domingo, 1 de enero de 2012

OISÍN Y TIR NA NOG




Gonzalo Gamio Gehri

Me propongo ahora contar ahora una antigua tradición celta. Oisín era un bravo guerrero irlandés, miembro de los fianna, un grupo de héroes que luchaban al servicio de los reyes de Irlanda y que solían proteger a campesinos y aldeanos de los ataques de bandidos y de bestias fabulosas. Todavía hoy se cuentan historias sobre ellos en diversas regiones de Irlanda y las tierras altas de Escocia. Oisín era hijo de Finn Mac Cumhaill, el jefe de los fianna. Esta es la historia de cómo Oisín llega a Tir na nÓg, el reino de las hadas, un lugar en el que sus habitantes permanecen inmortales y en el que no perciben el paso del tiempo, al menos tal y como lo perciben los mortales humanos.

Cuenta la leyenda que cierta vez los fianna estaban de cacería, siguiendo la pista de un misterioso ciervo que se ocultaba tras las piedras de una zona costera en Clare. Luego de dos noches, Oisín divisó al animal, que estaba encaramado sobre una roca. El héroe lo siguió, y al sumergirse en las aguas dio con Tir na nÓg. Los poetas y gaiteros insisten en que el umbral hacia Tir na nÓg está por todas partes, y que uno puede toparse con una vía de acceso a ese reino cuando menos se lo espera. Dicen que quien permanece allí puede pasar mil años sintiendo que sólo han transcurrido unas cuantas semanas. Que nada falta, que en sus colinas y bajo su cielo la vejez no existe y que - de acuerdo con lo dicho por la versión escrita de este relato recogido en el condado de Galway - "todo lo bueno está allí".

Pero pasado un tiempo – en realidad cientos de años, pero únicamente unos meses para la perspectiva de Oisín – nuestro héroe sintió nostalgia de sus compañeros de armas, de los azares y la gloria del combate. En Tir na nÓg le advirtieron que mucho tiempo había pasado, que sus hermanos habían muerto y que el mundo ya no era el mismo que él había conocido. Pero estas palabras no persuadieron al tozudo corazón del valeroso fianna. Los habitantes de Tir na nÓg le entregaron un caballo veloz, pero le dijeron que por ningún motivo debía bajar del animal y pisar tierra exterior, que moriría al instante. Finalmente, Oisín emprendió su viaje a Irlanda.

Pero Oisín no encontró a los fianna, ni divisó las cabañas de su aldea – sólo vio ruinas -, ni escuchó las antiguas canciones de su clan. Encontró edificios extraños, y se dio cuenta – con gran perplejidad – que los seres humanos se habían vuelto más pequeños y enjutos. Habían pasado casi mil años, y el tiempo de los héroes había pasado. El guerrero reconoció con dificultad, en medio de los escombros de lo que una vez fue su pueblo, un viejo abrevadero de piedra, y quiso lavarse. Olvidó por un instante las palabras de los habitantes de Tir na nÓg. Se apeó, entonces, del caballo. No bien tocó su pie tierra mortal, los cientos de años que le habían sido esquivos en el reino de las hadas abatieron su cuerpo, y Oisín murió.


(Imagen tomada de aquí)

4 comentarios:

Anónimo dijo...

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Anónimo dijo...

Es interesante que vivamos un momento histórico en que tenemos tan poco tiempo y tantas preocupaciones urgentes que casi sólo leemos lo que nuestro trabajo (o en todo caso la planificación de nuestra carrera, en buena cuenta la lucha por sobrevivir) requiere que leamos.

Quizá si uno tomara como algo más que un entremés estas lecturas que el autor insólitamente está proponiendo y las siguiera en sus fuentes y en la historia de su origen e influencia cultural, podría descubrir cosas interesantes.

Al margen de las primaveras de medio oriente, los ocupas de Wall Street y las coyunturas monetarias europeas y norteamericanas, que no son poca cosa, ¿Queda alguien que no vea a estas alturas que la sobrepoblación mundial y la creciente tecnificación e institucionalización de la vida, con la consiguiente y constante radicalización de la competencia, implican un fenómeno de virtual aceleración del tiempo, con tendencia a la implosión? ¿Qué nos deparan los próximos cinco o diez años, sin ir más lejos? ¿Tendrá razón, por ejemplo, el señor Ron Paul?

El pensamiento mítico se encarga, en sus propios términos y con sus propios alcances, del análisis y lineamientos de planificación al más largo plazo... y del análisis psicológico de nuestra posición en la "historia" larga, porque para el pensamiento mítico el ser humano no cambia demasiado en el tiempo relativamente corto de la vida de la especie, que comparado con el tiempo del mundo y de los dioses es poca cosa (aunque habría que señalar que el ser humano cambia mucho, eso sí, cuando se le administran pócimas o productos químicos que alteran su mente y su alma, cosa que de hecho también está sucediendo cada vez más, y no sólo con drogas ilegales, sino también con drogas farmacéuticas que la psiquiatría y la industria farmacéutica están difundiendo a nivel masivo, tecnificado e institucionalizado en elevadísimos porcentajes de la población mundial).

El paganismo y el cristianismo, y lo que sea que uno quiera considerar contrario al cristianismo, así como el liberalismo y el conservadurismo, el marxismo y el antimarxismo, el individualismo y el comunitarismo, e incluso las mismas fuerzas que espolean y alimentan la creciente institucionalización de la sociedad, pueden perfectamente entenderse como mitología.

Para entender una posición cultural como mitología, basta ubicarse en la acera cultural opuesta. Se trata de un sano ejercicio, que sin embargo la mayoría de seres humanos no está preparada a realizar. Muchos cuestionan (y esto también, por supuesto, es mitología) que las culturas pudieran siquiera sobrevivir si demasiados individuos realizaran tales ejercicios. Y sin embargo, todas las culturas "avanzadas" han permitido a algunos individuos realizarlos en forma controlada, o por lo menos discreta.

Sócrates intercalaba mitología y filosofía. El estudio responsable obliga a admitir que tal mitología era muchas veces oriental, y culturalmente opuesta al helenismo racionalista. La condena por impiedad tiene que ver con esto también.

Toda cultura tiene su mitología; ¿cuál es la "nuestra"? ¿Qué mitologías, por ejemplo, se cuecen hoy por hoy, en el Perú y el mundo? ¿Vale la pena prestarles atención? ¿Quiénes somos, de dónde venimos y a dónde vamos, a largo plazo? ¿Alguien se está dedicando seriamente a pensar seriamente en estos términos?

Anónimo dijo...

oe Gonzalo, no te has pronunciado sobre Conga y el glorioso pueblo cajamarquino que se a levantado conra el estado, o quizas sí pero no lo he leido
aver si respondes.

Anónimo dijo...

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