúa el autor, “algunos de nuestros teólogos, preocupados por la pobreza física y moral que nos rodea, son perseguidos por desobediencia a unas instrucciones que casi siempre han salido de unas "caras pálidas", tan lejanos de la América indiana como de Dios”. Bien dicho. En algunos casos, el vínculo entre religión y política es celebrado – cuando se trata de recurrir a la teatralidad y a la celebración de lo establecido -; en otros, el vínculo entre religión y política (¡justamente cuando no se trata de “política”, sino de cuestiones de justicia!), es censurado o mirado con irritación.
El 25 de octubre último, Baldo Kresalja publicó en La República el artículo “El Señor Morado”, texto en el que defiende con agudeza la necesidad de separar Estado e Iglesia, así como de promover la secularización de la cultura. El texto se inicia con una reflexión adolescente sobre la Procesión del Señor de los Milagros, que ha motivado la indignación de un lector poco acostumbrado a distinguir lo sustancial de lo anecdótico en un escrito periodístico. El tema central es el de la secularización y la construcción de un Estado laico, compatible con la democracia.
Kresalja examina muy bien el modo en el que los políticos usan las expresiones de religiosidad popular – sin ir más lejos, Alan García celebra su alianza de facto con el conservadurismo católico hablando como un “cristiano redimido” (aunque la emprende contra los católicos que cuestionan la conducta de las mineras en el norte del país), y suele vestirse de morado por estas fechas – con la anuencia de las jerarquías. Asoma por allí el viejo conservadurismo teológico de la dioctrina de las dos espadas, herencia medieval (y virreinal también). Hoy en el Perú, quienes llevan la voz cantante en el escenario religioso son quienes rechazan en bloque los desarrollos de la cultura moderna - que consideran la fuente de todos los males - y suspiran por los buenos tiempos de la escolástica y del proyecto teológico-político de la cristiandad. “Mientras tanto”, continúa el autor, “algunos de nuestros teólogos, preocupados por la pobreza física y moral que nos rodea, son perseguidos por desobediencia a unas instrucciones que casi siempre han salido de unas "caras pálidas", tan lejanos de la América indiana como de Dios”. Bien dicho. En algunos casos, el vínculo entre religión y política es celebrado – cuando se trata de recurrir a la teatralidad y a la celebración de lo establecido -; en otros, el vínculo entre religión y política (¡justamente cuando no se trata de “política”, sino de cuestiones de justicia!), es censurado o mirado con irritación.
Parece que la situación depende del signo político que se imprima en la acción. Basta constatar el tipo de “labor pastoral” que se realiza en el Sur Andino – donde se practica una “nueva extirpación de idolatrías” de la mano de sus nuevas autoridades, como ha señalado agudamente Alberto Adrianzén -; se proscribe la celebración de la misa en quechua, se ha despedido a los antiguos sacerdotes y predicadores por “sincréticos”. Se acusa a los antiguos actores pastorales de la zona de “idólatras” y “paganos”. Una zona en la que mucha gente predicó la opción de la Iglesia por el pobre y que valientemente rechazó al terrorismo en nombre de su fe, hoy se ve sumida en un profundo dolor a causa de la intolerancia y la estrechez teológica de unos cuantos.
Pero Kresalja se detiene especialmente en el tema de la necesaria separación – tanto institucional como ética – entre religión y Estado. Que finalmente se consolide un Estado laico. Se trata de una promesa incumplida por la república, que terminó gestionando golpes militares y que ha creado la penosa contradicción conceptual de las “instituciones tutelares”, las Fuerzas Armadas y la Iglesia Católica. Esto ha sido una tenebrosa realidad, contraria a los principios de la democracia y del liberalismo. Contraria asímismo al espíritu del Evangelio – lo digo como católico -, un espíritu que distingue claramente entre lo que es de Dios y lo que es del César. Pero vivimos en un país en el que los presidentes juegan a ser césares (y a veces a ser dioses), y en el que – en ciertos periodos de nuestra historia - la autoridad eclesiástica asume la posición de César (un César que pretende manejar la "agenda de Dios"). Ha sucedido más de una vez.
Nuestros políticos viven de espaldas a la necesidad de la secularización de nuestra cultura cívica; esto se debe en parte a que hemos contado con una izquierda mayoritaramente indiferente frente al tema, y a que nuestra derecha ha sido fundamentalmente autoritaria y antiliberal (moderna sólo para los negocios). Por ello hemos caminado en la pre-modernidad política. Pero esto tendría que acabarse, si es que queremos vivir de una buena vez en una sociedad democrática. He señalado en un ensayo que la relación entre el fuero político y la Fuerza Armada requiere de un “Rubicón simbólico”; lo mismo podemos decir de la frontera entre Iglesia y Estado. Kresalja ha dicho bien que cuando se cosifica ilegítimamente lo espiritual en términos de poder se incurre en alguna forma de idolatría. Sugiere que tendríamos que acabar con rituales de tipo colonial como el Te Deum, y examinar y replantear cómo se imparte el curso de religión en los colegios, para que esta práctica no contravenga los usos de una sociedad democrática pluralista en la que se tolera las diversas creencias (y no creencias). Estas medidas fortalecerían tanto la cultura democrática como la buena salud de la fe de cada ciudadano, liberada de los cantos de sirena del poder. Llevar a cabo medidas como esta supondría afrontar intelectualmente la resistencia de cierto conservadurismo político y cierto tradicionalismo religioso, muy arraigados en nuestra - autodenominada - "clase dirigente". No obstante, sabemos que tanto el ethos democrático como el espíritu del Evangelio tienen una larga experiencia en la crítica intelectual y moral de las tradiciones que se mantienen renuentes al cambio y se declaran contrarias a la libertad.
Pero Kresalja se detiene especialmente en el tema de la necesaria separación – tanto institucional como ética – entre religión y Estado. Que finalmente se consolide un Estado laico. Se trata de una promesa incumplida por la república, que terminó gestionando golpes militares y que ha creado la penosa contradicción conceptual de las “instituciones tutelares”, las Fuerzas Armadas y la Iglesia Católica. Esto ha sido una tenebrosa realidad, contraria a los principios de la democracia y del liberalismo. Contraria asímismo al espíritu del Evangelio – lo digo como católico -, un espíritu que distingue claramente entre lo que es de Dios y lo que es del César. Pero vivimos en un país en el que los presidentes juegan a ser césares (y a veces a ser dioses), y en el que – en ciertos periodos de nuestra historia - la autoridad eclesiástica asume la posición de César (un César que pretende manejar la "agenda de Dios"). Ha sucedido más de una vez.
Nuestros políticos viven de espaldas a la necesidad de la secularización de nuestra cultura cívica; esto se debe en parte a que hemos contado con una izquierda mayoritaramente indiferente frente al tema, y a que nuestra derecha ha sido fundamentalmente autoritaria y antiliberal (moderna sólo para los negocios). Por ello hemos caminado en la pre-modernidad política. Pero esto tendría que acabarse, si es que queremos vivir de una buena vez en una sociedad democrática. He señalado en un ensayo que la relación entre el fuero político y la Fuerza Armada requiere de un “Rubicón simbólico”; lo mismo podemos decir de la frontera entre Iglesia y Estado. Kresalja ha dicho bien que cuando se cosifica ilegítimamente lo espiritual en términos de poder se incurre en alguna forma de idolatría. Sugiere que tendríamos que acabar con rituales de tipo colonial como el Te Deum, y examinar y replantear cómo se imparte el curso de religión en los colegios, para que esta práctica no contravenga los usos de una sociedad democrática pluralista en la que se tolera las diversas creencias (y no creencias). Estas medidas fortalecerían tanto la cultura democrática como la buena salud de la fe de cada ciudadano, liberada de los cantos de sirena del poder. Llevar a cabo medidas como esta supondría afrontar intelectualmente la resistencia de cierto conservadurismo político y cierto tradicionalismo religioso, muy arraigados en nuestra - autodenominada - "clase dirigente". No obstante, sabemos que tanto el ethos democrático como el espíritu del Evangelio tienen una larga experiencia en la crítica intelectual y moral de las tradiciones que se mantienen renuentes al cambio y se declaran contrarias a la libertad.
15 comentarios:
Es cierto, también estoy de acuerdo con la secularización del Estado, no podemos seguir influenciados (en ambas direcciones: estado-iglesia e iglesia-estado). Como señalaba Guillermo Giacosa la semana pasada en su columna en Perú 21, los estados menos influenciados por una mayoría religiosa, son los más prósperos y los que más defienden los derechos humanos. Creo que para que realmente podamos constituir un estado social y democrático de derecho debemos propugnar por un estado laico, la desvinculación (y todos los acuerdos y convenios que están debajo de la mesa) entre el Estado y la Iglesia. Y es irónico que los mismos cristianos que luchan por influenciar en el Estado (al contrario de los que muchos pensarían), sean los mismos que predican de un Jesucristo que señaló claramente que existe una diferencia abismal entre Dios y el César...
Considero importante la existencia de un Estado Laico ¿el Perú acaso no lo es? Creo que Ud. al igual que los postmodernos ven fantasmas donde no los hay... Ciertamente defraudan como pensadores. Por otro lado, hay un adagio popular que dice: "la esposa del César no sólo debe ser discreta, sino también parecerlo"... Digo esto, porque quienes se creen defensores del librepensamiento, arremeten contra quienes no piensan como Uds. tildándolos de oscurantistas o retrógrados...
Y espero. como respetuoso de ideas distintas que se dice, publique el comentario de este humilde anónimo, esperando que responda
Estimado Anónimo:
Jamás he censurado un comentario adverso, sus temores son infundados.
Si usted cree que este es un Estado laico realmente, me temo que su análisis carece de rigor y de exhaustividad. Quizá debería examinar si es usted quien "defrauda como pensador", para usar su propia expresión. Hay que mirar primero la paja en el propio ojo. Lo que valen aquí no son las calificaciones, sino los argumentos. Y no veo ninguno en su comentario.
¿Qué entiende usted por Estado Laico? Yo tengo claro que un Estado en el que se imparte exclusivamente una religión particular en las escuelas públicas, en el que una Iglesia particular tiene privilegios o en el que se celebra un Te Deum como ceremonia oficial no es realmente laico ni secular. Un Estado laico deja el tema religioso a sus individuos, no a sus instituciones. Se declara neutral en materia religiosa.
En todo esto hay más que fantasmas.
El hombre es un ser en tensiones.
Las instituciones, todo tipo de ellas, se ven tensionadas por un lado entre carisma e institución y por otro, institución-libertad. Estos binomios mueven el largo de la historia de toda institución, incluso la de la santa y pecadora iglesia católica.
Así pues, cuando es perseguida y aazotada, la iglesia está en contra del estado idólatra, manteniendo su espíritu profético, fiel a su carisma; pero mientras el estado le da cabida, la iglesia se va poco a poco "sedentarizando", creciendo raices en donde no necesariamente debe ser, en otras palabras se acomoda, olvidando su misión.
Esto no ha sucecido una sola vez, ha sucedido "n" veces. Y es que cada vez somos menos conscientes de la misión de la iglesia. Y en nombre de la misión olvidamos el bien común de los pueblos, creyendo que la solución la obtendremos con las manos abiertas hacia el cielo, sin oponerlas frente al tirano que minimiza a nuestro prójimo.
Vivimos en tensión. La iglesia y el estado no deben mantener igualdad "ontológica" sino que inserta en el mundo, la iglesia debe ayudar a la concientización del papel político que cada ciudadano tiene. La disociación mundo celestial-mundo terreno, profano-sagrado ha aterrizado en cristianos cada vez menos comprometidos con las necesidades de los demás. Pasamos de una enseñanza abstracta a un asistencialismo. Vivimos en tensión.
El Perú es un país "pictórico", tenemos a un líder político que acomoda su discurso cada vez que le parece, a un líder religioso que anhela tener cada vez más autoridad, ambos emparentados. Aún cantamos el Te Deum dando gracias a Dios por la Patria Libre e independiente, ¿pero en verdad lo somos? ¿No se les llena de ansias a muchos políticos y líderes religiosos de ser tutores del pueblo?
No se trata de influenciar o no en el Estado, en nuestro caso como cristianos es llevar el Evangelio en esos estratos donde poco se dice, donde pocas veces se hace justicia con el pobre, con el oprimido. Cito a dom Helder Camara que decía: "Cuando doy pan a los pobres, me llaman santo, pero cuando pregunto por las causas de la pobreza me llaman comunista" . El denuniciar no es sino evangelizar, el actuar está medido por la capacidad de reflexión coherente. El aparecer en el Estado no es asociar en identificación al Estado-Iglesia sino involucrarse con la causa de los necesitados en un ambiente donde muchas veces se le olvida.
Vivimos tensiones, y estas sí que son necesarias: sólo viviendo en tensión somos capaces de dar respuestas nuevas.
Estimado Cenveda:
Tus palabras han sido sabias. Se necesita promover una auténtica modernización en el país, y esto implica Ilustración y secularización.
Saludos,
Gonzalo.
Gonzalo...
Ciertamente, veo en sus palabras amargura y resentimiento, al considerar no adecuado el nivel de su interlocutor... En primer lugar, soy pensador (y no necesito que Ud. no lo considere y califique) y no busco encandilar con acomodos sofistas como Ud. y los postmodernos ilustrados lo hacen para demostrar "que saben" con un discurso soso... Sabe Ud. ¿por qué digo que el Perú es un Estado Laico? Por su práctica, pues ¿cuántos siguen realmente los preceptos de la Iglesia? Ud. mismo que se llama Católico y prácticante, y que además enseña en Instituciones Religiosas tiene la plena libertad de pensar sin restricciones confesionales... de nuevo el acomodaticio "pienso, hablo, luego me acomodo en las circunstancias"... (Claro, si felicita con "palabras sabias" a quienes lo secundan en su manera de pensar)... el hecho de que haya o no un Te Deum, no hace de un Estado Laico o Religioso, ¿no le parece un argumento débil? Es un Estado Laico porque los políticos no tienen ningún interés ni compromiso religioso ni humano, sino su propio interés que su pensamiento eleva cual tea y emblema (el pragmatismo utilitarista) que al igual que Ud. se dicen creyentes o confesionales y actún según sus intereses... ¿quiénes han gobernado el país donde desboró la corrupción? Intelectuales y tecnócratas salidos de las canteras de universidades católicas, pero imbuidos de pensamiento postmoderno... ¿quiénes salieron en defensa de los DD.HH? con la más cara Comisión de la Verdad de la Historia humana? y ¿quiénes fueron sus miembros? gente de vuestra Universidad formada en la "vivencia Católica".
No defiendo un Estado Religioso, sino la rigurosidad del pensamiento y sobre todo su coherencia.
La verdad es que me desconcierta su modo de entender lo que significaría "seguir realmente los preceptos de la Iglesia" - son sus palabras - ¿Sería seguir a rajatablas el parecer de la jerarquía ("el que obedece no se equivoca") y los documentos magisteriales, sin dejar espacio al libre pensamiento? Lo digo porque sugiere que - otra vez son sus palabras - "tiene la plena libertad de pensar sin restricciones confesionales" no tienen "ningún ni compromiso religioso ni humano, sino su propio interés que su pensamiento eleva cual tea y emblema".....suena al espíritu de Torquemada, y al Gran Inquisidor de Dostoievski.
¿Qué sería para usted la genuina "vivencia Católica"? ¿Abandonar el libre discernimiento y asumir la "obediencia de cadáver" (como se decía en el barroco español) a la autoridad de turno sin dudas ni murmuraciones, aunque uno discrepe de sus rudas declaraciones sobre los DDHH y la ética pública?
Lo único que puedo decirle, Anónimo, es que el Dios en el que usted cree no es el mío, y yo procuro - intento - que mis creencias se funden en el Evangelio. En ese Jesús que se enfrentó a los fariseos.
desapruebo el uso de calificativos (ha sido ud. el que me ha calificado a mí - y ahora me llama sofista, yo no he empleado ningún calificativo contra usted -, y no ha tocado mis argumentos). Quizá sólo invitarlo a leer algún texto básico que le permita reconocer que los postmodernos no pueden ser "ilustrados" (al menos en sentido estricto).
¿Qué un Estado es "Laico" cuando sus miembros "siguen realmente los preceptos de la Iglesia"? Bueno, ud. está usando "Laico" en un sentido nada riguroso - nada conceptual -, su uso de "Laico" permitiría señalar a los Estados confesionales de la Edad Media europea como "Laicos" - puesto que no cumplían estrictamente los preceptos eclesiásticos - (lo cual convierte su argumento en absurdo).
La laicidad está definida por el modo en que determinamos las instituciones y los procedimientos políticos - en términos de neutralidad frente a lo religioso -, y no por el hecho de estar o no a la altura de "los preceptos de la Iglesia". Si usted defiende el rigor conceptual como dice ¡por favor, ejercítelo!
Si usted cree que la celebración de un Te Deum en el que se compromete a las autoridades políticas en un ritual católico es poco significativo (en un país donde viven muchos no católicos y no creyentes), entonces no ha comprendido el concepto de laicidad ni el de secularización.
Prefiero no contestar sus alusiones a la CVR. Sólo le sugiero que se documente mejor, y que averígue qué es el pensamiento postmoderno y qué es el pragmatismo, para que use mejor los términos.
Le sugiero que se ocupe de los argumentos, y que no califique a las personas. Es de muy mal gusto. no pienso caer en el nivel de otros blogs; este es un espacio de debate racional, estrictamente.
Señor Anónimo: percibo la amargura que denuncia Ud. en su comentario
No sé es un Estado laico, señor anónimo, por obedecer preceptos eclesiales, sé es Estado laico porque sé es aconfesional, esto es, permite múltiples confesiones dentro de ella y no se identifica con ninguno.
¿Acomodamiento? Déjeme responderle a una de las tantas cuestiones que ha planteado con incisivo talante apologético ¿Quiénes han gobernado nuestro país cuando desbordó la corrupción? La han gobernado cristianos que acudían a los templos, y se vestían de terno y gala para recibir la comunión el 28 de julio en una Catedral, en la que en vez de denunciar el Status Quo se echó a los pies del poder (ellos también son iglesia!)
¿El problema es la Univ. Católica? Yo no soy estudiante de esa universidad, pero me veo involucrado con profesores de esa casa de estudios. Permítame decirle que si ser católico es obedecer los preceptos de la iglesia, debe usted alabar a tanto funcionario que está en la cárcel por corrupción, ya que eran los primeros en cumplir lo que la santa madre Iglesia decía.
No se trata de preceptos ni de obedecerlos, se trata que la formación de nuestro pueblo, del que soy parte, tiene mucha más puesta la mirada en aprender normas para obedecerlas que tomar propias decisiones, pensar libremente para optar con mayor responsabilidad. ¿No defiende usted “la rigurosidad del pensamiento y sobre todo su coherencia”? Pues para hacer tales cosas debemos ajustarnos a lo que sucede, me alegra que lea y esté al tanto de lo que dicen personas que piensan diferente a Ud., eso significa que tiene apertura, pero déjeme decirle que si quiere ser riguroso y coherente debe emplear categorías como pragmatismo y utilitarismo en un contexto que responda a lo que afirma.
Defiende la rigurosidad del pensamiento, entonces, tenga más apertura a quiénes pensamos diferente. No construiremos el Reino obedeciendo preceptos, señor, lo construiremos cuando nuestra libertad sea motivada por una voluntad consciente de cambio y mejoría.
De acuerdo contigo Gonzalo en que debe haber una distinción entre Iglesia y Estado, y una separación, no sólo de la
Iglesia entendida como jerarquía, sino también del intento de fundamentar con la religión, los propios laicos, el desarrollo político.
Hay que proponer un Estado laico, en donde exista el pluralismo (aquel del que hablaba Juan Pablo II), porque esto es necesario para un estado de derecho maduro. Pero, habría que tener cuidado nosotros como católicos en proponer un laicismo, que sería antievangelico, o un secularismo, que es distinto a la secularización, dado que no es lo mismo un Estado laico en el cual se respetan las religiones sin poenerlas todos a un mismo nivel, ni si quiera entrando en ese tema, ante un estado liacista en donde y secularizado en donde se niega toda manifestación religiosa, donde se suprime el aporte que la religión puede dar a la sociedad y de su papel fundamental en la formación de los valores. Creo que ante eso hay que luchar, y luchar con la conciencia del mensaje evangélico en pos del bien común, buscando un Estado en el cual no se este casando con una o tal postura religiosa. También habría que recordar lo expuesto por Habermas que dice que un país en el cual hay una religión mayotitaria es menester respetar y prestar oido a lo que dicen, porque si deseamos una democracia sólida en la que se apueste por el deseo de la mayoria, sin relegar a las minorias, es necesaria tal visión, lo dicho por Habermas es muy apropiado.
Tengamos en cuenta que la sociedad civil y el estado deben estar subsidiados por las sociedades intermedias, entre ellas está la Iglesia y grupos religisos, en ese caso aportan a la sociedad, pero su actuación no puede ser directisíma con el Estado. En esto me baso en lo dicho por Hegel, también recogiendo ides de MacIntyre, y si hechamos mano a la Solicitudo rei Socialis vemos que l desarrollo del ser humano es un todo integral, en donde ciertamente participa el estado, pero en el que la Iglesia debe tener un papel protagónico, y eso no significa inmiscuirse en las actividades estatales.
Una actuación de la Iglesia en el Estado uede ser medio de su laicado, que como sujetos de estado pueden proponer ideas y proyectos para mejorar cada vez más, y sin necesidad de mencionar su estado de crsitianos pueden mostrar muchas realidades cristianas porque están impregnados de su encuentro con Cristo del cual no sería coherente prescindir, sin que esto signifique meter la 'cartera eclesiástica' en el estado, u ejemplo de ello puede ser cogresistas católicos, ministros, o cualquier otro cargo público, sin que ests hagan de sus puestos una ventana linbre y abierta para difundir su religión, ya que eso no se hace desde el curul sino desde el púlpito.
Con respecto al debate que se ha llevado aquí, pues pienso que el anónimo esta siendo muy parcial en su modo de pensar, aunque concuerdo en varios puntos con él, no me parece la manera en como los presenta, empezando que no debe etiquetar ni mandar juicios infundados. Pero, se han tocado varios temas que prefiero no comenatrlos por este medio, ya saemos lo tedioso que es y el diálogo no se lleva a cabo a plenitud, auqnue podemos esbozar muchas ideas importantes.
Saludos.
Corrección de mi comentario anterior (suprimido):
Muchas gracias Ricardo, por tu solidadridad. Pronto publicaré otro post sobre el tema. También creo que resulta decisivo distinguir entre laicismo y LAICIDAD.El laicismo me parece extremo (suprimir lo religioso en cuanto tal, cuando hay muchísimos creyentes en diversos credos); no obstante, la LAICIDAD - que el Estado fomente el pluralismo y sea neutral en lo religioso en cuanto a la discusión pública - me parece central en una sociedad democrática. Sobre aquello de que la Iglesia - en tus términos - "pueda dar a la sociedad y de su papel fundamental en la formación de los valores" allí discrepo en cuanto a la excesiva intensidad de la frase: podemos desde una posición ciudadana lograr y discutir valores importantes, que gocen del consenso de quienes tienen otras creencias o han decidido no creer. La religión es un asunto privado; al espacio público tenemos que ingresar con argumentos cívicos, no confesionales.
Saludos,
Gonzalo.
En Iglesia en ese caso me referia a los laicos en tanto que como cristianos actúan en la vida pública, pero desde su creencias sino desde los valores que su creencia les da, así como nos intentamos vivir el espíritu evangélico. Esa aclaración porque estoy de acuerdo con lo que dices (en algo teniamos que encontrar convergencia).
Saludos.
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