Reseña de Educación para la democracia. Un debate necesario
Gonzalo Gamio Gehri
Hoy, en tiempos en los que por doquier en política, en teología y en moral se proclama la necesidad de una línea "clara y dura" en el plano del pensamiento, conviene revisar textos literarios como Un mundo feliz y 1984, obras que exploran los peligros del 'pensamiento único'. Conviene preguntarnos cómo sería la vida si sólo estuviese permitido creer o vivir de una única manera - presuntamente las demás serían "falsas" - reprimiendo la diversidad. Para muchos conservadores, los individuos no están en capacidad de ser ciudadanos pues - cito a Eduardo Hernando Nieto, cultor del llamado "pensamiento reaccionario", antidemocrático y tradicionalista- “demasiado corrompidos para merecer la libertad y por ende ni siquiera saben como usarla”[1]. La rudeza y la petulancia de esta cita me exime de hacer mayores comentarios. Esta clase de conservadores creen que la ética y la libertad entrañan alguna clase de "saber" reservado a una "élite de iniciados".
No existe modo de educar en democracia sin considerar el respeto por la diversidad de posiciones éticas (evidentemente, este respeto por la diversidad no anula el debate racional y la crítica de otras perspectivas, más bien constituye una condición para ponerlos en juego) . Estas reflexiones me vienen a la mente a partir de la lectura de Educación para la democracia. Un debate necesario (Cuaderno de Trabajo Nº 1, Serie Democracia y Sociedad, excelente volumen que ha publicado el IDEHPUCP), en el que se discute las posibilidades de la educación ciudadana en el país, precisamente desde la apertura a esa pluralidad, aperctura que es cimiento ético de la democracia. El volumen está compuesto por una investigación y dos ensayos. Jesús Peña y Rafael Barrantes – investigadores de Idehpucp – elaboran un riguroso análisis de la propuesta educativa en materia de ciudadanía en los primeros años de nuestra recuperada democracia. Se trata de un estudio serio y muy bien documentado acerca de las ideas de democracia y ciudadanía democrática desarrolladas por el Ministerio de Educación en aquellos años. Luego Susana Frisancho presenta un agudo ensayo en el que se examina las actitudes propias del pensamiento antidemocrático - centrado en una idea cerrada de identidad, completamente hostil a los otros - , así como se analizan las posibilidades de formar identidades dialogantes, como exige la cultura de los derechos humanos[2]. Se trata sin duda del ensayo más consistente del volumen y el que diseña una propuesta articulada.
Por desgracia, en la tradición pedagógica nacional ha imperado e impera todavía - a veces de manera tácita en la pedagogía de la moral - un modelo conservador, bastante negativo para la construcción de ciudadanía en el país. Se trata del influyente proyecto de educación en valores (en el contexto anglosajón se la identifica con la vertiente conservadora de la corriente que promueve la educación del carácter), una propuesta de cierta celebridad en algunos círculos pedagógicos locales. Desde la aparición de la obra de William Bennett, El libro de las virtudes para los jóvenes[3], se ha fortalecido la idea de que se hace necesaria una especie de “cruzada de valores”, que procura diseñar modelos educativos basados en la inculcación de preceptos morales sustantivos y en la forja de modos de vida virtuosos a través de la asimilación y repetición de comportamientos solidarios. A veces - especialmente en el contexto anglosajón, pero también aquí - se confunde esta perspectiva con la llamada “ética de las virtudes”, a pesar de que evidentemente Aristóteles no hubiese suscrito esa clase de inmediatez práctica, potencialmente dogmática y fundamentalista. En sus versiones más extremas – pienso precisamente en Bennett y en sus epígonos peruanos - se presupone aquí que la búsqueda de los valores que le dan significado a la vida ha concluido: son los bienes “eternos” – presuntamente localizados en alguna tradición cultural o religiosa puntual – cuya observancia nos convierte en personas plenas, y cuyos hábitos se ajustan a la inmutable naturaleza humana. El problema ético se reduce así a consideraciones ejemplares sobre la aplicación de los “bienes objetivos”; el problema pedagógico - moral se convierte en una cuestión eminentemente metodológica[4].
Esta perspectiva se ha convertido en sumamente seductora, inclusive para quienes consideran que están educando en “valores democráticos” que incluyen ‘valores modernos’ como “la autonomía y la responsabilidad”. Es el caso del ensayo de Giséle Velarde (en ese mismo cuaderno de trabajo): promueve en principio "valores democráticos", pero la forma de plantear el asunto es evidentemente autoritaria. Hay una clara contradicción en su texto, que quisiera examinar. El punto de partida es la conciencia de una aguda crisis moral o política’, motivada en parte por el “desconocimiento [y la] autocomplacencia respecto de la ausencia de una formación moral de los ámbitos individual y nacional (...) [así como el] desconocimiento total respecto del sentido y [la] necesidad de la ética para el individuo y la sociedad”[5]. Discrepo con esta clase de puntos de vista, y cuestiono este tipo de afirmaciones tan gruesas y categóricas, que a menudo entrañan una concepción elitista y paternalista de la ética (cuando no abiertamente totalitaria). Supone que la moral es un conocimiento privilegiado que – bajo las condiciones adecuadas – lograría “regular o encaminar la conducta humana hacia su realización”[8]. Es curioso que estas frases hayan sido redactadas en nombre de una “educación cívica”, pues de facto parecen reeditar la figura platónica del Filósofo Rey, que nos señala sin problemas cuál el télos de la conducta humana, sobre el cual los simples mortales hacemos patente nuestro “desconocimiento”. Propone el gobierno del demos, pero sostiene que existe alguna clase de 'conocimiento' del que carece la gente, y que sólo el 'filósofo' (en este caso, en otro podría haberlo sido el educador o el teólogo) maneja bien. Constituye un grave contrasentido 'inculcar valores ciudadanos' a fuerza de aplicar un método dogmático. Entiendo que la intención del texto no es transmitir eso, pero ese es el mensaje. Y la contradicción es manifiesta. El filósofo como pastor. Así no funciona una democracia.
Una propuesta auténticamente democrática señalaría quizá que la idea del verdadero y definitivo télos de la conducta humana es teóricamente inaprehensible y políticamente peligrosa (una posición como la del texto Velarde puede llevarnos hacia el extremo fundamentalista e intolerante que criticábamos en el “pensamiento reaccionario”, de hecho, sus frases sobre la gente sumida en el "desconocimiento moral" se parecen mucho a las de la cita aristocratizante de Eduardo Hernando contra la "masa inculta" consignada al inicio). Se supone que una democracia no patrocina una única visión de la ética, sino que crea el espacio para la formación - y discusión - de diversos modos de plantear y de vivir el bien. La democracia constituye un foro plural, no un espacio para el adoctrinamiento. Estudios como los de Frisancho - y quienes en general han colaborado con este texto compartido - nos ayudan a reconocer esto con mayor nitidez.
1] Hernando, Eduardo Pensando peligrosamente: el pensamiento reaccionario y los dilemas de la democracia deliberativa Lima, PUCP 2000 p. 87.
2] Frisancho, Susana "La identidad moral" en: Educación para la democracia Lima, IDEHPUCP 2007.
[3] Bennett, William El libro de las virtudes para los jóvenes Madrid, Ediciones B 2001.
[4] Véase una concepción alternativa a la de Bennett y sus discípulos en Polo, Miguel “El significado de educar en valores” en: Reflexión y crítica Año 9 Nº 5 2005 pp. 100 -111. La propuesta de Miguel Polo – destacado profesor sanmarquino - es persuasiva e interesante, y está vinculada al concepto de autonomía y ciudadanía democrática; sin embargo, lo que puede cuestionarse de su propuesta es que recurra quizá innecesariamente a la polémica e indeterminada categoría de “educación en valores”.
{5] Velarde, Giséle “La conciencia moral: núcleo de la relación entre educación y democracia” en: Educación para la democracia op.cit.,p. 52 (las cursivas son mías).
[6] Ibid., p. 53.
2 comentarios:
Evidentemente, nadie nace siendo virtuoso, sino que según las vayamos adquiriendo las iremos perfeccionando, pues si hacemos acciones buenas seremos buenos en algun sentido y si hacemos acciones malas, seremos malos en el mismo sentido.
por tanto, en vano se esfuerzan aquellos que consideran que hay una única salidad o forma de vivir, cortando radicalmente la pluralidad; sobretodo en un país como el nuestro que es reconocido por la diversidad de su gente y por enede de su cultura.
es obvio, hay muchos "conservas" que aun no han alcanzado la ilustración, y siguen pensando a la menra de platón, que solo aquél que ha alcanzado el mundo de las ideas es capaz de regresar a la caberna e eluminar a los que estos consideran "cabernícolas", considerándose como único camino. sin embargo esto no es democracia por cierto, por que subestimaríamos a quellos individuos ignorantes que aun no han llegado a conocer lo que se llama democracia, y es más la democracía no se puede imponer, de lo contrario ya no sería democracia, en este sentido la democracia es también libertad, el sueño que muchos pensadores críticos anhelan.
creo que para hablar de educación para la democracia, primero hay que ser ciudadanos libres.
¿COMO PODRAN HABLAR DE DEMOCRACIA, SI NO SE RESPETA LOS DERECHOS HUMANOS? ¿COMO DECIR SOY LIBRE, SI HAY UNA POLÍTICA AUTORIARIA E INJUSTA CON EL JUSTO,Y FAVORABLE CON EL INJUSTO? es claro como se mensiona en el texto el verdadero thelos es inaprensible teoricamente, porque no es algo innato, sino algo que se perfecciona meadiante la costumbre y la acción.
J.C.O.S.R.
Esta discusión sobre la educación y la democracia me ha recordar, extrañamente, algunos capítulos de Savater, en "Política para Amador". Aquí se promueve este espíritu de discusión, de pluralidad de enfoques del pensamiento crítico, en suma, el espíritu "político" de los foros en discusión sobre temas éticos, culturales, etc.
Por mi parte, estoy completamente de acuerdo con una propuesta de pluralidad de pensamiento en la educación, de buscar una educación "en democracia" pero no creo que la "educación en valores" sea, tampoco, un mal camino para lograr este objetivo. El problema radica, pues, como detecté en el artículo, en el enfoque dogmático y basado en la repetición de conductas solidarias, enmarcadas en una corriente cultural o dogma religioso puntual, que cae en el error de que solo con "la cruzada de los valores" se conseguirá una mejora en la educación. Qusiera, en este punto, decir que los jóvenes peruanos (digo esto puesto que he estudiado en un colegio nacional) somos manipulados para que nuestro pensamiento se canalice en ese enfoque extremista de la asimilación de los valores, pero somos pocos (o casi nadie) quienes nos damos cuenta de esto. En la repetición, no se logra la internalización de los valores, ni mucho menos en la práctica inmediata, puesto que en el Perú es muy difícil conciliar los aspectos morales que son impartidos en los colegios con la puesta en práctica diaria de nuestra conducta.
Lo que se debería hacer, en cambio, desde esta perspectiva de "educación en valores", es no obligarnos a tener concepciones cristiano-católicas de manera inevitable, no impulsarnos a tener conductas que significarían todo un cambio en los códigos de interacción de manera INMEDIATA, sino promover el enfoque de los "valores", ponerlos en tela de juicio, entregar a los estudiantes la facultad de discernir la manera en que los "valores" nos ayudan o no, darnos la libertad de proyectar cuáles serán los valores que deben aplicarse PROGRESIVAMENTE en nuestras costumbres, y como es que estos se concilian dentro la diversidad de corrientes éticas y políticas del país, asi como del mundo. Así, creo que la "educación en valores" puede ser un camino útil para llegar a la educación en democracia, siempre que estos no se impongan a manera de "lecciones" que uno debe repetir, sobre los cuales debemos hacer ensayos sobre ideas con las que no simpatizamos, sino que debería promoverse ese espíritu de discusión en las aulas, para que los estudiantes puedan concluir, con todo el acervo cultural y religioso que tienen, cuáles son sus inclinaciones respecto del tema.
Dejo este comentario, sin dejar de señalar lo placentero que es pasearse por este blog, señor Gamio.
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