Gonzalo Gamio Gehri
Hace dos días, Martín Tanaka ha comentado – con la generosidad y la agudeza que lo caracteriza – la última entrada de mi blog, ¿Qué clase de ‘cultura liberal’ pretendemos defender? En la que reflexionaba en torno a los conflictos teóricos y prácticos que plantea la suscripción de la cultura de las ideas. Agradezco profundamente los comentarios de Martín sobre este blog (que ha sido diseñado pensando en el importante aporte que Virtú e Fortuna brinda al debate público). Creo que la filosofía sólo tiene sentido como disciplina intelectual si entra en diálogo con las preocupaciones y conflictos que afrontamos día a día en el mundo ordinario. Si no examinamos los nudos de nuestra experiencia – como individuos y miembros de comunidades e instituciones concretas -, entonces la filosofía corre el riesgo de convertirse en un vano juego de abstracciones. Los problemas centrales de la teoría política, la ética, la epistemología y la ontología se remiten al horizonte de nuestra vida concreta, de un modo o de otro.
Martín ha señalado el “doble problema” que a nivel político plantea la posibilidad de un liberalismo de izquierda, que ha descrito acertadamente como un proyecto socialdemócrata. Ha dado precisamente el paso que yo me había trazado dar después de esas breves reflexiones mías sobre los conflictos teóricos que tiene que enfrentar quien pretende conciliar liberalismo y socialismo. Se trata de afrontar: 1) el hecho de que no exista una tradición liberal en el país; 2) la intransigencia de muchos sectores de la izquierda respecto de principios liberales como la preservación del Estado de Derecho o incluso la defensa de los derechos humanos (el caso que cuenta Martín sobre IU y el fujimorismo resulta profundamente aleccionador en torno a este punto).
Hace dos días, Martín Tanaka ha comentado – con la generosidad y la agudeza que lo caracteriza – la última entrada de mi blog, ¿Qué clase de ‘cultura liberal’ pretendemos defender? En la que reflexionaba en torno a los conflictos teóricos y prácticos que plantea la suscripción de la cultura de las ideas. Agradezco profundamente los comentarios de Martín sobre este blog (que ha sido diseñado pensando en el importante aporte que Virtú e Fortuna brinda al debate público). Creo que la filosofía sólo tiene sentido como disciplina intelectual si entra en diálogo con las preocupaciones y conflictos que afrontamos día a día en el mundo ordinario. Si no examinamos los nudos de nuestra experiencia – como individuos y miembros de comunidades e instituciones concretas -, entonces la filosofía corre el riesgo de convertirse en un vano juego de abstracciones. Los problemas centrales de la teoría política, la ética, la epistemología y la ontología se remiten al horizonte de nuestra vida concreta, de un modo o de otro.
Martín ha señalado el “doble problema” que a nivel político plantea la posibilidad de un liberalismo de izquierda, que ha descrito acertadamente como un proyecto socialdemócrata. Ha dado precisamente el paso que yo me había trazado dar después de esas breves reflexiones mías sobre los conflictos teóricos que tiene que enfrentar quien pretende conciliar liberalismo y socialismo. Se trata de afrontar: 1) el hecho de que no exista una tradición liberal en el país; 2) la intransigencia de muchos sectores de la izquierda respecto de principios liberales como la preservación del Estado de Derecho o incluso la defensa de los derechos humanos (el caso que cuenta Martín sobre IU y el fujimorismo resulta profundamente aleccionador en torno a este punto).
1) Considero fundamental denunciar el profundo "déficit" de liberalismo con el que contamos no sólo en las canteras políticas, sino también en las comuinidades académicas. A menudo lo que tenemos son conservadores políticos y religiosos - muchos de ellos han tenido una lamentable participación avalando el autoritarismo de Fujimori o promoviendo la campaña difamatoria contra la CVR desde medios de prensa (o escribiendo pafletos infames como El trigo y la cizaña) -, o suscriptores acríticos del libre mercado (cercanos muchas veces al autoritarismo político). Unos y otros a menudo se ponen la máscara "liberal" para defender posiciones en el juego de fuerzas político. Las declaraciones editoriales de Expreso y Correo acerca de los casos de las ONGs y El Ojo que llora revelan con nitidez sus auténticas creencias en torno a la libertad de asociación y el universalismo de los derechos humanos. La crítica de estos falsos liberales resulta tan relevante como el trabajo académico y político de construir foros liberales de diverso cuño.
2) Es posible que todavía exista una izquierda renuente a valorar la cultura liberal - aquella que califica la división de poderes o el ethos ciudadano como "superestructura" o que sindica los derechos humanos como una "mera construcción burguesa". Será difícil dialogar con una izquierda rancia, que todavía sueña con conocer "las leyes inexorables de la historia". Pero también existe otra izquierda, más democrática, que ha aprendido de la debacle del bloque del Este, y que luchó por la democracia contra el fujimorato. Ella ha aprendido a revisar críticamente sus convicciones, y ha desechado en parte sus dogmas. Con esa izquierda sí se puede dialogar. La ultraderecha le teme, por eso la llama injusta y despectivamente "caviar". Es probable que gente como Henry Pease y otros hayan comprendido en carne propia - a causa de la persecusión fujimontesinista - el valor de las instituciones y las libertades políticas, que encarnan algo más que "cháchara liberal" y "superestructura"; se trata de modos de constituir formas civilizadas de vida. En mi opinión, cualquier proyecto izquierdista o socialdemócrata viable debe ser liberal en más de un sentido importante, especialmente en el nivel de las instituciones, los procedimientos y los derechos básicos. A pesar de sus limitaciones, esa izquierda post - 1989 está en mejores condiciones de establecer lazos conceptuales con el liberalismo que la derecha cavernaria y el ultramontanismo religioso.
Creo que este es un campo fecundo de reflexión y diálogo, que podría sugerir nuevas direcciones posibles a nuestra alicaida democracia, direcciones que podrían nutrirla y fortalecerla. Quizá la agenda pública - y la agenda de los intelectuales - tendría que tomar nota de estas cuestiones, planteadas por analistas lúcidos como Martín (y con él, periodistas como Santiago Pedraglio y Rosa María Palacios,) que podrían contribuir a enriquecer y reorientar la discusión política en el Perú.
2 comentarios:
Estoy de acuerdo contigo. Sin embargo pienso, que ademàs de un cambio cualitativo, es preciso un cambio cultural que de cuenta de dichas transformaciones no sòlo en un sentido instrumental, sino tabipen prncipista. De lo contrario todo proyecto de esas caracter`siticas estarà destinado al fracaso -no sòlo electoral, sino tambièn ètico-.
oscar silva. J.C.O.S.R.
considero importante el punto de vista de Martín como también el tuyo, por ser unos personajes interesados por el cambio social:temas como la lucha por un mundo más secularizado, un mundo más justo, una sociedad donde se cuide y se de el debido lugar a los derechos humanos, el constante esfuerzo por cambiar la mentalidad conservadora por una más ilustradad y liberal.
Con respecto al tema de Liberalismo, es importante señalar, que también hay que promoverlo a nivel económico, las libertades individuales y partiendo de estas buscar el progreso social. La Izquierda en nuestro país aun no es una Izquierda fortificada, y que por falta principios más acordes a las necesidades saciales ha quedado al margen estado, y es que también ha sufrido los azotes del autoritarismo y la dictadura de militares como el fujimorismo. Creo es importante que la Izquierda se renueve buscando siempre que todos los individuos tengan los mismos privilegios incluyendo el estado de derecho y además teniedo en cuenta una mayor libertad. creo que desde este punto de vista sería importante tratar de comnciliar izquierda, democracia (desentralización), socialismo y los ideales comunsitas.
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